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  • La religión y la política... ¿a punto de chocar?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 1/8 págs. 4-7

La religión y la política... ¿a punto de chocar?

LA NORMA de combinar el poder político y religioso en un solo hombre no originó con Enrique VIII. En su tiempo esta ya era una táctica política bien probada que había sido concebida para promover la unidad nacional.

Por ejemplo, el antiguo imperio egipcio tenía muchos dioses. “Faraón mismo era uno de los dioses, y una figura central en la vida de sus súbditos”, dice The New Bible Dictionary. Igualmente, el Imperio Romano tenía un panteón de dioses, en el que figuraban también los emperadores. Cierto historiador describe el culto del emperador como “la fuerza más importante de la religión del mundo romano”.

Pero a pesar del hecho de que el unir la Iglesia y el Estado data desde hace siglos, las incursiones de la cristiandad del día moderno en la política la han colocado en un derrotero que lleva a un choque con aquellos mismos cuyo favor ella solicita. ¿Por qué? Para contestar esta pregunta, examinemos ahora cómo la cristiandad se vio envuelta en la política en primer lugar.

El cristianismo verdadero... un contraste

Jesucristo, fundador del cristianismo, rechazó todo poder político. Por lo menos en una ocasión la gente, entusiasmada por los milagros que él efectuaba, trató de hacerlo rey a la fuerza; pero él “se retiró otra vez a la montaña él solo” (Juan 6:15). Cuando el gobernador romano le preguntó si él era rey, Jesús contestó: “Mi reino no es parte de este mundo. Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos”. (Juan 18:36.)

Además, Cristo dijo a sus discípulos “porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia” (Juan 15:19). Por eso, los cristianos primitivos no se dejaban desviar por problemas sociales o políticos. Por ejemplo, en aquel entonces la esclavitud era un problema principal, pero los cristianos no hicieron campañas para que esta fuera abolida. Más bien, a los esclavos cristianos se les mandó ser obedientes a sus amos. (Colosenses 3:22.)

En vez de inmiscuirse en la política, los cristianos primitivos se ocuparon en cumplir con la obra de predicar “respecto al reino de Dios” (Hechos 28:23). En tan solo unas cuantas décadas, el mensaje de ellos había llegado hasta los límites del mundo que en aquel entonces se conocía (Colosenses 1:23). Y ¿cuáles fueron los resultados? Miles de personas respondieron favorablemente y llegaron a ser ‘hermanos y hermanas’ en sentido espiritual (Mateo 23:8, 9). Los judíos y gentiles que se hicieron cristianos dejaron de comportarse de manera hostil los unos para con los otros. Hasta desaparecieron las diferencias principales entre judíos y samaritanos debido al “amor intenso” que los cristianos tenían los unos para con los otros. (1 Pedro 4:8.)

Pero el amor cristiano se extendía aun a los enemigos (Mateo 5:44). Por eso los cristianos rehusaban unirse a los ejércitos de César. ‘Pero —quizás objeten algunos— ¿no dijo Jesús: “Paguen de vuelta a César las cosas de César”?’ Es cierto. Pero ¿estaba Jesús hablando del servicio militar? No, él meramente estaba considerando el asunto de si se debía ‘pagar impuestos a César, o no’ (Mateo 22:15-21). Por eso, los cristianos pagaban impuestos. Pero consideraban que sus vidas estaban dedicadas a Dios y rehusaban hacer daño a su prójimo.

Haciéndose amiga del mundo

‘Pero fíjese en la cristiandad de hoy —quizás digan algunos—. Está irremediablemente dividida; a menudo sus miembros se matan los unos a los otros; su clero está envuelto en la política. ¿Qué le ha sucedido al cristianismo?’ Bueno, Jesús advirtió que entre los cristianos verdaderos se ‘sembrarían’ cristianos falsos (Mateo 13:24-30). De igual manera, Pablo profetizó: “Yo sé que [...] entrarán entre ustedes lobos opresivos y [...] se levantarán varones y hablarán cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí”. (Hechos 20:29, 30.)

Aun durante el primer siglo había empezado esta tendencia. Al discípulo Santiago se le hizo necesario escribir las siguientes palabras gráficas: “¡Adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios?”. (Santiago 4:4, Cantera-Iglesias; las bastardillas son nuestras.) Muchos optaron por hacer caso omiso de este consejo divino... a tal grado que en el cuarto siglo un lobo en ropa de oveja, el emperador Constantino, pudo comprometer a mayor grado el “cristianismo” corrupto por medio de hacer de este la religión oficial del Imperio Romano. Pero al hacerse ‘amiga del mundo’ la cristiandad se hace enemiga de Dios. Se hizo inevitable el que con el tiempo hubiera un choque.

Para el siglo XIII, la Iglesia, regida por su “papa” o “padre”, había llegado a la “cima del poder”, lo cual preparó el escenario para un matrimonio aun más íntimo entre la Iglesia y el Estado. El papa Inocencio III llegó a convencerse de que “el Señor dio a Pedro la gobernación no solo de la Iglesia Universal, sino también la gobernación de todo el mundo”. (Las bastardillas son nuestras.) En la obra The Empire and the Papacy, el profesor de historia T. F. Tout dice a continuación: “La obra de Inocencio fue la de un hombre de estado eclesiástico, [...] [quien] hacía y deshacía a reyes y emperadores a su capricho”. Pero el mismo escritor agrega: “Cuanto más política se volvía la autoridad papal, más difícil se le hacía apoyar su prestigio como fuente de ley, moralidad y religión”.

La religión y la guerra

La guerra es la política en una escala más violenta. Sin embargo, el papa Inocencio III organizó personalmente una campaña militar en contra de los albigenses del sur de Francia. Esto resultó en la horrible matanza de miles de personas en Béziers en 1209 y la muerte en masa de víctimas en la hoguera ordenada por la Sagrada Inquisición. Una cruzada, que originalmente se había dirigido hacia Palestina, fue desviada por medio de una intriga política de modo que incluyó a Constantinopla. Allí caballeros “cristianos” participaron en “horribles actos de saqueo, matanza, lascivia y sacrilegio que duraron tres días”. ¿Quiénes fueron las víctimas? ¡Otros “cristianos”! Un historiador dice: “Saquearon despiadadamente las mismísimas iglesias”.

Los métodos de la Iglesia, que no eran como los de Cristo, resultaron con el tiempo en que Martín Lutero clavara sus tesis desafiadoras a la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg en 1517... y así empezó la Reforma. Pero H. A. L. Fisher, en su obra History of Europe, dice: “La nueva confesión [...] dependía estrechamente del favor principesco y gubernamental”. Alemania llegó a estar dividida por razones políticas y religiosas. En Francia, los calvinistas se mezclaron igualmente con los líderes políticos. Las guerras de religión que resultaron de esto se efectuaron, por lo tanto, no solo para la libertad religiosa, sino también debido a la “rivalidad entre nobles protestantes y católicos romanos para el control de la corona”. ¡Así, la historia de la religión en Europa está escrita con sangre!

El siglo XX empezó con el combate entre los británicos y los boers en el sur de África. En ambos lados, el clero atizó las llamas con “exhortaciones desde el púlpito”. El historiador R. Kruger dice: “El volumen de súplicas dirigidas al cielo de parte de ambos lados en el transcurso de la guerra solo fue igualado por la variedad de inspiración sectaria”. ¡“Cristianos” blancos se mataban los unos a los otros mientras pedían a Dios que les ayudara a hacerlo!

Este patrón se repitió en escala colosal en 1914, cuando los ejércitos alemanes entraron en Bélgica, llevando cinturones que tenían inscritas las palabras “Gott mit uns” (Dios con nosotros). En ambos lados la Iglesia pronunció una gran cantidad de oraciones para la victoria, además de insultos mordaces contra el enemigo.

Multitudes de personas quedaron desilusionadas ante el papel que la religión desempeñó en la I Guerra Mundial. Los ateos y comunistas, que iban aumentando en cantidad, decían que la religión era “el opio del pueblo”. No obstante, el clero seguía entrometiéndose en la política y daba su apoyo a dictadores fascistas como Mussolini y Franco. En 1933 la Iglesia Católica Romana hasta concluyó un concordato con los nazis. El cardenal Faulhaber escribió a Hitler: “Este apretón de manos con el papado [...] es una hazaña de bendición inapreciable [...] Que Dios preserve al canciller del Reich [Hitler]”.

Aun la posibilidad de que haya otra guerra mundial no ha hecho que el clero se desvíe de la política. Una tendencia reciente de algunas iglesias ha sido la de inclinarse hacia la política izquierdista. Un escritor dice: “La última generación de teólogos de Latinoamérica [...] insiste en que el marxismo es la inevitable expresión política del cristianismo”. Pero la Biblia advierte: “Pues que viento siembran, segarán tempestad”. (Oseas 8:7, Biblia de Jerusalén.)

Siegan la tempestad

Sí, la Biblia da una advertencia solemne: Se acerca un terrible choque entre la religión y la política. En Revelación, capítulo 17, la Biblia describe el imperio mundial de la religión falsa manchado con sangre como si fuera una “gran ramera que se sienta sobre muchas aguas”. Esas “aguas” representan ‘pueblos y naciones’ (Rev 17 versículos 1, 15). La ramera se llama “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra”, y está “borracha con la sangre de los santos” (Rev 17 versículos 5, 6). “Babilonia” es un nombre apropiado para la religión falsa organizada, puesto que muchas de sus doctrinas se derivan de la antigua ciudad de Babiloniaa. Ella se ha ganado la reputación de asesina debido a que ha perseguido a los cristianos verdaderos en el transcurso de los siglos.

Se dice adicionalmente que la religión falsa va montada sobre una bestia que tiene “siete cabezas y diez cuernos [...] [que] significan diez reyes” (Rev 17 versículos 3, 12). En artículos anteriores de esta revista se ha identificado a esta “bestia” como el instrumento que está encargado de mantener la paz mundial, las Naciones Unidas. Las iglesias han mostrado públicamente que apoyan esta organización. En octubre de 1965, el papa Paulo VI describió a la ONU como “la última esperanza de concordia y paz”. En 1979, el papa Juan Pablo II se dirigió a la asamblea general de la ONU. Sin nunca mencionar a Cristo ni su Reino, habló de la ONU como “el foro supremo de la paz y la justicia”.

Pero ¿por qué es la unión de la religión y la ONU tan peligrosa? Porque “los diez cuernos [...] y la bestia salvaje, éstos odiarán a la ramera y harán que quede devastada y desnuda [...] y la quemarán por completo con fuego” (Rev 17 versículo 16). Por eso la religión falsa está dirigiéndose hacia un choque catastrófico con la política. Al quedar desnuda, de modo que su crasa inmundicia quede revelada, ella será completamente destruida.

Esto precipitará la “grande tribulación” de la cual habló Jesús, la cual culminará en la batalla de Armagedón. Cristo, respaldado por huestes celestiales invisibles, “triturará y pondrá fin” al sistema mundial de Satanás, de modo que solo queden ‘los mansos que heredarán la tierra’. Estos serán cristianos verdaderos quienes, entre otras cosas, se habrán mantenido completamente separados de la política divisiva. (Mateo 24:21; Daniel 2:44; Salmo 37:10, 11; Mateo 5:5; Revelación 6:2; 16:14-16.)

Si usted figura entre las personas que están afligidas por el sufrimiento y el vituperio que la religión falsa ha traído sobre el nombre de Dios, ¿qué debería hacer usted ahora? La Biblia manda: “Sálganse de ella [la falsa religión], pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados” (Revelación 18:4). Solo los testigos de Jehová están instando a las personas a obedecer este mandato. Ellos, al igual que los cristianos primitivos, se mantienen separados de la guerra y la política y por eso no serán destruidos cuando la religión choque con la política. Por eso, comuníquese con ellos. Gustosamente le mostrarán a usted cómo hallar la “puerta angosta” que lleva, no a la destrucción, sino a la vida eterna. (Mateo 7:13, 14; Juan 17:3.)

[Nota a pie de página]

a Para más detalles vea el libro “¡Babilonia la Grande ha caído!” ¡El reino de Dios domina!, publicado por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Fotografía en la página 6]

En 1914, en un altar de tambores en las gradas de la catedral de San Pablo, el obispo de Londres avivó el patriotismo del ejército británico

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