El fin de todas las guerras... ¿se puede lograr?
“ARMAGEDÓN”... ¿qué significa este nombre bíblico? Se está presentando una serie de artículos informativos sobre este tema en los cuatro números de La Atalaya para enero y febrero de 1985, cada uno de los cuales tiene una portada significativa que lo presenta. Se espera que estas consideraciones bíblicas consuelen al lector mediante el conocimiento de lo que es el verdadero ARMAGEDÓN.
“VENGAN, contemplen las actividades de Jehová, cómo ha establecido acontecimientos pasmosos en la tierra. Está haciendo cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego.” (Salmo 46:8, 9.)
Las palabras citadas arriba, registradas por el inspirado salmista, concuerdan con el deseo sincero de la gente a través de los siglos. De hecho, ¿quién no ha anhelado ver el día en que no haya más guerras? Sin embargo, por más que queramos verlo, todos los esfuerzos humanos hasta ahora no han podido poner fin a las guerras. La guerra no solo sigue todavía sin solución, sino que ha llegado a ser tan destructiva y mortífera que por primera vez en la historia humana amenaza la continuación de la civilización y hasta la vida misma.
En vista del grave peligro que se vislumbra adelante, no podemos menos que preguntar: ¿Por qué han fracasado de modo tan lamentable los esfuerzos humanos por evitar la guerra? ¿Es la guerra realmente inevitable? En realidad, ¿por qué se pelean guerras, en primer lugar?
Por qué fracasan los esfuerzos humanos
“Si usted vive en un vecindario donde no hay policías y todas las personas tienen pistolas y viven constantemente en temor de que se les ataque, entonces va a haber mucho tiroteo —escribe el periodista e historiador militar Gwynne Dyer—. Ése es el tipo de vecindario donde viven todos los países del mundo —dice él a continuación—. No hay policía internacional, de modo que cada país se mantiene armado y listo para la violencia; pero el tipo de violencia en que participan los países tiene un nombre especial. Lo llamamos guerra.”
Aunque ésa es una explicación algo simplificada, sí señala varios factores básicos que contribuyen a la guerra. Tiene que haber los medios para hacer guerra, así como la tendencia a hacerla. Junto con estos factores, notamos también la falta de ley y orden en el “vecindario”, que en este caso es el mundo.
Los famosos historiadores Will y Ariel Durant señalaron estos mismos factores básicos en su libro The Lessons of History al escribir: “En la actual inadecuación de la ley y el sentimiento internacionales, una nación tiene que estar lista en cualquier momento para defenderse; y cuando están implicados sus intereses fundamentales, se le tiene que permitir usar cualquier medio que considere necesario para su supervivencia. Los Diez Mandamientos tienen que mantenerse callados cuando está en juego la propia conservación”.
Por consiguiente, el éxito o el fracaso de cualquier esfuerzo por poner fin a la guerra dependería en gran parte de cómo haga frente tal esfuerzo a los factores básicos mencionados antes. ¿Ha logrado hacer eso algún proyecto humano, por más noble que haya sido como concepto? Examinemos los hechos.
Falta de orden internacional
Se han hecho muchos esfuerzos en el pasado por crear algún tipo de agencia mundial que tenga el poder de servir de policía de las naciones y mantener la ley y el orden internacionales. Por ejemplo, la Sociedad de Naciones se formó a fines de la I Guerra Mundial para garantizar que el mundo no volviera a ser empujado a la guerra. De hecho, esta organización cayó en el olvido cuando estalló la II Guerra Mundial. Entonces, en 1945 surgió la Organización de las Naciones Unidas, que el clero de la cristiandad alabó y adoró como la esperanza de paz para la humanidad. ¿Qué indica su registro? Una vez más, la historia da la respuesta. “Más de cuatro millones de personas están participando actualmente en 42 diferentes guerras, rebeliones e insurrecciones civiles. [...] Entre uno y cinco millones de personas han muerto en dichas luchas”, se informó en el periódico The New York Times en 1984. Hoy pocas personas creen que la ONU pueda impedir que estallen guerras y conflictos. La existencia de dicha organización no hace mucho para calmar el temor a una tercera guerra mundial, o una destrucción nuclear mundial.
La amenaza y la tensión crecientes
Una razón por la cual instituciones como la ONU no pueden impedir las guerras es que las naciones por todo el mundo se han dedicado por completo a la soberanía y los derechos nacionales. A ellas les interesa poco la responsabilidad o las reglas de conducta internacionales. Para alcanzar sus fines, algunas naciones se creen plenamente justificadas a usar cualesquier medios que consideren necesarios —matanzas en masa, asesinatos, secuestros de aviones, bombardeos, y así por el estilo—, y en muchos casos los inocentes son las víctimas. Hasta las principales potencias del mundo frecuentemente se presionan mutuamente hasta el límite, en nombre de la propia conservación y del interés nacional. ¿Por cuánto tiempo se tolerarán las naciones unas a otras y desplegarán dicha conducta insensata e irresponsable? ¿Cuántas veces puede sobrevivir el mundo a sucesos como los de las islas Malvinas, Afganistán, Granada, el ataque contra el vuelo 007 de una aerolínea coreana, y así por el estilo, sin que haya una confrontación mayor? No es difícil ver por qué el nacionalismo y la autodeterminación han llegado a ser obstáculos principales que impiden que se ponga fin a la guerra.
Armadas y listas
Ya todo el mundo sabe que los arsenales de las superpotencias contienen suficientes artefactos nucleares como para destruir toda la vida humana de la Tierra muchas veces. Pero ¿qué hay de las demás naciones? De acuerdo con un informe del gobierno estadounidense, por todo el mundo las naciones en vías de desarrollo, aunque están en aprietos económicos, han gastado mucho más de $230.000 millones durante la pasada década para adquirir algunos de los más avanzados aviones, mísiles y carros de combate que hay disponibles. ¿Cuál ha sido el resultado? “Ya se ha llegado al punto en que muchos de los compradores tienen problemas en absorber todas sus nuevas armas.” Estas naciones están literalmente armadas hasta los dientes, como dice el refrán. El hecho de que tienen únicamente lo que llaman armas convencionales contribuye a que estén mucho más dispuestas a usarlas y listas para hacerlo.
¿Hay alguna razón para tener esperanza?
El fracaso repetido de los esfuerzos humanos por poner fin a la guerra simplemente recalca la verdad bíblica de que “no le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). Por más que los humanos quieran ver el fin de todas las guerras, ellos por sí mismos no saben sencillamente cómo lograrlo. ¿Qué hay, pues, de la promesa de que ‘se hará cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra’? ¿Se hace esta promesa simplemente para despertar esperanza o para mofarse de nosotros? ¡Claro que no! Pues Jehová nos asegura respecto a cualquier palabra o promesa que procede de su boca: “No volverá a mí sin resultados” (Isaías 55:11). Entonces, ¿cómo se cumplirá esta promesa? ¿Qué base sólida hay para que creamos que Dios logrará hacer lo que los hombres repetidas veces no han podido lograr?