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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1950
w50 1/6 págs. 172-175

El Salvador y los países hondureños

EN EL nuevo aeropuerto hermoso de San Salvador, que da énfasis al papel siempre más importante que desempeñan los viajes por aire, un grupo de testigos de Jehová esperaba la llegada de R.E. Morgan el 12 de diciembre, y diez días después la de N. H. Knorr, presidente de la Sociedad Wátchtower. El primer visitante nombrado al aterrizar en la América Central vió lo que era para él tierra nueva y una ciudad nueva.

En todo El Salvador hay 207 publicadores, pero no hay más de 100 de ellos en la capital hoy. Sin embargo, los hermanos habían hecho arreglos para celebrar una reunión pública la noche del martes, el 13 de diciembre. La declaración de la verdad es digna de lo mejor, por lo tanto la Sucursal alquiló el Teatro Nacional que es el teatro más fino y de más aceptación en El Salvador. Se dió mucha publicidad a la reunión, anunciándola por medio de sueltos y cartelones; y centenares de cartas de invitación se habían preparado y entregado. La ocasión fué algo extraordinario puesto que esta noche era la víspera de la celebración del primer aniversario de la revolución. El gobierno había hecho preparativos suntuosos para la celebración y por dondequiera se notaba el espíritu festivo. Bandas, cuerpos de tambores, tropas, la policía, . . . todos listos para la fecha conmemorativa de un año de liberación del régimen dictatorial en El Salvador. ¿Cómo se recibiría “Libertad a los cautivos” en tal ambiente? ¿Cuál sería el resultado de una declaración dura contra la opresión católica? ¿Habría buena asistencia a la reunión esta tarde?

Pronto se contestaron estas preguntas cuando 803 personas se dirigieron al Teatro Nacional. Nada numéricamente tan grande había acontecido antes a los testigos de Jehová en El Salvador. El discurso, con la traducción, progresaba bien. Cuando se había pronunciado aproximadamente la mitad se notó que algunos policías nacionales habían entrado al edificio, uno de ellos yéndose hacia el frente cerca de la plataforma. Sin embargo, no estorbaron en nada a la conferencia y aparentemente estuvieron allí para ver que se mantuviera el orden. Los asistentes estaban muy animados, todos escuchando atentamente mientras se señalaba el contraste entre la opresión religiosa, política y económica y las libertades sorprendentes que el nuevo mundo traerá al pueblo. El aplauso espontáneo fué la contestación a la declaración, en este país que se supone ser predominantemente católico, de que la gente que desea saber la verdad no debe depender de los sacerdotes, puesto que ellos jamás enseñarán la verdad de la Biblia. La reunión resultó ser un gran éxito y se calcula que cuando menos 600 del público estuvieron presentes.

Se habían hecho arreglos para que el siervo de la Sucursal y el hermano Morgan hicieran un viaje por automóvil el día siguiente a Santa Ana, a unos 75 kilómetros de la capital. Allí se encuentra otro hogar misionero y una compañía de testigos de Jehová, y se habían hecho arreglos para celebrar una reunión la noche del miércoles. Estaban a bordo todos los pasajeros menos dos y parecía que íbamos a gozar de un viaje agradable con nuestro chauffeur de habla española. ¡Pero, ay! el nuevo Chevrolet lustroso tosió, dió unos suspiros, y quedó inmóvil. Contrariado el chauffeur, murmuró en inglés, “¡Uf, no gas!” Pareció sorprendido y confuso al ver que tal cosa le podía pasar; pero el indicador de gasolina indicaba “Vacío” cuando llegó al hogar de la Sucursal por dos de sus pasajeros. Así es que esperamos pacientemente por media hora mientras que él se fué en busca de más flúido combustible. Cuando la gasolina se había puesto en el tanque, el acumulador no hacía funcionar el motor. Por lo tanto le prestamos algo de ayuda a nuestro chauffeur angustiado, ayudándole a empujar el automóvil. Por fin llegó a Santa Ana.

Durante la tarde se dedicaron varias horas a la distribución de invitaciones. Durante el desempeño de este servicio los publicadores vieron a dos funerales en camino de la iglesia al panteón, los cuales pusieron en evidencia la actitud de la iglesia católica a su gente. El primero era el funeral de un pobre, cuyo cuerpo se llevaba en una caja humilde por sus parientes. Los que le acompañaban llevaban ropa muy gastada y estaban descalzos. Era una escena verdaderamente conmovedora. Pero el segundo funeral era de un hombre muy acomodado. Individuos bien vestidos llevaban el muy lujoso ataúd. Fueron precedidos por dos sacerdotes con hábitos suntuosos. Seguía una fila larga de dolientes vestidos de negro, y un gran número de automóviles y flores. El hermano Morgan preguntó a un comerciante por qué no venía precedida de sacerdotes la primera procesión fúnebre. La contestación muestra donde está el amor del clero, pues los pobres no tenían suficiente dinero para pagar a los sacerdotes para que guiaran su entierro. ¡Qué maravilloso que Dios ame a los pobres y les dé plenamente el agua de la vida! Cierto es que esta gente necesita el Reino y sus bendiciones para que sea librada de su pobreza y cautividad.

Esa tarde un grupo entusiasta de 136 personas se reunió en el patio del hogar misionero en Santa Ana para escuchar una conferencia relativa al servicio y oír un informe acerca de la gran expansión de la obra del Reino en muchos de los países del mundo. Seguramente estos queridos hermanos en Santa Ana no eran los únicos que estaban alabando a su Dios, pues por dondequiera y en todos los idiomas el pueblo de Jehová levantaba la Señal. Tres publicadores completamente ciegos sentados en la primera fila tenían el mismo entusiasmo que los demás de sus hermanos. Venden periódicos y ellos conocen toda la ciudad como la palma de sus manos y cuando menos uno de ellos mantiene a una familia. Son algunos de los mejores publicadores en la compañía de Santa Ana. Tienen sus propios territorios y los trabajan; asisten a todas las reuniones y contestan mejor las preguntas del Informador y La Atalaya que la mayoría de los hermanos que pueden leer estas publicaciones; están en las listas de los alumnos del ministerio teocrático y dan discursos estudiantiles, y lo hacen bien. ¡Qué buen ejemplo son para los publicadores del Reino en todas partes! Fué un gozo conocerlos y ver su regocijo en el Señor y en el privilegio que tienen ellos de abrir los ojos de los que han sido cegados por la tradición religiosa.

Unos días después de haber salido el hermano Morgan del Salvador llegó el hermano Knorr, quien de nuevo tuvo una buena visita con muchos misioneros fieles. Se consiguieron más sillas para el Salón del Reino, ubicado en el hogar misionero. En la reunión de la tarde 128 personas llenaron por completo el local de asamblea, constituyendo la reunión más grande de hermanos que jamás se había celebrado en San Salvador. La visita de menos de dos días era demasiado corta para considerar todos los detalles, pero se atendieron a los problemas grandes. Se hicieron los arreglos para abrir un nuevo hogar misionero en San Miguel el 1 de febrero. Cuatro de los misioneros de Santa Ana serán trasladados a este hogar. También se hicieron arreglos para visitar con más frecuencia durante el año a las compañías y publicadores aislados; y se harán esfuerzos ya para abrir nuevos territorios para dar el testimonio. Ha habido un aumento magnífico desde la última visita del hermano Knorr hace tres años y medio, cuando había 22 publicadores allí. En 1949 hubo un promedio de 177 publicadores con un máximum de 207. Hay doce misioneros en el país, y se espera que antes que termine 1950 más ingresen para ayudar con el programa de expansión. Con gusto se contestaron las muchas preguntas de los graduados de Galaad acerca del nuevo hogar de Betel y de los cambios hechos en Galaad, y también se les dijo del aumento que ha habido en otros países. A los que están luchando para permanecer en el campo siempre les da gusto saber de la constancia de otros galaaditas que siguen fieles en su trabajo.

HONDURAS

La mañana del sábado, 17 de diciembre, el hermano Morgan se despidió de los hermanos en San Salvador y tomó un avión DC-3 para hacer el vuelo de 55 minutos a Tegucigalpa, Honduras. Resultó ser un vuelo agitado, sin duda debido a las corrientes de aire causadas por la superficie tan montañosa. El capitán ordenó que todos llevaran puestos las correas de los asientos por todo el camino, pues la nave fué lanzada de lado a lado como una pluma. La agitada moción del avión hizo que algunos de los pasajeros se marearan. ¡Qué bueno fué aterrizarnos en el aeropuerto empedrado en Tegucigalpa y sentir de nuevo la firmeza de la tierra! El hermano Burt y siete de los once graduados de Galaad actualmente en Honduras y muchos publicadores locales estuvieron en el aeropuerto para esperar al viajero de Nueva York. Pronto todo el grupo estaba en camino a la ciudad en el ómnibus que se había alquilado para la ocasión. Las horas que todavía faltaban para el mediodía se ocuparon en arreglar en tres diferentes oficinas del gobierno las formalidades indispensables para que el pasaporte y otros documentos del hermano Morgan estuvieran en orden al salir él del país unos días después.

Este fué un fin de semana notable para los hermanos en Honduras. Se había distinguido el viernes como el principio de la primera convención que jamás se había celebrado en ese país. Hermanos de todas las siete compañías en el país y muchos publicadores aislados estaban en Tegucigalpa. Requirió grandes esfuerzos de parte de muchos, pero habían hecho los debidos preparativos para la ocasión. Veintiocho publicadores de una compañía vinieron por avión, y para algunos de ellos éste fué su primer vuelo. Un hermano vendió la vaca de la familia para sufragar los gastos de viaje. Otros vinieron a pie.

Los habitantes de Tegucigalpa quedaron asombrados al ver por primera vez a los testigos de Jehová anunciar con cartelones; y los hermanos tuvieron unas experiencias interesantes al transitar por las calles. Un “padre” siguió a una hermana por la calle, desanimando a los transeúntes y personas paradas de aceptar los sueltos anunciando la conferencia, a pesar de llevar él mismo un suelto en la mano. Un caballero advirtió al “padre” que si él aceptaba el suelto no había razón para que otros no lo hicieran. Con eso el clérigo rompió la invitación. Tal interposición no impidió que la gente asistiera a la reunión pública. El domingo a las diez de la mañana había 511 personas en el teatro para oír el discurso, “Libertad a los cautivos”. Fué la reunión pública más grande que habían celebrado los testigos de Jehová hasta la fecha en Honduras. Esa tarde se bautizaron a once testigos nuevos en el río Grande, como a kilómetro y medio de la ciudad, a donde todos los hermanos fueron a pie. Una persona, que se encontraba de tránsito y que unos cuantos días antes había hablado con uno de los testigos de Jehová y después de eso había asistido a todas las sesiones de la convención, se hallaba entre el número de los que se bautizaron. Tiene verdadero anhelo de aprender todo lo que pueda para participar también en la predicación, y preguntó si podría tener un estudio bíblico en su casa.

Había otros lugares que se tenían que visitar en Honduras, donde los graduados de Galaad están trabajando, como también a otros del pueblo del Señor que no pudieron asistir a la convención general en la capital. De manera que el lunes por la tarde el siervo de Sucursal y el hermano Morgan subieron a bordo de un avión “TACA” para ir a San Pedro Sula, una ciudad ubicada al noroeste de la capital. La noche del lunes 92 hermanos y personas de buena voluntad se congregaron en el Salón del Reino ubicado en el hogar misionero donde residen dos graduados de Galaad. Estuvieron muy contentos los hermanos locales con la buena asistencia. Precisamente contiguo al hogar misionero hay una estación radiodifusora que concede gratuitamente determinado tiempo cada semana a los testigos de Jehová. Los misioneros presentan unos programas muy interesantes. San Pedro Sula es cálido y llueve mucho allí pero el Señor está bendiciendo los esfuerzos de los hermanos en la predicación del evangelio allí.

El martes por la tarde los dos hermanos hicieron un viaje a La Ceiba, una ciudad en la costa al norte de Tegucigalpa. En camino la aeronave hizo paradas en Puerto Cortés y Tela. Al acercarnos a La Ceiba vimos los techos de palma de las casas y grandes platanares. En la costa norte de Honduras se producen plátanos con abundancia, y las compañías de fruta proporcionan casi el único medio de empleo para la gente. Esa noche los tres graduados de Galaad que han estado trabajando en La Ceiba durante unos seis meses tuvieron el gusto de ver a 41 asistentes en la reunión. Diez de ellos ya son publicadores, y se está organizando allí una compañía de testigos de Jehová. Muchos de los individuos de buena voluntad, que ahora se enteran de la verdad, son activos en las iglesias locales, y algunos fueron perturbados por las amonestaciones del clero que decían que los testigos de Jehová no harían más que vender cuantos libros podían y entonces irse a otro pueblo. Pero se les aseguró que los testigos de Jehová están radicados en La Ceiba, que allí se quedarían, y que estaban organizando una compañía permanente para la verdadera devoción en esa ciudad. Esta gente nueva se interesa en saber de la obra que desempeña la Sociedad por todo el mundo, como también en considerar la responsabilidad de los testigos de Jehová de proclamar la verdad en La Ceiba. No es fácil trabajar aquí, pero los hermanos sienten entusiasmo con la posibilidad de lograr la expansión.

Se juntaron los caminos del hermano Morgan y el hermano Knorr el sábado, 24 de diciembre. El avión en que el presidente de la Sociedad llegó a Tegucigalpa era el mismo en que el hermano Morgan iba a partir rumbo a Nicaragua, habiendo terminado ya su viaje a Belice y a Honduras. Por diez minutos hablaron de los países que habían visitado y entonces el hermano Morgan salió para Nicaragua. Se quedó el hermano Knorr para determinar lo correspondiente a la Sucursal y el hogar misionero. Se acordó de la visita que había hecho allí en 1946 cuando apenas empezaba el trabajo, habiéndose mandado allí siete graduados de Galaad para abrir el camino para la predicación del evangelio. Se había transferido al hermano Burt de Costa Rica a Tegucigalpa, y además enviaron a algunos misioneros a la capital para ayudar a efectuar la organización. Durante el año de 1946 había un promedio de sólo 19 publicadores en el campo, 12 de los cuales eran publicadores de compañía. Durante el año de 1947 la obra alcanzó más del doble, llegando a haber 45 publicadores. Luego hubo un aumento grande en 1948, aumentando el número de publicadores a 119. De nuevo durante el año de servicio que acaba de terminar hubo más del doble de publicadores, llegando así el total a 246. Esto quiere decir que han tenido un aumento de más del 100 por ciento en cada uno de los últimos cuatro años. Por lo tanto Honduras ha sido un campo excelente para el adelanto de los intereses del Reino.

Sábado por la noche en el Salón del Reino, ubicado en el hogar misionero, 66 hermanos asistieron para oír el discurso del hermano Knorr. Los hermanos de este país, como los de todas partes, tienen que ser predicadores de la Palabra, siendo independientemente cada uno ministro del evangelio. No están los testigos de Jehová en esta obra porque algún otro desempeña el mismo trabajo, sino porque han aceptado la responsabilidad de predicar la Palabra en la presencia de Jehová Dios y en la presencia de su Hijo, precisamente en el día de la segunda presencia de Cristo y el establecimiento de su reino. Aunque la mayoría de estos hermanos han estado en la verdad por sólo un año o poco más, empiezan a comprender la responsabilidad que el Señor le ha dado y que deben permanecer siempre fieles para conseguir la vida eterna.

De primera consideración en la mente de los misioneros era cómo podrían ensanchar la obra en 1950. Después de considerar las condiciones en el país y el porvenir del trabajo, se creyó conveniente aumentar el número de misioneros en los hogares actualmente existentes y abrir un hogar nuevo en otra ciudad lo más pronto posible. Hay muchos pueblos pequeños de 2,000 a 5,000 habitantes que tendrán que ser trabajados por misioneros jóvenes de empuje, dispuestos a privarse de las comodidades. Se espera que antes del fin del año se haya penetrado en otras regiones del país con el mensaje del Reino.

Aunque el hogar misionero en Tegucigalpa es hermoso y muy cómodo, no se cree ideal su localización para seguir logrando lo más posible en el adelanto de la obra en este territorio. Se dieron instrucciones al siervo de Sucursal de trasladar el hogar misionero al centro de Tegucigalpa. Actualmente está a la orilla de la ciudad. Un Salón del Reino pequeño en este distrito servirá para cuidar todo el interés que se ha desarrollado cerca del hogar. La reunión pública celebrada la semana anterior dió prueba de que hay mucho interés en la ciudad, y se podrá atender mejor a ese interés si el hogar y el Salón del Reino están más accesibles a la gente.

Después de asistir al estudio de la Wátchtower en inglés y La Atalaya en español el domingo, y después de considerar los problemas con los misioneros, terminó la estada muy agradable del hermano Knorr con este grupo. El lunes por la mañana estaba en camino otra vez, rumbo a San Pedro Sula para visitar a cuatro más graduados de Galaad y discutir con ellos su trabajo. Partiendo a las 8:30 el día 26, el avión pronto aterrizó en Progreso, a unos cuantos kilómetros de San Pedro Sula. Después de unos minutos estaba otra vez en el aire, con apenas suficiente elevación para librar las copas de los árboles en los platanares y la ciudad pequeña y limpia de La Lima en camino a San Pedro Sula, donde aterrizó cinco minutos después. Se pasó el día con los misioneros en su hogar, y a las 15 horas y media muchos de los publicadores de compañía de San Pedro Sula y La Lima fueron al aeropuerto para ver al hermano Knorr empezar su vuelo a Honduras británico. Más de 30 hermanos vinieron para saludarlo, deplorando mucho que él no había podido asistir a la convención en Tegucigalpa.

BELICE, HONDURAS BRITÁNICO

Se le dió a1 hermano Knorr la misma bienvenida que al hermano Morgan a su llega da a Belice, Honduras británico. Los hermanos vinieron en dos camiones para saludar a los visitantes de la casa matriz de la Sociedad. En el caso del hermano Morgan llegó su avión con dos horas de atraso y ya era oscuro cuando aterrizó su aeroplano; mientras que la aeronave en que llegó el hermano Knorr llegó a tiempo; la verdad es que llegó antes de la llegada de uno de los camiones al aeropuerto. Fué un verdadero gusto ver a estos 65 hermanos celosos de Belice dar la bienvenida a los visitantes a su ciudad costeña.

El hermano Morgan, después de haber pasado por la aduana, abordó uno de los camiones con los demás hermanos y se dirigieron a la ciudad de Belice. Esa noche les dió un informe de lo que había pasado hasta entonces en su viaje. La mañana del jueves se dedicó a la revisión de los registros de la Sucursal y de los informes del hogar misionero. Por la tarde se pronunció un discurso a los hermanos acerca del “Amor”, y a las 19 esa noche se presentaron 100 personas para oír la conferencia pública. La mayoría de ellos se quedaron para oír la conferencia que siguió relativa a la responsabilidad de los testigos en alabar el nombre de Jehová.

Su programa proveyó que partiera temprano la mañana del viernes y los misioneros se despidieron de él en el aeropuerto. Estuvo malo el tiempo, con mala visibilidad. Volando sobre el Golfo de Honduras, el avión encontró mal tiempo y tempestades de lluvia. Era menester asegurarse continuamente con las correas de los asientos, y parecía que el aeroplano brincaba y se deslizaba en el aire sin poder ofrecer resistencia a la fuerza de la furia de los elementos. Su destino era San Pedro Sula en Honduras, pero la tempestad y la neblina tan densa lo hicieron imposible aterrizar allí, a pesar de haberlo intentado. Después de dar vueltas por el aeropuerto por algún tiempo tratando de aterrizar, el piloto cambió su curso y aterrizó en un campo pequeño de aviación en Puerto Cortés. Como resultado el hermano Morgan dejó de ver otra vez a los misioneros en San Pedro Sula que le esperaban en el aeropuerto. Después de tomar más combustible, se dirigió la aeronave a Tegucigalpa. Se sentía satisfacción al alejarse de esa tempestad y ver el brillo del sol al llegar a Tegucigalpa. Aquí pasó la noche el hermano Morgan y vió al hermano Knorr la mañana siguiente en el aeropuerto al encaminarse a Nicaragua.

El tiempo que separaba las visitas del hermano Morgan y las del hermano Knorr se hacía cada vez más corto. Era cosa de días, nada más, y a los hermanos les pareció que había una convención continua con poco intervalo. En Belice llevaron al hermano Knorr a la ciudad en camión, gozando él del compañerismo con los hermanos y de los paisajes hermosos a lo largo del río Belice, que realmente corre en soto espeso tropical. Algunos de los misioneros han viajado muy al interior del país donde se corta la caoba, dejando a los troncos flotar por el río. Se han organizado seis compañías pequeñas en varias partes de Honduras británico y ha habido un aumento continuo en el número de publicadores en este país. En 1946 a la llegada de los primeros graduados de Galaad había sólo trece publicadores y la única compañía del país estaba en Belice. Ahora hay 55 publicadores y seis compañías en diferentes partes del país. Cuando los hermanos en los dos camiones llegaron a Belice, se fueron directamente al Salón del Reino. En el aeropuerto el hermano Knorr no había tenido una oportunidad de hablarles, de manera que esa tarde se congregaron en el Salón del Reino por unos minutos y les dirigió la palabra el hermano Knorr. Le dió mucha satisfacción saludar a algunos que habían estado allí cuando hizo sus visitas anteriores, como también ver muchas caras nuevas, y desearles a todos muchas bendiciones.

Se pasaron las primeras horas de la noche en el hogar misionero hablando de los problemas, de los cuales había muchos. Uno de los problemas grandes es dar a entender a los publicadores su gran responsabilidad. Muchos de los publicadores nuevos quieren servir al Señor pero no dan a la consagración su debido lugar, ni ven la necesidad de simbolizarla. Tienen los misioneros que tener mucha paciencia para cuidar debidamente el nuevo interés. Pero siempre es paciente el Señor para con todo su pueblo en estos postreros días de este viejo mundo. Y nosotros tenemos que ser pacientes también. En algunos lugares los individuos aprecian más pronto sus privilegios que en otros. También, mucha gente está enteramente empapada en las costumbres de este viejo mundo y en sus ideas religiosas y es difícil lograr que cambien repentinamente. No están desanimados los hermanos pero necesitaban consejo y querían saber cómo los misioneros hacen frente a la misma situación en otros países. La paciencia y el amor por la gente en la tierra en que uno trabaja constituyen la resolución del problema. Tenemos que reconocer que la gente tiene su propia manera de vivir y durante los siglos han adquirido ciertas costumbres, y su manera de obrar y de pensar son su herencia. La gente de Honduras británico es tardía para adoptar nuevas ideas, y se requiere verdadera paciencia para convencerla. Sin embargo, los hermanos han logrado buenos resultados y ahora hay más personas proclamando el mensaje del reino en Honduras británico que nunca antes.

Además de los problemas de los misioneros, hay otras cosas que aguantar. En Belice no hay tubería de agua para las casas, abastecida por la municipalidad. Cada casa tiene que proveerse de un aljibe de madera o de cemento y aprovecharse del agua que corre de los techos durante la estación de lluvias y almacenarla. Pero se vencen estos problemas, como también el problema de abastecerse de comestibles y el modo de viajar, que hacen contraste con lo que estaban acostumbrados los misioneros en los Estados Unidos. Para lograr el éxito en el servicio y gozar de la vida, tienen que acostumbrarse a las condiciones como hacen todos los misioneros en el país en que se encuentran. Dió gusto ver la buena asistencia en la reunión de la noche. Los misioneros invitaron a su gente de buena voluntad y a sorpresa suya, 111 persona s se presentaron para oír al hermano Knorr discutir el tema “Predica la Palabra”. La responsabilidad de ser ministro aquí se presentó con toda franqueza a la congregación. Las leyes de Dios son aplicables a todos sin tomar en cuenta la tierra que sea ni los alcances educacionales ni las costumbres. Las leyes de Dios nunca cambian. Todos tienen que conformarse a estas leyes y ajustar sus vidas para estar en armonía con los propósitos de Dios.

Se cree que la visita de los hermanos a Belice ha ayudado a los publicadores y a los recién interesados, como pasó las visitas otros países. Fué un placer estar con estos hermanos y una lástima que la visita no podía ser más larga, pero el itinerario de los aviones hizo necesario que partiera temprano la mañana siguiente. El hermano Knorr y todos los hermanos se fueron al aeropuerto por taxímetro. Esperaba ver otra vez a los graduados de Galaad en San Pedro Sula y Tegucigalpa al encaminarse a Managua. Después de despedirse del grupo pequeño, el presidente de la Sociedad no experimentó la misma clase de viaje que le había tocado a su secretario, en cuanto al mal tiempo en el vuelo a San Pedro Sula; pero tal como pasó a su secretario, no hizo escala en San Pedro Sula porque no había pasajeros para ese punto ni ninguno allí para emprender su vuelo. Esta noticia se le comunicó por la despensera del avión unos quince minutos después de salir de Belice. Le pesó mucho no poder ver otra vez a estos misioneros, pero se consoló con el hecho de que el grupo en Tegucigalpa estaría en el aeropuerto para saludarlo. Pero treinta minutos después la despensera elijo que tampoco no haría escala el avión en Tegucigalpa porque 110 había pasajeros que querían aterrizarse o irse abordo, y que seguiría hasta San Salvador.

Se les había dicho a los hermanos en San Salvador que el hermano Knorr no haría escala allí en camino a Managua, sino que aterrizaría en Tegucigalpa; así es que tanto el grupo de San Pedro Sula como el de Tegucigalpa y el hermano Knorr quedaron muy descontentos al no poder verse. El hermano Knorr iba a aterrizar en San Salvador a las 10 de la mañana, y por lo tanto se puso en comunicación con las autoridades aduaneras del Salvador, pidiendo permiso de irse a la ciudad durante su escala de tres horas. Empero se le informó que a los pasajeros en tránsito no se les permitía salir del aeropuerto. Con la ayuda de un empleado bondadoso de la línea Pan Americana, habló por teléfono con una compañía de taxímetros en San Salvador y arregló que enviaran un taxímetro al hogar misionero para decirles a sus moradores que el señor Knorr estaba en el aeropuerto y que ellos deberían venir al aeropuerto inmediatamente en el mismo taxímetro. Sucedió que seis de los hermanos estuvieron en casa lavando su ropa y haciendo la limpieza. Prestamente se cambiaron de ropa y tuvieron una visita muy agradable de dos horas, merendando todos juntos en el aeropuerto. Aprovecharon bien el tiempo. El viajar por aire es algo incierto. No siempre puede uno estar seguro de dónde va a aterrizar. Pero con el tiempo llega uno a donde va.

Poco antes de las 13 horas llegó el aeroplano, y, después de despedirse, el hermano Knorr estuvo en camino a Tegucigalpa, donde todos los misioneros fueron al aeropuerto para esperarlo porque entendían que vendría en ese avión. Así fué que el presidente de la Sociedad tuvo el placer de hablar con ellos por quince minutos antes de partir para Managua.

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