Siguiendo tras mi propósito en la vida
Según lo relató Ragna S. lngwaldsen
EL 25 de diciembre es día feliz para mí, no por lo que el mundo lo celebra, sino porque señala mi aniversario como misionera en Venezuela. Estos han sido años felices, llenos de experiencias maravillosas al llevar el mensaje del reino de Dios a la gente amigable de este país sudamericano.
Sin embargo, mi servicio a Jehová comenzó mucho tiempo antes. En realidad, fui bendecida con el privilegio de ser educada en el servicio de Dios. Allá en 1906, cuando era una nena, mi madre me llevó a la asamblea de Minneápolis, donde fue inmergida en agua en símbolo de su dedicación a Dios. Desde entonces nunca dejó de inculcar en mí un fuerte amor a él y a su organización visible. Pronto aprendí la importancia de servir a Jehová participando con regularidad en la obra de testimonio. Me agradaba ir con mi madre y ayudar a distribuir de casa en casa tratados que se llamaban “Publicaciones mensuales de los Estudiantes de la Biblia.”
En 1914 comenzó el excelente trabajo con el “Foto-drama de la creación.” Aunque era muy joven para tener una participación grande en ello, repartía invitaciones y asistía a las exhibiciones. Me deleité en ver varias veces estas películas y diapositivas acerca de acontecimientos bíblicos.
Nuestro hogar siempre estuvo abierto para los precursores, quienes, en ese tiempo, se llamaban colportores. Para mí siempre parecían destacarse como los que tenían un aprecio profundo de la verdad de Jehová. Dado que mi madre y mi tía también eran colportoras, resolví ser una también algún día. Dediqué mi vida a Jehová y fui bautizada en 1918.
Mientras estaba todavía en la escuela tuve el privilegio de distribuir el famoso libro The Finished Mystery, el cual se usó como base para enviar a prisión injustamente a algunos de nuestros hermanos. Cuando participé en la obra de obtener nombres para una petición para que los pusieran en libertad, me asombré al ver la actitud anticristiana de los maestros de escuela que rehusaban firmarla. Esto hizo que me determinara más que nunca a seguir tras mi propósito en la vida de llegar a ser una publicadora de tiempo cabal de las buenas nuevas del reino de Jehová.
En la asamblea de Cedar Point de 1922 se abrió el camino para que yo realizara mi ambición. Esta fue la asamblea en que a todos los asistentes se les invitó a participar en dar el testimonio en grupo. Esto no se había hecho antes. Jamás olvidaré ese día memorable. Estuve emocionada al hallarme entre los muchos hermanos que formaron grupos en autos y salieron del lugar para el servicio del campo. Desde ese tiempo ha sido un gozo anunciar al Rey y su reino. Hasta 1941 la mala salud me impidió tener un registro ininterrumpido de ser precursora, pero desde entonces he podido servir sin interrupción, siguiendo tras mi propósito en la vida.
El pueblo donde nací fue el lugar donde comencé a servir a Jehová como precursora. Gradualmente extendí mis actividades a pueblos distantes. Luego, se me dieron oportunidades de trabajar en otros estados. Una de estas asignaciones me llevó a Kentucky, donde trabajé de 1933 a 1936.
Para llegar a algunas de las casas en esta asignación de Kentucky viajábamos en auto por las cañadas hasta donde podíamos y luego caminábamos. A veces teníamos que quitarnos los zapatos y vadear arroyos para llegar a una casa. Al trabajar en este territorio difícil, aprendí que donde son mayores las penalidades, los gozos en el servicio de Dios pueden ser los más agradables.
Al entrar de nuevo al trabajo de precursora en 1941, trabajé en Chicago y alrededor de él durante cinco años. Mientras estuve allí me deleitó el recibir una invitación para asistir a la novena clase de Galaad. Siempre me había gustado mucho la escuela, y ahora sentí la emoción de otra vez sentarme en una sala de clase, pero esta sala de clase era diferente. Allí se me enseñaban verdades bíblicas y cómo ser una buena misionera.
Las lecciones y el consejo que recibí en Galaad han servido para fortalecerme a través de las dificultades que he encontrado desde entonces. Han servido como algo semejante a una reserva de conocimiento espiritual de la cual he podido sacar de cuando en cuando. En su bondad Jehová proveyó, mediante Galaad, el equipo fortificante que he necesitado durante los muchos años desde la graduación.
Después de mi graduación, trabajé de precursora en Brooklyn por un año, y entonces recibí, junto con otros cinco graduados, una asignación para Maracaibo, Venezuela. Fue un día feliz cuando zarpamos de Nueva York en el hermoso barco Santa Sofía. Ocho deleitables días después llegamos a nuestra asignación. Esta fue la primera vez que cualquiera de nosotros había puesto un pie en un país fuera de los Estados Unidos. Muchas preguntas pasaron por nuestra mente. Nos preguntábamos cómo reaccionaríamos ante la gente extraña y las costumbres extrañas aquí. ¿Podríamos permanecer en nuestra asignación misional? Pensé que los años venideros contestarían estas preguntas, y lo han hecho.
Era aquí en este país extranjero que iba a aprender por primera vez el verdadero significado de la palabra “precursor.” Aquí estaba yo abriendo el camino en este país extranjero para que las otras ovejas del Señor llegaran a un conocimiento de la verdad y hallaran el camino a la vida eterna. Maracaibo era una ciudad de más de 200,000 personas que habían oído muy poco el mensaje del Reino. Nunca olvidaré la primera noche que nos reunimos con algunas personas de buena voluntad allí.
Una de las razones por las que he podido mantenerme feliz en este país que es tan diferente de donde nací es que me resolví al mismo comienzo a amar a estas personas. Jehová las había amado bastante para enviarnos aquí para ayudarlas a aprender con respecto a sus propósitos magníficos, y nosotros deberíamos hacer lo mismo.
Poco a poco comenzamos a hallar las otras ovejas del Señor a medida que predicábamos de casa en casa. ¡Cuán felices estuvimos al ver nuevas personas cada semana en nuestras reuniones! Estábamos experimentando el gozo excelente de ver crecer a una congregación desde la infancia hasta una reunión madura de testigos de Jehová.
Como pudiera esperarse, hemos tenido obstáculos que vencer. Uno de éstos ha sido la elevada proporción de analfabetismo entre la gente. Ejerciendo mucha paciencia, hemos podido ayudar a muchas personas de buena voluntad tanto a aprender la verdad como a leer. Ora que trabajáramos con gente que no podía leer o con gente que sí, hallamos grande ignorancia en cuanto a la Biblia. Por lo tanto, tuvimos mucha satisfacción al ver a cada persona de buena voluntad hallar textos bíblicos después de estudiar por solo un corto tiempo. El oír a uno de ellos decir: “Piense, si usted no hubiera venido a Venezuela no conoceríamos esta preciosa verdad,” me hizo sentir que los sacrificios que había hecho para venir aquí bien valieron la pena. Cuando se nos envió a otra ciudad después de tres años y medio, estuvimos felices de tener una congregación grande de publicadores activos que mostrar por nuestras obras de amor.
Nuestra nueva asignación fue Barquisimeto, la tercera ciudad de Venezuela. Dado que esta ciudad tiene un clima ideal, fue un cambio bienvenido del constante calor de Maracaibo. Hallamos una congregación pequeña de seis publicadores además de los misioneros que ya estaban allí. Otra vez tuvimos el placer de ver crecer una congregación al trabajar entre la gente. Se desarrolló hasta ser un grupo de sesenta publicadores para el tiempo que se nos envió a otra ciudad. Nuestro último día con ellos fue cuando inauguramos un nuevo y hermoso Salón del Reino, la realización de un sueño de cinco años. Fue muy difícil para nosotros dejar a los hermanos que habíamos aprendido a amar tanto, pero el trabajo del Señor debe ensancharse, y por eso nos mudamos a nuestra tercera asignación. Esta fue una ciudad más pequeña en la parte lejana oriental de Venezuela−Cumaná.
Aquí también hemos hallado a muchas personas de buena voluntad, como es evidente por el aumento que ya tenemos en nuestra congregación. Dos publicadores nuevos de las buenas nuevas de esta ciudad asistieron a la magnífica Asamblea internacional “Voluntad divina” de los testigos de Jehová en la ciudad de Nueva York en 1958 y fueron bautizados allí.
¡Cuán preciosos han sido los años para mí! Aunque han traído sus pruebas y pesares, los gozos que he hallado en el servicio de tiempo cabal de nuestro Padre celestial los compensan por mucho. El acostarse uno por la noche sabiendo que el día se ha empleado en alabar el nombre de Jehová es un gozo y una fuente de contentamiento que es difícil de expresar. A menudo me pregunto por qué muchos que se hallan sin trabas continúan vacilando en cuanto a entrar en el trabajo de precursores. Así como Jehová mantuvo llena de aceite la tinaja de la viuda en los días de Elías, así él provee para las necesidades de los que ponen primero Sus intereses. Esto es lo que hemos averiguado nosotros los misioneros en nuestros muchos años de servicio de tiempo cabal.
Las experiencias que he tenido en mi asignación extranjera han enriquecido mi vida y han fortalecido mi fe para siempre confiar en Jehová. Me regocijo mucho de que no pospuse el servicio de precursor, sino que lo emprendí con plena fe en que Jehová me ayudaría a seguir tras mi propósito en la vida.