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  • Constante a pesar de persecución por el clero, los nazis y los comunistas

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  • Constante a pesar de persecución por el clero, los nazis y los comunistas
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1975
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1975
w75 1/12 págs. 711-713

Constante a pesar de persecución por el clero, los nazis y los comunistas

SEGÚN LO RELATÓ ERNST SELIGER

ENTRE mi esposa y yo hemos pasado más de cuarenta años en campos de concentración y prisiones. ¿Por qué? No debido a maldad o a que nos hubiésemos envuelto en la política, sino debido a nuestra fe constante en Dios.

Tanto el clero como los nazis y los comunistas se han opuesto a que yo participe en la obra de predicar el reino de Dios. Sin embargo, a través de los años me he mantenido constante en mi deseo de ser fiel en mi servicio a Dios.

MI VIDA TEMPRANA

Aun de joven yo quería ser ministro de Dios. Un día, cuando le mencioné esto a mi madre, ella contestó: “Para eso somos demasiado pobres.” Aquello me entristeció, pero me resigné a la idea de que jamás podría ser ministro. En cambio, me haría farmacéutico.

Inmediatamente después de haber terminado la I Guerra Mundial en 1918, empecé mi aprendizaje en una farmacia en Silesia, Alemania. Debido a las penalidades que tuve que aguantar, a menudo tuve la intención de acabar con mi vida. Pero unos cuantos meses después de haber terminado mi aprendizaje, un cartel atrajo mi vista. Anunciaba la exhibición del Foto-Drama de la Creación, un programa de transparencias y películas presentado por los Estudiantes de la Biblia, o testigos de Jehová.

Me dije: “Gente que esté estudiando sinceramente la Biblia es lo que estoy buscando.” El Foto-Drama me quitó un velo de los ojos. Empecé a entender el propósito de Dios. Sin demora pedí los siete tomos de los Estudios de las Escrituras, publicados por la Sociedad Watch Tower, y acepté invitaciones a conferencias bíblicas. Habiendo progresado en el conocimiento de la verdad bíblica, dediqué mi vida a Dios y me bauticé en febrero de 1923. ¡Al fin era siervo de Dios!

PRESIÓN DEL CLERO

Aquel mismo año un sacerdote católico empezó a causarnos dificultades. Anunció que pronunciaría un discurso contra los Estudiantes de la Biblia en la población de Gottesberg. El gerente comercial católico de mi patrono protestante insistía en que yo fuera. Yo solo tenía dieciocho años de edad en aquel tiempo y consideré el asunto con mis hermanos cristianos. Decidimos que yo fuera e hiciera apuntes y dijera algo acerca de la verdad bíblica si se me presentaba la oportunidad.

Cuando llegamos, el gerente me introdujo en un salón donde había unos 250 católicos reunidos. Me subió a la galería de atrás. Después supe por mi patrono que el gerente y sus cómplices planeaban arrojarme desde la galería. Pero, sin saber su mala intención, decidí bajar al salón principal y pararme detrás de la última fila. A las ocho de la noche entraron en el salón el sacerdote y otros clérigos. Durante el discurso del sacerdote yo hice apuntes, y esto evidentemente lo puso tan nervioso que a menudo tuvo que limpiarse el sudor de la frente.

Después de un intermedio, el sacerdote dijo que le podían hacer preguntas. Nadie dijo nada. Yo oré a Jehová y entonces levanté la mano. Mencioné que había sido invitado a venir y no estaba allí para perturbar. Pero ciertas cosas que se habían dicho acerca de los Estudiantes de la Biblia no eran ciertas. Por unos diez minutos todos escucharon a medida que expliqué ciertas verdades con la ayuda de la Biblia.

Entonces, súbitamente, alguien desde atrás me arrebató la Biblia y las notas. Una chusma cayó sobre mí y me arrastraron hasta una entrada trasera, mientras continuamente me golpeaban y pateaban. Dos policías católicos animaban a la chusma a arrojarme por la escalera de caracol. Me así desesperadamente del barandal, orando a Jehová por ayuda. Finalmente alguien en el salón les dijo que me dejaran ir sin molestarme más. Me resolví a ser constante en mi apoyo a la verdad de Dios a pesar de toda presión inspirada por el clero para detenerme.

EL SERVICIO DE TIEMPO CABAL

En 1924 renuncié a mi trabajo en la farmacia y empecé a servir de tiempo cabal en la predicación de la Palabra de Dios bajo la dirección de la Sociedad Watch Tower. ¡Qué feliz me sentí!

¡Qué maravillosas experiencias tuve en esta obra de predicar! Por ejemplo, en una casa la señora me dijo: “Joven, quiero decirle algo. Mi esposo y yo oramos a Dios todas las mañanas y todas las noches arrodillados. Pero esperando entender mejor sus propósitos, le pedimos anoche que nos enviara a alguien con literatura que explicara la Biblia. Yo estaba convencida de que Dios oiría nuestra oración. Por lo tanto, esta mañana hice un pastel con la plena expectativa de que un mensajero de Dios vendría. Como ve, el café está listo también. Sírvase hacer una oración por el alimento y sentémonos juntos para disfrutar de él. ¡Ah! Mi esposo se va a sorprender esta noche cuando se lo diga.” Esta señora tomó toda la literatura bíblica que yo llevaba.

CONSTANTE A PESAR DE LA PERSECUCIÓN NAZI

En 1925 me invitaron a trabajar en la sucursal de la Sociedad Watch Tower en Magdeburgo. Después de casarme en 1931, continué sirviendo allí. Mi esposa y yo tuvimos un matrimonio muy armonioso hasta que los nazis empezaron a perseguir a los testigos de Jehová. Súbitamente, por temor a la persecución, ella me lanzó un ultimátum: O abandonaba la verdad de la Biblia o la perdía a ella. Mi decisión fue permanecer leal a Jehová, y así la perdí a ella y a mi hijo.

La persecución nazi se intensificó. Dos veces me arrestaron por ser Testigo. Cuando, después de seis meses en la prisión, todavía rehusé dejar de asociarme con los Testigos, me llevaron al campo de concentración de Sachsenhausen en julio de 1937.

En julio de 1940, debido a que fui constante en mi posición de negarme a firmar una hoja de alistamiento para el servicio militar, un comandante me dijo: “¿Se da cuenta de que dentro de cuatro a seis semanas será fusilado?” Mi respuesta fue: “¡Sí, comandante, pero mi decisión es la misma!” Pero fue otra cosa lo que pasó. Había habido un cambio en la ley, de modo que todo el que hubiera estado en la prisión desde antes de la II Guerra Mundial no estaría bajo la ley del reclutamiento militar. En vista de eso, pues, no me ejecutarían.

Sin embargo, la situación fue diferente para mi joven hermano Martin, que aprendió la verdad de Dios de mí solo nueve meses antes de que yo fuera arrestado. Fue llamado al servicio militar, rehusó tomar las armas y fue condenado a muerte. En febrero de 1943 fue ejecutado en la guillotina de la prisión de Brandenburgo.

En el campo de concentración, el hermano Schurstein nos animaba suministrándonos un texto bíblico diario con comentarios. Poco antes de que lo enviaran al campo de concentración de Dachau y lo metieran en la cámara de gas allí, me dijo: “Hermano Seliger, continúe lo que he empezado aquí y fortalezca a los hermanos, tal como ya ha tratado de hacerlo.” Consideré aquello una asignación honorable por parte de Jehová. Y puesto que me habían asignado a trabajar en el hospital, me las arreglaba para sacar tiempo para escribir textos bíblicos diarios para todo un mes a la vez. Estos los pasaba a los otros Testigos en el campo.

CONSTANTE A PESAR DE LA PERSECUCIÓN COMUNISTA

Después de la guerra y de haber sido liberado del campo, tuve el privilegio de ayudar a reorganizar la obra de predicar de los testigos de Jehová en la República Democrática Alemana (Alemania Oriental). Después de casarme con Hildegard Mesch, recibí el privilegio de servir de superintendente de circuito, para animar y edificar congregaciones de testigos de Jehová. Pero solo pasaron unos cuantos años cuando nuestra obra de predicar fue proscrita nuevamente... esta vez por los comunistas. Mi esposa y yo fuimos arrestados en noviembre de 1950 mientras íbamos a la estación de ferrocarril de Torgau para viajar a la siguiente congregación. En julio de 1951, un tribunal comunista de Leipzig me condenó a quince años de prisión. Mi esposa, que había pasado muchos años en campos de concentración nazis, fue condenada a diez años de prisión. Algunos de los otros Testigos encarcelados que habían estado conmigo en el campo de concentración nazi me pidieron nuevamente que ayudara a suministrar el alimento espiritual. A pesar de controles rígidos en la penitenciaría, por un tiempo se nos hizo posible tener un estudio diario de La Atalaya y otras reuniones para edificar nuestra fe.

Aunque mi esposa y yo estuvimos en la misma prisión al principio, no se nos permitió vernos ni hablarnos. Pero mi esposa también se las arregló para obtener alimento espiritual y compartirlo con otros. Relata ella:

“En febrero de 1952 me transfirieron a la prisión de Waldheim. Jehová fue muy bondadoso conmigo, pues, inesperadamente, mientras estaba en detención preliminar, recibí una Biblia, que leí completamente seis o siete veces. Pude compartir con mis hermanas cristianas muchas cosas de la Biblia que todavía recordaba. Cada día considerábamos un texto del día, el cual se introducía de contrabando en todas las celdas donde había Testigos. Después venían informes de la Biblia y finalmente pensamientos de artículos de La Atalaya. Hasta metimos de contrabando una Biblia en la prisión; entonces la dividimos en partes y distribuimos las partes a diversas celdas. Cada semana intercambiábamos estas diversas partes de la Biblia. Cuando se efectuaban incursiones repentinas en las celdas, partes de la Biblia o textos del día escritos a veces caían en las manos de los guardias comunistas.

“Debido a aquellas incursiones pasé un año incomunicada; por tres meses me privaron de todo privilegio, y por tres semanas me mantuvieron en ‘arresto oscuro’... una celda que se usaba para locos. Pero tan pronto como regresé, nuevamente tuve literatura bíblica y la compartí con otras.

“En 1954, todas las mujeres fueron transferidas a Halle. Los oficiales de la prisión me clasificaron como especialmente peligrosa, porque, como dijo una guardiana, yo hablaba de la Biblia todo el día. De modo que me colocaron en una celda del sótano junto con otras Testigos a quienes no se les permitía trabajar. Aquí realmente hablábamos acerca de la Biblia todo el día y también acerca de los artículos de La Atalaya que todavía recordábamos Después, el 1 de noviembre de 1960, me pusieron en libertad... después de diez años en prisión.”

Tres años después que mi esposa salió de prisión yo salí de la prisión, y se me permitió unirme a mi esposa en Berlín Occidental. Tan pronto como hasta cierto grado me recuperé de mi muy mala salud, nuevamente entré en la predicación de tiempo cabal, y, gracias a la bondad inmerecida de Jehová, mi esposa y yo todavía servimos en esa capacidad.

Una cosa es cierta: Yo no tenía idea alguna, allá en 1922 cuando aprendí la verdad de Dios, de que mi segunda esposa y yo pasaríamos más de cuarenta años en campos de concentración y prisiones. Pero, con el apóstol Pablo, podemos decir que “en prisiones . . . , en golpes con exceso, a punto de morir, frecuentemente . . . en labor y afán,” estamos resueltos a ser constantes como “ministros de Cristo.”—2 Cor. 11:23-27.

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