Visita presidencial a Colombia
DURANTE su estancia en Panamá, los viajeros, el presidente de la Sociedad Wátchtower y su secretario, tuvieron el gusto adicional de ver a cinco hermanos de Nueva Zelandia. Estos precursores estaban en camino a Nueva York, para ingresar a la próxima clase de la Escuela Bíblica de Galaad de la Wátchtower. Pasaron unos días en el hogar misionero de la Ciudad de Panamá durante la primera parte de la visita del hermano Knorr y el hermano Morgan. Los tres hermanos y las dos hermanas contemplaban con ansia ver el nuevo hogar de Betel y luego seguir a Galaad. En Panamá tuvieron el gozo anticipado de la vida en un hogar misionero y también recibieron información directa de lo que pueden los misioneros lograr. Además pudieron gozar de una parte de la asamblea celebrada en la Ciudad de Panamá. Al oír a uno de los neozelandeses exclamar típicamente, “Too right!” (“¡demasiado bien!”) después que un publicador panameño expresó su gusto con motivo de la buena reunión, el hermano Knorr recordó su visita a Australia y a Nueva Zelandia. Los hermanos neozelandeses partieron del hogar misionero en la madrugada para emprender su vuelo Miami (Florida). El hermano Knorr y el hermano Morgan salieron del mismo aeropuerto unos días después, dirigiéndose a Colombia.
COLOMBIA
El sábado, 7 de enero, amaneció claro y despejado y era interesante mirar hacia abajo el bosque y la tierra ondulada. Poco después se veían las aguas centelleantes y azules del mar Caribe, con la orilla plateada de la costa. Entonces la aeronave se dirigió hacia el sur con destino a Medellín, Colombia. Antes de llegar a Medellín la nave voló arriba de unas bellísimas montañas, pero los valles parecían estériles con su tierra de color rojo encendido. Sin embargo, al elevar la mirada desde el valle al lado de la montaña se nota el cambio de color de rojo encendido a castaño y en partes verde. Y cuando la mirada se dirige a la cima de la montaña, aquí se ve que el color es verde silvestre. Interesa ver las casas esparcidas en la cumbre de los cerros, con terrenitos cultivados al derredor, puesto que es allí donde se producen bien las siembras. Se espera encontrar más calor al acercarse al ecuador. Conviene vivir en las alturas, porque se respira aire menos denso y se sienten las brisas frescas, ahora con lluvia y luego con sol.
La primera parada fué en Medellín, en donde se tuvo que dejar el aeroplano Panamericano y tomar una nave Avianca. Al llegar al aeropuerto, pasa la aeronave arriba de la ciudad bien planeada. Esparcidas por la ciudad como también en sus orillas hay grandes plantas industriales. El movimiento y la actividad urbana se hacen sentir en el aeropuerto con motivo del gran número de naves que entran y salen, todas transportando muchos pasajeros y carga pesada. Después de esperar unas horas la llegada de su aeroplano, poco más de sesenta y tantos pasajeros abordaron el DC-4, y dentro de poco tiempo los dos viajeros estaban recibiendo los saludos de diecisiete testigos de Jehová de Bogotá que habían venido al aeropuerto para dar la bienvenida a los representantes de la Sociedad con motivo de su llegada a la ciudad.
Puesto que el hermano Morgan y el hermano Knorr llegaron a Bogotá ya al atardecer, antes que pasara mucho tiempo empezaron los hermanos a entrar para asistir a la reunión de la noche del sábado, y 50 de ellos llenaron el pequeño Salón del Reino. Tuvo que conseguirse autorización especial para celebrar la reunión pública, la cual otorgó el gobierno. No fué posible alquilar un salón público, para la ocasión y por eso se invitaron a la reunión sólo los que tenían estudios bíblicos. El domingo por la tarde 81 personas llenaron completamente el salón y el comedor del hogar misionero. El hermano Roberto Tracy, siervo de la Sucursal de la Sociedad Wátchtower, tradujo excelentemente del inglés al español. El hermano Jorge Dawkins, que sirvió de intérprete para el hermano Morgan, igualmente lo hizo muy bien. Estos hermanos han estado en Colombia sólo unos tres años y dió gusto observar cómo, a fuerza de estudio empeñoso y la práctica, habían dominado el idioma al grado de poder servir de intérpretes. La tercera sesión de la asamblea de tres días se celebró el lunes por la noche, a la cual asistieron 61 hermanos y personas de buena voluntad para recibir información adicional acerca de la Palabra del Señor.
Después de considerar los problemas del hogar misionero con los seis hermanos que ahora están allí, tres de los cuales acababan de llegar la última parte de diciembre, se acordó que había necesidad de un Salón del Reino más grande. Se hará todo lo posible para trasladarse a un local nuevo en el cual el salón en el hogar misionero alcance para acomodar a mayor número de concurrentes. Se cree que en esta ciudad, que está situada a una elevación mayor de dos kilómetros sobre el nivel del mar, hay centenares de personas que llegarán a ser ministros del evangelio, si se les da la oportunidad de estudiar y aprender la verdad. Hacen falta más misioneros; hay que hacer más trabajo. Está aumentando la población de Bogotá rápidamente y es agradable morar allí, no obstante que las noches frescas lo hacen necesario usar dos o tres frazadas para dormir cómodo. El hermano Knorr notó muchos cambios que se habían efectuado desde su visita anterior a Bogotá. Muchas mejoras notables se han logrado en la ciudad: las calles han sido pavimentadas; se han construído hermosos bulevares; ómnibus eléctricos y de gasolina de modelo reciente corren por toda la ciudad; y se lleva a cabo un magnífico programa de construir edificios en el centro de la ciudad. El programa de construcción se hizo necesario principalmente como resultado del incendio desastroso de la primavera de 1949, originado por los amotinadores enfurecidos por el asesinato de un político popular. Fué terrible la destrucción. Pero los colombianos no han dejado que las ruinas permanezcan. Están quitando los escombros y logrando que la ciudad sea más hermosa que nunca. Las calles son más anchas y el centro de la ciudad empieza a tener un aspecto nuevo.
Ha habido considerable inquietud política por todo el país de Colombia y todo está bajo el dominio del ejército. Todo el mundo está pendiente para ver lo que hará el presidente nuevo cuando tome el poder en agosto de 1950. Ciertamente las condiciones se prestan para la predicación del evangelio, porque cuando la gente gime da gozo consolarla con la esperanza que trae el anuncio del Reino. Generalmente está más receptiva bajo tales circunstancias. Una vez que empiecen el estudio de la Palabra de Dios y aprecien las bendiciones que trae el nuevo mundo, desearán predicar, “a tiempo y fuera de tiempo”, de acuerdo con la admonición de Pablo a Timoteo.
La estada de los representantes de la Sociedad en Bogotá fué demasiado breve—pero se había arreglado celebrar reuniones en Barranquilla en el segundo hogar misionero. Así es que el martes a las 9 y 30 de la mañana el siervo de Sucursal acompañó a los dos hermanos de Nueva York en su vuelo hacia el norte a este puerto marítimo colombiano. Una de las experiencias más impresionantes y quizá más fascinadoras del mundo se presenta al que parte de Bogotá por aeroplano rumbo a Barranquilla. Durante los primeros diez minutos el vuelo se hace arriba de la hermosa meseta en que se encuentra la ciudad de Bogotá. Luego se llega al límite de la meseta y en seguida hay un descenso repentino de miles de metros. Al pasajero le parece que el aeroplano está volando muy alto, alcanzando siempre más elevación casi de una manera milagrosa; pero la verdad es que la misma tierra repentinamente se ha retirado de la nave y descendido. Los picos escabrosos presentan una vista impresionante. Antes de darse uno cuenta, allí están y esto hace el aspecto aun más sorprendente. ¡Verdaderamente el poder creativo de Dios ha hecho la tierra gloriosa! ¿Qué será cuando Dios haya enseñado al hombre hacerla su morada edénica?
En el aeropuerto de Barranquilla estuvieron los cuatro misioneros de esa ciudad, acompañados de otros treinta publicadores que habían llegado al campo de aviación por ómnibus para esperar a los hermanos de Bogotá. Tal vez se deba al clima, pero los publicadores de esta compañía mostraron más celo y entusiasmo por la visita y la obra de la predicación del evangelio que los hermanos en Bogotá. Al entrar al Salón del Reino, que está en el hogar misionero, una de las primeras cosas que se observa es que la compañía últimamente alcanzó un nuevo máximo de 81 publicadores, como también que tienen los publicadores un promedio de 17 horas por mes, y el promedio de estudios bíblicos de casa es de 9, o sea casi uno por cada publicador de compañía. Con razón tenían entusiasmo, ¡porque hay progreso en Barranquilla! Y esa impresión prevaleció durante toda la visita. Se había arreglado celebrar una reunión para la compañía para esa noche, y 94 escucharon atentamente cuando el hermano Morgan y el hermano Knorr les aconsejaron en cuanto al modo de desempeñar la obra actualmente, e igualmente cuando les ayudaron con sus problemas de organización.
Preguntaron los hermanos si convenía anunciar la reunión pública por radio o por otros medios además de la distribución de sueltos y la invitación a los que tienen estudios bíblicos. Pero el hermano Knorr les manifestó que con tanto entusiasmo entre los publicadores de la compañía, probablemente llenarían el salón sólo con su actividad personal. Y así resultó. De manera que no se hicieron gastos especiales para anunciar el discurso “Libertad a los cautivos”. Antes que empezara la conferencia la noche del miércoles, estaba el salón casi lleno. Hubo 261 concurrentes sin contar a los niños demasiado pequeños para entender. El salón se llenó completamente y algunos estuvieron de pie en el pórtico de enfrente. El auditorio prestó mucha atención y los hermanos estuvieron muy complacidos con la asistencia. Resultó ser la reunión más grande de los testigos de Jehová que se había celebrado en Barranquilla y, de hecho, en toda Colombia. Dió a conocer a todos que hay gente interesada en la ciudad, y ahora es cuando es oportuno presentarles el mensaje del Reino. Habíamos pensado que el calor de Barranquilla sería insoportable, estando en la costa y al nivel del mar, pero las brisas constantes del Caribe hicieron agradable la visita. Contribuyeron al éxito de la conferencia, también, puesto que la gente aglomerada en el salón no tuvo que aguantar el acostumbrado bochorno.
En la actualidad sólo hay nueve misioneros en Colombia. Fácilmente podría la Sociedad emplear 25 más en las ciudades principales de este país, que cuenta con casi once millones de habitantes. Durante los últimos cuatro años la Sociedad con todo empeño ha procurado lograr que se quedaran los misioneros allí, pero por varios motivos más de quince han dejado su asignación. Por tres años, es decir desde 1946 a 1948 inclusive, la obra estuvo casi parada en cuanto a ayudar a la gente de buena voluntad. Pero en 1949, con sólo ocho misioneros muy trabajadores, las bendiciones del Señor sobre la obra se manifestaron. Se cree firmemente que si los hermanos que emprenden el desempeño de los privilegios misioneros perseveraran en la obra y no se entremetieran en los asuntos del mundo, como hicieron varios en Colombia, la obra en ese país estaría mucho más avanzada e indicaría un aumento más proporcionado con los esfuerzos que se han hecho. Pero fué un gozo estar unos días con los hermanos que están trabajando diligentemente para extender la verdadera adoración de Dios en Colombia. Por la gracia del Señor, se desempeñará mucho más trabajo en los días venideros. El 12 de enero por la mañana, diez de los publicadores nos acompañaron al aeropuerto, y luego nos despedimos para emprender el vuelo a Maracaibo, Venezuela.