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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
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Preguntas de los lectores

● En “Hágase tu voluntad en la tierra,” se declara (en la página 411 de La Atalaya del 1 de Julio de 1959, párrafo 28) que los persas sufrieron un desastre militar en las Termópilas. Otras fuentes de información indican que los griegos fueron derrotados en esta batalla. ¿Cuál es la base para la declaración que se hizo en La Atalaya?—N. K., EE. UU.

En cuanto a la derrota militar que los persas sufrieron en las Termópilas en los días de Jerjes I de Persia The Encyclopedia Americana dice bajo Termópilas: “Generalmente se ha seguido el relato que hizo de esta batalla Herodoto. Jerjes, ridiculizando el número de los defensores helénicos (5,200, no contando a los locrenses, cuyos números se desconocen), envió contra ellos a los medos y a los cissians con instrucciones de tomarlos presos y de traerlos delante de él. Cuando, después de pelear todo un día, no tuvieron éxito éstos, los 10,000 escogidos, llamados los ‘inmortales,’ fueron enviados al frente; pero impedidos por la pequeñez de sus lanzas, no pudieron competir con los helenos, de los cuales pocos cayeron, mientras que la pérdida persa fue excesiva en ambos días. Jerjes ahora se hallaba en gran perplejidad, cuando Efialtes, malio, vino ‘a decirle del sendero que atravesaba la montaña hasta las Termópilas.’ Los persas llegaron a la parte de atrás de las Termópilas poco después del mediodía del tercer día.” Fue porque usaron este sendero y llegaron a la retaguardia de los defensores de las Termópilas que los persas pudieron vencerlos. Así obtuvieron el dominio del desfiladero, pero fue a costa de enormes pérdidas para ellos mismos. En realidad fue un desastre militar. Por supuesto, la derrota decisiva llegó más tarde en Platea en Grecia el 22 de septiembre de 479 a. de J.C. Sin embargo, esta batalla, que decidió las cosas y obligó a los persas a desocupar a Grecia, no es tan famosa o conocida popularmente como lo es la hazaña militar que ocurrió en las Termópilas. De modo que fue debido a las enormes pérdidas que sufrieron los persas en la batalla de las Termópilas y debido a la acción famosa de los defensores del desfiladero aquél que en “Hágase tu voluntad en la tierra” se menciona las Termópilas en vez de Platea.

● Aunque no es bíblico que el cristiano acepte la sangre de otra persona en transfusión, ¿sería permisible que el cristiano dedicado hiciera que cierta cantidad de su propia sangre le fuera sacada y luego puesta de nuevo en su cuerpo durante una operación?—W. D., EE. UU.

Según el método de manejar la sangre prescrito por la Biblia, la sangre cuando se sacaba de un cuerpo había de derramarse sobre el suelo como agua y había de cubrirse con polvo. (Lev. 17:13, 14; Deu. 12:16, 23, 24; 15:23; 1 Cró. 11:18, 19) Esto se debe a que la vida está en la sangre y tal sangre derramada se considera sagrada delante de Jehová Dios. El pacto concerniente a la santidad de la sangre declarado después del Diluvio todavía es válido hoy día, y abarca tanto la sangre de animales como de humanos, sea la de uno mismo o la de otra persona. En consecuencia, el que se le saque la sangre a una persona, se almacene y después se introduzca en la misma persona sería una violación de los principios bíblicos que gobiernan la manera de tratar con la sangre.—Gén. 9:4-6.

Sin embargo, si ocurriese una hemorragia al tiempo de practicarse una operación y por algún medio se pudiera hacer que la sangre regresara inmediatamente al cuerpo, esto sería permisible. El uso de algún aparato mediante el cual la sangre se desviara de modo que no circulara por cierta área u órgano sino que lo pasara por alto temporariamente durante la intervención quirúrgica sería bíblicamente permisible, porque la sangre estaría fluyendo del cuerpo de uno por medio del aparato y estaría regresando inmediatamente al cuerpo. Por otra parte, si la sangre fuese almacenada, aun por un breve período de tiempo, esto sería violar las Escrituras.

El uso de la sangre de otra persona para hacer funcionar cualquier aparato empleado en la cirugía es objetable. En este caso la sangre circularía a través del sistema del paciente, llegando a mezclarse con la suya propia. De nuevo, si la propia sangre de uno tuviese que ser sacada a intervalos y almacenada hasta que se hubiese acumulado una cantidad suficiente para hacer funcionar una máquina, esto también estaría abarcado por la prohibición bíblica. Las personas envueltas en el asunto se hallan en la mejor posición para averiguar exactamente qué se haría con la sangre y tienen que cargar con la responsabilidad ante Jehová de tener cuidado de que no se trate con ella de un modo que no sea bíblico.

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