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  • Los monásticos esenios
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
w54 1/5 págs. 261-264

Los monásticos esenios

¿HA OÍDO usted alguna vez acerca de los esenios? ¿No? Bueno, eso de ninguna manera sorprende. Aunque vivieron en Palestina en el tiempo de Cristo, fueron una secta tan pequeña e insignificante que ni se menciona una sola vez en las Escrituras. Lo que sabemos acerca de ellos nos ha sido transmitido por Josefo, Filón y Plinio el Antiguo. Dado que la confiabilidad de estos escritores no es tan buena como uno la desearía, no nos sorprende descubrir que existen diferencias entre los eruditos concerniente a estos esenios.

Particularmente dependemos de Josefo por lo que se sabe tocante a los esenios, él habiendo tenido conocimiento directo de ellos. Aunque Josefo mismo fué fariseo, y aunque los esenios ascendían sólo a unos cuatro mil miembros, no obstante hallamos que él dedica diez veces más espacio a los esenios que a los fariseos y saduceos. ¿Por qué dedicaría Josefo tanto espacio a los esenios cuando los escritores de la Biblia los pasaron por alto por completo? Porque los escritores de la Biblia sencillamente se interesaban en dar un registro exacto de los acontecimientos trascendentales que ocurrían en su día, mientras que Josefo, un judío que vivía en la Roma saturada de cultura griega, estaba interesado principalmente en hacer una buena impresión ante los romanos, y halló a los esenios particularmente útiles en este propósito, ya que ellos habían adquirido más filosofía griega que cualquier otra secta judía.

Es interesante notar que los Sectarios del mar Muerto, escritores del rollo de Isaías del mar Muerto y otros rollos que se encontraron cerca del mar Muerto en 1947, parecen haber sido esenios; porque entre los rollos que se encontraron había un manual de sus costumbres y actividades, el cual tiene un parecido notabilísimo con lo que Josefo dice acerca de los esenios. Donde existe una diferencia clara se puede explicar sobre la base de que Josefo coloreó su relato para hacer que los esenios parecieran tener más de la cultura griega de lo que realmente era el caso.

¿Por qué llamar a los esenios monásticos? Porque ellos tuvieron una “organización monástica,” una “análoga a instituciones monásticas de fecha posterior.” Eran una secta de ascetas místicos que refrenaban severamente a la carne y daban a las Escrituras un significado místico o alegórico. Parece que se desarrolló gradualmente, desconociéndose su origen exacto. La primera mención de ellos se hizo durante el tiempo de los macabeos, alrededor de 150 años antes de Cristo. Sus miras religiosas fueron influenciadas por filosofía griega o persa, y por eso no debe extrañar el que ellos creyeran en la inmortalidad del alma y en la predestinación.

Algunos, como la Cyclopædia de McClíntock & Strong, opinan que ellos realmente eran fariseos extremados, los que practicaban el celibato, en su mayor parte, y que llevaban las enseñanzas farisaicas hasta su extremo lógico, más bien que por medio de sofistería adaptar sus enseñanzas para satisfacer su conveniencia, como era el caso con los fariseos en general. Entre los puntos que los esenios y los fariseos tenían en común estaban: la consideración de la comida social como un sacramento; bañarse cada vez antes de participar de ella; bañarse cada vez después de hacer del cuerpo; cubrirse la parte inferior del cuerpo con un delantal pequeño cuando se bañaban; cuatro grados o clases de pureza dentro de la secta; considerar una asamblea para adoración como sagrada si diez personas, un número completo, estuvieran presentes; abstenerse de juramentos; rehusar mover una vasija los sábados.

COSTUMBRES DE LOS ESENIOS

Hay mucha opinión contradictoria en cuanto al por qué esta secta de los judíos fué llamada “esenios.” En realidad, unas veinte diferentes explicaciones se dan, la mayor parte de las cuales tiene que ver con sus costumbres peculiares, tales como el ser “callados,” “videntes,” “piadosos,” “médicos,” “hermanos,” “retirados o solitarios.”

Los esenios vivían principalmente en comunidades rurales y eran presididos por un presidente que también actuaba como juez, y quien era elegido por todos los miembros de la comunidad. Se ocupaban en diversas clases de labranza, cultivando grano, criando rebaños, abejas, etc., y hacían su propia ropa; el conseguir algo de los extraños los habría contaminado. Mantenían todo en común y se oponían a la esclavitud y la guerra. Adoptaban a los hijos ajenos, puesto que ellos mismos no tenían ninguno propio.

Levantándose temprano por la mañana comenzaban el día con oración, con la cara al sol, una forma de adoración del sol. No podían participar en ninguna conversación seglar hasta después de la adoración de la mañana. Luego atendían a sus deberes. A la quinta hora, o cerca de las once, se bañaban, se ponían túnicas blancas y se reunían en su refectorio o comedor sagrado para su comida, la cual consistía de alimento muy sencillo. Esta la presidía el sacerdote y, aparte de que él daba gracias al comienzo y al fin de la comida, nadie hablaba. Luego se ponían su ropa de trabajo otra vez y trabajaban hasta terminarse el día.

Además de actividades agrícolas y otras relacionadas, se interesaban en las artes curativas, usando especialmente raíces para medicina. También se interesaban en hacer actos de caridad a otros. Habiendo entregado todo su dinero al tesoro común a menudo se hallaban necesitados cuando viajaban, y por eso cada comunidad esenia tenía un administrador cuyo trabajo era suministrar a los forasteros esenios necesitados alimento y ropa.

Los sábados se reunían en sus sinagogas para adoración, la cual consistía principalmente en leer y discutir las Escrituras. Se sentaban conforme a edad, y el reírse, escupir y hablar fuera de turno se castigaba severamente. Observaban el día sábado, dice Josefo, “más estrictamente que cualesquier otros judíos.” No sólo rehusaban calentar algún alimento o levantar alguna vasija el sábado sino que iban a grado tal ¡que rehusaban ir al excusado o hacer del cuerpo en ese día!

Los esenios rehusaban ungirse, considerando el ungüento o cualquier aceite como sucio, mientras que en realidad, en vista del calor, casi era imperativo usar lo para permanecer limpio. Consideraban una cosa buena el estar sudorosos; los olores del cuerpo evidentemente no los molestaban. Aunque se vestían de blanco, no se cambiaban la ropa o sus zapatos hasta que éstos estaban completamente acabados o hechos pedazos.

El que quisiera ser miembro de los esenios ante todo tenía que entregar a la secta toda su riqueza, después de lo cual recibía una palita, con la cual escarbaba un hoyo cuando quería hacer del cuerpo, un delantal pequeño para usarlo cuando se bañaba y la túnica blanca. (Deu. 23:13) Durante el primer año se le obligaba a vivir aparte de la secta aunque adhiriéndose estrictamente a sus reglas. Entonces se le permitía unirse a la secta al bañarse pero todavía no se le permitía comer con ella hasta dos años más de noviciado. Si se adhería estrictamente a todas las reglas de la secta durante tres años, entonces, después de prestar “juramentos tremendos,” como Josefo los llama, tremendos tanto en lo que requerían como en los castigos implicados, era iniciado plenamente en la secta.

En estos juramentos, los únicos que se les permitía a los esenios, se hacía promesa solemne de honradez, pureza, lealtad a la secta y silencio concerniente a ciertos rasgos de ella. Entre las cosas que habían de guardarse secretas estaban “los nombres de los ángeles,” que incluían los secretos concernientes al tetragrámaton (las cuatro letras hebreas que componen el nombre de Dios, la forma castellanizada del cual es “Jehová”) y otros nombres de Dios y los ángeles. La violación a alguna de las reglas se castigaba reduciendo el alimento de uno y, en caso de excomunión, negándoselo del todo. Dado que los esenios consideraban todo el alimento sucio salvo el preparado por ellos, algunos delincuentes hasta se morían de hambre debido a tales castigos. Al arrepentirse se les había de per donar y restaurar al compañerismo y alimento.

LOS TRAPOS ASQUEROSOS DE LA VANAGLORIA DE LA RECTITUD PROPIA

Josefo alaba a los esenios mucho por su piedad y caridad y registra varios casos en los cuales se da a entender que habían predicho exactamente ciertos acontecimientos. Él los elogia por el gran cariño que se tenían los unos a los otros, por rechazar todos los placeres como malos y por considerar la continencia y victoria sobre la carne una gran virtud. “Conteniendo indignación justa en reserva, son amos de su genio, campeones de la fidelidad, verdaderos ministros de paz.”

La Palabra de Dios nos dice que nuestra propia justicia o buenas obras son como trapos asquerosos o vestido contaminado. (Isa. 64:6) Básicamente, era en sólo estos trapos asquerosos que los esenios colocaban toda su confianza. La ley de Dios como fué dada por Moisés no los convenció de que necesitaban un sacrificio expiatorio del pecado. Pasaron por alto sus provisiones para limpiamiento típico mediante ofrendas por transgresiones y pecados y el día de sacrificios expiatorios. Cuando Juan el Bautista vino ellos igualmente pasaron por alto su mensaje y provisión de un limpiamiento representativo por medio de inmersión en el Jordán; y cuando Cristo Jesús vino lo pasaron por alto a él y su sacrificio, el cual era lo único que podía traer al hombre a una condición de ser declarado justo por Dios.

Algunos alegan ver una relación entre los esenios y el proceder abstinente de Juan el Bautista, de vivir en el desierto, no beber vino, y vivir en una condición de celibato; pero en vista de lo susodicho pudiera notarse que hubo tanta semejanza entre Juan el Bautista y los esenios como la hay entre un infante vivo humano y una muñeca de cartón piedra. Otros nos harían creer que cuando Jesús habló de algunos que se hacen eunucos por causa del reino de los cielos y cuando Pablo habló acerca del don de la soltería ellos pensaban en los esenios. (Mat. 19:11, 12; 1 Cor. 7:37) Tal conclusión se debe igualmente a no apreciar la diferencia de propósito entre el proceder bíblico y el de los esenios. Los esenios completamente pasaban por alto las verdades más importantes de que la esperanza del género humano está en el reino de Dios y en el Mesías.

Aunque entre los esenios había un grupo que se casaba, la gran mayoría de ellos se consideraban demasiado justos para tocar a una mujer y desaprobaban especialmente las vicisitudes de la mujer, y para hacer más fácil el adherirse a su proceder contranatural se persuadían de que las mujeres los tentaban a la lascivia y que ninguna de ellas conservaba su fidelidad a un solo hombre.

A toda mente razonable, los esfuerzos de los esenios por ser excesivamente justos tienen que parecer ridículos. (Ecl. 7:16) ¿Qué le importaba al Todopoderoso Dios Jehová que se bañaran o no después de cada vez que respondían a una llamada de la naturaleza para hacer del cuerpo? o ¿si hacían del cuerpo o no los sábados? o ¿si expectoraban a la derecha o a la izquierda? o ¿si usaban o no su ropa y zapatos hasta que quedaban hechos trizas?

¿Reconoció Dios las distinciones refinadas de cuatro clases o grados entre ellos mediante los cuales uno de un grado superior no podía tocar a uno de una clase inferior sin contaminarse? ¿Consideró también a todos los esenios tanto mejores que los demás hombres que el que ellos tocaran a un extraño los contaminaría? ¿Preferiría él verlos morir de hambre más bien que comer algo preparado por manos no esenias, y por lo tanto supuestamente sucias?

¿No es todo eso un ejemplo notable de lo que Jehová condenó en Isaías 65:5, 6 (BC): “Los que dicen: ‘¡Quédate ahí, no te me acerques, porque te santificaría!’ ¡Esos tales son humo en mi nariz, fuego que arde de continuo! He aquí lo que tengo anotado delante de mí: no callaré como no le haya dado el pago, y pagaré en su seno sus culpas”? O como la Versión Moderna lo expresa: “¡Estáte aparte; no te acerques a mí, porque más santo soy yo que tú!” Josefo y otros tal vez alaben a los esenios, pero las palabras de Jesús a los fariseos también pueden ser dirigidas apropiadamente a ellos, especialmente cuando se considera que tal vez hayan sido fariseos en realidad: “Ustedes son aquellos que se declaran a sí mismos justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones; porque lo que es eminente entre los hombres es cosa repugnante a la vista de Dios.”—Luc. 16:15, NM.

Josefo dijo cien veces más acerca de los esenios que acerca de Cristo y los cristianos. ¿Qué, sin embargo, ha mostrado la historia que fué de mayor importancia en ese primer siglo d. de J.C.: los hechos de la secta de los esenios o lo que Cristo y sus seguidores lograron?

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