Preguntas de los lectores
◼ El nacimiento es un proceso natural; por eso, ¿sería incorrecto el que una cristiana ejerciera de partera o comadrona, a pesar de que no satisficiera los requisitos de licencia y certificación del Estado?
Es verdad que el dar a luz es un proceso natural, una maravilla por la cual se puede dar la honra a Jehová nuestro Dador de Vida (Génesis 1:27, 28; 49:25). Y desde tiempos primitivos parteras o comadronas experimentadas (matronas) han suministrado ayuda en muchos alumbramientos (Éxodo 1:15-20). La Organización Mundial de la Salud informa que en los países del Tercer Mundo las ayudantes tradicionales en los nacimientos, o parteras, prestan servicio en el 60 a 80 por 100 de los partos (Medical Tribune, 26 de enero de 1983). Hasta en algunos países adelantados hay cada vez mayor aceptación de que enfermeras-parteras entrenadas suministren cuidado primario en alumbramientos rutinarios que tienen lugar en centros de maternidad o en los hogares.
Sin embargo, la historia bíblica muestra que puede haber complicaciones al dar a luz, y que éstas hasta pueden resultar en la muerte de la madre, de la criatura, o de ambas personas (Génesis 3:16; 35:16-19). La Organización Mundial de la Salud informa que “unas 500.000 mujeres mueren anualmente debido a complicaciones relacionadas con el alumbramiento”. Por eso, muchas autoridades de la salud han abogado por que se dé a luz en hospitales o en lugares donde esté presente un médico. También han ofrecido programas para suministrar adiestramiento a parteras y entonces certificar o licenciar a las que satisfacen los requisitos.
Por supuesto, hay preferencias, alegaciones y métodos en conflicto: ¿Ha de preferirse el dar a luz en el hogar cuando no se prevén complicaciones?; ¿qué posición resulta mejor para la madre en el alumbramiento?; ¿le irá mejor al bebé si nace en un ambiente calmante, hasta bajo agua?; ¿debería usarse normalmente anestesia?; ¿cuándo debería cortarse el cordón umbilical?
La congregación cristiana no adopta ninguna postura o posición oficial respecto a esos asuntos, porque son asuntos personales. Tampoco insta a las mujeres a emplear un tocólogo en vez de una enfermera-partera, ni lo contrario. Eso también es para decisión personal. Pero el esposo y la esposa deben estar interesados en lo que creen que sea mejor para la madre y la criatura, porque desean que ambas vivan para servir a Jehová en buena salud.
El informe de la Organización Mundial de la Salud dijo que “el entrenamiento [de las parteras] da énfasis a métodos de alumbramiento seguros y a la limpieza”. Los programas para registrar oficialmente o dar licencia a ciertas personas para que ayuden en los alumbramientos tienen el obvio propósito de asegurar que a la madre y la criatura se les haga disponible el cuidado de personas capacitadas, más bien que confiar en personas no capacitadas para tal labor. La ley del país hasta quizás decrete que solo ejerzan en dar ayuda en los alumbramientos personas que estén licenciadas o certificadas para ello. La persona que pasa por alto las leyes conocidas sobre este asunto pudiera estar en peligro de ser sometida a juicio como violadora de la ley, y pudiera incurrir en culpa por homicidio si hubiera una muerte como resultado de descuido o ineptitud. (Romanos 13:1-4.)
En lo que tiene que ver con buscar o suministrar asistencia en asuntos de la salud, sea que tenga que ver con un parto o con otras formas de tratamiento, los cristianos deben tener presente la declaración de Jesús: “Por lo tanto, paguen de vuelta a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios”. (Mateo 22:21.)
◼ ¿Debería hablarse de “capítulos” respecto a las secciones del libro bíblico de Salmos?
Por lo general la Biblia está dividida en 66 libros. Y el de Salmos es uno de éstos. Un capítulo es una división principal de cualquier libro, sea un libro de historia, una novela o hasta un libro bíblico. Así, pues, por lo general hablamos del capítulo 1 o el capítulo 2 de Génesis, y así por el estilo. Desde este punto de vista, las 150 divisiones normativas principales del libro de Salmos pudieran también llamarse capítulos.
Sin embargo, el título en español “Salmos” se deriva de la Versión de los Setenta, versión griega, que llama a este libro Psalmoi. Ese título griego se refiere a canciones que se entonaban con acompañamiento musical. Evidentemente los varios escritos poéticos que componen nuestro libro de Salmos originalmente se cantaban, quizás con el acompañamiento del arpa. De hecho, el diccionario en inglés Webster’s New Colegiate Dictionary define “salmo” como “canción o poema de tipo sagrado que se usa en la adoración; especialmente: uno de los himnos bíblicos recogidos en el Libro de Salmos”.
Por eso, aunque no sería incorrecto ni impropio hablar del “capítulo 100 de Salmos”, por ejemplo, es más exacto y descriptivo hablar del “Salmo 100”. Ésa fue, de hecho, la manera de expresarse empleada por el discípulo Lucas al escribir Hechos, pues él menciona que cierta declaración está ‘escrita en el salmo segundo’. (Hechos 13:33.)