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  • Se nos dio una meta en la vida

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  • Se nos dio una meta en la vida
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
w77 15/8 págs. 488-491

Se nos dio una meta en la vida

Según lo relató Russell Cantwell

HE OBSERVADO que hoy son pocos los jóvenes que parecen saber lo que en realidad quieren hacer con su vida. No tienen presente ninguna carrera en particular, ni ninguna otra meta hacia la cual estén trabajando. Yo agradezco a mis padres que esto nunca sucedió en mi caso.

Mis padres todavía viven, aunque papá tiene noventa y nueve años y mamá es octogenaria. Entre ellos dos han pasado más de noventa años en el servicio de “precursor,” como los testigos de Jehová llaman a la actividad de dedicar todo su tiempo a predicar la Biblia.

Fue para 1908 cuando papá y mamá empezaron a estudiar la Biblia en serio. Uno de mis recuerdos más tempranos es el de haber visto el Foto-Drama de la Creación, que es una presentación de la historia bíblica por medio de transparencias y películas. Esto fue en la pequeña escuela rural donde papá enseñaba, en Arkansas, E.U.A. Debo haber tenido unos tres años de edad para aquel tiempo.

En 1924, cuando yo tenía cuatro años de edad, papá mudó a la familia al este de Tennessee. Allí inmediatamente se puso a hablar a los vecinos acerca de su fe en Dios. La familia Kamer se interesó, y se organizaron reuniones bíblicas semanales.

Otro de mis recuerdos tempranos es las visitas de los “peregrinos,” como se les llamaba entonces a los representantes viajantes de los testigos de Jehová. Nosotros, los tres muchachos, cedíamos nuestras camas a nuestras hermanas y nos acostábamos sobre el piso para que el visitante pudiera tener la habitación de nuestras hermanas. La bondadosa atención y estímulo que estos hombres nos prestaban a nosotros los niños dejaron una impresión sana y duradera.

LA IMPORTANCIA DE LOS ASUNTOS ESPIRITUALES

Papá y mamá, por la manera en que nos enseñaban, así como por el ejemplo que ponían, dejaron grabada indeleblemente en nuestras mentes jóvenes la importancia del estudio bíblico y la asociación cristiana. Una experiencia que recuerdo con claridad ilustra bien esto; yo tenía solo seis o siete años de edad en aquel tiempo.

Era un domingo por la mañana y, mientras caminábamos hacia la casa de los Kamer para nuestro estudio bíblico regular, nos encontraron tres autos llenos de parientes nuestros. Aunque papá no los había visto por varios años, en vez de regresar a la casa los invitó a hacer una de dos cosas: ir con nosotros al estudio o proseguir hasta casa y esperar allí hasta que volviéramos. Creo firmemente que si todo el grupo se hubiera encolerizado e ido papá no se habría perturbado demasiado, pues consideraba una fuerte obligación espiritual para con su familia y la familia Kamer el conducir aquel estudio bíblico.

Papá también nos entrenó en hablar a otros acerca de las cosas que estábamos aprendiendo sobre el reino de Dios. Entre mis más remotos recuerdos está el de que nos llevaba a nosotros los niños consigo cuando visitaba a la gente en sus hogares. En 1927 papá decidió que yo tenía suficiente edad para ir solo a las puertas.

NUESTRA VIDA DE FAMILIA

Es cierto que había mucho trabajo duro en la granja, y también nos manteníamos ocupados en las actividades cristianas. Pero, al mismo tiempo, nuestros padres procuraban que tuviésemos diversión. Papá nos enseñó a nadar. Y había partidas de campo para la familia, y reuniones de familia con otros, lo cual suministraba diversión y asociación sanas.

Otra cosa que contribuía a nuestra relación estrecha como familia era el hecho de que papá y mamá se llevaban bien, y siempre tenían tiempo para nosotros los niños. Estoy seguro de que tenían desacuerdos a veces, pero jamás discutían enfrente de nosotros ni se contradecían el uno al otro. Por eso aprendimos a respetar la autoridad de los padres.

Muchas veces, niños que pertenecían a otras religiones se mofaban de nosotros en la escuela. Por ejemplo, nos llamaban “no infiernistas,” porque no creíamos que Dios atormente a la gente en un infierno ardiente. Pero papá y mamá dedicaban tiempo a ayudarnos a preparar respuestas de la Biblia para que las lleváramos a la escuela. Esto nos fortalecía, pues nos convencía de que conocíamos la verdad de la Palabra de Dios, y llegamos a sentirnos complacidos de ser diferentes, como lo habían sido los siervos de Dios en el pasado.

Años antes, un tío, que no apreciaba la religión de papá, le dijo: “Los niños se enfrentan a suficientes dificultades al crecer sin que tengas que meter en ellos esa religión.” Años después, cuando visitamos a este tío, con lágrimas en los ojos le dijo a papá: “Newt, ¡cómo quisiera que mis hijos fueran como los tuyos!” Sin embargo, cuando papá le recordó su comentario anterior, y que era nuestra educación bíblica lo que nos hacía diferentes, a mi tío no le gustó nada aquello. ¡Hasta le prohibió a papá que volviera a mencionar a Dios o la Biblia en su casa!

SE COLOCA UNA META ANTE NOSOTROS

Papá deseaba dedicar más tiempo a la obra de testificar, y por eso en 1929 nos mudamos a West Plains, Misuri. Allí pudimos suministrar habitaciones para dos proclamadores del Reino que dedicaban todo su tiempo a aquella obra. El ejemplo de estos Testigos hizo que nuestra familia se pusiera a pensar en el servicio de precursor.

Debido a la gran depresión económica de aquella época regresamos a la granja de Tennessee, pero no renunciamos a la idea del servicio de precursor. En 1931 un peregrino llamado Louis Larson le ayudó a papá a calcular cómo podría atender financieramente a la familia en el trabajo de precursor.

Todavía habíamos seis niños en casa, tres de nosotros en la escuela. Toda la familia celebró una conferencia y, después de considerar el asunto con oración, estuvimos de acuerdo en vender la granja y cifrar plena confianza en que Jehová proveería. Se decidió que nosotros, los tres más jóvenes, continuáramos nuestra educación, mientras que los de mayor edad trabajaran de precursores.

La fe y confianza de mis padres en Jehová fueron una fuerte influencia en mi vida. Aquella noche le prometí en oración a Jehová que haría su voluntad como la estaban haciendo mis padres y que andaría en los pasos de Cristo. ¡Qué emoción sentí algún tiempo después cuando fui bautizado por papá en símbolo de mi dedicación a Jehová!

Pusimos en venta la granja, pero, por la depresión económica, la vendimos en 50 por ciento menos que el precio original que habíamos pedido. Luego un accidente y enfermedad grave en la familia se llevaron todo centavo que tenía papá, y nos quedamos “sin plata.” Pero papá dijo que solo se podía hacer una cosa, y ésa era seguir dedicando todo el tiempo a testificar. Esta determinación y resolución firme, junto con la devoción constante de papá y mamá, fortalecieron mi deseo de servir a Jehová.

EL PRINCIPIO DE UNA CARRERA

En 1934 nos mudamos a una asignación al oeste de Tennessee. Allí decidí dejar la escuela y entrar en la obra de testificar de tiempo cabal. Papá aprobó esto, es decir, si mi objeto no era simplemente salir de la escuela, sino hacer una carrera del servicio de precursor. De modo que a los catorce años de edad empecé la carrera de mi vida testificando entre las granjas de la vecindad de Waverly, Tennessee.

Es verdad que hubo pruebas durante la gran depresión económica de los años treinta. A veces teníamos el mismo menú por varios días, y deseábamos algo diferente. Pero papá indicaba que habíamos renunciado a la búsqueda de dinero y jamás nos perdimos de una sola comida; sin embargo, casi a diario venían familias a nuestra puerta y pedían alimento para niños que lloraban de hambre, y estas familias estaban tratando de trabajar por dinero.

En las zonas en las cuales efectuamos trabajo de precursor en toda la parte meridional de los Estados Unidos de América rara vez había otros Testigos cerca. Por eso nuestra estrecha asociación de familia era una protección contra el buscar la compañía de incrédulos. (1 Cor. 15:33; 2 Cor. 6:14) Y ahorrábamos nuestros centavitos por meses a fin de viajar unos 160 kilómetros o más para reunirnos con otros jóvenes Testigos para tener una contradanza o disfrutar de compañerismo gozoso de otras maneras, como por una caminata en los montes Smoky.

NUEVAS ASIGNACIONES

En la asamblea de Columbus, Ohio, en 1937, oímos que se mencionó el nombre de papá por el sistema de altavoces, junto con el de otras 200 personas que fueron escogidas para principiar el nuevo trabajo de precursor especial. Papá aceptó en el acto este nuevo privilegio de servicio, y entonces toda nuestra familia fue invitada a participar. Se nos asignó a New Haven, Connecticut.

Una ley estatal de Connecticut daba al jefe de la policía poder de censura sobre la obra religiosa que se efectuara de casa en casa en su comunidad, y como resultado de ello los testigos de Jehová estaban siendo arrestados en todo el estado. En mayo de 1938 yo fui arrestado junto con papá y mi hermano menor, Jesse, mientras visitábamos los hogares y le hablábamos a la gente acerca de la Biblia. Aunque centenares de nuestros hermanos y hermanas cristianos habían sido arrestados en varias ocasiones, la Sociedad Watch Tower decidió usar nuestro caso para someter a prueba la validez de la ley estatal. Finalmente el caso fue hasta el Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América, donde Jehová nos dio la victoria.

Luego fuimos trasladados como precursores especiales a Staten Island, ciudad de Nueva York, donde tuvimos el privilegio de trabajar con los que servían en la estación de radio WBBR de la Sociedad Watch Tower. Después, en enero de 1939, se nos pidió que ayudáramos a una congregación recién organizada en Mount Vernon, Nueva York, donde Milton Henschel, Lyman Swingle y otros miembros de la familia de Betel también estaban asignados. ¡Imagínese la sorpresa que tuvimos el mes siguiente cuando mis dos hermanos y yo fuimos invitados a ayudar en la planta tipográfica de la Sociedad por unas semanas! Esto se extendió a más de seis años de servicio allí. Un desenvolvimiento en la noche del 8 de septiembre de 1943 resultó en otra asignación.

Fue entonces cuando Evie Sullivan me presentó a Gladys en el vestíbulo de Betel y me pidió que la llevara a ella y a su compañera precursora a sus habitaciones a unas manzanas de distancia. El automóvil de ellas necesitaba con urgencia algunas reparaciones, de modo que pasé varias horas trabajando en él aquella noche mientras las muchachas se sentaron en el flanco de la acera y relataron sus experiencias en la obra de testificación. Esto me suministró amplia oportunidad para observar su excelente espíritu de devoción a Jehová.

En la primavera de 1944 Gladys asistió a la tercera clase de la Escuela de Galaad mientras yo todavía estaba en Betel, y al año siguiente nos casamos y me uní a Gladys en el servicio de precursor. En 1950 recibí una invitación para servir en el trabajo de circuito como representante viajante de la Sociedad Watch Tower. Nuestra hija Darla Lynn nació el 30 de enero de 1956, pero se hicieron arreglos amorosos para que continuáramos en la obra de circuito.

DANDO A OTROS UNA META EN LA VIDA

Le pedimos en oración a Jehová que nos ayudara a criar a nuestra hija como nuestros padres nos habían criado a nosotros, siempre poniendo en primer lugar los intereses del Reino, y sin embargo manteniendo equilibrio y no desatendiendo nuestras responsabilidades de familia. Yo conducía nuestro estudio de familia semanalmente, y Gladys pasaba diariamente unos minutos instruyendo a nuestra hija en la Palabra de Dios y, a medida que crecía, íbamos utilizando espacios de tiempo más largos.

De la noche a la mañana, nos pareció, Darla alcanzó la edad escolar. Siempre mantuvimos un enfoque abierto y franco hasta en cuanto a asuntos íntimos, de modo que mientras ella fue creciendo siempre nos pareció fácil conversar y así evitamos la llamada “brecha entre generaciones.” El consejo cuidadoso tocante a asociaciones impidió que desarrollara malas asociaciones que pudieran conducir a mal proceder. También, nos alegró ver que ella deseaba hablar a sus condiscípulos acerca del reino de Dios. Su primer estudio bíblico se inició con una condiscípula de tercer año de escuela elemental en Chino, California. Esto resultó en que la estudiante se dedicara a Jehová cuando cumplió los dieciséis años.

En junio de 1972, en San Francisco, California, recibimos una carta por correo. Para sorpresa nuestra, era de nuestra hija que vivía con nosotros. Ella había querido expresar su aprecio, pero temió no poder decir cara a cara todo lo que quería.

“Quiero darles las gracias,” decía su carta, “por haberme criado como lo han hecho. Siempre poniendo a Jehová en primer lugar en nuestra vida. Siempre dejando que su ‘Sí signifique Sí y su No, No.’ . . . Quiero darles las gracias por todo el amor y la bondad que me muestran. Escuchando cuando tengo algo que decir. Comprendiendo mis sentimientos. Siendo pacientes con mi disposición de ánimo y emociones. . . . Muchísimas gracias por el maravilloso ejemplo que ustedes me han puesto para que yo verdaderamente pueda ‘seguirlos a ustedes como ustedes siguen a Cristo.’”

Esa carta fue muy alentadora para nosotros, y le damos gracias a Jehová porque pudimos impartirle a nuestra hija la misma meta que mis padres me impartieron a mí... poner el servicio de Jehová en primer lugar en su vida. Nuestra hija y su compañera están sirviendo ahora de precursoras con la Congregación de Henderson, Carolina del Norte. Se conmovieron, y nosotros también, cuando diecisiete personas con quienes ellas conducían estudios bíblicos asistieron a la Cena del Señor en la primavera de 1976.

Ya he estado cuarenta y tres años en el servicio de tiempo cabal. En la actualidad soy instructor de una Escuela del Ministerio del Reino, un centro de entrenamiento para los ancianos cristianos. Uno de mis hermanos está en la obra de circuito en los Estados Unidos de América y el otro sirve de coordinador de sucursal en la República Dominicana, en el Caribe. ¡Y mis padres todavía sirven de precursores!

Nuestra experiencia personal nos mueve a estimular vigorosamente a los jóvenes a tener como meta dedicar todo su tiempo a la obra de testificar, sí, a hacer del servir a Jehová Dios la carrera de su vida. Y a los padres quisiéramos decir: Sus hijos no van a servir automáticamente a Jehová. Es necesario que ustedes les den esa meta en la vida. Si lo hacen, puedo asegurarles que ellos les estarán eternamente agradecidos.

[Ilustración de la página 490]

Mi esposa y yo estudiando juntos

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