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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
w54 1/1 págs. 27-29

Santificación: un requisito cristiano

¿QUÉ constituye un cristiano? Estrictamente hablando, un cristiano es un santificado, un “santo.” Es uno a quien Jehová Dios ha santificado y quien se ha santificado él mismo y quien esté llevando una vida de santificación. Como el apóstol Pablo lo expresó: “Esto es la voluntad de Dios, la santificación de ustedes.”—1 Tes. 4:3, NM.

¿Cuál es la parte de Dios y cual es la parte del cristiano en la santificación? ¿En qué se basa? ¿Cuál es su propósito? ¿Cuál su meta?

El nombre “santificación” se deriva del latín sanctificatĭo, y el verbo “santificar” de sanctificāre, que significa “hacer santo.” En las Escrituras hebreas estos términos traducen diversas formas de la palabra qadash, que, conforme a sus conexiones, tiene los significados raíces de “ser brillante, nuevo, limpio” y “separar, dividir, recortar.” En los términos más sencillos “santificar” significa separar o poner aparte para el servicio y uso de Jehová Dios. Por eso la Cyclopædia de McClintock y Strong define santificación como “separación de uso común a un propósito sagrado.”

En las Escrituras hebreas tanto personas como cosas se santificaban. Mediante la liberación de la entera nación de Israel efectuada por él Jehová la apartó para su propio propósito santo, y por eso él habla de santificar la entera nación. (Éxo. 31:13) Y debido a que perdonó a los primogénitos en la pascua Jehová los reclamó como suyos en un sentido especial, y por eso dio las siguientes instrucciones a Moisés: “Santifícame todo primogénito.”—Éxo. 13:2.

Más tarde Jehová escogió a la tribu de Levi en lugar de los primogénitos y ella vino a ser una tribu santificada: “Serán míos los Levitas. Porque todos los primogénitos son míos: pues en el día que herí a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, santifiqué [qadash] para mi todos los primogénitos de Israel.” (Núm. 3:12,13) Mediante una ceremonia especial Aarón y sus hijos fueron consagrados, es decir, autorizados, comisionados, asignados, sus manos les fueron llenadas de ciertas prerrogativas, y fueron santificados, apartados de servicio común para servicio sagrado especial, como sacerdotes.—Éxo. 28:41; 29:33.

Jehová aparté o santificó el séptimo día de creación de un uso común a uno especial, que el resto de las Escrituras demuestra que es Vindicar su nombre. (Gén. 2:1-3) Al tiempo de dar la ley se declaré que el monte Sinaí había sido apartado, que era santo o santificado. Ni a hombre ni a bestia se le permitió acercarse. (Éxo. 19:23) Los paganos lo hubieran llamado tabú. La palabra qadash también se usó para denotar el limpiarse y purificarse de ciertas contaminaciones o el prepararse uno para ocasiones especiales. (Jos. 3:5; 2 Sam. 11:4) Todas esas santificaciones, sin embargo, fueron típicas o representativas, prefigurando la verdadera santificación que había de venir con Cristo Jesús.

SANTIFICACIÓN CRISTIANA

En las Escrituras cristianas griegas las palabras santificar y santificación traducen palabras griegas cuya raíz es hagios, un adjetivo que significa “santo,” que a su vez se compone de dos raíces o palabras más pequeñas que significan “no de la tierra”; y por consiguiente, “dedicado a Dios en las alturas.” En cada caso en el “Nuevo Testamento” del Rey Jaime la palabra griega por “santo” es hagios. Lo mismo también es cierto de la palabra “santo” en la expresión “espíritu santo.” Los cristianos por lo tanto son santos, apartados para el servicio de Dios.

Es Jehová Dios quien santifica o, aparta al cristiano, así como Cristo testificó concerniente a sí mismo: “¿Me dicen ustedes a mí, a quien el Padre santificó y despaché al mundo: ‘Usted blasfema,’ porque yo dije: Soy Hijo de Dios”? (Juan 10:36, NM) En el caso de los seguidores de Cristo, Dios hace esto mediante Cristo Jesús: “Tanto el que está santificando eomo los que estén siendo santificados, todos proceden de uno solo.”—Heb. 2:11, NM.

Estos santificados o “santos” no están limitados a unos-cuantos taumaturgos, sino que incluyen a todo el cuerpo espiritual de Cristo. Por eso Pablo repetidamente dirige sus cartas a los santificados, llamados a ser “santos.”—Vea Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2; Efesios 1:1; Filipenses 1:1; Colosenses 1:2.

¿Sobre qué base santifica Jehová Dios a éstos? Sobre la base del sacrificio de rescate de Cristo: “Hemos sido santificados por medio del ofrecimiento del cuerpo de Jesucristo una vez para todo tiempo.” “Por esto Jesús también, para santificar al pueblo con su propia sangre, sufrió.” (Heb. 10:10, 29; 13:12, NM) La Palabra de verdad de Dios también desempeña un papel vital en la obra de apartar a éstos para el servicio de Dios. Por eso Cristo oró: “Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17, NM) Adicionalmente la fuerza activa o poder de Dios en acción se necesita, y por eso leemos que los cristianos son ‘santificados con espíritu santo.’—Rom. 15:16, NM.

Jehová Dios y Cristo Jesús hacen su parte en la santificación del cristiano mediante la sangre de Cristo, la verdad de la Palabra de Dios y el espíritu santo. Pero no resultará en santificación a menos que el cristiano también haga su parte. Ante todo tiene que ejercer fe, porque se nos dice que los cristianos son “santificados por su fe en” Cristo; por su “fe en la verdad.”—Hech. 26:18; 2 Tes. 2:13, NM.

Además, el cristiano también tiene que separarse del mundo impuro; no mediante el entrar a un monasterio o convento, sino mediante el no mancharse con el comercio egoísta, la política corrompida y las religiones falsas de este mundo. (Sant. 1:27; 1 Juan 2:15-17, NM) Y él también tiene que mantenerse limpio moralmente, como Pablo recalcó en su carta a los Tesalonicenses y a Timoteo: “Porque esto es la voluntad de Dios, la santificación de ustedes, que ustedes se abstengan de la fornicación; que cada uno de ustedes sepa tomar posesión de su propio vaso en santificación y honra, no en codicioso apetito sexual.” “[Sé] vaso para propósito honroso, santificado, útil a su dueño, preparado para toda buena obra. De modo que, huye de los deseos incidentales a la juventud, mas sigue tras la justicia, la fe, el amor, la paz, junto con los que invocan al Señor de un corazón limpio.”—1 Tes. 4:3-5; 2 Tim. 2:21, 22, NM.

Dichas palabras de Pablo también nos comunican el propósito de la santificación, a saber, el ser un instrumento útil a Dios, preparado para hacer su obra. Sí, aunque el mantenerse limpio en conformidad con eso es el requisito de todos, es especialmente obligatorio para los cristianos el hacerse limpios, porque ellos tienen el privilegio y la responsabilidad de llevar los vasos de Jehová, las verdades de la Palabra de Dios y los privilegios de servicio que acompañan al entendimiento de ellas.—Isa. 52:11.

La santificación principalmente atañe a los cristianos que tienen una esperanza celestial, a los que, debido a su fe y dedicación a hacer la voluntad de Dios en el “tiempo aceptable,” han sido declarados justos por Jehová Dios y han recibido una esperanza celestial. (Rom. 5:1; 2 Cor. 6:2, NM) Se hace referencia a ellos como la “manada pequeña”; como “la novia, la esposa del Cordero”; como de “la simiente de Abrahán,” que ha de bendecir a todas las familias de la tierra. (Gén. 22:17, 18; Luc. 12:32; Gál. 3:29; Apo. 21:9, NM) Se les llama una manada pequeña, porque su número se limita a 144,000 como Apocalipsis 7:4-8 y 14:1, 3 claramente lo demuestran. Es sólo a éstos que las palabras de Pablo se dirigen: “Busquen la paz con toda persona, y la santificación sin la cual nadie verá al Señor.”—Heb. 12:14, NM.

Sin embargo, la Biblia también demuestra que hay “otras ovejas,” una “grande muchedumbre” de cristianos dedicados que tienen una esperanza terrestre. (Juan 10:16; Apo. 7:9-17) ¿Una esperanza terrestre? Sí, porque la Palabra de Dios nos asegura que la tierra permanece para siempre y fué creada para ser habitada; que es el lugar de los pies de Dios y que él la hará gloriosa. (Ecl. 1:4; Isa. 45:18; 60:13; 66:1) En esa gloriosa tierra nueva los hombres edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán el fruto de ellas; los hombres estarán en paz unos con otros y con los animales inferiores; y gradualmente la muerte y todos sus males concomitantes de enfermedad, pena y dolor serán suprimidos.—Isa. 65:17-25; Apo. 21:4.

En los días de la teocracia típica de Israel Dios tuvo una sola ley para el nacido en casa y el extranjero en un gran número de cosas. Lo mismo es cierto hoy, en cuanto a varias diferentes cosas Dios tiene una sola ley para su Israel espiritual y los “extranjeros,” los cristianos que se han dedicado a Jehová Dios pero que tienen una esperanza terrestre. Aunque no se consideran estrictamente como santificados o “santos,” éstos no obstante se benefician en la actualidad mediante el sacrificio de rescate de Cristo, tienen la verdad de la Palabra de Dios y reciben de su fuerza activa o espíritu santo. Ellos también tienen que ejercer fe, mantenerse separados del mundo y limpios moralmente a medida que sirven como instrumentos de Dios para dar a conocer sus verdades a otros.

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