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  • ‘Buscar primero el Reino’... la meta de nuestra familia

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  • ‘Buscar primero el Reino’... la meta de nuestra familia
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 1/12 págs. 26-31

‘Buscar primero el Reino’... la meta de nuestra familia

Según lo relataron Stan y Jim Woodburn

“¡ESE mensaje me ha quitado a una familia entera!” Al remontarme a hace unos 50 años ya, no es difícil comprender el disgusto del ministro de nuestra iglesia. Los siete miembros de la familia Woodburn, hermanos y hermanas, llegamos a ser todos en rápida sucesión testigos de Jehová en Whitehaven, Inglaterra.

Todo comenzó cuando John Woodburn, mi hermano mayor, obtuvo dos libros (uno de ellos era El Arpa de Dios) de Ida Eccles, una ministra de tiempo completo (precursora) que todavía está predicando fielmente en Blackpool. John empezó inmediatamente a asistir a las reuniones de los Testigos, y en 1936 tres de nosotros, John, Tom y Stan, viajamos en automóvil hasta Glasgow, Escocia, para oír al entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, J. F. Rutherford, hablar acerca del Armagedón. Aunque aquella era nuestra primera asamblea, nos unimos a los 70 voluntarios que se solicitaron para servir de acomodadores durante el discurso público del hermano Rutherford.

Emprendemos el servicio de tiempo completo... ¡y comienza la guerra!

En 1937 llegó de la central de Brooklyn un celoso hermano de 26 años de edad para encargarse de la supervisión de la sucursal de Londres. Fue el hermano A. D. Schroeder, quien ahora es miembro del Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová. ¡Qué gran estímulo fue él para los que éramos más jóvenes y queríamos ser predicadores de tiempo completo! A principios de 1939 tres de nosotros, solteros y libres de responsabilidades de familia, aceptamos la invitación de servir de precursores.

La escena mundial estaba cambiando rápidamente, y el 3 de septiembre de 1939 Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania. Comenzó la presión para detener la obra de predicar, y poco después tuvimos que afrontar la cuestión de la neutralidad cristiana.

Cuando se me llamó para comparecer ante el tribunal como objetor de conciencia, el jurado de siete miembros apoyó mi objeción, y se me permitió continuar con mi ministerio, lo cual enojó mucho al franco juez presidente. También se exoneró a Tom del servicio militar. Sin embargo, John, Jim y Martin, otros hermanos míos, no fueron tan afortunados. Los tres recibieron condenas de prisión.

Todos tuvimos muchas experiencias emocionantes durante aquellos años de guerra, y estas no carecieron de su rasgo divertido. ¡En cierta ocasión un policía metió la cabeza por la ventanilla de mi automóvil con altavoces para decirme que la gente del pueblo había informado que yo estaba transmitiendo y recibiendo mensajes del enemigo nazi! ¡Pero pronto notó por sí mismo que el vehículo contenía solamente un fonógrafo con equipo de amplificación y ni siquiera tenía un radiorreceptor!

Jim, mientras tanto, se había mudado al sur, a Birmingham, en el sector industrial de la región central de Inglaterra, donde recibió buen adiestramiento como precursor al visitar empresas comerciales a medida que trabajaba junto con Albert Lloyd, predicador experimentado. La ciudad fue objeto de constantes ataques aéreos, y el excelente Salón del Reino central fue bombardeado. Pero la predicación del Reino aumentó, y se formaron muchas congregaciones en regiones remotas.

Repetidas veces los hermanos tuvieron buenas razones para estar agradecidos por la protección que tenían mientras iban por el territorio impartiendo consuelo espiritual a la gente. ¡Y cuánta falta hacía! Todavía puedo recordar vívidamente la mismísima mañana en que se declaró la guerra. En aquel momento estaba en una aldehuela galesa tocando en público el disco fonográfico “El fin del mundo”. Muchas personas se reunieron rápidamente en torno a mí y me pidieron literatura. ¡En poco tiempo distribuí 38 libros! No es de extrañar que de 1939 a 1945 la cantidad de Testigos en las Islas Británicas casi se duplicara, para alcanzar un máximo de 13.150 a fines de la guerra.

Llega el momento de separarnos

Poco después de terminar la guerra, salí de Inglaterra para asistir a la octava clase de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower en Nueva York, Estados Unidos. Jim y Martin, que habían sido nombrados superintendentes de circuito, continuaron con sus privilegios en el campo británico. Cuando me gradué, en 1947, fui asignado como superintendente de distrito en las Islas Británicas, y durante cinco años viajé por todo el país, mientras superentendía asambleas de circuito casi todos los fines de semana. Entre los tres, Jim, Martin y yo, abarcábamos el país entero durante aquellos años.

Pero en 1950 llegó el momento de separarnos cuando a Jim se le llamó para la clase 15 de Galaad. Él se graduó en la Asamblea [Internacional] Aumento Teocrático de los Testigos de Jehová el 30 de julio de 1950, y recibió la asignación de servir en Ecuador, América del Sur. Ahora dejaré que él se encargue de relatar su parte de la historia.

Ecuador y el campo misional

La vida misional en Ecuador fue un desafío. A pesar de las dificultades del clima y las costumbres diferentes, vimos la afluencia de muchos hermanos y hermanas nuevos. Pero no fue fácil. Por ejemplo, no teníamos fondos para organizar la primera asamblea de circuito de Guayaquil. De modo que los misioneros salimos a predicar y juntamos todas las contribuciones que recibimos por la literatura que colocamos en manos de la gente. Dichas contribuciones proporcionaron suficientes fondos para cubrir los gastos de aquella asamblea.

En 1959 me alegré mucho de recibir un cambio de asignación a La Libertad, donde ya vivía una misionera, Frances Kerr. Ella se había contagiado del espíritu de precursor de su madre, quien había servido de precursora desde el año 1919. Frances y yo nos conocíamos desde hacía algún tiempo, y en 1959 nos casamos.

En La Libertad no había Testigos cuando los primeros misioneros llegaron allí, pero ahora hay tres congregaciones prósperas en esa región. Los asuntos transcurrieron rápidamente y estuvimos en muchas asignaciones, como en Quito, Ambato y Manta. Durante ese período tuvimos el privilegio de ayudar a 147 personas a servir a Jehová, y contribuimos a fortalecer a muchas otras.

Enfermedad y regreso a Inglaterra

Después de 20 años de servicio en Ecuador, este verdaderamente había llegado a ser nuestro hogar, pero en 1971 regresamos con tristeza a Inglaterra debido a que Frances necesitaba un tratamiento médico especial. No obstante, yo estaba resuelto a seguir en el servicio de tiempo completo y no regresar a un empleo seglar. Nos alegramos de que en la zona de Paddington, Londres, hubiera muchos hispanohablantes, y con el tiempo pudimos formar la primera congregación de habla hispana en Inglaterra.

Londres es siempre un desafío para los Testigos que desean predicar en tiendas, oficinas y hoteles, donde uno encuentra personas de toda nacionalidad. Esa fue nuestra asignación durante seis años. Abarcamos una vasta sección de Londres, la cual incluía a Camden, Chelsea, Kensington, Mill Hill, Paddington y Stepney. Durante ese período colocamos en manos de la gente más de 7.000 Biblias y ayudas para estudiar la Biblia. En un hotel, el jefe de cocina reunió a todo el personal de la cocina en el comedor principal, y nosotros pudimos pronunciar un discurso de 15 minutos. El personal lo componían hispanos, italianos y portugueses, y muchos de ellos jamás habían visto una Biblia. La reacción fue verdaderamente maravillosa.

Un día, mientras visitaba oficinas del centro comercial de Londres, fui a un banco muy conocido y, al mirar adentro, vi a un señor alto, bien arreglado y de apariencia impresionante. De manera negativa, creí que él rechazaría el mensaje; pero hice una oración breve y lo abordé. Sin decir ni una palabra, se dirigió a su escritorio, sacó una Biblia verde y un ejemplar de La Atalaya y dijo: “Yo también soy testigo de Jehová”. Aquello fue una lección que voy a recordar... no juzgar de antemano a la gente.

La testificación en las escuelas

Siempre tuvimos el deseo de regresar a Ecuador, y pudimos lograrlo en 1977, cuando Frances recuperó totalmente su salud. ¡Cuánto gozo nos causó eso! Nuestra primera asignación fue Santo Domingo de los Colorados. Mientras estábamos allí, comenzamos a probar otro medio de predicar. Una mañana, mientras predicábamos de casa en casa, hallamos que la mayoría de la gente no estaba en casa. Pero en el territorio había tres escuelas donde había mucha actividad... ¿por qué no las visitamos? Oramos sobre el asunto y entonces fuimos a ver a los maestros y llevamos con nosotros las dos publicaciones Tu juventud... aprovechándola de la mejor manera y ¿Llegó a existir el hombre por evolución, o por creación? ¡Los resultados fueron maravillosos!

Hallamos que tanto maestros como estudiantes estaban muy deseosos de estudiar esos dos libros. Un profesor, sacerdote católico, pidió cien ejemplares de cada uno para asegurarse de que todos los estudiantes de tres clases en particular tuvieran su ejemplar personal. En otra escuela secundaria, el director había estudiado ambos libros y estaba deseoso de que los estudiantes también los leyeran. Allí había más de 3.000 estudiantes, así que tuvimos que ir tres veces para poder hablar con todos en sus salas de clase. ¡Dejamos más de mil libros allí!

En otra escuela católica, el director, un sacerdote de España, había leído con aprecio el libro Evolución, así que nos dio permiso para visitar cada sala de clases y pronunciar un discurso breve. Distribuimos entre los estudiantes todas las publicaciones que teníamos, y tuvimos que volver de nuevo. Entonces nos enteramos de que se les había pedido que hicieran un estudio a fondo del capítulo del libro Tu juventud que trata sobre las drogas. Parece que el uso de drogas era un problema creciente en aquella escuela. En esa ocasión colocamos más de 400 libros en manos de los estudiantes.

Nuestra siguiente asignación fue la ciudad de Ambato, que está rodeada de montañas cubiertas de nieve. Aquí también tuvimos buenos resultados al visitar un colegio de adiestramiento católico y otras escuelas del distrito. En una de ellas, visitamos cada sala de clases y dejamos 438 libros Tu juventud. A algunos de los maestros les entusiasmó tanto el libro que dijeron la mayor parte de lo que nosotros íbamos a decir y leyeron a los estudiantes los títulos de los capítulos. Dijeron a los estudiantes que realmente deberían obtener un ejemplar, en vez de comprar libros que no sirven para nada.

Al recordar el pasado, puedo decir que hemos tenido el gozo de hablar con millares de estudiantes y centenares de maestros, y les hemos dejado más de 11.000 ayudas para estudiar la Biblia. Algunas de esas personas vivían muy en lo interior de zonas selváticas inaccesibles, adonde no llega ningún automóvil. Sí, todavía hay gran trabajo que hacer en Ecuador.

El tiempo ha volado, y ahora estamos de regreso en Londres, después de un ataque de mala salud. Por más de cuatro décadas, Jehová nos ha respaldado mediante su espíritu santo. ¡Qué expresión de bondad inmerecida de parte suya el que hayamos podido utilizar nuestra vida en Su servicio, desde nuestra juventud! (Eclesiastés 12:1.) Pero ahora dejaré que Stan le relate el resto de la historia.

La predicación en Irlanda

En 1949 había mucha oposición a la obra de testificar en Irlanda, la cual estaba entonces bajo la supervisión de la oficina de la Sociedad Watch Tower en Londres. Como resultado de nuestros discursos bíblicos al aire libre, el ministro que presidía la Iglesia Bautista de Irlanda del Norte desafió a los testigos de Jehová a un debate sobre “La resurrección del Señor Jesucristo”. La Sociedad me pidió, como superintendente de distrito, que me encargara de esta asignación. El debate había de celebrarse en Portadown, donde había una pequeña congregación activa.

La noche del debate se atestó el ayuntamiento hasta las puertas. Parecía que los bautistas habían alquilado el lugar unas horas antes para una reunión de oración. Puesto que allí había unas mil personas procedentes de todas partes de la zona, y unos 70 clérigos, los testigos de Jehová eran menos numerosos. El pastor bautista solamente se valió de la emoción religiosa sentimental, mientras trataba de avivar a la muchedumbre para que presentara oposición a los Testigos. Tras dos horas de debate, rehusó explicar 1 Pedro 3:18 y otros textos bíblicos que prueban que Jesús fue levantado en espíritu.

Al final, cuando les recordé el consejo de Gamaliel que se registra en Hechos 5:34-39, respecto a que ellos pudieran estar peleando contra Dios, el pastor perdió los estribos y gritó: “¡Ciérrenles las puertas! ¡No es incorrecto cerrar las puertas al Diablo!”. Sin embargo, varias personas del auditorio pudieron ver quién tenía la verdad. Algunos de sus feligreses dejaron la iglesia, ¡y aquel fin de semana la pequeña congregación de Portadown salió a visitar a la gente y colocó en manos de ella más literatura que la que había colocado en los seis meses anteriores! Ahora allí hay una congregación grande que tiene un magnífico Salón del Reino y muchas congregaciones en otros pueblos cercanos.

Conservo el espíritu de precursor

En 1952 me casé con Joyce Cattell, de la familia Betel de Londres, y en 1957 recibimos la gozosa sorpresa de tener una hija, Jane. Este suceso produjo un cambio en nuestro modo de vida. No quedando más remedio, salí a buscar empleo. Pero a pesar de eso, todavía mantuvimos el Reino en primer lugar en la vida y experimentamos la veracidad de lo que David expresó en uno de mis salmos favoritos: “He puesto a Jehová enfrente de mí constantemente. Porque él está a mi diestra, no se me hará tambalear”. (Salmo 16:8.)

Durante los años subsiguientes nos mudamos a diferentes zonas, mientras servíamos donde había mayor necesidad de predicadores, y de vez en cuando participábamos en el servicio de precursor auxiliar. Los hermanos ayudaban bondadosamente por medio de ofrecerme empleo, pero yo resistí la tentación de convertir la búsqueda de riquezas materiales en mi meta principal en la vida. Cuando llegaba el tiempo de buscar alojamiento en otro lugar, aparecía el trabajo necesario para proveer el alojamiento. Estoy muy contento de haber conservado este espíritu de precursor.

África del Sur, Irlanda, y de regreso a Gran Bretaña

Después de haber servido en muchos lugares por todas las Islas Británicas, incluso las remotas Hébridas Exteriores, nos mudamos a África del Sur a fines de los años sesenta. Allí trabajamos entre la población negra y nos alegramos de participar en el aumento de un grupito de cinco Testigos, el cual ascendió a 61. (1 Corintios 3:6-9.) Por razones de salud, en 1974 regresamos a Irlanda del Norte, donde servimos cerca de la frontera, en medio de actividades terroristas.

En un viaje que hice al otro lado de la frontera en 1975 para entregar ciertos productos, relacionado con mi empleo de media jornada, tres terroristas encapuchados me detuvieron en el camino y me ordenaron que saliera del automóvil. Cuando me preguntaron quién era y qué hacía allí, rápidamente les dije: “Soy testigo de Jehová”. Después que se aseguraron de que yo no era uno de los espías ingleses, me dejaron libre y yo seguí mi camino, agradecido por la protección de Jehová. (Proverbios 18:10.)

En 1977 regresamos a Inglaterra. ¡Qué privilegio gozoso recibimos entonces! ¡A la edad de 62 años fui invitado de nuevo a la obra de circuito! Para entonces nuestra hija de 20 años de edad, Jane, era precursora regular y podía ocuparse muy bien de sí misma. Así que vendimos las pocas pertenencias que teníamos, y después de dos años en la obra de circuito, tuve otra vez la responsabilidad de servir en la obra de distrito y superentender las asambleas que se celebraban en el Salón de Asambleas de Manchester, en la parte norte de Inglaterra. En verdad, experimentamos de nuevo lo que dice el Salmo 16, como lo expresa tan hermosamente el Sl 16 versículo 6: “Los mismísimos cordeles de medir han caído para mí en lugares agradables. Realmente, mi propia posesión me ha resultado grata”.

En la actualidad estamos sirviendo felizmente en la obra de circuito en zonas donde había servido hace años. ¡Pero qué diferencia! Sí, nos encontramos con los fieles hermanos mayores que conocimos en aquel entonces, pero la expansión de la obra del Reino ha traído a centenares de personas más a la organización y ha resultado en muchas otras congregaciones.

Aunque ya han fallecido tres de los siete miembros originales de la familia Woodburn, el resto de nosotros —Beth, de 80 años de edad, y Tom, que ahora tiene 78 años, junto con Jim y yo— continuamos sirviendo a Jehová. Mi hermano Martin terminó fielmente su carrera en 1973, después de 34 años predicando de tiempo completo, y Marie, su viuda, todavía sigue activa en Glasgow, Escocia.

¡Qué familia privilegiada hemos sido nosotros! Si contamos a todos los hijos y nietos, 35 de nosotros hemos dedicado nuestra vida a Jehová. El amor y la bondad de muchos hermanos queridos, junto con el amor y las bendiciones protectoras de Jehová mismo, nos han convencido a todos de que el ‘buscar primero el Reino’ es el derrotero verdaderamente seguro y sabio en nuestros días. (Mateo 6:33.)

[Fotografía en la página 27]

Stan, Jim y Martin Woodburn, los tres en el servicio de tiempo completo en 1950

[Fotografía en la página 28]

Jim y Frances Woodburn sirvieron de misioneros en Ecuador

[Fotografía en la página 29]

Stan Woodburn sirve de tiempo completo en la obra de circuito en Inglaterra, acompañado por su esposa, Joyce

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