Queja de un ministro
● Después de terminar una semana de asistencia a fines de la primavera pasada a una conferencia de la Iglesia Unida del Canadá, el ministro J. A. Davidson escribió una columna en el Globe and Mail de Toronto quejándose acerca de “todas aquellas resoluciones pías.” Había notado por discusiones con amigos anglicanos, bautistas y presbiterianos “que en asambleas de sus iglesias la multiplicidad de las resoluciones pías tienen fuerza similar para atolondrar la mente y el corazón.” Recomendó que “pudiera con provecho dedicarse un día o dos a meditar en el dicho del obispo Esteban Neill: ‘Si ya no fuera cristiano y eclesiástico, creo que la cosa que más que toda otra me detendría de aceptar las responsabilidades de ser miembro de iglesia sería la trivialidad aparentemente irredimible de las iglesias.’”