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  • ¿Lo dominan a veces la codicia o la avaricia?

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  • ¿Lo dominan a veces la codicia o la avaricia?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 15/2 págs. 22-25

¿Lo dominan a veces la codicia o la avaricia?

¿HA ASISTIDO usted alguna vez a una fiesta donde ha habido una abundancia de alimento delicioso y bebidas alcohólicas, y ha tenido la tentación de excederse? Muchas personas admiten que, a veces, cierta forma de codicia o avaricia sí las domina. ¿Ha podido usted oponerles resistencia siempre? ¿O se han apoderado ellas de usted a veces y le han causado un dolor de cabeza, una resaca o algo peor? ¿Qué otras consecuencias traen la codicia y la avaricia? ¿Cómo podemos vencer el poder sutil de éstas? Éste es un asunto vital, pues la Biblia dice que ‘ninguna persona avarienta heredará el reino de Dios’. (1 Corintios 6:10.)

La codicia se ha definido como deseo vehemente, apetito desordenado de riquezas. La avaricia se ha definido como afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Ambas pueden manifestarse de diferentes maneras, incluso: amor al dinero, apetito de poder o fama, avidez de alimento, bebida, placeres sexuales y posesiones materiales. Son las causas básicas de muchos males que nos aquejan hoy día. ¿Por qué están aumentando los casos de relaciones sexuales ilícitas y los delitos de toda índole? ¿Por qué hay millones de personas sobrealimentadas, mientras que otros millones mueren de hambre? ¿Por qué se despilfarra tanto dinero en juegos y loterías? ¿Qué hay detrás de la malversación de fondos privados y públicos, la explotación comercial y la corrupción de funcionarios públicos? ¿Y qué hay detrás de las guerras, con sus horrorosas secuelas de ruina y sufrimiento? El pervertidor poder de la codicia y la avaricia.

La codicia sexual y sus consecuencias

La codicia puede presentarse de maneras muy desagradables y degradar gravemente la vida de uno. Por ejemplo, cierto hombre casado que tenía una excelente familia tenía una codicia desordenada de tener relaciones sexuales. Un día, bajo la influencia de bebidas alcohólicas, siguió a dos muchachas hasta la casa de ellas con la intención de seducirlas. Pero el padre y cierto pariente de ellas salieron y le dieron una paliza. El hombre fue transportado al hospital con el cráneo fracturado, la mandíbula fracturada y un ojo en muy mal estado. Esto afectó tanto a su hija que ella trató de suicidarse. Toda su familia se escandalizó y se sintió degradada. ¡Qué caro le costó el ceder ante la codicia sexual!

Una experiencia del rey David de Israel confirma este punto. David ya tenía varias esposas. Pero un día vio desde la azotea a la hermosa Bat-seba mientras ella se bañaba. En vez de alejarse y despedir la idea inmediatamente, él permitió que el deseo sexual ilícito se arraigara en el corazón. Entonces cometió adulterio con ella mientras su esposo, Urías, estaba ausente luchando junto con el ejército de David.

Cuando Bat-seba llegó a estar embarazada, David primero trató de encubrir su adulterio por medio de hacer que Urías regresara a casa y se acostara con su esposa. Sin embargo, cuando aquella treta fracasó y él tuvo que enfrentarse con la terrible alternativa de hacer que Bat-seba fuera apedreada como adúltera, optó por hacer que Urías fuera expuesto a una muerte segura en batalla. Pero nada pasa inadvertido por Jehová. Él envió a su profeta Natán para que reprendiera a David por sus atroces delitos... adulterio y el causar la muerte del esposo de Bat-seba. David se sintió herido hasta el corazón y aceptó humildemente la reprensión. No obstante, pagó caro por ello. El primer hijo que tuvo por Bat-seba murió en su infancia, y desde entonces en adelante su familia estuvo atormentada por calamidades. (2 Samuel 11:1–12:23; capítulo 13.)

Este ejemplo amonestador respecto a ceder a la tentación ilustra bien la reacción en cadena del pecado, como se expresa en la Biblia: “Cada uno es probado por medio de ser provocado y atraído seductoramente por su propio deseo. Luego el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte” (Santiago 1:14, 15). El error que David cometió fue permitir que la semilla del codicioso deseo sexual se arraigara y creciera en el corazón. Una vez que el deseo pecaminoso se desencadenó, él permitió que la codicia sexual lo moviera a incurrir en mala conducta.

¡Qué contraste vemos en el caso de José, cuando éste estuvo en Egipto y la esposa de Potifar quiso convencerlo para que se acostara con ella! ¿Cómo reaccionó José a tal tentación? El registro nos dice: “Resultó pues que al hablarle ella a José día tras día él no la escuchó para acostarse a su lado, para continuar con ella”. Aun sin la guía moral de los Diez Mandamientos, que todavía no se habían dado, él había respondido ante la insistencia de ella diciendo: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”. Entonces por fin un día ella se agarró de él y le dijo: “¡Acuéstate conmigo!”. ¿Se quedó cerca José para tratar de razonar o buscar una explicación racional? Él “echó a huir y salió afuera”. Ni siquiera dio a la codicia sexual la oportunidad de germinar en su corazón. Huyó. (Génesis 39:7-16.)

Ningún cristiano sincero realmente haría planes para seguir un proceder que manifestara codicia sexual. Ahora bien, David no había planeado pecar como lo hizo. Así que el caso de él debería movernos a todos a fortalecer nuestra resolución personal de oponer resistencia a cualquier incitación a la ilícita codicia en asuntos sexuales. Nosotros —seamos solteros o estemos casados, seamos jóvenes o de mayor edad— tenemos que estar absolutamente resueltos a rechazar cualesquier tentaciones de dicha índole tan pronto como surjan. (Romanos 13:13, 14.)

La avaricia tocante al dinero, y sus consecuencias

Un ejemplo craso de una persona avarienta es el del traidor más infame de la historia humana... Judas Iscariote. Cuando Jesús lo escogió para ser apóstol, Judas tiene que haber sido fiel y no avariento. De hecho, Jesús le confió los fondos de los apóstoles. Pero con el tiempo, Judas se puso a robar parte del dinero. “Era ladrón y tenía la caja del dinero y se llevaba el dinero que se echaba en ella.” (Juan 12:6.)

Era patente que Judas había llegado a practicar el robo; se había vuelto una persona avarienta. Cuando se acercaba la Pascua culminante de 33 E.C., Judas, después de haber sido reprendido por Jesús, hizo un trato con los principales sacerdotes asesinos para traicionar al Señor por 30 piezas de plata. Más tarde, Judas sintió la atrocidad de lo que había hecho y se suicidó. El poder mortífero de la avaricia reclamó otra víctima. (Lucas 22:3; Mateo 26:14-16.)

Las malas consecuencias de la avaricia son numerosas. Muchas personas que aspiran con avaricia a tener mucho dinero gastan mucho de éste en un estilo de vida lujoso. Quizás vuelvan la espalda a alimentos sencillos y se concentren en alimentos de lujo sumamente refinados. Sin embargo, el excederse en el consumo de alimentos sabrosos que la riqueza puede comprar tiene frecuentemente un efecto contraproducente, pues causa indigestión o problemas peores, que pueden causar una muerte prematura. Cierto experto en medicina dice: “Es una dura realidad comercial del mundo de los seguros que la alimentación excesiva y el sobrepeso en el adulto no favorecen la expectativa de vida”.

Para el cristiano, el peligro espiritual inherente a la avaricia es mucho más grave. El materialismo ha hecho que algunas esposas cristianas, cuyos esposos ganan un sueldo razonable, busquen empleo también, aunque el hacerlo resulte en que se desatienda a los hijos y se reciban menos bendiciones en la obra de predicar. Ha hecho que jóvenes cristianos cedan al esplendor de empleos bien remunerados sin siquiera considerar en serio el emprender el ministerio de tiempo completo. El satisfacer los deseos de la carne, sean relaciones sexuales ilícitas o la avaricia tocante al dinero (y los placeres y las posesiones que se pueden comprar con éste), puede llevar a pecados graves y hasta a la pérdida de la vida eterna. “Porque el tener la mente puesta en la carne significa muerte, [...] porque si ustedes viven de acuerdo con la carne de seguro morirán.” (Romanos 8:6, 13.)

¿Cómo podemos evitar o vencer el poder de la codicia o la avaricia?

Una vez que la codicia o la avaricia ha dominado a alguien, a la persona se le hace difícil liberarse. Por eso más vale prevenir que curar. Los padres tienen que reprimir las tendencias codiciosas o avarientas en sí mismos primero, y luego en sus hijos. La mayoría de los niños tienden a ser egoístas. Se dice que un día Abraham Lincoln llevaba a sus dos hijitos de paseo, pero éstos estaban llorando. Un vecino preguntó: “¿Qué les pasa a los muchachos?”. Lincoln contestó: “Lo mismo que le pasa a todo el mundo. Tengo tres nueces, y cada uno quiere dos”.

Los padres deben “entrenar” a los muchachos y a las muchachas de manera consecuente y amorosa en el camino del altruismo y la consideración para con los demás (Proverbios 22:6). Esto los ayudará muchísimo durante la adolescencia, cuando los apetitos sexuales y otros deseos egoístas quizás se vuelvan intensos. Los jóvenes hoy día están constantemente bajo el ataque de la provocación sexual. Pero la Biblia dice: “Que la fornicación e inmundicia de toda clase o avaricia ni siquiera se mencionen entre ustedes, así como es propio de personas santas; tampoco comportamiento vergonzoso, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son decorosas [...] Ningún fornicador, ni inmundo, ni avariento —que significa ser idólatra— tiene herencia alguna en el reino del Cristo y de Dios”. (Efesios 5:3-5.)

Note que el “avariento” es también “idólatra”. ¿Cómo es eso? Los que llegan a estar obsesionados por el deseo de placeres sexuales, el amor al dinero (como se manifiesta en el robo, la malversación y el juego por dinero), la avidez de alimento y bebida, o la ambición de poder y fama, se hacen esclavos de tales deseos y los convierten en sus ídolos, por decirlo así. Su meta principal en la vida es el satisfacer su deseo codicioso. Los cristianos que practican tales cosas de modo idólatra son indudablemente ‘avarientos’, según la terminología bíblica, y podrían ser excluidos de la congregación. Han puesto la adoración de sus propios “dioses” por encima de la adoración de Jehová, quien es “un Dios que exige devoción exclusiva”. (Éxodo 20:3-6, 17.)

El prestar atención a programas de radio y televisión o a libros y revistas que promuevan el deseo codicioso de cosas dañinas es muy peligroso para los cristianos, tanto jóvenes como mayores. Recuerde que David no desvió su vista de Bat-seba mientras ella se bañaba y, en un momento de debilidad, cayó en la trampa de la codicia sensual. ¿Apaga usted el televisor o sale del cine cuando se presenta algún acto inmoral?

David, a pesar de su desliz, tenía profundo amor a Jehová. Esto lo ayudó a recobrarse de su transgresión. De igual manera, en África, alguien que desde hace mucho tiempo era cristiano pudo recobrarse de un caso grave de codicia tocante al dinero. Debido a ciertas dificultades, se había endeudado. Puesto que era responsable de los asuntos financieros de la compañía para la cual trabajaba, se vio tentado a “tomar prestado” dinero sin permiso. Permitió que esa “semilla” de codicia germinara y malversó una gran cantidad de dinero. Cuando sus patronos empezaron a investigar el asunto, le entró pánico y huyó del país, abandonando a su esposa e hijos. Pero pronto le remordió la conciencia y él se dio cuenta de que había cometido un terrible error. Regresó a su hogar y con el tiempo restituyó la suma entera. Fue censurado por los ancianos cristianos y ahora está progresando de manera encomiable.

¿Qué lo ayudó a recobrarse? La oración y la lectura de la Biblia. Él halló que muchas expresiones de los salmos de David tocaron una fibra comprensiva de su corazón, lo cual le ayudó a orar con mayor fervor y sentido. He aquí algunos ejemplos de dichos salmos: “Muéstrame favor, oh Dios, conforme a tu bondad amorosa. Conforme a la abundancia de tus misericordias borra mis transgresiones. Crea en mí aun un corazón puro, oh Dios, y pon en mí un espíritu nuevo, uno que sea constante”. “También de actos presuntuosos retén a tu siervo; no dejes que me dominen”. (Salmo 51:1, 10; 19:13.)

Si usted quiere evitar o vencer el poder de la codicia y la avaricia, ‘acérquese a Dios, y él se acercará a usted’ (Santiago 4:8). Cuando el corazón del cristiano está lleno de amor para con Jehová, los hermanos cristianos y las muchas personas que necesitan ayuda en estos tiempos angustiosos, entonces es más difícil que germine la desagradable “semilla” de la codicia o la avaricia. Además, ¡el espíritu santo es un excelente destructor de la codicia y la avaricia! Por eso, permita que esta fuerza poderosa entre en su corazón, lo limpie de deseos inmundos y lo llene de un anhelo profundo de servir a Jehová. Entonces la repugnante fuerza de la codicia y la avaricia no le dominará.

[Ilustración en la página 23]

La avaricia llegó a dominar a Judas Iscariote

[Ilustración en la página 24]

‘Es una dura realidad comercial del mundo de los seguros que la alimentación excesiva y el sobrepeso no favorecen la expectativa de vida’

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