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  • “La era de la codicia”

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  • “La era de la codicia”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1990
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1990
w90 15/2 págs. 3-4

“La era de la codicia”

SI AL hombre se le hace difícil acabar con el resfriado común, ¿qué esperanza hay de que elimine la codicia, un deseo ávido de riquezas o posesiones, un mal mucho más complejo?

Parece que la gente no tiene que aprender a ser codiciosa ni egoísta, pues estas características son obvias en ella desde la infancia. Para comprobarlo, basta con observar lo que dos niñitos hacen en cuanto a sus juguetes mientras juegan.

La codicia humana en el nivel personal es bastante común y dañina, pero la avidez de lucro en el campo nacional o internacional perjudica a millones de personas. Por ejemplo, considere el tráfico internacional de drogas. Cierta revista afirma que este es el negocio más lucrativo del mundo, un negocio de $300.000 millones (E.U.A.) al año. El abuso de las drogas arruina millones de vidas y causa incontables muertes prematuras. ¿Qué base tiene el alarmante aumento en el tráfico de drogas? No hay duda: es la codicia.

La revista World Press Review destaca ese motivo. Cita de la revista madrileña Cambio 16, que afirma que los países donde se producen drogas reciben apenas entre un 10% y un 20% de todas las ganancias de la venta de drogas, que otro 10% entra de nuevo en la red del tráfico de drogas mediante la reinversión en laboratorios, vehículos y armas, y que el resto va a parar a los países consumidores y llega a estar bajo las protecciones fiscales del sistema bancario del mundo.

Esto contradice la opinión de que la necesidad es el impulso tras la codicia, y de que solo hay codicia entre los pobres o los desvalidos. Es obvio que la codicia es una falta humana muy difundida que afecta a toda la sociedad, incluso a personas que en realidad no se hallan en necesidad. Una extraña característica de la codicia es lo engañosa que es... hasta personas que normalmente están satisfechas con lo que tienen en la vida manifiestan codicia si se les presenta de momento la oportunidad para ello.

La periodista Meg Greenfield se lamenta así: “Desalienta el leer a diario en los periódicos sobre los jurados de acusación y los fiscales especiales y las llamadas dudosas, las estafas y los engaños. Aunque algunos cargos no tengan base y otros sean exagerados, para mí es patente que una y otra vez ciertas personas se han salido con la suya porque se les ha permitido, aunque tal cosa jamás debería haber pasado. [...] A ese extremo hemos llegado: hasta mucho de nuestro altruismo es para complacernos a nosotros mismos, codicioso”.

¿Cuán general es?

La codicia no es nada nuevo entre la humanidad, aunque sin duda ha aumentado a causa de las presiones de la vida en el siglo XX. Ha llegado a ser tan general que en un artículo de fondo de la revista The Christian Century se da a la década de los ochenta un nombre que, según esa revista, tiene paralelo con nombres como los de “La era de la inquietud” para los años cincuenta o “La década del yo” para los setenta. ¡La revista llama a los años ochenta “La era de la codicia”!

Hoy día la codicia se ve dondequiera que hay gente reunida... en los empleos, en las escuelas y en la comunidad en general. Su influencia corruptora se ha infiltrado en el comercio, la política y hasta en las religiones principales del mundo.

En la mayoría de los casos la codicia lleva a actos ilegales de corrupción, fraudes. Por ejemplo, el periódico The Canberra Times dice que Australia tiene la cuestionable distinción de ser el primer país del mundo en el fraude en cuanto a seguros de automóviles. La revista australiana Law Society Journal parece concordar en ello: “Las demandas y las declaraciones fraudulentas de los asegurados representan un gasto de millones de dólares al año para las compañías de seguros, y, de modo indirecto, para los asegurados”. Esa revista añade que “es un problema que se agrava, particularmente en lo relacionado con los seguros contra incendios y contra pillaje en los muelles y seguros automovilísticos y sobre posesiones en el hogar”.

No es difícil, pues, comprender por qué tantas personas se mofan de la idea de que algún día se elimine la codicia. De hecho, muchos piensan que siempre existirá y que un mundo sin codicia es solo una ilusión irrealizable.

La codicia será desarraigada

¿Sobre qué base puede hacerse esa afirmación que parece una imposibilidad? Sobre la base de que ya se está logrando un modo de vivir libre de la codicia. Aunque no se alcanza perfección en esto, lo que sí se logra muestra lo que puede hacerse cuando hay instrucción y motivación apropiadas. El artículo que sigue mostrará cómo, precisamente, puede haber un mundo entero sin codicia.

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