Agradecidos por nuestros hermanos de más edad
Según lo relataron Don y Earlene Steele
ES EL 29 de junio de 1970, nuestro trigésimo aniversario de bodas. Earlene y yo estamos sentados en nuestra cómoda habitación en la sucursal de la Sociedad Watch Tower aquí en Seúl, Corea. Estamos recordando lo pasado, hablando de nuestros años juntos... veintisiete de ellos en el ministerio de tiempo cabal del reino de Dios, los últimos veintiún años en asignaciones misionales.
“Tus recuerdos de la organización del pueblo de Jehová y de hombres y mujeres fieles de mayor edad en ella deben extenderse por mucho tiempo atrás, Don.”
“Sí, Earlene, pues mi madre aceptó el mensaje del Reino cuando yo solo tenía dos años de edad, y se esmeró en educarnos a nosotros los muchachos de una manera que nos equipara para el ministerio. Ella misma solía dedicar la mayor parte de cada año al ministerio de tiempo cabal.”
“¡Eso es maravilloso! Ella todavía está activa en una asignación misional en Puerto Rico, también. Pero, ¿hay algo más que recuerdes acerca de aquellos primeros días?”
“Sí. Mi madre se encargó de entrenar a mis dos hermanos y a mí de manera que pusiéramos atención cuidadosa en la ‘clase,’ como se designaban antes nuestras reuniones de estudio bíblico. Ella se aseguraba de que estuviéramos rodeados de visitantes y asociados que estuvieran dedicados al servicio de Jehová. Y cada uno de nosotros participamos en el ministerio de casa en casa cuando comprendimos que eso era lo que se esperaba de nosotros. Recuerdo que trabajé con mi madre cuando todavía no tenía diez años de edad, ella en un lado de la calle y yo en el otro, ofreciendo siete folletos sobre diversos temas de la Biblia. Cuando coloqué mi primer juego de folletos, no sé quién se puso más contento de los dos.”
“Eso fue en Kansas, ¿verdad?”
“Sí. Recuerdo vívidamente muchas de nuestras actividades en la década de los treinta en Wichita, Kansas. Organizábamos varios autos llenos de publicadores y salíamos como grupo al ministerio de casa en casa en las diferentes poblaciones y ciudades. En 1934 y 1936 fuimos de casa en casa tratando de conseguir tantos nombres como nos fuera posible en las peticiones para que se quitara el boicoteo a las radiodifusiones del presidente de la Sociedad Watch Tower, J. F. Rutherford. También usábamos tarjetas de testimonio impresas para explicar y presentar nuestro mensaje bíblico de casa en casa, y más tarde usamos fonógrafos.”
“Y muchas veces me has hablado de aquellas primeras asambleas. Debe haber sido conmovedor el asistir a ellas.”
“Por supuesto que sí, Earlene. Al principio mamá acostumbraba darnos todas las noticias, como la adopción del nombre ‘testigos de Jehová’ en 1931, y la información acerca de la ‘grande multitud’ en 1935. Pero mi primera asamblea fue en Columbus, Ohio, en 1937. Me alojé entre amigos en el campo de remolques que había en los Terrenos de la Feria, ¡y cómo me encantaba escuchar las experiencias de mis hermanos cristianos de mayor edad cada noche después de haber terminado las sesiones!”
“Entonces, una vez que comenzaste, jamás has estado realmente ocioso en lo que tiene que ver con la obra del Señor, ¿no es verdad?”
“Bueno, en 1939 había llegado a estar envuelto en el trabajo seglar y con asociados mundanos a tal grado que llegué a estar inactivo. Pero recuerdo la ayuda amorosa que recibí de nuestro ‘siervo de compañía,’ como se le llamaba al superintendente de congregación. Era peluquero, y utilizó toda oportunidad cuando yo estaba en la silla para recordarme con prudencia la responsabilidad que yo tenía para con Jehová. Y, ¿te acuerdas, después que te conocí, cómo nos invitaba a cenar y participaba en excelentes consideraciones bíblicas para nuestro provecho?”
“Ah, sí, y eso fue poco antes de que nos casáramos en 1940. Entonces titubeamos acerca de entrar en el ministerio de precursor de tiempo cabal porque teníamos la idea de que necesitábamos alguna clase de reserva financiera.”
EMPRENDIENDO EL MINISTERIO DE TIEMPO CABAL
“¡Cuánto me alegro de que nos libramos de aquella idea y escribimos a la Sociedad para decirle que habíamos ahorrado suficiente dinero para por lo menos seguir en la obra durante dos meses! Con mi nombramiento de ministro precursor vino una carta en la que se nos exhortaba a ‘no inquietarnos’ por las cosas necesarias de la vida. (Mat. 6:25-33) De modo que empecé en febrero de 1943, y tú fuiste nombrada un mes más tarde. De todos modos, nos las arreglamos, con la ayuda de Jehová, para seguir en la obra, no solo durante dos meses, sino durante veintisiete años.”
“Recuerdo lo felices que nos sentíamos, Don. Por supuesto, en aquel tiempo no comprendíamos que nuestra devoción sería sometida a pruebas.”
“Tienes razón. Poco después de eso mis hermanos y yo nos vimos envueltos en la cuestión de ‘neutralidad.’ Al principio recibí aplazamiento en virtud de haberme casado antes de lo que sucedió en Pearl Harbor. Después mi clasificación fue cambiada a la de ‘pacifista por conciencia’ más bien que a la de ‘ministro’ como había solicitado. De modo que pronto estuve junto con mis hermanos y unos sesenta Testigos más en la Penitenciaría de Leavenworth. Pero aun allí continuamos nuestros estudios y reuniones bíblicos, y jamás olvidaré las visitas del representante especial de la Sociedad, A. H. Macmillan. Su consejo y estímulo lograron mucho para sostenernos a todos espiritualmente.”
“Tengo que decir que realmente te eché de menos durante todo ese tiempo.”
“Sí, ésa fue una de las varias ocasiones en que tuvimos que aguantar la separación por causa de las buenas nuevas. Pero la verdad es que después apreciábamos más el poder estar juntos. En aquella ocasión la separación duró veinticinco meses. Y una cosa que realmente hizo más fácil para mí aquella experiencia, Earlene, fue el que tú continuaras fielmente en la predicación de tiempo cabal.”
“En ciertos respectos fue bastante difícil, especialmente en vista de que no podía visitarte con mucha frecuencia. Pero concordé con Dave y Pauline Hasty y su joven hijo, Bud, en ir a territorio no asignado donde había gran necesidad de dar el testimonio del Reino. En una asamblea que se celebró en Denver, Colorado, conocimos a la hermana Glass y ella animó a nuestro grupo a ir a Glenwood Springs y Aspen en las montañas. Jamás olvidaré su bondad, no solo entonces, sino a través de los años. Más tarde, la familia McLain salió de Wichita y mudamos nuestros remolques a cerca de Palisade, Colorado. A pesar de tener solo un automóvil para todo el grupo, predicamos la Palabra de Dios por toda aquella zona escabrosa. Parecía que todo centavo que teníamos se nos iba en mantener funcionando el automóvil.”
“Allí era donde estabas cuando volví a estar contigo al ser puesto en libertad, y recuerdo que una de las primeras preguntas que me hiciste fue: ‘¿Cuánto dinero tienes?’ Parece que el auto necesitaba con urgencia alguna reparación.”
“Pero tienes que concordar en que aquellos años estuvieron entre los más felices de nuestra vida, trabajando de precursores en aquella hermosa región montañosa y asociándonos con aquellos maravillosos amigos que todavía tenemos allí.”
“Poco después, ¿te acuerdas que fuimos a la asamblea de Cleveland en 1946? Creo que ésa fue tu primera asamblea grande, ¿verdad, Earlene?”
“Sí, y me asignaron al departamento de servicio voluntario con Mabel Haslett. No sabíamos en aquel tiempo la excelente influencia que ella y su esposo iban a ejercer en nuestra vida, no, ni siquiera cuando supimos que se les había llamado a la misma clase de la Escuela de Galaad de la Sociedad que nosotros.”
ESCUELA DE GALAAD Y TRABAJO MISIONAL
“Esa fue la clase undécima, la segunda clase internacional como se le llamó, puesto que solo como la tercera parte se componía de estudiantes estadounidenses. ¡Qué privilegio fue asociarnos tan estrechamente con hermanos espiritualmente maduros de Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda y Europa!”
“¿Y te acuerdas que, después del primer cuarto del curso, el presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, pidió voluntarios para que fueran al Japón con Don y Mabel Haslett y un grupo de hawaianos de ascendencia japonesa? Según recuerdo, aproximadamente el 75 por ciento de la clase estaba dispuesta a ir, y nosotros estuvimos entre los dieciséis que fueron escogidos. Eso quiso decir que tuvimos que empezar inmediatamente a estudiar japonés.”
“Por aproximadamente un año después de la graduación fuimos asignados a visitar y ayudar a las congregaciones de un circuito de California, y entonces llegó la carta del presidente Knorr cambiando nuestra asignación del Japón a Corea, y preguntando si estábamos dispuestos a aceptar. Por supuesto, aceptamos, y fue en agosto de 1949 que despegamos del aeropuerto de Los Ángeles con destino a Corea. Nuestro avión llegó a Tokio, y Don Haslett hizo arreglos con las autoridades de ocupación para que nos detuviéramos allí unos cuantos días, días durante los cuales pudo ofrecernos excelente consejo en cuanto a cómo ajustarnos a una asignación en Oriente.”
“Sí, Don, me acuerdo de eso. Y recuerdo también que cuando llegamos a Seúl había unas veinte personas que se reunían semanalmente para el estudio de La Atalaya. Uno de los Testigos traducía el material de estudio del inglés, y entonces hacía más copias en hojas de papel delgado. Esta afanosa obra hecha a mano solo producía ocho copias, y en el estudio cuatro o cinco personas se aglomeraban alrededor de una sola copia.”
“Es cierto. Entonces había poca literatura disponible. De hecho, habíamos traído con nosotros veinte ejemplares de la edición coreana del folleto ¿Dónde están los muertos? Y en el ministerio prestábamos estos veinte folletos, entonces regresábamos y los recogíamos. Ocho de los Testigos locales participaron con nosotros en el ministerio del campo aquel mes. ¿Qué otros recuerdos tienes de aquellos primeros días, Earlene?”
“Recuerdo el día de marzo de 1950 cuando llegaron seis nuevos misioneros. Para mayo habíamos logrado un máximo de sesenta y un publicadores, incluso ocho misioneros. Los Testigos que originalmente encontramos aquí cuando llegamos habían aguantado prisión de cinco a siete años cada uno bajo la ocupación japonesa. Casi todos ellos persistieron fielmente hasta su muerte, y los que todavía viven siguen predicando las buenas nuevas.”
LA GUERRA DE COREA
“Entonces vino la guerra. Sé que recuerdas la reunión pública que tuvimos en un auditorio escolar el 25 de junio de 1950. Al despedirse la reunión, la policía nos dijo que la Corea del Norte comunista había atacado y que se había impuesto un toque de queda; todos tenían que apresurarse a casa.
“De modo que observamos la guerra desde el techo de nuestra casa la primera noche. Al tercer día, cuando las fuerzas comunistas habían entrado en los suburbios de la ciudad, se ordenó que todos los ciudadanos estadounidenses y europeos se presentaran a sus respectivas embajadas para ser evacuados inmediatamente. Al obedecer la orden, no nos imaginábamos que las hostilidades iban a convertirse en un conflicto tan serio. Jamás olvidarás aquellos días, ¿verdad, Earlene?”
“¡Jamás! Una de nuestras hermanas cristianas y yo estábamos enfermas entonces, y solo tuvimos unos treinta minutos para empacar una maleta. Aún recuerdo lo preocupado que estuvo el cónsul de los Estados Unidos cuando supo que todavía había seis mujeres estadounidenses en la ciudad porque no habíamos reconocido las advertencias difundidas en clave poco antes por la radio. Pero nos salieron bien las cosas porque nos tocó salir en el último grupo de aviones del aeropuerto de Kimpo, mientras que las otras mujeres y niños que habían sido evacuados en un barco de abono el día anterior tuvieron que esperar mucho tiempo para volver a ver a los miembros varones de sus familias.
“Jamás olvidaré el ametrallamiento aéreo contra nuestros autobuses por aviones comunistas mientras íbamos al aeropuerto. Y allá en la pista nos ametrallaron nuevamente, de modo que se nos hizo entrar en un sótano que estaba atestado de gente. Finalmente las mujeres fuimos enviadas en el primer avión que salió. Después dos aviones comunistas trataron de derribar nuestro avión; sin embargo, fueron derribados por los aviones que nos escoltaban. Más tarde nos enteramos de que según informes estos dos aviones fueron los primeros derribados en la Guerra de Corea. En vez de llevar a los evacuados a algún lugar en Corea, nos llevaron a Itazuke, en Kiusiu, al sur del Japón. ¡Cuánto gusto nos dio saber que ustedes, los hombres, habían sido llevados al mismo lugar!”
“Sí, Earlene, y no fue sino hasta más tarde que se hizo patente que no terminaría pronto el conflicto coreano, y Seúl cayó dos veces en manos de los comunistas. Entonces la Sociedad nos asignó a nosotros, los ocho misioneros de Corea, a Nagoya, Japón. Entonces no había Testigos locales en Nagoya, ¡pero dentro de un año hubo más de sesenta publicadores de las buenas nuevas!
REGRESO A COREA
“Durante el año siguiente la sucursal de la Sociedad en Tokio repetidas veces trató de hacer arreglos para que por lo menos uno de nosotros regresara a Corea. Finalmente el comandante supremo de las Fuerzas Aliadas permitió que uno de nosotros regresara a Corea. El presidente de la Sociedad me escribió diciendo que regresara y me quedara por lo menos un mes. Resultó que yo podía permanecer en Corea, pero ningún otro misionero Testigo podía entrar; de modo que me quedé. Llegué en noviembre de 1951, pero a ti no se te permitió venir sino hasta octubre de 1952, Earlene.”
“¡Qué bien lo recuerdo! ¡Y cuánto te alegraste, cuando regresé, de que por fin me tenías allí para prepararte las comidas! Creo que tuviste muchas más comidas frías de las que quieres admitir de las raciones GI que había en el mercado, Don.”
“Ese año nos fue difícil por estar separados nuevamente, Earlene, ¡pero qué maravilloso año de progreso para la obra del Reino! Nuestros hermanos cristianos habían sido esparcidos al sur como refugiados durante el duro combate. En noviembre de 1951 solo treinta y cinco informaron servicio en el ministerio del campo, pero había más que ésos predicando. En diciembre y enero viajé para visitarlos, y se organizaron seis congregaciones. Desde entonces, la obra aumentó tan aprisa que casi no podíamos mantenernos al paso de ella. Para fines del año de servicio de 1952 se recibieron informes de 192 publicadores. ¡Para fines del año de servicio de 1954 había 1.065 informando! De modo que, aunque la Guerra de Corea fue desastrosa para el pueblo coreano, el hecho de que los testigos de Jehová fueran esparcidos a diferentes partes del país sirvió para hacer que el mensaje del Reino llegara a la gente de esas zonas con mayor prontitud. Ciertamente es meritorio de parte de nuestros queridos hermanos coreanos el que se hayan ‘esforzado vigorosamente’ para utilizar esa circunstancia.”
“Don, debo decir que esos días fueron difíciles para nosotros, pero ¡qué gozo me da pensar en las cualidades excelentes de nuestros hermanos coreanos y la dirección de Jehová que resultó en todo ese aumento! Es verdad que a veces las cosas parecieron difíciles. Por ejemplo, cuando originalmente nos mudamos a Seúl después de dos años en Pusán, a la sección del hogar Betel actual que conocemos como el ‘edificio viejo,’ ésta había quedado llena de agujeros como resultado de la guerra... no tenía ventanas, ni enlucido, ni electricidad, ni agua, y así por el estilo. Entonces por diez años no tuvimos en ese edificio agua que viniera por la tubería. Toda tenía que ser transportada en cubos en un aparato de forma de A en los hombros de alguien. Ahora, mira el excelente hogar Betel moderno de que disfrutamos hoy. Es difícil darse cuenta de lo que aconteció durante aquellos otros días.”
“Sí, toda Corea ha cambiado mucho desde aquellos días, Earlene. Ocho misioneros más llegaron en 1955 después de la guerra. Y los Testigos locales habían logrado excelente progreso en desarrollo espiritual. Uno de mis primeros estudiantes de la Biblia, que se bautizó en 1950, ahora es superintendente de una de las cincuenta y dos unidades de Seúl. En ese tiempo él todavía era soltero; ahora su segundo hijo está ayudándonos aquí en Betel. Eso hace que parezca que somos viejos, ¿verdad?”
“Bueno, Don, a nosotros se nos considera abuelos de nuestros hermanos cristianos aquí. Ellos usan esos mismos términos cariñosos cuando nos hablan. Aunque hemos pasado de los cincuenta años, todavía tenemos años delante de nosotros que esperamos usar en la obra que queda antes del Armagedón. Jehová ciertamente nos ha bendecido.”
“¿Recuerdas, Earlene, cuando nos graduamos de Galaad en 1948, que el presidente de la Sociedad le dijo a nuestra clase que se nos iba a dar boleto solo de ida a nuestras asignaciones? Pero Jehová ha sido bueno con nosotros, porque desde que regresamos a Corea de nuestra licencia en 1969, podemos decir que hemos atravesado el Pacífico nueve veces, pues hemos regresado en cuatro diferentes ocasiones. En 1953, por ejemplo, para asistir a la asamblea internacional en Nueva York, estábamos bajo el arreglo de ir por barco, pero los hermanos de nuestro antiguo circuito de California contribuyeron los fondos adicionales necesarios para que fuéramos por avión. De nuevo en 1958 estuvimos en Nueva York en la asamblea. Entonces en 1962 me llamaron para el curso de diez meses en la Escuela de Galaad. Y en ese tiempo tú estabas teniendo dificultades físicas y se te permitió pasar esos diez meses en Colorado para recuperarte. En 1969 también pudimos asistir a la asamblea de Nueva York. Nuestras familias han sido buenas con nosotros, así como muchos amigos cuya ayuda hizo que esos viajes fueran posibles, y les estamos agradecidos a ellos así como a la Sociedad.”
“Don, yo siempre estaré agradecida por aquella licencia adicional que se me concedió en 1962. He tenido algunos problemas con mi salud con el transcurso de los años, incluso tres intervenciones quirúrgicas, y no puedo decir que haya tenido aquí tratamiento menos competente que el que pudiera haber tenido en algún otro lugar. Ahora debo decir que físicamente me siento mejor que en los pasados cinco o seis años, y estoy agradecida a Jehová por ello.”
“A través de los años nuestros hermanos cristianos han sido muy bondadosos y hospitalarios con nosotros, Earlene, y han mostrado su amor de muchísimas maneras. Han sido nuestro deleite constante. Y ahora, al escribir este relato, el número de nuestros hermanos coreanos todavía sigue aumentando. En el año de servicio de 1970 más de 3.000 personas se bautizaron aquí. Y para ese año de servicio tuvimos un máximo de 12.267 publicadores. Actualmente no se ve indicio de disminución en el futuro inmediato.
“Podemos mirar atrás con agradecimiento a los muchos hermanos y hermanas de mayor edad en la fe cuyas vidas tocaron las nuestras durante los años en que fuimos más jóvenes y que ejercieron mucha influencia en nosotros por su propio proceder de fidelidad. Muchos de ellos eran de los ungidos del Señor. Si estas bendiciones de las cuales hemos disfrutado hasta ahora señalan a algo, ¡entonces qué gozos maravillosos nos aguardan a todos en el nuevo sistema de cosas, junto con las excelentes asociaciones de que podremos disfrutar entonces!”