¿Fue llevada María corporalmente al cielo?
MILLONES de personas creen hoy día en la “asunción” de María, es decir, en que fue llevada corporalmente al cielo. Fue el 1 de noviembre de 1950 que el papa Pío XII proclamó que esto era doctrina católica romana infalible.
El cimiento para esta proclamación se había colocado mucho antes. Por muchos siglos los católicos habían estado celebrando la Fiesta de la Asunción el 15 de agosto. Luego, después que el papa Pío IX proclamó como dogma en 1854 que “María fue preservada de toda mácula del pecado original al primer instante de su Concepción,” el Vaticano empezó a recibir peticiones de que se definiera la “asunción de María.” La cuestión que había que resolver era la de si a María se le eximió, no solo del pecado original, sino también de tener que morir y permanecer en el sepulcro hasta el tiempo de la resurrección de los muertos.
La definición que dio el papa Pío XII no resolvió el asunto de si María murió en realidad o no, pero sí presentó la “asunción” de María como hecho real. El papa Pío XII declaró: “La Inmaculada Madre de Dios, la siempre-Virgen María, habiendo terminado el derrotero de su vida terrestre, fue asumida en cuerpo y alma a la gloria celestial.”
Por lo tanto, puesto que muchos millones de personas consideran la “asunción” de María como doctrina cristiana, deberíamos esperar que hubiera base sólida para ello en las Santas Escrituras. Pero ¿la hallamos? “No hay ninguna referencia explícita a la Asunción en la Biblia,” dice la New Catholic Encyclopedia, “sin embargo, en el decreto de promulgación el papa insiste en que las Escrituras son el fundamento finalmente reconocido de esta verdad.” (Tomo 1, pág. 972) Para determinar si “las Escrituras son el fundamento finalmente reconocido” para la doctrina de la “asunción” de María, es necesario que examinemos para ver qué dice, precisamente, la Biblia.
LO QUE LA PALABRA DE DIOS REVELA
Como se hace patente por el desenvolvimiento histórico de la doctrina, la “asunción” de María está arraigada en el dogma de la “inmaculada concepción.” Por eso, primero podríamos examinar si hay una base bíblica para creer que María, como se define en el dogma de la “inmaculada concepción,” fue “preservada de toda mácula del pecado original.”
De la “inmaculada concepción,” la New Catholic Encyclopedia admite que la “Escritura no hace ninguna referencia directa a la concepción de María.” (Tomo 7, pág. 378) Esta obra señala francamente que la evidencia histórica está contra la creencia de que la “inmaculada concepción” fuera parte de la enseñanza oral de los apóstoles. Esta doctrina ni siquiera fue enseñada por los más primitivos Padres de la Iglesia. Leemos: “Los más primitivos Padres de la Iglesia consideraron santa a María, pero no absolutamente inmaculada. Orígenes y algunos de sus seguidores supusieron que había sido imperfecta como otros individuos humanos.” (Tomo 7, págs. 378, 379) ¿Estuvieron equivocados los “más primitivos Padres de la Iglesia”? No según las Santas Escrituras.
Hay clara evidencia bíblica de que María se consideró pecadora. En relación con el nacimiento de un niño, la ley mosaica mandaba que, al fin del período de purificación de la madre, ésta debería ofrecer “un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado.” En cuanto a la mujer que no tuviera los recursos necesarios para ofrecer un cordero, la ley declaraba: “Tome dos tórtolas o dos pichones, uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado.” (Lev. 12:6-8, Biblia de Jerusalén católica) Si María hubiese sido inmaculada, habría representado falsamente las cosas si hubiera ofrecido una ofrenda por el pecado. Sin embargo, la Biblia informa que José y María vinieron a ofrecer “un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.” (Luc. 2:24, BJ) Al cumplir con una ley que aplicaba a criaturas humanas pecaminosas, María reconoció que era imperfecta.
Esto fue muy diferente de lo que Jesús hizo tocante al impuesto del templo. Cuando otros preguntaron si Jesús pagaba ese impuesto, el apóstol Pedro dijo que sí. Más tarde, Jesús aconsejó a Pedro por medio de aclarar que los reyes no les imponen contribuciones a sus hijos. Al aplicar las palabras de Jesús, Pedro pudo comprender que Jesús, como Hijo unigénito de Dios, no estaba bajo ninguna obligación de pagar el impuesto que sostenía el templo de su Padre. Sin embargo, tomando en cuenta las circunstancias que reinaban, Jesús no quiso dar lugar a que otros tropezaran. Por lo tanto, por medios milagrosos, hizo posible que Pedro pagara el impuesto del templo.—Mat. 17:24-27.
Pero ¿qué hay de aquellas palabras del ángel Gabriel a María: “Dios te salve ¡oh llena de gracia! el Señor es contigo”? (Luc. 1:28, Versión Torres Amat católica) Estas palabras se han interpretado con el significado de que María debe haber poseído ‘plenitud de gracia’ desde el principio de su vida y que, por lo tanto, debe haber sido concebida totalmente libre de pecado. El papa Pío XII extendió la aplicación de la declaración de Gabriel a la “asunción,” afirmando que no sería sino hasta la “asunción” que María habría alcanzado la ‘plenitud de gracia’ que se le otorgó.
Es digno de notarse que esas interpretaciones de las palabras de Gabriel no armonizan con el registro bíblico en el griego original. Tocante al uso de la expresión “llena de gracia” para apoyar la “inmaculada concepción,” la New Catholic Encyclopedia dice: “Esta interpretación . . . pasa por alto el hecho de que el término griego [kecharitomene] no es tan explícito como pudiera sugerirlo la traducción ‘llena de gracia.’” (Tomo 7, pág. 378) Por consiguiente, las palabras de Gabriel a María muestran que ella fue altamente favorecida al llegar a ser la madre del Mesías, pero esas palabras no se pueden usar para apoyar doctrinas como la de la “inmaculada concepción” y la de la “asunción.”
Además, la Biblia arguye contra el que se lleve a alguien corporalmente al cielo. Al considerar la resurrección a la vida celestial, el apóstol Pablo declara: “Hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero uno es el resplandor de los cuerpos celestes y otro el de los cuerpos terrestres. Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas. Y una estrella difiere de otra en resplandor. Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. . . . Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos.” (1 Cor. 15:40-50, BJ) Como todos los demás que obtienen vida inmortal en los cielos, María tendría que renunciar a su cuerpo de carne para experimentar un cambio a la naturaleza celestial.
De modo que la evidencia bíblica señala inequívocamente a la conclusión de que María ni fue concebida libre de todo vestigio de pecado ni fue ‘elevada corporalmente al cielo.’ Esto es algo a lo cual uno debe dar consideración sobria. Jesucristo acusó a los líderes religiosos de su día de ‘enseñar doctrinas que sólo son preceptos de hombres.’ (Mat. 15:9, BJ) Tomando en cuenta la evidencia que hemos considerado, ¿no proviene el dogma de la “asunción” de María de “preceptos de hombres”? Por eso, si a usted se le ha enseñado esta doctrina, ¿no debería desear investigar para ver si otras cosas que ha aprendido tampoco están basadas en la Biblia, sino que solo son el producto del razonamiento humano? Por tal investigación, usted estará obrando en armonía con la admonición apostólica que dice: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno.”—1 Tes. 5:21, BJ.