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  • ¿“Una interpretación más liberal de la fe cristiana”?

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  • ¿“Una interpretación más liberal de la fe cristiana”?
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
w56 1/7 págs. 387-388

¿“Una interpretación más liberal de la fe cristiana”?

¿EXACTAMENTE con cuánta libertad puede uno interpretar la fe cristiana y con todo ser cristiano y todavía tener fe? ¿Con tanta libertad que se le robe a la Biblia toda similitud de verdad? Eso es lo que sostiene un número siempre creciente de clérigos que profesan ser cristianos.

Tome, por ejemplo, al “Rdo.” H. S. McClelland, de la iglesia de la Trinidad, Glasgow, Escocia. El 8 de mayo de 1955 él dijo a su congregación: “La Biblia abarca más de doce siglos, y hay en ella cuentos que causan nauseas a las mentes sensitivas. Vienen desde la Edad de Bronce. En la Biblia hay una compañía diversa de escritores—tan alejados uno del otro como lo está un derviche beduíno de un profesor de la Universidad de Glasgow. Si uno siguiera algunos textos de la Biblia llegaría a ser cruel e inclinado al sadismo, y si tratara de seguirlos todos, tendría un alma como la de un tártaro. La Biblia está llena de cuentos de kindergarten—de hachas que flotan, lobas, y asnos que hablan, y ésos no pertenecen a este universo moderno.” “¿Qué derecho tiene Dios a castigarme por mis pecados si yo por naturaleza soy pecador? ¿Por qué, si esto me es tan natural como le es a un lobo derribar un antílope?”—Scottish Daily Express, 9 de mayo de 1955.

Y en cartas a los periódicos en contestación a sus críticos, este clérigo pasó a decir que el cuerpo está lleno de reliquias rudimentarias y que el hombre había estado en la tierra un millón de años. Dijo que con pocas excepciones su auditorio expresó su gratitud por la “interpretación más liberal de la fe cristiana” que había recibido de él.

Volvemos a preguntar, ¿con cuánta libertad puede interpretarse la Biblia y todavía quedarse uno poseyendo una fe cristiana? ¿No es cierto que el tener una fe cristiana quiere decir tener la misma fe que Cristo Jesús tenía? Ahora bien, si hay cosa alguna que las Escrituras Cristianas Griegas aclaran es el hecho de que Cristo tenía fe implícita en las Escrituras Hebreas y las reconocía como la Palabra inspirada de Jehová Dios. Él atribuyó a Moisés inspiración: “En realidad, si creyeran a Moisés me creerían a mí, porque ése escribió de mí.” Él dió reconocimiento al relato que Moisés hizo acerca de la creación: “¿No han leído que el que los creó en el principio los hizo varón y hembra?” Y él se refirió al relato acerca del maná que caía del cielo como histórico: “Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo murieron.”—Juan 5:46; Mat. 19:4; Juan 6:49, NM.

Cristo no consideró como ficción la historia del diluvio, sino que dijo: “Así como estaba la gente en aquellos días antes del diluvio, . . . así será la presencia del Hijo del hombre.” De la misma manera él aceptó el relato acerca de la destrucción de Sodoma y Gomorra: “El día que Lot salió de Sodoma llovió fuego y azufre desde el cielo y los destruyó a todos.” Tampoco consideró Cristo el relato acerca de Jonás en el vientre de un enorme pez una “andaluzada,” porque dijo: “Así como Jonás estuvo en el vientre del gran pez por tres días y tres noches, así el Hijo del hombre estará en el corazón de la tierra por tres días y tres noches.”—Mat. 24:38, 39; Luc. 17:29; Mat. 12:40, NM.

En cuanto a la ciencia del “Rdo.” McClelland, ¡qué raro que él tenga tantas sospechas en cuanto a todo lo que está registrado en la Biblia como hechos y sin embargo esté tan listo para tragarse todas las teorías de los científicos, las cuales ellos admiten que son sólo teorías y continuamente se están probando erróneas! Así sucede que en años recientes, debido a la invención del reloj atómico, los científicos han tenido que revisar sus cálculos respecto al tiempo que el hombre ha estado en la tierra y ahora ellos sostienen que es sólo 50,000 años. Y en cuanto a la declaración de que el hombre está lleno de órganos rudimentarios, hubo un tiempo cuando los fisiólogos sostenían que había unos 180 órganos rudimentarios en el cuerpo humano, pero hoy día sólo se menciona un puñado de ellos, y muchos médicos rehusan llamar rudimentario a órgano alguno. El solo hecho de que el hombre no conozca la función de un órgano no lo hace rudimentario. Según lo expresó un profesor: “Ciertamente que sería un temerario quien ahora afirmara que alguna parte del cuerpo humano es inútil.”

Pero volvamos al testimonio de Jesús. Cristo Jesús, el hombre que afectó a la raza humana más profundamente, para bien, que cualquier otro hombre, consideró las Escrituras Hebreas auténticas y autoritativas e inspiradas por Dios. Tampoco puede afirmarse con éxito que los registros de los Evangelios no son confiables, porque manuscritos de papiro que datan desde principios del segundo siglo han establecido cabalmente la autenticidad e integridad general de estas Escrituras tal como las tenemos hoy.

Por supuesto, según tales clérigos como McClelland, Cristo Jesús y sus apóstoles y primeros discípulos quizás se habían engañado a sí mismos, estaban embaucados, obrando bajo alucinaciones debido a un complejo mesiánico; eran cándidos carpinteros, pescadores y recaudadores de impuestos a cuyo testimonio no se puede hacer caso. Quizás a clérigos de esa clase les parezca que los que creen en la Biblia son víctimas de un engaño gigantesco. Pero los sabihondos modernos son los que perpetran engaños contra sus compatriotas confiados, como fué el caso respecto al hombre de Piltdown.

La libertad de religión permite que todos los clérigos de esa clase crean y enseñen lo que quieran en cuanto a esos temas. Pero la sencilla honradez común ante Dios y los hombres requiere que no se presenten como ministros cristianos, porque su “interpretación más liberal de la fe cristiana” no contiene una pizca de fe ni se le puede llamar cristiana.

Cristo Jesús se encontró con líderes religiosos de esa clase en su día y él no midió sus palabras al describirlos: “Déjenlos. Guías ciegos es lo que son. Si, pues, un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo.” Y de nuevo: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! por cuanto cierran el reino de los cielos delante de la humanidad; porque ustedes mismos no entran, ni permiten ustedes que entren aquellos que van entrando. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque atraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito y cuando él llega a ser uno lo hacen dos veces más súbdito para el Gehena que ustedes mismos. Serpientes, descendientes de víboras, ¿cómo habrán de huir del juicio de Gehena?” Esas son palabras fuertes, pero no demasiado fuertes considerando la enormidad del crimen de ellos y el peligro que representan sus enseñanzas para los que les escuchan.—Mat. 15:14; 23:13-15, 33, NM.

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