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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1974
w74 15/1 págs. 63-64

Preguntas de los lectores

● ¿Por qué se les permite a las mujeres hablar en las reuniones de los testigos cristianos de Jehová aunque 1 Corintios 14:34 dice que “no se permite que ellas hablen”?—EE. UU.

La aplicación del mandato inspirado del apóstol Pablo debe entenderse a la luz del contexto. Cuando Pablo escribió, las reuniones de la congregación en Corinto, incluso las reuniones donde estaban presentes incrédulos, carecían de orden. Más de una persona a la vez profetizaba o hablaba en una lengua. (1 Cor. 14:22-32) Evidentemente algunas mujeres hacían surgir allí preguntas desafiantes y disputaban con hombres nombrados para enseñar a la congregación. Así estas mujeres realmente estaban asumiendo la posición de maestras y pasando por alto la posición de jefatura asignada al varón.—1 Cor. 11:3.

Corrigiendo la situación, Pablo llamó la atención al hecho de que “Dios no es Dios de desorden, sino de paz.” (1 Cor. 14:33) Tocante a las mujeres, escribió: “Las mujeres guarden silencio en las congregaciones, porque no se permite que ellas hablen, sino que estén en sujeción, tal como dice la Ley. Pues, si quieren aprender algo, interroguen a sus propios esposos en casa, porque es vergonzoso que una mujer hable en la congregación.” (1 Cor. 14:34, 35) Esta exhortación está en armonía con las palabras posteriores de Pablo en su primera carta a Timoteo: “Que la mujer aprenda en silencio, con plena sumisión. No permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio.”—1 Tim. 2:11, 12.

Por consiguiente, el mandato de que no hablaran las mujeres aplicaba siempre que tal hablar tuviera el efecto nocivo de socavar la autoridad de los hombres en la congregación. El hecho de que no excluía todo hablar de parte de las mujeres es evidente de 1 Corintios 11:5: “Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza al que es su cabeza.” Sin embargo, hubiera sido vergonzoso el que las mujeres hicieran surgir preguntas desafiantes o se elevaran por encima de los hombres reunidos y se pusieran a instruirlos. El que ellas hicieran tales cosas también les habría acarreado oprobio a sus esposos.

En armonía con el modelo apostólico, las mujeres en las congregaciones de los testigos cristianos de Jehová no enseñan a la congregación en las reuniones públicas. No ejercen autoridad sobre los hombres. Siempre que hablan lo hacen bajo la dirección de hombres nombrados para superentender la reunión. Por eso el que hablen no contradice en ninguna ocasión la autoridad que los hombres ejercen en la congregación.

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