¿Vivimos en los últimos días?
A partir de este número, La Atalaya estará publicando una serie de artículos en ocho partes acerca de los últimos días
¿QUIÉN no ha sentido los efectos de la guerra en su vida? ¿Quién no ha experimentado las consecuencias de las dos guerras mundiales de este siglo... la Era de violencia, inseguridad y temor que ha afectado a toda la humanidad? ¿Quién no ha pasado por el sufrimiento de índole económica que ha resultado de esas guerras: las crecientes cargas financieras para cubrir el costo de campañas militares o de la preparación para la guerra? ¿Qué persona no está en peligro de perder la vida ahora debido a la amenaza cada vez mayor de que estalle una guerra nuclear?
La guerra ha sido la ruina de la civilización, sea que el combate haya sido agresivo, o defensivo; por causas justas, o injustas. Tan solo el costo en términos de vidas humanas ha sido asombroso. Según los cálculos que hizo en 1969 la Academia de Ciencias de Noruega, el mundo ha conocido solo 292 años de paz desde el año 3600 a. de la E.C., y se han peleado 14.531 guerras.
A nuestro siglo se le ha llamado la “Era de violencia”, especialmente desde la primera guerra mundial de 1914. Al respecto, James Reston escribió en el periódico The New York Times del 30 de mayo de 1982: “Éste ha sido el siglo más sangriento de la historia de la raza humana. Ha sufrido durante 59 guerras entre naciones, las cuales han resultado en más de 29.000.000 de combatientes muertos, y ha habido 64 guerras civiles, las cuales han causado casi seis millones de bajas... sin hablar de las decenas de millones de civiles que también perdieron la vida. Esto es lo que significa la guerra”.
Las consecuencias que posiblemente resultarían de otra guerra mundial son tan alarmantes que los líderes y científicos del mundo se han referido repetidas veces a Armagedón (Revelación 16:14, 16). Consideran que éste tiene que ver simplemente con una destrucción provocada por el hombre, mientras que la Biblia relaciona el Armagedón con “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”. Es la guerra que él lleva a cabo para eliminar la iniquidad de sobre la Tierra y establecer un Nuevo Orden justo para los de la humanidad que aman la paz.
Esta esperanza divina de un Nuevo Orden justo ha sostenido a hombres de fe desde la antigüedad (Hebreos, capítulo 11). Éstos anhelaban ansiosamente el tiempo en que Dios se acordaría de ellos y los levantaría de la muerte para que disfrutaran de vida eterna (Job 14:13, 14; Salmo 37:29). Aquellas personas justas confiaban en el poder de Dios para resucitarlas en una Tierra purificada, en la que él haría “cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra”. (Salmo 46:9.)
Pero ellas no sabían cuándo habían de ocurrir estas cosas. Simplemente se hacía referencia al tiempo en que Dios tomaría medidas como “el tiempo del fin” o “la parte final de los días” (Daniel 11:40; Isaías 2:2). No es de extrañar, pues, que los discípulos de Jesús se hayan acercado a él privadamente y le hayan preguntado: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. (Mateo 24:3.)
Lo primero que Jesús mencionó como indicio de que se acercaba el tiempo del fin fue: “Van a oír de guerras e informes de guerras” (Mateo 24:6). ¿Pudiera estar cumpliendo la señal que Jesús dio el hecho de que estamos viviendo en “el siglo más sangriento de la historia de la raza humana”? ¿Vivimos realmente en los últimos días?