¿Vivirá usted alguna vez en un mundo feliz?
LAS personas que muestran ser amadoras de Dios —“su pueblo”— tienen razones sólidas para tener planes de vivir en un mundo feliz (Romanos 15:10). Aunque el futuro inmediato parezca poco prometedor para el mundo de la humanidad, el Dios de los cielos está haciendo que sus “gloriosas buenas nuevas” se declaren por toda la Tierra, y ciertamente es un mensaje alentador (1 Timoteo 1:11). Pronto el por largo tiempo prometido Reino celestial del Rey Mesiánico Jesucristo pondrá fin a las tendencias desastrosas que tan claramente se manifiestan hoy día en la Tierra, y eliminará los problemas que atormentan a la humanidad. Ese Reino está a punto de dar principio a un mundo feliz.
Lo que el Reino hará
¿Hay quienes se preocupen de que habrá demasiados habitantes en la Tierra? Este es un factor que tanto Jehová Dios como el Rey Jesucristo pueden manejar. Originalmente el propósito de Dios era que la humanidad ‘llenara la tierra’, no que la desbordara. Sea cual sea el medio que se utilice para lograrlo, podemos estar seguros de que se realizará la voluntad divina respecto a este asunto en la Tierra. (Génesis 1:27, 28; Isaías 45:18.)
Bajo el régimen del Reino de Dios, ¿habrá una brecha angustiosa entre los acaudalados y los pobres? No, ¡ciertamente que no! Más bien, en las Escrituras se predice con certeza que el Rey benévolo de Dios “librará al pobre que clama por auxilio”. (Salmo 72:1, 12, 13.)
¿Hay base para desesperarse debido a que se estén agotando los recursos y porque el ambiente esté perdiendo los “medios de sostener la vida”? ¿Debemos desesperarnos debido a que los precios siguen subiendo hasta estar fuera del alcance de la persona común? Aunque el futuro inmediato da poca esperanza al respecto, la Palabra de Dios, la Biblia, promete: “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia” (Salmo 72:16). ¿Parece ésta la descripción de una Tierra despojada de sus recursos, cuyo ambiente no tenga ‘los medios esenciales para sostener la vida’, o indica esta promesa bíblica que las cosas necesarias faltarán a tal grado que será imposible vivir satisfecho en la Tierra? ¡Por supuesto que no!
Bajo el régimen del Reino, ¿será el mundo “más vulnerable tanto a desastres naturales como a trastornos causados por el hombre”? No, porque pronto Dios ‘hará cesar las guerras’ para siempre. Además, bajo la administración del Reino los desiertos florecerán, y las cosas dañinas ya no amenazarán a la salud ni a la vida. La felicidad sin límite reemplazará al sufrimiento y al dolor. (Compare con Salmo 46:1, 9; Isaías 35:1-10; 65:25.)
Algo nuevo en el horizonte
Entre las muchas profecías alentadoras que predicen bendiciones maravillosas para el género humano está la que el apóstol cristiano Juan registró con estas palabras:
“Vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado, y el mar ya no existe. Vi también la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios y preparada como novia adornada para su esposo. Con eso oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado’”. (Revelación 21:1-4.)
En este texto algo del lenguaje es sumamente simbólico, pero la idea de que habrá grandiosas bendiciones es inequívoca. El “nuevo cielo” es el Reino celestial de Jesucristo y sus 144.000 reyes y sacerdotes asociados (Romanos 8:16, 17; Revelación 14:1-4; 20:4). En vez de referirse a un nuevo globo terráqueo, la “nueva tierra” se refiere a una nueva sociedad de personas en esta mismísima Tierra, todas cabalmente sujetas al Reino de Cristo, en la que no habrá divisiones raciales, nacionales ni de idioma (Compare con Salmo 96:1). Esto seguirá a la destrucción del “cielo” y de la “tierra” simbólicos de la actualidad. La prometida nueva sociedad terrestre será justa porque, aunque los mares literales permanecerán, el “mar” figurativo de gente impía, intranquila y rebelde ya no existirá. Los gobernantes celestiales asociados con Cristo constituyen la “Nueva Jerusalén”, organización capital para la justa sociedad humana. Dios residirá con estas personas en la Tierra de manera representativa hasta que estén plenamente reconciliadas con él mediante Cristo, “el Cordero de Dios”, después del día de juicio de mil años. (Juan 1:29, 36; Revelación 20:6.)
Bajo la gobernación del Reino, habrá muchas razones para sentirse feliz. Se eliminarán las diversas causas del llanto, del clamor y del dolor. La muerte que proviene del pecaminoso Adán, el primer hombre, no será más (Romanos 5:12). Por eso, ¡qué mal tan grande habrá desaparecido entonces, uno que ha causado tanto llanto a escala mundial! ¡Y qué muchas razones tendremos para regocijarnos cuando acontezca la resurrección, en vez de que ocurra la muerte adánica, cuando a la descendencia de Adán se le rescate de los efectos de su pecado, y cuando la salud humana perfecta haya reemplazado a las muchas enfermedades que actualmente atormentan a la humanidad! Entonces, verdaderamente se cumplirán las palabras: “Las cosas anteriores han pasado”.
‘¡Meras ilusiones!’, quizás exclame alguien. No es así, porque después que el apóstol Juan vio el “nuevo cielo” y la “nueva tierra” que traerán grandes bendiciones a la humanidad, él añadió: “Y el que estaba sentado sobre el trono [Jehová Dios] dijo: ‘¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas’. También, dice: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas’” (Revelación 21:5). Sí, podemos creer estas palabras.
Verdaderamente, hay un mundo diferente en el horizonte. La existencia de éste no dependerá de los cambios que el hombre efectúe en cuanto a la “norma pública” para rescatar a la humanidad de las horribles consecuencias de “oportunidades perdidas”. No, más bien todas las cosas buenas que se prometen en las Escrituras dependen de que se cumpla la invencible voluntad divina, la cual nunca falla.
Usted puede ser feliz
¿Quiénes disfrutarán de todas estas bendiciones procedentes de Dios? ¿Quiénes tendrán razón infinita para sentirse felices? Pues, ¡toda persona que se valga de la provisión que Dios suministra para vida eterna! Jehová, el ‘Dios de amor’, ha hecho posible esta bendición maravillosa por medio de su Hijo, Jesucristo. (1 Juan 4:8, 9; Juan 3:16.)
Los testigos de Jehová se esfuerzan por compartir con toda persona de corazón sincero “buenas nuevas” de cosas magníficas como éstas. Por eso testifican de casa en casa como lo hicieron los apóstoles de Jesús y los demás discípulos de él (Hechos 5:42; 20:20). Sin duda, usted puede entender por qué los Testigos se sienten movidos a declarar con celo y con corazón gozoso el alentador mensaje del Reino. ¡Son buenas nuevas maravillosas!
Pero ¿qué hará usted en vista de estas noticias tan alentadoras? Usted puede disfrutar de vida eterna en felicidad en un paraíso terrestre bajo la gobernación del Reino. Sin embargo, esto requiere que tenga conocimiento exacto de la Biblia. Así que, si todavía no lo ha hecho, ¿por qué no aprovecha las oportunidades que se le presenten de considerar las Escrituras con los testigos de Jehová? Jesús dijo que el adquirir conocimiento exacto acerca de su Padre celestial y acerca de él “significa vida eterna”. (Juan 17:3.)
Un mundo feliz está por realizarse. Pero ahora mismo usted tiene razones sólidas para sentirse alegre. No todas las bendiciones procedentes de Dios ni las razones para regocijo se realizarán tan solo en el futuro. Es posible ‘servir a Jehová con corazón gozoso’ ahora mismo, y, si hacemos las cosas que agradan a Dios, no hay duda alguna de que ‘podremos regocijarnos durante todos nuestros días’. Considere las razones por medio de leer los artículos que aparecen en las páginas ocho a diecinueve de esta revista.