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  • La verdad acerca de Jehová trae gozo a una familia de Montreal

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  • La verdad acerca de Jehová trae gozo a una familia de Montreal
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
w55 15/1 pág. 43

La verdad acerca de Jehová trae gozo a una familia de Montreal

“LOS sordos oirán en aquel día las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán de en medio de obscuridad y de tinieblas. Los mansos también aumentarán su gozo en Jehová, y los más desdichados de los hombres se regocijarán en el Santo de Israel.” (Isa. 29:18, 19) Algo que da un ejemplo notable del cumplimiento de esta profecía en nuestro día es la experiencia de una familia francesa católica de Montreal, Canadá, según la relató la cabeza de la familia a algunos testigos de Jehová que residen en Trois Rivieres, sólo cuatro semanas después que él llegó a conocer acerca de Jehová.

Fué durante los cinco años y medio que él sirvió en el ejército canadiense de ultramar, en un tiempo cuando las bombas caían por todas partes, que surgió el tema de la oración y se hizo la pregunta acerca de cuál es el nombre de Dios. Al ir nuestro amigo al capellán católico por información se le dijo: “No sea necio. El nombre de Dios es Jesús.” Esto, sin embargo, no lo dejó satisfecho, de modo que por años él se quedó con el deseo de saber.

Entonces un día, mientras visitaba a su hermana, surgió la pregunta y ella le aseguró que sabía el nombre de Dios y que ése es Jehová. “¿Cómo lo sabes tú?,” le preguntó él. “Pues, está en la Biblia,” replicó ella. “Lo he visto. ¿Te gustaría saber más?” Por supuesto que sí; de modo que al enterarse de que dos testigos de Jehová visitarían a su hermana la próxima tarde, él volvió entonces. Después que los testigos habían contestado satisfactoriamente todas sus preguntas, él hizo arreglos para tener un estudio bíblico en su hogar, y después del primer estudio él, junto con su familia, su hermana y su familia, empezó a concurrir a las reuniones de los testigos de Jehová en el Salón del Reino. Después de solamente una semana de estudio preguntó si podía acompañar a otros mientras desempeñaran su actividad de predicación. Respecto al interés de su familia dijo: “Mi esposa estudia todo el día y por la noche me cuenta todo lo que aprende, y yo dejo que mis tres hijos se turnen cada noche para orar.”

Poco tiempo después él recibió una carta de uno de sus mejores amigos, un monje de Trois Rivieres, diciéndole que ‘dejara esa tontería.’ Esto lo enojó tanto que inmediatamente fué a visitar a este monje. Ordinariamente él se hubiera arrodillado en su presencia y pedido la bendición al monje, pero no esta vez. De hecho, cuando el monje le extendió la mano, rehusó tomarla, diciendo: “Yo no podría estrecharle la mano ahora cuando sé lo que es usted.” Sorprendido, el monje puso la mano sobre su hombro y le preguntó: “Pues, ¿qué le pasa, Maurice?” Maurice replicó: “No me ponga la mano sobre el hombro, usted es demasiado pesado para soportarlo. Usted le dijo a mi madre que yo era comunista, ¿no es así?” El monje trató de evadir la pregunta, pero al fin tuvo que admitir que sí lo había hecho.

Después de más discusión dejó al monje, diciéndole que su actitud sólo había servido para convencerlo más firmemente de que ahora tenía la verdad. Pocos días después uno de sus hijos, de solamente siete años, hizo saber su decisión en la escuela, rehusando orar o repetir el catecismo, debido a lo cual fué azotado severamente y forzado a arrodillarse hasta las cinco de la tarde. Al oír de esto su padre habló por teléfono con el sacerdote y le dijo que su hijo había actuado según los deseos de él y que si otro incidente semejante ocurría el sacerdote sería llevado a la corte. Desde entonces no se molesta a los niños. Al asegurar a su hijo de siete años que éste había sido un caso de sufrir por Jehová, el muchachito respondió: “Sí, papá, eso lo sé y no me importaría hacerlo otro día entero por Jehová.” Al relatar el padre estas experiencias sus ojos relucían de alegría.

Ciertamente los mansos a quienes la religión organizada ha mantenido espiritualmente sordos, ciegos y pobres están regocijándose al ver y oír la verdad acerca del Santo de Israel, Jehová Dios.

¡Conozcan todos que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres Altísimo sobre toda la tierra!—Sal. 83:18.

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