Produciendo fruto en la vejez
“EL JUSTO florecerá como la palma; . . . Aun en la vejez darán fruto; serán vigorosos y verdes; para manifestar que Jehová es recto.” Aunque esas palabras tienen aplicación particular a los que han sido ‘plantados como cedros en la casa de Jehová,’ la “manada pequeña,” ellas sin duda enuncian un principio que aplica a todos los fieles siervos de Jehová, incluyendo a las otras ovejas que están siendo recogidas alrededor del Pastor Propio hoy.—Sal. 92:12, 14, 15.
Entre los fieles siervos de Jehová de tiempos pasados respecto a los cuales esas palabras fueron verídicas estuvo Moisés, cuyo servicio activo a Jehová empezó cuando tenía ochenta años. Entonces por cuarenta años fué usado por Jehová para aportar honor a su nombre y milagrosamente librar, guiar, instruir, proteger y proveer lo que necesitara el pueblo de Jehová, y se nos dice que a la edad de 120 años, cuando él repasó los justos hechos de Jehová y sus requisitos para su pueblo delante de los israelitas en las llanuras de Moab, “su ojo no se había ofuscado ni su fuerza vital se le había escapado.” (Deu. 34:7, NM) Sí, en el sentido más literal las palabras del salmista fueron verídicas en el caso de Moisés. Como prueba de que Moisés en realidad era “viejo” a la edad de ochenta se citan las palabras de su propio salmo: “Setenta años son los días de nuestra vida; cuando más, ochenta años en los muy robustos.”—Sal. 89:10, TA (90:10, Mod).
El rey David fué otro que siguió produciendo fruto en su vejez, superentendiendo la obra de juntar el material para el templo, resolviendo los detalles de su construcción y su extensa y elaborada forma de adoración, y cantando alabanza a Jehová y dando instrucciones a su pueblo. “He sido joven, y ya soy viejo; mas no he visto al justo desamparado, ni á su linaje mendigando el pan.” Ciertamente la bondad y la misericordia de Jehová siguieron a David todos los días de su vida.—Sal. 37:25.
Otro que produjo fruto en la vejez fué Daniel. Él, sin duda, tenía más de noventa años de edad cuando intrépidamente se mantuvo delante de Belsasar y sus desenfrenados borrasqueros e interpretó la siniestra escritura en la pared; y cuando, más tarde, desafió la ley de los medos y persas y adoró a su Dios Jehová y fué salvado del foso de los leones, cerca del cual tiempo también escribió el libro que lleva su nombre.
Y no están limitados al registro de las Escrituras hebreas tales ejemplos de producir fruto en la vejez. ¿No nos informa Lucas respecto al fiel sacerdote Zacarías, quien en su vejez fué bendecido no sólo con un hijo, Juan el Bautista, sino también con el don de profecía? Y ¿qué hay del apóstol Pablo? Aunque “anciano” y preso, ¿no siguió escribiendo carta tras carta, ocho de ellas, dando instrucciones a sus hermanos afuera, al mismo tiempo valiéndose de toda oportunidad para predicar verbalmente, probando de tal modo que la Palabra de Dios no estaba atada, haciendo su última contribución al canon de las Escrituras cristianas griegas, 2 Timoteo, poco tiempo antes de morir?—File. 9, NM; Luc. 1:5-7; Hech. 28:31; 2 Tim. 4:6.
Y ¡qué ejemplo nos dejó el apóstol Juan! Ha de haber tenido noventa y tantos cuando, desterrado en la isla de Patmos debido a su fiel testificación, tuvo el privilegio de ver y registrar la estupenda visión apocalíptica; aun más tarde escribió, bajo inspiración, tres cartas y su relato de la vida de cristo. Es indiscutible el hecho de que la bondad de Jehová continuó con estos fieles siervos, y que produjeron fruto en su vejez, ¿no es cierto?
SIGAN CRECIENDO
Puede decirse que este asunto de producir fruto en la vejez es más pertinente a los testigos de Jehová de hoy día que a los de tiempos pasados, porque en proporción más de ellos viven hasta alcanzar la vejez. Así, hoy en los Estados Unidos hay, en proporción con la población, dos veces más personas que llegan a tener 65 años que las que había hace cincuenta años. Incidentalmente, debe notarse aquí que a pesar del vanagloriado “progreso científico” del hombre, las palabras de Moisés, pronunciadas hace unos 3,500 años, acerca de que la vida del hombre era generalmente de 70 a 80 años todavía son ciertas. De hecho, según la Encyclopædia Britannica, la expectativa de vida a la edad de 68 de los egipcios que vivían en el tiempo de Cristo era más larga que la del hombre moderno de la misma edad.
Para adquirir la actitud mental correcta hacia el asunto del envejecimiento es bueno recordar que es de hecho una expresión de la misericordia de Dios. Adán, por razón de su transgresión, mereció la muerte instantánea, pero Dios misericordiosamente dejó que Adán muriera gradualmente, durante un período de unos nueve siglos. Ahora, según los que hacen un estudio del proceso de envejecimiento, el cuerpo sigue creciendo hasta la edad de treinta y entonces los diversos sistemas orgánicos, el corazón, los riñones, etc., comienzan a funcionar con siempre menos y menos eficiencia hasta que la muerte sobreviene. Es como si, hasta la edad de treinta, recibiéramos más que lo que repartimos, y después de eso, durante los próximos cuarenta años (siendo aproximadamente setenta años el promedio de vida en tales países como los Estados Unidos) repartiéramos más que lo que recibimos. Y aunque la herencia puede ser el más importante factor singular en determinar la duración de nuestra vida particular, podernos aumentar nuestro potencial individual por medio de ejercer dominio de nosotros mismos en el trabajo, el comer, el beber y los placeres.
También es alentador notar que aunque cesamos de crecer físicamente a la edad de 30 años no hay límite de edad en el crecimiento mental y emocional, ninguna razón por la cual no debiéramos seguir creciendo en estos respectos indefinidamente. De hecho, se nos dice sobriamente que “el ‘anciano’ es la persona que no tiene nada que esperar.” Y ciertamente, los siervos de Jehová, más que cualesquier otras personas en la tierra hoy, tienen mucho que esperar, estando justamente en el umbral del nuevo mundo.
Obviamente, entonces, para seguir jóvenes a pesar de nuestros años tenemos que seguir creciendo mental y emocionalmente, sí, seguir creciendo espiritualmente. ¿Cómo? Por medio de adquirir conocimiento acertado; por medio de rehacer nuestra mente mediante las verdades contenidas en la Palabra de Dios y el entendimiento de ellas según se revela por el conducto de Dios; por medio de asociarnos con otros que se mantienen jóvenes de esta manera, no pasando por alto a los que también son jóvenes en años, en las reuniones de congregación y en las diferentes asambleas; y por medio de esforzarnos por poner en práctica las cosas que seguimos aprendiendo.
PRODUCIENDO FRUTO EN LA VEJEZ
Es solamente por medio de seguir creciendo así que podemos seguir produciendo fruto a pesar de nuestros años. Y recuerde, hay más de una clase de fruto. Existe “el fruto del espíritu [a saber] amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.” Quizás no nos resulte favorable una comparación con los que son jóvenes en años en cuanto a la belleza física de forma y semblante, pero el poseer el fruto del espíritu nos hace parecer hermosos a la vista de Jehová y a los ojos de todos los que tienen su espíritu.—Gál. 5:22, NM; Pro. 31:30.
Y también podemos producir los frutos del Reino del ministerio cristiano a pesar del transcurso de los años. En una de las “casas Betel” de la Sociedad unos quince hermanos que están entre las edades de 70 y 88 años sirven día tras día, desde la mañana hasta la noche, al lado de sus hermanos menores. No quedando satisfechos con eso, éstos salen por la noche, los sábados por la tarde y los domingos por la mañana para predicar en las calles, en los hogares y de casa en casa. Uno de éstos, cuyos pies estropeados no le permiten andar mucho y le impiden subir escaleras, vigila las columnas obituarias de los periódicos para tomar nota de las direcciones de los deudos, a quienes él envía una carta de consuelo junto con un folleto que contiene un mensaje de igual objetivo. También hemos recibido un informe de una hermana bien avanzada en años, quien, aunque ciega y postrada en cama, produce mucho fruto del Reino por medio del teléfono.
Tampoco debemos de compadecernos de nosotros mismos porque no podemos producir tanto fruto como pudimos en otros tiempos. Si nuestro tiempo y fuerza están limitados debido a la vejez, recordemos la lección de la viuda y su blanca. El móvil, el aprecio de corazón, la sinceridad que acompaña el dar es lo que importa; así que demos alegremente, porque Dios ama al dador alegre. Él juzga a cada uno según lo que tenga, y no por lo que no tiene; y Él, no otro, juzga.—Luc. 21:1-4; 2 Cor. 8:12; 9:7.
Y más bien que envidiar a la juventud el papel más activo y prominente que ésta tiene en la predicación del Reino prestémosle ayuda y cooperación cabal, usando libremente del conocimiento de las Escrituras que hemos acumulado a través de los años y nuestra integridad probada por causa de haber pasado con éxito a través de muchas pruebas. Si verdaderamente hemos sacado provecho de nuestros años de experiencia no les tendremos envidia, sino más bien nos regocijaremos en el ensalzamiento de nuestros hermanos menores.
Y finalmente, si acaso llegáramos al punto o tiempo en que pareciera que no pudiéramos hacer nada en absoluto, todavía podríamos producir fruto por medio de mantener nuestra integridad, por medio de seguir leales y fieles de corazón a nuestro gran Benefactor y así tener el privilegio de alegrar su corazón. (Pro. 27:11) Podemos llenar la mente de memorias de pasados gozos del Reino, podemos regocijarnos en la prosperidad actual de la sociedad del Nuevo Mundo, aun cuando nuestra parte en ella sea pequeña, y podemos mirar adelante a las ilimitadas e interminables bendiciones del nuevo mundo que ya está cerca. Y aunque nunca hayamos descuidado el orar, podemos recibir mucho consuelo, fuerza y gozo de más frecuente comunión con nuestro Padre celestial, recordando también que “la súplica de un hombre justo cuando está en acción tiene mucha fuerza.”—Sant. 5:16, NM.
Sí, a pesar de nuestros años, podemos seguir creciendo, podemos seguir produciendo fruto. Verdaderamente, “corona de gloria es la cabeza cana, cuando se halla en el camino de justicia.”—Pro. 16:31.