Una chispa de verdad en la niñez
EN UNA asamblea de circuito en 1962 en Wáshington, D. C., una testigo de Jehová relató esta experiencia: “El año pasado tuve la muy grata experiencia de recibir una llamada telefónica de una Testigo en Arlington que me preguntó si yo estaría dispuesta a conducir un estudio bíblico con una persona de buena voluntad que estaba asistiendo a un colegio en nuestro territorio. Por supuesto, dije que sí. Descubrí que esta persona era una señorita de veinte años de edad que tenía antecedentes muy interesantes en lo que concierne a la verdad. Esta señorita había oído la verdad de Dios por primera vez cuando tenía siete años de edad. Cuando era niñita de siete años ella supo bastante de los testigos de Jehová cuando llegó a conocer a una criada de la vecindad. Cuando su familia supo que su hija mostraba interés en lo que oía, inmediatamente puso fin a esta asociación. Luego la enviaron a una escuela secundaria católica y más tarde a un colegio universitario católico en Virginia. No obstante, la chispa de verdad que fue sembrada a la edad de siete años no se apagó.
“Muchas cosas que se le habían dicho acerca de los propósitos de Dios volvían a su memoria. La única persona a la cual ella podía volverse era la criada a quien conoció en su niñez. La criada, que vivía en Nueva York, la comunicó inmediatamente con Testigos de Virginia. Una Testigo la visitó, pero casi inmediatamente la joven fue trasladada al colegio que está en nuestro territorio en el Distrito de Columbia. Debido a oposición de parte de sus amigas y padres, estudiamos la Palabra de Dios en secreto. En cinco meses ella llegó a la conclusión de que sería testigo de Jehová.
“Creyendo que no era sino justo que informara a sus padres y, sin embargo, temiendo la oposición de ellos, me pidió que la acompañara a Nueva York para darle apoyo moral.
“Llegamos a Nueva York aprensivas, pero ciertamente no preparadas para lo que realmente sucedió. Cuando se le informó de la decisión de ella, su padre se puso violento, la derribó al suelo de un golpe y amenazó con recluirla en una institución para dementes. Inmediatamente la sacó del colegio, prohibió que tuviera asociación alguna con el pueblo de Jehová e instituyó un pleito en mi contra, acusándome de estar contribuyendo a la delincuencia de una menor de edad. Debido a que ella tenía solo veinte años, no estaba libre para desobedecer la exigencia de sus padres. La dejé en Nueva York, con la exhortación de que se apegara a lo que ella sabía era la verdad y con la promesa de que renovaríamos nuestra amistad cuando ella cumpliera veintiún años.
“Después de haberse calmado el espíritu demoníaco de su padre, él consultó al sacerdote de la familia, quien aconsejó que se le mostrara bondad. De modo que durante el siguiente período de su confinamiento, ella llegó a ser el centro de atención del círculo de la familia, siendo agasajada con regalos tales como un automóvil convertible de 1962, la oferta de un viaje a Europa, y así sucesivamente. Puesto que es de una acaudalada familia neoyorquina, estas cosas eran posibles.
“Nos alegramos mucho de contar que ninguna de estas tácticas produjo resultados, porque al llegar a su vigésimo primer cumpleaños, ella les informó que todavía estaba resuelta a apegarse a la decisión que había hecho seis meses antes, de servir a Jehová. Ardieron de nuevo los genios violentos y la echaron, le dijeron que no querían volver a verla y que en cuanto a ellos ya ella no existía. En agosto, recibí otra llamada telefónica, la cual no solo renovó nuestra amistad-yo había de recibir a otra compañera de pieza, porque cuando supe que ella estaba sin hogar la invité a venirse a vivir con nosotras. . . . Hoy se alegrarán al saber que ya es nuestra hermana; ha simbolizado su dedicación a Jehová por bautismo en agua.”