Los cristianos—ante todo testigos de Jehová
EN NINGÚN tiempo desde la creación ha estado Dios sin testigos. La misma existencia del universo, inmenso, simétrico, hermoso y manifestando poder ilimitado, junto con la luz del sol, la lluvia y las estaciones fructíferas, todo da elocuente aunque silencioso testimonio a la existencia del Ser Supremo, Jehová Dios, y nos ayuda a estimar, por lo menos hasta cierto grado, algo de sus maravillosos atributos o cualidades. “Porque sus cualidades invisibles se observan claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se entienden por las cosas hechas, hasta su poder eterno y Divinidad.”—Rom. 1:20, NM.
Además de tales testigos de su supremacía, Jehová siempre ha tenido criaturas humanas en la tierra quienes, por su manera de proceder y por palabra, han dado testimonio de él como el Gran Soberano. “¡Todas las naciones júntense a una, y congréguense los pueblos! ¿quién entre ellos anunciará esto, y nos hará oír las cosas anteriores? produzcan sus testigos para que sean justificados; o escuchen a mis testigos, y digan: Es verdad. Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi Siervo, a quien he escogido; para que sepáis, y me creáis, y entendáis que yo soy. Antes de mí no fué formado dios alguno, ni después de mí habrá otro. ¡Yo, yo soy Jehová, y fuera de mí no hay Salvador! Yo lo he prenunciado, y yo he salvado; y yo os lo hice saber, y no había dios extraño entre vosotros: ¡vosotros pues sois mis testigos, dice Jehová, y yo soy Dios! . . . mi pueblo, mi pueblo escogido. Este pueblo he formado para mí mismo, para que ellos cuenten mis alabanzas.” “Así dice Jehová, el rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los Ejércitos: Yo soy el Primero y yo el Último; y fuera de mí no hay Dios. ¡No os acobardéis, ni tengáis miedo! ¿acaso desde la antigüedad no te lo hice saber yo, y te lo declaré? Vosotros pues sois mis testigos: ¿habrá Dios fuera de mí? No, ni hay Roca alguna; yo no la conozco.”—Isa. 43:9-12, 20, 21; 44:6, 8.
El apóstol Pablo, en Hebreos 11, enumera a muchos de estos testigos: Abel, Enoc, Noé, Abrahán, Isaac, Jacob, José, Moisés y muchos otros. Luego, continuando en Hebreos 12:1, él habla de ellos como “tan grande nube de testigos” en derredor de los cristianos. Algunos, tratando de interpretar estas palabras de Pablo, dicen que aquellos hombres fieles son testigos que están presenciando lo que los cristianos están haciendo, que son espectadores. Sin embargo, esto no podría ser, por dos razones. Primero, esos hombres todavía están en su sepulcro y por lo tanto no podrían estar viendo a los cristianos. (Dan. 12:13; Juan 3:13) Y, segundo, si Pablo hubiera querido decir que ellos eran espectadores de los cristianos él habría usado la palabra griega autoptes, que significa “testigos oculares”, como en Lucas 1:2; o habría usado la palabra epoptes, como en 2 Pedro 1:16, NM, que también se vierte “testigos oculares”. En vez de eso, él usó la palabra mártyres, que significa “uno que da testimonio”, como lo hizo en 1 Corintios 15:15, donde él habló de los que dieron testimonio de la resurrección de Jesucristo. Vea también 1 Timoteo 5:19; 6:12; Apocalipsis 11:3.
Ni puede decirse que las referencias a los testigos de Jehová en Isaías aplican sólo a los siervos precristianos de Dios. El apóstol Pedro cita Isaías 43:20, 21 y lo aplica a los cristianos, en 1 Pedro 2:9 (NM): “Ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó fuera de la oscuridad a su luz maravillosa.” Además, los apóstoles Pablo y Juan citaron de Isaías 44, manifestando así que tiene un significado antitípico. Compare Apocalipsis 12:12 y 18:20 con Isaías 44:23 en cuanto a redimir a Israel de Babilonia; y 1 Corintios 1:20 con Isaías 44:25. Claramente, “todas las cosas que fueron escritas de antemano fueron escritas para nuestra instrucción,” y “como una amonestación para nosotros a quienes los fines consumados de los sistemas de cosas han llegado”.—Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11, NM.
CRISTO JESÚS PUSO EL MODELO
Los que se oponen a la aplicación del nombre “testigos de Jehová” a los cristianos y arguyen que mediante eso Cristo es empequeñecido y el cristianismo está siendo ‘des-Cristado’ pasan por alto el hecho de que Jesús mismo fué testigo de Jehová. Él habla de sí mismo como “el Testigo Fiel” y como “el Amén, el testigo fiel y verdadero”. Y a Pilato él dijo: “Con este propósito he nacido y con este propósito he venido yo al mundo, para dar testimonio a la verdad.” (Apo. 1:5; 3:14; Juan 18:37, NM) El apóstol Pablo da testimonio parecido: “Cristo Jesús, que como testigo hizo la declaración pública correcta en la audiencia de Poncio Pilato.” Y el profeta Isaías hace mucho predijo que Dios daría a Jesús “por testigo a los pueblos”.—1 Tim. 6:13, NM; Isa. 55:4.
Como testigo fiel de Jehová, Jesús dió el primer lugar al nombre de Jehová en todo su ministerio. En la oración que él enseñó a sus seguidores la primera petición tiene que ver con el nombre de su Padre: “Nuestro Padre en los cielos, santificado sea tu nombre.” A los judíos incrédulos él dijo: “He venido en el nombre de mi Padre, pero ustedes no me reciben; si algún otro llegara en su propio nombre, ustedes recibirían a ése.” Y al fin de su ministerio él oró a su Padre: “Te he glorificado sobre la tierra, habiendo acabado el trabajo que me has dado para hacer. He hecho tu nombre manifiesto a los hombres que del mundo me diste.”—Mat. 6:9; Juan 5:43; 17:4, 6, NM.
Durante todo su ministerio terrestre Jesús exaltó el nombre de su Padre y como cosa de principal importancia dió testimonio acerca de él. Dió énfasis al hecho de que sólo a Dios Jehová había de adorarse; que sólo su Padre era bueno; que él mismo no hacía nada de su propia iniciativa; que su Padre era mayor que él. Y repetidas veces llamó la atención a los atributos de su Padre.—Mat. 4:10; 5:45; Luc. 18:19; Juan 4:24; 5:19; 14:28.
Tampoco puede alegarse que el nombre Jehová no aparece en la Versión de los Setenta de las Escrituras hebreas, sin duda la que usaron Jesús y sus discípulos, y que por lo tanto no estuvieron familiarizados con él o no lo usaron. Eso sólo puede decirse de las copias posteriores de la Versión de los Setenta. Uno de los más antiguos fragmentos de la Versión de los Setenta existente hoy es el Inventario 266, en el cual el tetragrámaton (las cuatro letras hebreas JHVH que representan el nombre de Jehová) aparece repetidamente. Y según Jerónimo, quien tradujo la Vulgata latina, copias de la Versión de los Setenta accesibles en su día contenían el nombre divino en forma del tetragrámaton, que fué representado con letras en vez de ser traducido como lo fué el resto del texto hebreo.
Pero aun si no apareciera en el “Nuevo Testamento” eso no sería motivo contra usarlo, puesto que la Biblia es un solo libro, que se compone de las Escrituras hebreas, donde el nombre de Jehová se encuentra 6,823 veces, y las Escrituras griegas. Además, dondequiera que las Escrituras hebreas que contienen el nombre Jehová se citan en las Escrituras cristianas griegas, el nombre Jehová debería haberse trasladado, como lo hizo el Comité de la Traducción del nuevo mundo, y no haberse cambiado como han hecho casi todos los demás traductores.
Sin embargo, el nombre Jehová sí aparece en todas las versiones del “Nuevo Testamento” porque el propio nombre de Jesús significa “Jehová es salvación” o “Jehová el Salvador”; de modo que cada vez que el nombre Jesús aparece tenemos un recordatorio del nombre Jehová. Además, en el Apocalipsis 19:1-7 la expresión “Aleluya” aparece cuatro veces, la cual quiere decir literalmente “Alabad a Jehová (Yah)” y así la vierten en las Escrituras hebreas algunos traductores, como en la margen de los Salmos 104:35; 105:45; 106:1, 48.
JEHOVÁ ES EL PRINCIPAL
Al dar testimonio de Jehová, Cristo Jesús puso el ejemplo que sus apóstoles y discípulos siguieron. (1 Cor. 11:1; 1 Ped. 2:21, NM) Note cómo Pablo y Bernabé dieron testimonio de Jehová Dios cuando algunos de los paganos comenzaron a adorarlos: “Hombres, ¿por qué hacen ustedes estas cosas? Nosotros también somos criaturas humanas teniendo las mismas flaquezas que ustedes, y les estamos declarando las buenas nuevas, para que ustedes se conviertan de estas cosas vanas al Dios viviente, que hizo el cielo y la tierra y el mar y todas las cosas que hay en ellos.” En el cerro de Marte Pablo dió a los atenienses un testimonio semejante en cuanto al verdadero Dios. De hecho, el propósito mismo de que Dios hiciera que las buenas nuevas se predicaran a las naciones fué “para tomar de ellas un pueblo para su nombre”.—Hech. 14:15-17; 15:14; 17:23-31, NM.
Aun cuando las Escrituras cristianas griegas tratan considerablemente de la vida de Cristo Jesús, ellas no obstante dan al nombre de Dios el primer lugar. Así que encontramos 1,757 referencias al Hijo de Dios, de doce estilos diferentes, como: Jesús, Cristo, Señor, Hijo del hombre, Hijo de Dios, etc.; pero encontramos 1,854 referencias a su Padre, Jehová Dios, en los tres estilos: Dios Señor y Padre.
Y aunque al evangelio o buenas nuevas se le llame las buenas nuevas de Cristo Jesús, eso no significa que no son también las buenas nuevas de Jehová Dios. Es el evangelio de Cristo porque son las buenas nuevas acerca de él. Pero también son las buenas nuevas de Dios porque si Dios no hubiera enviado a su Hijo al mundo en primer lugar, y luego no le hubiera levantado de entre los muertos, no habría nada de buenas nuevas que predicar. (Juan 3:16; 1 Cor. 15:15-19) De modo que encontramos que el “Nuevo Testamento” al referirse a las buenas nuevas dice que son de Dios 14 veces y de Cristo 13 veces. Es igual a lo que sucede en el Apocalipsis, concerniente al cual leemos: “La revelación por Jesucristo, que Dios le dió.”—Apo. 1:1, NM.
La fuente de todas nuestras bendiciones es mucho mayor que el Conducto por el cual vienen. Pablo nos identifica a ambos: “Realmente hay para nosotros un solo Dios el Padre, procedente de quien son todas las cosas, y nosotros para él, y hay un solo Señor, Jesucristo, por medio de quien son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” Y por eso se nos dice que aunque “en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y de los que están en la tierra y de los que están debajo del suelo, y confiese toda lengua abiertamente que Jesucristo es Señor”, empero todo eso no es para que Jesús ocupe el lugar de Dios, sino “para gloria de Dios el Padre”. (1 Cor. 8:6; Fili. 2:10, 11, NM) Sí, la primera obligación del cristiano es dar testimonio de Jehová Dios.