¿Por qué no se han incluido en la Traducción del Nuevo Mundo?
“¿POR qué no se han incluido en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras ciertas palabras, locuciones y aun oraciones completas que aparecen en la Versión Autorizada o King James Version?” Esa es una pregunta que no pocos amadores de la Biblia han hecho a los publicadores de la Traducción del Nuevo Mundo. Una pregunta, obsérvese, que solo se refiere al llamado “Nuevo Testamento” o la parte de las Escrituras Griegas Cristianas de la Biblia.
Típicos son los siguientes ejemplos tomados de la King James Version en los que las palabras en bastardilla no aparecen en la Traducción del Nuevo Mundo: “Cualquiera que esté encolerizado con su hermano sin causa estará en peligro del juicio.” “Ningún hombre ha ascendido al cielo, sino. . . el Hijo del hombre que está en el cielo.” “La caridad. . . no es provocada fácilmente.” “No obstante, esta clase no sale salvo mediante oración y ayuno.”—Mat. 5:22; Juan 3:13; 1 Cor. 13:4, 5; Mat. 17:21, VA.
¿Por qué no se incluyen tales expresiones en la Traducción del Nuevo Mundo? En resumen, es porque aparecieron en el “Texto Recibido” sobre el cual se basó la King James Version, pero no aparecen en el texto de Westcott y Hort sobre el cual se basa la Traducción del Nuevo Mundo; los cuales dos textos, incidentalmente, se hallan en el griego original.
Naturalmente siguen las preguntas: ¿Cuál es el origen del Texto Recibido? ¿Por qué ha sido reemplazado por el texto de Westcott y Hort? Y, ¿por qué es que omisiones en vez de adiciones parecen distinguir al texto más reciente del más primitivo? Estas respuestas no solo probarán ser interesantes sino también fortalecedoras para nuestra fe, porque revelarán qué habilidad y trabajo concienzudos, minuciosos, estuvieron envueltos en la preparación del texto usado como base para la Traducción del Nuevo Mundo.
Como bien saben los estudiantes de la Biblia, los escritos originales de los libros de la Biblia se perdieron desde hace mucho tiempo. Aparentemente éstos desaparecieron no mucho tiempo después de haber sido escritos y circulados, porque ninguno de los superintendentes de la iglesia primitiva del segundo o del tercer siglos menciona haber visto alguno de ellos. Lo que tenemos hoy a lo más solo son copias de copias de los autógrafos originales. Al transcurrir el tiempo el mismísimo idioma en que éstos fueron escritos, el griego, llegó a ser una lengua muerta en lo que tocaba a la Europa occidental dominada por los católicos romanos. Sin embargo, con la caída de Constantinopla en manos de los turcos en 1453 E.C., muchos doctos griegos y sus manuscritos fueron esparcidos en el extranjero, resultando en un despertamiento del griego en las ciudadelas de erudición occidentales.
Unos cincuenta años después de esto, o a principios del siglo XVI, Jiménez, arzobispo de Toledo, España, un varón de facultad e integridad excepcionales, invitó a doctos principales de su país a su universidad en Alcalá para producir una Biblia en varias lenguas... para los instruidos, no para la gente común. El resultado fue la Poliglota, llamada complutense por el equivalente latino de Alcalá. Fue una Biblia de seis volúmenes grandes, hermosamente empastada, que contenía las Escrituras Hebreas en cuatro idiomas y las Escrituras Griegas Cristianas en dos. Para las Escrituras Griegas Cristianas estos doctos solo tuvieron pocos manuscritos a su disposición, y los de origen reciente, aunque se suponía que tenían acceso a la biblioteca del Vaticano. Esta Biblia fue terminada en 1514 pero no fue aprobada por el papa sino hasta 1520 y fue presentada al público por primera vez en 1522.
EL “TEXTO RECIBIDO”
Uno que se enteró de la terminación de esta Biblia y que estaba aguardando la aprobación del papa fue Froben, un impresor en Basilea, Suiza. Viendo la oportunidad de sacar utilidades, inmediatamente avisó a Erasmo, que era el docto principal en Europa de ese tiempo y cuyas obras él publicaba en latín, rogándole que ejecutara de prisa un “Nuevo Testamento” griego. Esto lo hizo Erasmo cortésmente en seis meses. En efecto, Erasmo se apresuró tanto que despachó con prontitud el manuscrito que contenía los Evangelios al impresor sin corregirlo primero, haciendo los cambios que creía necesarios en las hojas de prueba. Debido a esta gran prisa la obra también contenía muchos errores tipográficos, y Erasmo mismo admitió en su prefacio que fue “ejecutada de prisa más bien que corregida.” La primera edición salió a luz en 1516, y ediciones corregidas y levemente mejoradas aparecieron en 1519, 1522, 1527 y 1535.
Estas ediciones, se dice, resultaron ser un éxito brillante, una sensación literaria. Costaban poco, y las primeras dos ediciones alcanzaron un total de 3.300 ejemplares, en comparación con 600 copias de la Biblia Poliglota grande y costosa de seis volúmenes. En el prefacio de sus ediciones Erasmo también declaró: “Difiero vehementemente de los que no quieren que personas privadas lean las Santas Escrituras, ni que sean traducidas a las lenguas vulgares.” Quizás haya ‘diferido vehementemente,’ pero todavía Erasmo dejó que otros incurrieran en el desagrado de su iglesia por medio de traducir la Biblia así como sus propias obras en la lengua vulgar.
Lutero usó la edición de 1519 de Erasmo para su traducción alemana, y Tyndale la edición de 1522 para su traducción inglesa. Las ediciones de Erasmo también fueron la base para más ediciones griegas por otros, como las cuatro publicadas por un varón llamado Esteban. Según la mayoría de los historiadores, la tercera de éstas, publicada por Esteban, en 1550, llegó a ser el Texto Recibido de Inglaterra y la base de la King James Version. Sin embargo, otros sostienen, y con evidencia aparentemente más fuerte, que una de las ediciones de Beza, la de 1589, llegó a ser el Texto Recibido inglés.
Las ediciones de Teodoro Beza fueron las siguientes que aparecieron y obviamente se basaron en un texto erasmiano. Ni siquiera variaron tanto como pudiera esperarse de las de Erasmo, puesto que Beza fue un docto bíblico protestante y poseía dos importantes manuscritos de las Escrituras Griegas del sexto siglo, el D y el D2, el primero de los cuales contiene los Evangelios y los Hechos y el segundo las cartas paulinas. Luego siguieron las ediciones holandesas de Elzevir, que fueron casi iguales a las del texto de Beza influido por Erasmo. En la segunda de las siete de éstas, publicada en 1633, apareció la declaración (en latín): “Usted, por lo tanto, tiene ahora el texto aceptado por todo el mundo.” Esta edición llegó a ser el Textus Receptus o el Texto Recibido en la Europa continental. Parece ser que esta victoria se debió, no en poca manera, a la belleza y tamaño conveniente de las ediciones de Elzevir.
Salvo por la semejante consideración práctica las ediciones de Erasmo tenían poco para recomendarlas, pues él tuvo acceso solo a cinco (algunos dicen que ocho) manuscritos griegos de origen comparativamente reciente, y ninguno de éstos era de las Escrituras Cristianas Completas. Más bien, constaban de una o más secciones en las que generalmente estaban divididas las Escrituras Griegas: (1) los Evangelios; (2) los Hechos y las cartas generales (Santiago hasta Judas); (3) las cartas de Pablo; (4) la Revelación. De hecho, de los aproximadamente 4.000 manuscritos de las Escrituras Griegas solo unos cincuenta están completos.
Por eso, Erasmo solo tuvo una copia de Revelación. Estando incompleta, sencillamente volvió a traducir los versículos que faltaban de la Vulgata latina al griego. Hasta repetidamente puso su texto griego en armonía con la Vulgata latina, y esto explica el hecho de que hay unas veinte lecturas en su texto griego que no se encuentran en ningún manuscrito griego. Y después de no incluir 1 Juan 5:7 en sus primeras dos ediciones, insertó este texto espurio sobre autoridad dudosa, aparentemente como asunto de norma, ejerciendo presión Stunica para que lo hiciera, éste siendo el editor de la Biblia Poliglota complutense.
DESTRONANDO AL TEXTO RECIBIDO
Por unos doscientos años los doctos bíblicos griegos estuvieron esclavizados al Texto Recibido orientado por Erasmo. Al familiarizarse con manuscritos más antiguos y más exactos y al observar las faltas en el Texto Recibido, en vez de cambiar ese texto publicaban sus hallazgos en introducciones, márgenes y notas al pie de las páginas de sus ediciones. Tan reciente como 1734, J. A. Bengle de Tübingen, Alemania, pidió disculpas por haber impreso otra vez el Texto Recibido, haciéndolo solo “porque no podía publicar un texto propio. Ni el publicador ni el público lo hubieran tolerado,” se quejó él.
El primero que incorporó sus hallazgos en el texto mismo fue el docto Griesbach. Su principal edición apareció en dos volúmenes, la primera en 1796 y la segunda en 1806. Sin embargo, Griesbach no se desprendió completamente del Texto Recibido. El primero que se salió completamente de bajo su influencia fue Lachmann, profesor de antiguas lenguas clásicas en la Universidad de Berlín. En 1831 publicó su edición de las Escrituras Griegas Cristianas sin hacer caso del Texto Recibido. Como lo expresó una autoridad: Lachmann “fue el primero en hallar un texto enteramente sobre evidencia antigua; y. . . logró mucho en cuanto a demoler la reverencia supersticiosa para el textus receptus.”
Después de Lachmann vino Constantino Tischendorf, mejor conocido por su descubrimiento del famoso Manuscrito Sinaítico, el único manuscrito uncial (de tipo grande) griego que contiene las Escrituras Griegas Cristianas completas. Tischendorf hizo más que cualquier otro docto para editar y hacer disponible la evidencia contenida en manuscritos unciales principales así como menores. Durante el tiempo que Tischendorf estaba haciendo sus contribuciones valiosas a la ciencia de la crítica textual en Alemania, Tregelles en Inglaterra hizo otras contribuciones valiosas. Entre otras cosas, pudo demostrar su teoría de la “crítica comparativa,” de que la edad de un texto quizás no sea forzosamente la de su manuscrito, puesto que éste puede ser una copia fiel de un texto más primitivo. Su texto fue usado por J. B. Rotherham para las Escrituras Griegas Cristianas de su versión. El hecho de que Tischendorf y Tregelles fueron defensores resueltos de la inspiración divina de las Escrituras, sin duda, tuvo mucho que ver con el hecho de que su labor produjera fruto.
EL TEXTO DE WESTCOTT Y HORT
Lo mismo fue cierto también de sus sucesores inmediatos, los dos doctos ingleses B. F. Westcott y F. J. Hort, sobre cuyo texto se basa la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas. Ellos comenzaron su obra en 1853 y la completaron en 1881, trabajando veintiocho años independientemente uno del otro, no obstante, comparando notas con regularidad. Como lo expresó un erudito, “reunieron en sí todo lo que era más valioso en el trabajo de sus antecesores.” Tomaron en consideración todo factor concebible al esforzarse por resolver los escollos que presentaban los textos que estaban en pugna, y cuando dos lecturas tenían igual importancia indicaron eso en su texto. Recalcaron que “el conocimiento de los documentos debería preceder al juicio final sobre las lecturas” y que “toda la restauración fidedigna de los textos corrompidos se funda en el estudio de su historia.” Siguieron a Griesbach en dividir los manuscritos en familias, recalcando la importancia de la genealogía del manuscrito. También dieron importancia correspondiente a la evidencia interna, “probabilidad intrínseca” y “probabilidad de transcripción,” es decir, lo que con mayor probabilidad escribió el escritor original y en dónde el copista con mayor probabilidad pudo haber cometido un error.
Se apoyaron fuertemente en la familia “neutral” de textos, que incluyó al famoso manuscrito Vaticano y el manuscrito Sinaítico en vitela del cuarto siglo. Lo consideraron bastante concluyente cuando estos dos manuscritos concordaban, especialmente cuando eran apoyados por otros manuscritos unciales antiguos. Sin embargo, no estuvieron atados ciegamente al manuscrito Vaticano como algunos han pretendido, porque al considerar todos los factores vez tras vez concluyeron que determinadas interpolaciones menores se habían introducido furtivamente en el texto neutral las cuales no se encontraban en el grupo más dado a interpolaciones y parafrasear, como la familia occidental de manuscritos. Por eso, Goodspeed muestra que Westcott y Hort se apartaron del manuscrito Vaticano setecientas veces tan solo en los Evangelios.
El texto de Westcott y Hort fue aclamado por los críticos en todo el mundo y, aunque fue producido hace ochenta años, todavía es la norma. Bien ha sido llamado “formador de época en el sentido literal de la palabra,” y “la más importante contribución a la crítica científica del texto del Nuevo Testamento que se ha hecho hasta ahora,” siendo superior a todos los demás “en lo que toca a método y exactitud extraordinaria,” En cuanto a él Goodspeed declara, en su prefacio a Una Traducción Americana: “He seguido cuidadosamente el texto griego de Westcott y Hort, generalmente aceptado ahora. Todo docto sabe su superioridad sobre los textos recientes y defectuosos de los cuales fueron hechas las traducciones tempranas inglesas desde Tyndale hasta la VA.”
En vista de lo susodicho puede verse claramente por qué el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo optó por usar el texto de Westcott y Hort en vez de cualquier Texto Recibido de dos a tres siglos antes. Solo queda la pregunta: ¿Por qué es que omisiones en vez de adiciones parecen distinguir al texto más reciente del texto más antiguo?
Porque, al contrario de lo que generalmente pudiera esperarse, los copistas se inclinaban a agregar, elaborar y parafrasear, en vez de excluir los datos innecesarios. Por eso hallamos que el texto más confiable inmediatamente es el más severo, el más condensado. De los varios lugares en que el Texto Recibido difiere del manuscrito Vaticano, 2.877 son casos de adiciones. Por supuesto, si uno está familiarizado primero con el Texto Recibido, éstos darían la apariencia de ser omisiones.
En conclusión, obsérvese que Jehová Dios pudiera haber ejecutado un milagro continuo, ya sea por medio de conservar los autógrafos originales o por medio de mantener sus copias libres de los errores de los copistas, pero no optó por hacerlo. Más bien, creyó conveniente guiar las cosas mediante su providencia de tal manera que con pocas excepciones comparativamente estos errores son de poca importancia, constando en su mayor parte de errores ortográficos, transposición de palabras o el uso de sinónimos.
Verdaderamente los datos expuestos aquí sirven para fortalecer nuestra fe en la autenticidad e integridad general de las Escrituras Griegas Cristianas. Realmente, citando al profesor Kenyon, han “llegado hasta nosotros sustancialmente como fueron escritas.” Y todo esto es especialmente cierto en lo que toca al texto de Westcott y Hort sobre el cual se basa la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas.