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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
w54 1/7 págs. 389-392

Dando con el motivo correcto

“Buenas esperanzas” proporciona la oportunidad para expresar amor

NADIE puede correctamente criticar la manera en que Dios hace las cosas. Quienes critican sólo lo hacen debido a ignorancia u orgullo. Dios, al tratar con sus criaturas, siempre combina en perfecto equilibrio sus cuatro atributos fundamentales: la sabiduría, la justicia, el poder y el amor. Mientras más bien lo conocemos a él y su Palabra más profundamente reconocemos esta verdad.

Cuando Dios empezó a crear, después de haber pasado una eternidad solo, no lo hizo porque le faltara compañerismo, porque siempre él es completo en sí y no necesita nada; y cuando asignó deberes específicos a ciertas criaturas suyas no lo hizo para ahorrarse trabajo como si él se cansara en su trabajo, porque él nunca se cansa. (Sal. 90:2; Isa. 40:28) Más bien, lo hizo porque en su sabiduría y amor reconoció que a otros les sería un gozo existir así como lo es para él; y que a éstos les gustaría hacer cosas, así como a él le gusta, aunque, por supuesto, tendría que ser en una escala infinitesimalmente más pequeña. De modo que Dios no sólo creó criaturas inteligentes que podían gozar de la existencia, sino que también las dotó de varias facultades, acompañadas éstas del deseo de emplearlas, y entonces les proporcionó las oportunidades para emplear estas facultades de diversas maneras.—Gén. 1:26-28; 2:17, NM.

Sin embargo, hoy día el propósito inmediato de Dios para sus criaturas terrestres no envuelve el mandato que se dió en el Edén de ser fecundos, llenar y sojuzgar la tierra, sino que más bien tiene que ver con los mandatos proféticos que él y su Hijo dieron hace mucho, como: “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová,” y, “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones.” (Isa. 43:10-12; Mat. 24:14, NM) Cada siervo plenamente dedicado a Jehová Dios se deleita en emplear cuanto tiempo y energía le es posible en obedecer estos mandamientos, reconociendo que tanto la salvación de él como la de otros está envuelta. (1 Tim. 4:16) Durante el pasado año de servicio esta obra, según la dirigió la Sociedad Watch Tówer, se llevó a cabo en 143 países, islas y colonias, y eso por unos quinientos mil ministros cristianos que dedicaron más de 72 millones de horas a esta obra. Un resultado de esta actividad fué que durante el año más de cincuenta mil personas se dedicaron a servir a Jehová Dios de la misma manera.

Naturalmente, todos estos sin excepción quisieran dedicar todo su tiempo a esta obra vital, pero por mucho la mayoría de ellos, aproximadamente el noventa y cinco por ciento, no lo puede hacer debido a obligaciones de familia u otros factores que los restringen. Sin embargo, muchos de éstos pueden ayudar a proveer la fibra monetaria que se necesita para edificar, organizar y dirigir esta tremenda actividad de predicar, y especialmente para hacer posible el entrenamiento de misioneros y luego el cuidado de ellos en países extraños. No que Dios necesite nuestro dinero, porque, como él nos dice claramente por medio del salmista: “Mía es toda fiera del bosque, y los ganados que pacen sobre mil colinas. Si tuviera hambre, no te lo diría a ti.” (Sal. 50:10, 12) Más bien, aquí de nuevo son su amor y su sabiduría lo que le indican dar a sus hijos terrestres el privilegio de cooperar. ¿Cómo debe ser llamado a su atención este privilegio, y de qué manera y de qué modo pueden ellos cooperar mejor?

NO SON BÍBLICOS LOS MÉTODOS POPULARES

Recientemente el Sunday Visitor, principal semanario católico romano de los Estados Unidos, dedicó casi su entero número del 31 de enero de 1954 a lo importante que es que den dinero los católicos, avergonzándolos por medio de implicarlos en comparaciones no favorables con los protestantes, como, por ejemplo: “Podemos aprender de otros”; y, “Este es el celo que nosotros debemos tener.” Pero, por más extraño que parezca, no se les dijo a los católicos exactamente cuánto habían dado. ¿Debemos animar a las personas a dar por medio de comparaciones no favorables? No, porque no debemos de dar movidos por un espíritu de rivalidad; cada hombre está en pie o cae para su propio amo.—Fili. 2:3; Rom. 14:4.

En otro número de la misma publicación uno de los prelados católicos romanos ampliamente anunciados animó a la gente a dar como medio de conseguir expiación de los pecados: “Si hay algo en su vida pasada por la cual usted quiera hacer propiciación, la mejor manera de hacerlo es por medio de hacer un sacrificio . . . prenda su sacrificio a esta columna y envíela al reverendísimo Fulton J. Sheen, . . . o a su Director Diocesano.” ¿Tiene base válida está manera de inducir a hacer contribuciones? No, porque no es con plata y oro, sino con la preciosa sangre de Cristo que son borrados nuestros pecados. No es por obras vanagloriosas de virtud propia sino por la fe que se consigue el perdón.—1 Ped. 1:18; Rom. 11:6; 1 Juan 2:1.

Más y más están dando énfasis las organizaciones religiosas, tanto las católicas como las protestantes, a que se debe dar diezmos. Así sucede que un encabezamiento de un despacho de la Prensa Unida del 1 de diciembre de 1953 decía: “Se pide a 31,000,000 de personas que den la décima parte de sus sueldos.” Seguramente, dirán algunos, éste es el mejor método de conseguir sostén para una obra religiosa, porque ¿no se enseña en la Biblia?

Desde el tiempo de Moisés hasta el tiempo de Cristo los israelitas dieron diezmos, pero no están obligados a hacerlo los cristianos, que han sido libertados de la ley. (Rom. 10:4) Además, no olvidemos que debido a que nos hemos dedicado a Jehová le debemos no sólo la décima parte de lo que tenemos sino todo, de la misma manera que gozamos del descanso de Jehová no sólo un día de siete sino todos los días. (Heb. 4:1-11) También debemos observar que debido a las desigualdades económicas algunos no podrán dar la décima parte mientras que otros podrían dar mucho más. De paso, respecto a esto no está fuera de lugar mencionar aquí que en los Estados Unidos la ley permite que personas y corporaciones deduzcan las cantidades que contribuyen a causas religiosas o caritativas hasta el veinte por ciento de la suma total de sus ingresos sujetos a impuestos.

A los clérigos protestantes se les insta a comprar un libro que contiene más de treinta sermones destinados a reunir fondos y los cuales han “reunido sumas de entre veinte mil y trescientos mil dólares.” Según un clérigo de Wilmington, Carolina del Norte, a quien citó la revista Time del 21 de septiembre de 1953, hay “tantas campañas especiales para reunir dinero en la iglesia hoy día que ‘hallo que sólo hay tres domingos del año en que puedo predicar el Evangelio de Cristo.’” Aunque es posible que este clérigo haya exagerado la situación con la mira de darle énfasis, sin embargo, ¿qué hay de este método? No importa en qué parte de las Escrituras busquemos, no leeremos ni una sola vez de Moisés o alguno de los profetas, ni de Cristo ni ninguno de sus discípulos, predicando sermones dedicados a reunir fondos.

Algunos cuerpos religiosos envían cartas que importunan a sus miembros pidiendo que se comprometan a dar cierta cantidad; otros nombran un comité que visita personalmente a los feligreses; otros emplean películas cinematográficas en que se destaca la necesidad de dar; otros usan ferias, rifas, loterías y juegos de bingo; mientras que otros llegan al extremo de publicar un folleto al fin del año en el cual se indica en negro y blanco exactamente cuánto se le asignó dar a cada miembro y cuánto realmente dió, indicándolo hasta el último centavo. Y también hay el siempre presente cepillo, o canasto de colectas, que se pasa con frecuencia. Sin embargo, no hay por qué invertir mucho tiempo meditando sobre cuál de estos métodos debe escogerse, puesto que todos ellos tienen una cosa en común, a saber, todos carecen de base bíblica.

EL MÉTODO BÍBLICO

¿Cuál es el método bíblico? Simplemente dar a saber el hecho de que hay la oportunidad o privilegio de dar y entonces dejar que la cantidad de contribuciones voluntarias que se reciben determine la expansión de la obra en las misiones de la nación y del extranjero. Así fué como se hizo en los días de Moisés cuando vino el tiempo de construir y aparejar el hermoso tabernáculo o tienda de reunión, y los israelitas respondieron con tal generosidad que pronto se les tuvo que decir que dejaran de traer contribuciones, porque se había recibido más de lo necesario.—Éxo. 35:4, 5, 21; 36:3-7.

Sí, los cristianos verdaderamente dedicados dan voluntariamente. No hay necesidad de emplear todo ardid conocido a la psicología para hacer que ellos suelten parte del dinero que han ganado con duro esfuerzo. Ellos aprecian que “hay más felicidad en dar que la que hay en recibir”; que “el hombre liberal será enriquecido”; y que es privilegio de ellos, hasta donde se lo permitan sus recursos, ‘ser ricos en obras rectas, ser liberales, listos para compartir.’ (Hech. 20:35, NM; Pro. 11:25, Norm. Rev.; 1 Tim. 6:18, NM) También saben que “el que siembra abundantemente también cosechará abundantemente,” y que cada uno debe hacer “exactamente como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana o bajo compulsión, porque Dios ama al dador alegre.” Con ellos se halla ‘una prontitud para querer hacer,’ que es ‘especialmente aceptable de acuerdo con lo que una persona tenga.’ (2 Cor. 9:6, 7; 8:11, 12, NM) Y finalmente, aprecian el punto que David hizo tan claro cuando llegó el tiempo de juntar los materiales para construir el templo, a saber, que al dar así simplemente están devolviendo parte de lo que Dios les dió en primer lugar.—1 Cró. 29:14.

En cuanto a todas estas personas, todo lo que se necesita es un recordatorio anual de que notifiquen a la Sociedad la cantidad que esperan poder dar durante el año venidero. Esto ayudará a la Sociedad a planear su trabajo y también ayudará a cada donante a considerar el asunto con madurez.

Los que viven en los Estados Unidos pueden dirigir su tarjeta o carta a Watch Tower Bible and Tract Society, Treasurer’s Office, 124 Columbia Heights, Brooklyn 1, New York. Al escribir respecto a estas “Buenas esperanzas,” algo como lo siguiente puede decirse: “Tengo esperanzas de que durante los próximos doce meses podré donar a la obra de alabar a Jehová la cantidad de $ . . . . . . , la cual contribución haré en las cantidades y en las ocasiones que se me manifiesten más convenientes y a medida que prospere mediante la bondad inmerecida de Jehová Dios por medio de Cristo Jesús. [firmado]” Sería bueno que guardara una copia de su tarjeta postal o carta como recordatorio para usted mismo. En la página 386 hay una lista de las direcciones de otras sucursales, y hay una lista completa en la última página del Yearbook (Anuario) y otras publicaciones recientes de la Sociedad.

Apreciando que todo depende de Jehová Dios, todos sus siervos se unirán en orar que él bendiga la obra que están desempeñando para que ésta produzca aumento en alabanza a él.—1 Cor. 3:6.

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