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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969
w69 15/6 págs. 373-376

Jehová me ha dado gozo piadoso

Según lo relató Babette Herrlinger

GOZO ha sido el tema continuo de mi vida de servicio con la organización de Jehová. Mis sentimientos de gozo se expresan bien en el cántico número 101 del libro de cánticos “Singing and Accompanying Yourselves with Music in Your Hearts,” un cántico intitulado “Nuestro gozo piadoso.” Y ahora, con la ayuda y espíritu de Jehová, quisiera contarle cómo Jehová me ha dado gozo piadoso.—Isa. 65:14; Fili. 4:4.

Nací en 1894 en Altenstadt bei Geislingen a/d Steige, que ahora se conoce sencillamente como Geislingen an der Steige, Alemania. Fui una niña feliz, y mis padres eran tan felices como otros a su alrededor, aunque no vivían en conformidad con una verdadera esperanza bíblica. Al grado que pudieron hacerlo, nos enseñaron a las tres muchachas y a los cuatro muchachos a hacer lo que era correcto y a trabajar duro. No obstante, había algo que faltaba en la vida. Yo realmente no conocía a Dios. Teníamos un grado de felicidad, pero no era la “paz de Dios que supera todo pensamiento.” Esa era la clase de gozo que yo quería.—Fili. 4:7.

En 1913 fui a Zurich, Suiza, a trabajar para mi tía que manejaba un expendio de pan. Un año después estalló la I Guerra Mundial. Tres de mis hermanos tuvieron que ir a la guerra. Esa fue una experiencia dura. Ahora necesitaba algo más que una feliz crianza de familia para sostenerme. Necesitaba algo que solo Dios puede dar... cualidades espirituales para que me ayudaran a enfrentarme a esta era de muerte y pesar. Las religiones que yo conocía no ofrecían esperanza ni gozo verdaderos. Los domingos buscaba lugares solitarios en el bosque donde pudiera meditar y orar. No conocía a Dios por su nombre Jehová en aquel tiempo, pero sabía que él era la única fuente segura de gozo. Me parecía mucho al eunuco etíope acerca del cual nos habla la Biblia, un hombre que estaba leyendo las Escrituras pero que necesitaba guía para conseguir entendimiento correcto. (Hech. 8:30, 31) Jehová conocía mi problema y comenzó a contestar mis oraciones.

En 1914 una de los testigos de Jehová (que entonces se llamaban “Estudiantes de la Biblia”) entró en la tienda a comprar pan. Poco comprendía yo que ella tenía un pan más importante, el “pan de la vida” que yo anhelaba. (Juan 6:31, 35) Habló acerca del reino de Dios, y, aunque mi tía no mostró interés alguno, yo escuché ansiosamente. ¡Era tan diferente, tan lógico y tan refrescante! La invité a pasar a la cocina.

Siempre recordaré cuán paciente y bondadosamente explicó aquella maravillosa promesa de la Biblia: “Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento, ni clamor, ni dolor.” (Rev. 21:4) ¿Cómo podría acontecer esto? Pregunté en cuanto a dónde podría aprender más sobre estos asuntos. Me invitó a las reuniones regulares de los Testigos.

GOZO POR MEDIO DE ASAMBLEAS

¡Qué preciosa fue aquella primera reunión! ¡Qué gozo encontré allí! Aquí en el Salón de Asamblea estaba el verdadero compañerismo cristiano que me faltaba. ¡Cuánta razón tiene la Biblia al aconsejar que se reúnan los cristianos verdaderos! (Heb. 10:25) Tan profundamente impresionada quedé que desde entonces mi meta ha sido hacer del asistir a las reuniones una “necesidad imprescindible” en mi horario semanal. Sin las reuniones yo no podría poseer verdadero gozo piadoso.

A medida que uno progresa a la madurez, el gozo comienza a adquirir nuevas intensidades. En aquellos días, como hoy, las reuniones eran verdaderamente provechosas. Estudiábamos publicaciones como Tres Mundos, Sombras del Tabernáculo y Estudios de las Escrituras. Mi gozo piadoso aumentó al grado de cultivar la esperanza de estar un día con Jehová y su Hijo amado en el reino celestial. Dediqué mi vida a Jehová, siendo bautizada en prueba de ello.

No hace mucho, cuando estaba sentada en nuestro Salón del Reino aquí en el Betel de Brooklyn y vi la película “Dios no puede mentir,” mi mente regresó a los días cuando otra película era popular... el “Foto-Drama de la Creación.” Yo quería que todos vieran y oyeran ese Drama. Junto con una de mis hermanas cristianas escribí a la Sociedad Watch Tower para que hiciera arreglos para exhibiciones en Geislingen. Los que vinieron recibieron una gran bendición y mi gozo aumentó al ver que la gente de mi población natal mostraba un poco más de interés. Hoy existe una congregación activa de setenta y cinco Testigos en Geislingen, y aun ahora recibo cartas en las que me dicen que personas de mayor edad del territorio todavía se acuerdan de mis esfuerzos de aquellos tiempos entre ellas.

Las asambleas, también, han sido una fuente de gran gozo. En 1922, por ejemplo, asistí a una asamblea en Stuttgart, Alemania, donde la conferencia principal nos instó a ‘anunciar, anunciar, anunciar al Rey y su Reino.’ Los que habíamos participado en la obra del Reino por muchos años nos enteramos de que todavía no nos “íbamos a casa” al reino celestial para estar con nuestro Señor Jesucristo. ¡No, todavía no! Había más trabajo para nosotros aquí mismo en la Tierra.

Gozosamente continué participando en la predicación del Reino, aunque no sin oposición. Satanás el Diablo estaba activo sembrando semilla mala entre los siervos fieles de Jehová. Comenzaba a manifestarse una clase del “esclavo malo.” (Mat. 24:48-51) Yo sabía que algo pasaba en la congregación. Como una de las “ovejas” de Dios deseaba ser guiada correctamente y evitar a los que tenían intenciones egoístas respecto al rebaño de Dios. ¡Cuán feliz me sentí cuando J. F. Rutherford, el entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, aclaró los asuntos en un discurso que pronunció en la asamblea de Basilea en 1926! Una semana después habló a nuestro grupito en Zurich, estimulándonos a adherirnos lealmente a la organización de Jehová. Ahora sabíamos qué camino tomar. Jehová nos estaba llevando hacia gozos y privilegios mayores en su servicio.

EL GOZO DEL SERVICIO DE BETEL

Yo sabía que la obra de testimonio en todo el mundo tenía que llevarse a cabo y deseaba acercarme más a la central de la organización terrestre de Jehová, de modo que decidí ir a los Estados Unidos. Llegó el día de mi partida. Dejé a mis más estimados amigos en Zurich y llegué a Nueva York en septiembre de 1926. Unos cuantos meses después hice mi solicitud para servir en Betel. Hoy, a la mayor parte de los jóvenes que llenan los requisitos se les llama a Betel unos meses después de presentar una solicitud. Yo tuve que esperar diez años. Eso realmente me hizo preguntarme si sería la voluntad de Jehová. Pero esperé. Estaba determinada a servir gozosamente en lo que estaba haciendo en el ínterin.

Jamás se me ocurrió regresar a Suiza. Yo sabía que si era la voluntad de Jehová que yo sirviera en Betel, recibiría la llamada al debido tiempo. Mantuve el asunto delante de él en oración, y mientras esperaba hubo muchas cosas que aprendí como predicadora de las buenas nuevas de su reino.

Cuando un siervo de Jehová espera su bendición por largo tiempo, pues, cuando llega la bendición parece que se siente un gozo extraordinario. Eso fue lo que descubrí. ¡Imagínese el colmo del gozo cuando recibí del hermano Rutherford aquella carta por largo tiempo esperada en la cual me invitaba a ser miembro de la familia Betel! ¡Qué mejor lugar donde estar que en Betel! He llegado a apreciarlo plenamente durante mis treinta y dos años que he estado en este maravilloso lugar.

En Betel empezó una nueva vida para mí. Bien sabía que mi papel como mujer era servir a mi Dios humildemente y accedí en mi corazón a hacer cualquier cosa que Jehová dispusiera que yo hiciera por medio de su organización. Fui asignada como ama de casa, encargándome de trece habitaciones. Eso quería decir hacer algo que un ama de casa por lo común no hace... ¡tender veintiséis camas todas las mañanas! También trapeaba pisos, limpiaba ventanas, sacudía, limpiaba lavabos y espejos, limpiaba alfombras con aspiradora y limpiaba los excusados.

Superficialmente esto pudiera parecer trabajo duro, común. ¡No es así en Betel! He aprendido a afrontar cada día con el pensamiento feliz de que estoy haciendo algo por mis hermanos aquí. Ellos no apreciarían regresar a casa de un día duro de trabajo en la fábrica o en la oficina a una habitación desarreglada y sin que estuvieran tendidas las camas. No, se siente satisfacción al hacer este trabajo. El ver las cosas nítidas y limpias también produce gozo y satisfacción.

Muchas son las expresiones de aprecio que he recibido de los hermanos cuyas habitaciones tuve el privilegio de limpiar. Un ama de casa llega a tener cierta relación agradable con quienes ocupan una habitación, aunque posiblemente no los vea a menudo. Siempre causaba gozo saber que la gente apreciaba tales servicios. En realidad he descubierto que un ama de casa puede ser artística, derivando gozo de arreglar cositas en la habitación de manera diferente cada semana.

Sin embargo, a medida que transcurre el tiempo envejecemos, y con la vejez vienen problemas. Recuerdo haber sentido que no me era posible mantenerme al paso con el trabajo. Pero luego tuve una conversación franca con una de las hermanas cristianas de mayor edad de nuestra amada familia. Jamás olvidaré esa discusión. Abrió mis ojos a otros aspectos de gozo; por ejemplo, el gozo de confiar en que Jehová le conceda a uno fuerzas para cada nuevo día. Cuando somos jóvenes tendemos a pasar por alto la necesidad de esa clase de confianza. Ya tenemos la fuerza física. Pero al envejecer, nuestra necesidad se hace más patente, nuestros problemas adquieren un nuevo aspecto, y esto nos atrae más frecuentemente a Jehová en oración. De modo que aprendí a orar a menudo por fuerzas, mientras que al mismo tiempo aprendía a hacer las cosas de manera más eficaz. Después de todo, los actores, aun en la vejez, a menudo mejoran su arte, aunque sus facultades no sean tan agudas. Así nosotros, en el servicio de Jehová —más precioso que todas las artes— podemos esforzarnos por eficacia aun en la vejez.

GOZO EN LA SOLTERIA Y EN LA VEJEZ

Al meditar en mis años de servicio en Betel, estoy agradecida por el valioso entrenamiento que he recibido aquí. La combinación de tantas personalidades diferentes, todas dedicadas a Jehová y todas reunidas en un solo lugar con sus imperfecciones, sus hábitos variados y costumbres interesantes, ciertamente suministra un magnífico campo de entrenamiento. En todo aspecto de la vida he aprendido que no soy tan buena como en otro tiempo pensé que era. Betel me ha enseñado a ser humilde... esa cualidad tan preciosa a la vista de Dios. (Sant. 4:6; 1 Ped. 3:4) He podido desarrollar paciencia, aguante, paz y gratitud. Han surgido situaciones que ayudan a uno a medir su humildad y su anuencia a compartir con otros. Oro a Jehová que continúe moldeándome como vaso digno de uso honroso en su casa.

Hay, además, la bendición de la soltería. He optado por llevar una vida de soltería en mi servicio a Jehová. ¿Llego a sentirme sola? De ninguna manera. En realidad, los momentos en que estoy sola se hallan entre los más preciosos. Puedo comunicarme con Jehová en oración. Puedo disfrutar de meditación y estudio personal sin distracción. Y siempre que siento la necesidad de compañerismo, todo lo que tengo que hacer es visitar la habitación de alguna amiga, sentarme en el hermoso jardín de Betel o ir a la sala, donde a menudo uno puede disfrutar de oír a alguien tocar el piano. La soltería ha contribuido mucho a mi gozo.

El servicio de Betel, también, incluye asignaciones con una de las congregaciones locales. Todos los miembros de la familia Betel tienen el privilegio de predicar de casa en casa, volver a visitar a las personas que muestran interés y conducir estudios bíblicos con la gente que tiene hambre y sed de justicia... todo esto en cooperación con una u otra de las 187 congregaciones que hay en la zona neoyorquina. Cuando llegué aquí solo había una congregación en Brooklyn. ¡Cuán inspirador de gozo ha sido el presenciar el maravilloso crecimiento! ¡Ciertamente es obra del Señor!

También he presenciado la construcción de dos nuevas casas Betel y tres nuevas fábricas para producir Biblias y literatura bíblica. Aun al escribir esto, otra casa Betel adquiere forma precisamente al otro lado de la calle. ¡Qué maravillosa evidencia de que la mano prosperadora de Jehová está con su pueblo devoto! He visto todo esto. ¿Qué más podría uno pedir?

También ha sido un placer enterarme del aumento fenomenal de los intereses del Reino en el país de mi juventud. Entre las multitudes de Alemania que han escuchado el mensaje del Reino y se han unido a los adoradores de Dios está el hijo de aquella tía mía de Zurich. El y toda su familia ahora son Testigos, lo cual me causa gran gozo.

Ahora tengo setenta y cuatro años de edad. Considerándolo todo, me encuentro en condición física regular. Al meditar en las tres décadas y más de servicio en Betel, me siento, impulsada a alabar a Jehová por todo lo que me ha dado, y más que todo por el gozo. Todavía hago un poco de limpieza junto con otros quehaceres más ligeros en el hogar Betel. No lamento nada. He tenido el privilegio de recibir aquí educación divina. He presenciado la bendición manifiesta de Jehová en su pueblo en estos “últimos días.” Esto se me hace maravilloso, me satisface e inspira en mí gozo. La vida ha sido todo menos monótona. Ha estado llena de cosas buenas. He aprendido a renovar mis fuerzas por medio de confiar en Jehová. Me conmuevo por la nueva música que tenemos, la nueva literatura, el discernimiento más agudo de los propósitos de Jehová. Mi corazón está fuerte y gozoso.

He visto cumplirse en el pueblo de Jehová por todo el mundo su magnífica promesa: “¡Miren! Mis propios siervos se regocijarán, . . . Mis propios siervos clamarán gozosamente a causa de la buena condición de corazón.” (Isa. 65:13, 14) ¡Con fuerte confianza en Jehová, entonces, continuaré hasta el fin de mi ministerio terrestre, confiando en que él me ayude a retener, cultivar y mejorar mi gozo piadoso!

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