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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1950
w50 1/9 págs. 267-270

Desde las Antillas holandesas hasta Betel

EL MIÉRCOLES por la mañana, el 18 de enero, N. H. Knorr, presidente de la Watch Tówer Bible and Tract Socíety, y su compañero de viaje, R. E. Morgan, salieron de Caracas, Venezuela, para la isla de Aruba en las Antillas holandesas. Después de un vuelo de poco más de una hora el avión DC-4 de las Royal Dutch Airlines estaba sobre la isla, toda la cual se podía ver desde el aire; y un poco después se había cumplido con las formalidades de inmigración y de la aduana, y los dos visitadores, juntos con los hermanos que habían venido a esperarlos, estaban en camino por automóvil al hogar misionero en San Nicolás. Aruba es una isleta interesante, ordenada, limpia, airosa y cálida. Sus 180 kilómetros cuadrados están bien poblados con gente de habla holandesa e inglesa. De interés especial es el árbol “divi-divi”, cuyo follaje se extiende horizontalmente del tronco en una sola dirección. Esto se debe al viento que sopla constantemente en una sola dirección. No hay abastecimiento natural de agua en la isla, de modo que para tener agua dulce destilan la del mar. La elaboración del petróleo es la base de la vida económica, lo mismo que en la cercana isla hermana de Curazao. Venezuela produce el petróleo en grande escala, mucho del cual se embarca a las Antillas holandesas, en donde se elabora. En realidad, Aruba y Curazao tienen dos refinerías que son consideradas entre las más grandes del mundo.

Los testigos de Jehová en Aruba son activos, habiendo actualmente cincuenta publicadores en la compañía de San Nicolás, comparado con los quince que había hace un año. Se han asignado dos graduados de Galaad a este territorio y están desempeñando una obra recomendable. Hay más territorio del que dos personas puedan atender. El miércoles por la noche los hermanos Knorr y Morgan dirigieron la palabra a sesenta personas en el salón del Club Suriname y de nuevo hablaron a los hermanos de la congregación local el jueves por la tarde en su Salón del Reino. Los hermanos habían anunciado con empeño el discurso “Libertad a los cautivos”, empleando cartelones, automóviles con altoparlantes y hojas sueltas. Se había alquilado el Club Suriname también para el discurso público, con el único requerimiento de que los testigos pagaran al conserje sus honorarios y la cuenta de la luz eléctrica. Se alquilaron asientos extra y el jueves por la noche se tuvo la satisfacción de ver a 332 personas en el Club Suriname, todos muy atentos, estando el local completamente lleno, dejando solamente sitio para estar de pie a la hora de empezar la conferencia. Afuera andaba un sacerdote católico yendo y viniendo, espiando por una puerta abierta con afán para ver si alguno de sus feligreses había asistido, pero esto no minoró el entusiasmo de la concurrencia por el mensaje que escuchaba. Tampoco se asustaron las personas a quien este sacerdote visitó después en sus casas, pues se han notado muchas caras nuevas entre los que ahora se presentan en el Salón del Reino de los testigos de Jehová después de haberse pronunciado el discurso. Estuvieron tan contentos los miembros del Club Suriname con la reunión pública, que subsecuentemente votaron contra la aceptación de pago por el uso del salón. Y desean que den más conferencias los testigos de Jehová. Sin duda se dió nuevo ímpetu a la obra en esta isla, y los dos viajeros se regocijaron por haber participado en el programa de expansión en Aruba.

El viernes por la tarde los dos viajeros de Nueva York, acompañados de los dos misioneros asignados a Aruba, se despidieron de los hermanos y volaron a Curazao, isla de mayor extensión, para asistir a la asamblea que se había arreglado para los últimos días de la semana. La ciudad de Willemstad, la capital, estaba en plena fiesta puesto que el príncipe de los Países Bajos acababa de llegar de visita. En la noche los edificios y las avenidas centelleaban con luces de color y el pabellón holandés se veía por dondequiera, lado a lado con insignias naranjadas en honor de la Casa Holandesa de Orange. De varias maneras Willemstad traía al hermano Knorr recuerdos de su visita a los Países Bajos. La elevación de la ciudad es sólo de unos cuantos pies sobre el nivel del mar y la construcción de los edificios es parecida a la de la madre patria. Un rasgo raro de la población es el puente de la reina Emma que cruza la bahía de Santa Ana. Este puente de dos caminos descansa sobre catorce pontones y provee el paso tanto para los vehículos como para los peatones. Por un lado el puente está provisto de una articulación y cuando precisa que las embarcaciones entren a la bahía, el puente entero gira hacia un lado por medio de esta articulación, quedando paralelo a la orilla y próximo a ella. Estando abierto el puente, balsas cruzan gratis a los peatones, pero los vehículos tienen que esperar que se cierre otra vez el puente. Bastan unos cuantos minutos para que se cierre y que el tráfico se reanude.

Cerca de este puente se atracan muchas naves pequeñas que traen frutas tropicales de Venezuela, las cuales se venden desde el bote directamente al consumidor. A unas cuantas cuadras de este sitio se encuentra el mercado municipal. El visitador se divierte por el modo raro de fumar que han adoptado muchos de los nativos. Es cierto que encienden el cigarrillo del modo común pero luego lo voltean, colocando el extremo encendido en la boca. Así observa uno la bocanada de humo de costumbre pero al principio se maravilla por la falta de fuego en el extremo visible fuera de la boca. Sin embargo, donde hay humo tiene que haber fuego y pronto se observa que el fumador quita el cigarrillo de la boca para quitarle la ceniza. Es entonces que el fenómeno se explica. Las compañías de cigarrillos de los Estados Unidos todavía no han anunciado este modo de fumar. Quizá puedan lograr que el público se convierta en comedores de fuego en lugar de chimeneas.

La compañía de cincuenta testigos de Jehová en Willemstad había esperado gustosamente esta primera visita del presidente de la Sociedad a Curazao, y ellos, unidos con los dos misioneros asignados al territorio, habían hecho buenos preparativos. El viernes por la noche se presentaron 93 personas para oír los discursos por los dos hermanos de Nueva York. Después de cada conferencia, se pronunció un resumen en el dialecto papiamento. Debido a que no podía estar el hermano Knorr en Curazao más que un solo día, el sábado, se arregló que el discurso público se pronunciara esa noche en el edificio magnífico de la biblioteca. Sale de lo común este edificio porque a pesar de aparentar desde el exterior ser enteramente cerrado por sus cuatro paredes, existe en el interior un gran patio destinado para asambleas y conferencias. Así es que, debajo del firmamento estrellado, 234 personas oyeron al hermano Knorr hablar de la gran libertad que el nuevo mundo pronto traerá a todos los partidarios de la justicia. La gente de las Antillas holandesas goza particularmente de conferencias de esta índole, cosa que se había observado también en Aruba, en donde muchos consideraban que el discurso de una hora era demasiado breve. Con ese motivo el hermano Knorr entró en más detalles, dedicando casi una hora y media al tema. Muchos expresaron su aprobación.

Al repasar la obra del Reino en las Antillas holandesas, se nota que el interés que se manifiesta en las seis islas de este grupo sigue en aumento. Los nuevos publicadores del Reino requieren mejor atención y servicio del que se les puede proporcionar desde la oficina en Bróoklyn. Por consiguiente el hermano Knorr arregló que se estableciera una sucursal nueva empezando el 1° de marzo de 1950, que se designaría la Sucursal de las Antillas holandesas. Así los hermanos y las compañías de los testigos de Jehová lograrán mejor contacto con la Sociedad y se les podrá ayudar con más eficacia en el desempeño de su servicio de campo. El hermano Thomas R. Yeatts, que es graduado de Galaad y que ha servido en ese territorio desde mediados de 1946, fué nombrado siervo de Sucursal.

El domingo, el 22 de enero, temprano por la mañana, se despidió el hermano Knorr de los hermanos y salió por aire a Paramaribo, Surinam (Guayana holandesa). Permaneció el hermano Morgan en Curazao para dirigir un servicio de bautismo para la compañía de Willemstad, esa misma mañana; y en la noche habló a los hermanos otra vez después del estudio de costumbre de La Atalaya. Tal como sucedió en el caso de casi todos los discursos por los dos visitadores en Curazao, un hermano local dió un resumen en el dialecto papiamento para los que no entendían perfectamente el inglés. Están los hermanos en Curazao entusiasmados con la esperanza de la expansión de la obra en las islas de Sotavento; y sienten satisfacción especial ahora que tienen una sucursal que les sirva. Además los misioneros tanto en Aruba como en Curazao se alegraron al saber que tendrán la ayuda de unos graduados de la décima cuarta clase de Galaad después de la asamblea de 1950.

SURINAM

Aunque el hermano Knorr había estado en Surinam el año pasado durante su visita a la América del Sur, ahora pareció conveniente que hiciera un viaje especial de Curazao a Surinam. Habían surgido algunas dificultades entre los hermanos, y ciertos problemas se habían presentado, que no se sentían capaces de solucionar. Por el bien de la obra, pareció conveniente hacer el viaje. El domingo por la tarde los hermanos esperaron al hermano Knorr en el aeropuerto de donde prosiguieron a la población y él comió con los graduados de Galaad en el hogar misionero. Esa noche todos asistieron al estudio de La Atalaya, habiendo 86 presentes. Media hora después principió la reunión pública. Hicieron los arreglos para celebrarla en el Salón del Reino, y habían invitado solamente a personas conocidas de buena voluntad. No hubo anuncio público. Ciento doce personas asistieron y todos mostraron mucho interés. Era el principio de una asamblea de tres días.

El lunes y el martes el hermano Knorr dió conferencias por medio de un intérprete a unos 75 hermanos. La admonición que se dió fué de olvidar las dificultades que habían surgido anteriormente y dedicarse a la ocupación principal, que es la de predicar el evangelio. Aunque la gente de Surinam se dedique a chismear y hablar mal de los testigos de Jehová, los hermanos no deben preocuparse por eso. “Por su manera de vivir y el mensaje que predican podrán consolar a los que están buscando la verdad y la justicia,” les dijo el hermano Knorr. También se hizo ver que no estamos siguiendo al hombre o a una organización, sino a los principios que propone la Palabra de Dios, y tenemos que hacer esto sin desviarnos por lo que hayan hecho otros anteriormente o por lo que puedan hacer en lo futuro. Nuestra obra ha sido y seguirá siendo, ‘predicar la palabra’. Pero al ‘predicar la palabra’ nuestra vida y nuestra manera de obrar tienen que probar que creemos en la Palabra de Dios y que viviremos de acuerdo con ella, tal como lo hizo Cristo Jesús. Él proseguía de la debida manera en su vida diaria y también predicaba la verdad, probando que era digno de ser el testigo principal entre todos los testigos de Jehová. Los hermanos cobraron ánimo para seguir la lucha. Comprenden que lo esencial es retener su integridad, diga la gente lo que quiera.

Se nombró un nuevo siervo de Sucursal, el hermano Simmonite del Canadá. Se cree que pronto dominará el idioma holandés. A pesar de haber estado allí nada más que dos meses pudo leer su discurso en el holandés, lo cual todos los hermanos agradecieron mucho. Los misioneros en Surinam ahora están cooperando bien y hacen todo lo que pueden para fortalecer la organización de la compañía y llevar adelante la obra de expansión. Los tres días en Paramaribo fueron muy bendecidos, a pesar de estar a fines de la estación de lluvias y el hecho de que periódicamente durante el día hubo aguaceros tan fuertes que las calles parecían ríos desde un lado hasta el otro. Dió gusto estar de nuevo con los hermanos. Todos están resueltos a seguir fielmente en la obra y mandan sus saludos cariñosos a sus colaboradores en todas partes del mundo.

El miércoles, 25 de enero, se levantaron a las 5 y 30 de la mañana, puesto que es largo el trecho al aeropuerto en donde tendría el hermano Knorr que empezar su vuelo de regreso vía la Pan Americana. Se despidió de los hermanos a las 8 y 45 y luego estaba en camino a Trinidad. No obstante que la escala en Trinidad era de sólo veinte minutos, previamente se habían hecho los arreglos para que el siervo de Sucursal viera al presidente en el aeropuerto para una consulta sobre la obra en las Antillas británicas. La parada de veinte minutos en Trinidad pasó como un minuto. Dió gusto ver al hermano Newton otra vez antes de continuar el vuelo a Puerto Rico.

PUERTO RICO

El lunes por la noche, el 23 de enero, a las 22 horas, salió el hermano Morgan de Curazao para San Juan, Puerto Rico, llegando a la madrugada del día siguiente. El hermano R. V. Franz, siervo de Sucursal, y otro graduado de Galaad, le esperaban, y a las tres de la mañana se acostaron para dormir unas horas antes de desempeñar el programa rígido que se había formulado para el martes. Puesto que el hermano Knorr no llegaría a Puerto Rico de Surinam antes del miércoles por la tarde en una nave Pan Americana que en su vuelo directo a Nueva York hacía escala en Puerto Rico, la Sucursal en esta isla hizo los arreglos para que el hermano Morgan dirigiera dos reuniones. El martes por la mañana un grupo de hermanos acompañó al hermano Morgan a la población de Caguas, en donde se acababa de establecer un nuevo hogar misionero. En camino el grupo pasó por unos paisajes de gran hermosura. Durante la tarde 64 hermanos y personas de buena voluntad se congregaron para oír un discurso en inglés y español, llenando por completo los dos cuartos del hogar misionero que se emplean como Salón del Reino. Avanzada la tarde, el grupo regresó a San Juan y esa noche 190 personas, inclusive 23 graduados de Galaad, se juntaron en un salón que se alquiló precisamente para esta ocasión. Todos gozaron al saber del buen progreso logrado por la obra del Reino por toda la América Central y las otras partes que se habían visitado. Al mismo tiempo los hermanos puertorriqueños sienten gozo debido a su propio progreso y las pruebas que tienen de las bendiciones sobre sus esfuerzos, puesto que durante diciembre de 1949, por primera vez, el número de publicadores en Puerto Rico pasó de 300.

El miércoles por la mañana se dedicó algún tiempo para atender los asuntos de la Sucursal e inspeccionar el hogar en San Juan que la Sociedad había comprado recientemente. Temprano por la tarde un grupo numeroso de hermanos acompañó al hermano Morgan al aeropuerto, en donde él iba a unirse con el hermano Knorr para hacer el último vuelo, bastante largo, de su extenso viaje. A las 15 horas llegó el hermano Knorr por avión de Surinam, y los 43 o más hermanos que estuvieron en el campo de aviación pudieron conversar con él por una hora. Entre ellos hubo 23 graduados de Galaad. Además, el siervo de Sucursal pudo consultar con el hermano Knorr en cuanto a varios asuntos relacionados con la obra en Puerto Rico. A las 16 horas los altoparlantes advirtieron a todos los pasajeros en camino a Nueva York que se fueran a bordo del aeroplano de cuatro motores, y así empezaron los hermanos Knorr y Morgan su vuelo final, a saber, de Puerto Rico a Nueva York. Se advirtió a los pasajeros que había mal tiempo en Nueva York y el único aeropuerto internacional abierto era el de Idlewild. Sin embargo cuando el avión había atravesado la mitad del vuelo, que de costumbre se logra en ocho horas, anunció la camarera que se tendría que efectuar el aterrizaje en el Aeropuerto Nacional de Wáshington, puesto que toda el área neoyorquina estaba envuelta en una neblina espesa. Diez minutos después de la media noche, el avión aterrizó en Wáshington; y a la 1 y 5 todos los pasajeros abordaron un ómnibus especial para Nueva York. El jueves, a las nueve de la mañana, varios hermanos del hogar de Betel en Bróoklyn estuvieron presentes para recibir a los viajeros cansados en la estación terminal de la vía aérea en el centro de Nueva York.

Ya terminado el viaje, el cual efectuó el hermano Morgan en ocho semanas y el hermano Knorr en seis, reflexionando se comprende que ha sido de provecho. Mucho se ha logrado y mucho se ha proyectado para la expansión. En 1946 el presidente de la Sociedad visitó los mismos trece países, con excepción de las Antillas holandesas, y entonces había 3,810 publicadores en el campo. Tres años más tarde encontramos a un promedio mensual de 8,219 que predican el mensaje del Reino, o sea un aumento del 115 por ciento. De los informes que se reciben de estos lugares en cuanto a la obra que se efectúa en los respectivos países, se cree que en 1950 habrá más de 10,000 publicadores en acción. De modo que la obra sigue adelante. Los hermanos siguen ‘predicando la palabra’ y el nombre de Jehová se ensalza. Durante 1950 se llegará a trabajar territorio nuevo en todos estos países y, por la gracia del Señor, los planes hechos para el futuro proveen que terminada la asamblea de 1950 en la ciudad de Nueva York, muchos misioneros adicionales irán a estos territorios. Mientras Jehová muestre su paciencia con el fin de que la salvación llegue a otras criaturas, nosotros, sus siervos en la tierra, seremos, junto con él, pacientes y presentaremos las buenas nuevas en todo el mundo como testimonio. Agradecemos la misericordia que se nos ha manifestado y la oportunidad que se nos ha acordado para ‘predicar la palabra’.

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