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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
w72 1/1 págs. 31-32

Preguntas de los lectores

● ¿Qué se da a entender en Efesios 4:23 por la expresión ‘hechos nuevos en la fuerza que impulsa la mente’?—EE. UU.

Después de considerar la necesidad de ‘desechar la vieja personalidad que se conforma a la manera de proceder anterior de uno,’ el apóstol Pablo escribió a los cristianos de Éfeso: “Que sean hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente.” (Efe. 4:20-23) Evidentemente, por lo tanto, la ‘nueva fuerza’ que debe impulsar nuestra mente como cristianos debe ser una que contraste con la inclinación de la mente que pertenece a la “vieja personalidad.” Esta “fuerza” tiene que ser una inclinación, disposición o actitud dominante que impulse a hacer lo que está en armonía con la voluntad de Dios.

La Biblia nos muestra que, como criaturas imperfectas, tanto nuestro corazón como nuestra mente se inclinan a lo malo, desde que nacemos. ¿En qué puede resultar esto? Refiriéndose a personas de las naciones, el apóstol Pablo hizo notar que “andan en la inutilidad de su mente, estando ellas mentalmente en oscuridad, y alejadas de la vida que pertenece a Dios, a causa de la ignorancia que hay en ellas, debido a la insensibilidad de su corazón. Habiendo llegado a estar más allá de todo sentido moral, se entregaron a la conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con avaricia.” (Efe. 4:17-19) De modo similar, Pablo recordó a los cristianos de Colosas el cambio que habían efectuado, diciendo: “A ustedes que en otro tiempo estaban alejados y eran enemigos porque tenían su mente en las obras que eran inicuas, él ahora los ha reconciliado de nuevo por medio del cuerpo carnal de aquél [Jesús] mediante su muerte.”—Col. 1:21, 22.

La Biblia llama al que sigue esta inclinación incorrecta hombre “físico” (literalmente: “psíquico” o relacionado con la criatura como alma), a distinción del hombre “espiritual.” La mente del hombre “físico” se inclina hacia las cosas materialistas, hacia el satisfacer sus deseos y pasiones carnales. (1 Cor. 2:14, 15) La fuerza que activa su mente se ha formado en él en parte por herencia y en parte por su reacción a las cosas que se le han enseñado y que ha experimentado. Cuando se le presenta un asunto, que quizás envuelva una decisión moral, esta fuerza impele o inclina su mente en una dirección materialista o carnal. ¿Qué deberíamos hacer si nos hallamos inclinándonos así?

Por un estudio de la Palabra de Dios y por la operación del espíritu de Dios, es posible cambiar esta fuerza que activa o actitud dominante para que se incline en una dirección correcta. En este proceso nuestro corazón claramente entra en juego. El corazón impulsa a la mente en el esfuerzo por conseguir la información correcta y luego aplicarla. Así podemos llegar a tener “la mente de Cristo,” que a todo tiempo estuvo activada por la fuerza apropiada, siempre siendo espiritual su inclinación mental o actitud dominante. (1 Cor. 2:16) Entonces, sin importar qué asuntos se nos presenten, nuestra mente será activada y dirigida hacia un proceder espiritual apropiado por una ‘nueva fuerza,’ una nueva actitud dominante, una nueva inclinación o disposición.

Para que nosotros, como cristianos, podamos resistir las presiones hacia la maldad, tenemos que continuar desarrollando una inclinación dominante que nos impulse a hacer lo que es agradable a los ojos de Dios. Esto requiere estudio continuo de la Palabra de Dios, asociación con otros de semejante fe preciosa, persistencia en la oración y aplicación constante de las cosas aprendidas. Como resultado, el corazón y la mente del individuo llegan a estar de pleno acuerdo con que a nada se le debe permitir perjudicar su posición ante el Creador. Dado que el individuo aprecia el amor de Jehová, su actitud dominante lo inclina a responder a este amor con obediencia leal. Se da cuenta de que esa obediencia es correcta y que resulta en las mayores bendiciones, porque la ley de Dios sirve para asegurar el bienestar de todos los que están comprendidos en la situación.

Por consiguiente, cuando el individuo afronta tentación, la actitud dominante lo aleja de la tentación. No abriga pensamientos ni deseos acerca de lo agradable que pudiera ser emprender un proceder que él sabe que es incorrecto. No se pone a razonar que, bueno, él es débil y ‘Dios es muy misericordioso.’ Más bien, su reacción es muy semejante a la de José cuando la esposa de Potifar desvergonzadamente lo invitó a tener relaciones sexuales con ella. José inmediatamente contestó: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”—Gén. 39:9.

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