“Implicaciones legales en la práctica médica de las transfusiones”
“EL SIDA es la enfermedad más reciente, y potencialmente más peligrosa, del siglo veinte.” En estos términos describió el Dr. L. A. Laskey (científico decano de la Corporación Genentech) un problema que provocó la celebración de una reunión en Washington, D.C. (E.U.A.), la cual se llevó a cabo los días 19 y 20 de septiembre de 1985.
Seguramente usted sabe que el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) ha sido relacionado con productos derivados de sangre y con transfusiones. El programa impreso, para la referida reunión, expresó lo siguiente:
“Que recordemos, ninguna otra preocupación por una enfermedad ha generado tanta discusión y temor entre el público en general. Es posible que los casos de SIDA se dupliquen para el próximo año y, para entonces, aproximadamente un millón de norteamericanos [y un número incontable de personas de otros países] tal vez estén afectados. Por lo tanto, la responsabilidad legal que potencialmente emana del SIDA es grande”.
Unos 200 médicos, abogados y miembros del personal de bancos de sangre se reunieron para la conferencia sobre el tema “Implicaciones legales en la práctica médica de las transfusiones”. Una mayoría, bien por su trabajo o su profesión, estaba relacionada con las transfusiones de sangre. Pero además, estuvieron presentes algunos testigos de Jehová. He aquí algunos puntos seleccionados de lo que los oradores revelaron.
La preocupación principal la constituía el riesgo de la diseminación del SIDA por medio de la sangre y los riesgos legales en los que pueden incurrir quienes trabajan en empresas afines a la medicina, recogiendo, procesando o vendiendo sangre. La preocupación por esto último se hizo evidente en el primer discurso sobre ‘organización, financiación y regulación del sistema de almacenamiento de sangre’. Según el Dr. P. J. Schmidt, desde el siglo XVII ha habido una regulación. Para entonces, Denis, un médico francés, estuvo implicado en “el primer pleito por negligencia en el empleo de una transfusión” que se registra en la historia, por haberle administrado “sangre de cordero a un joven paciente que más tarde murió”. ¿Es necesario aún que haya una regulación? El Dr. Schmidt reconoció: “Creo que hay muchas incógnitas. Sin embargo, el acto mismo de la transfusión representa un enorme desafío cotidiano. En este país, las transfusiones representan —con una incidencia de un millón de veces al mes— un experimento en inmunología y epidemiología que a menudo no tiene siquiera precedente legal”.
Más adelante, el Dr. Paul Ness (del Hospital Johns Hopkins) habló sobre “los problemas que pueden presentarse con la transfusión”. Él reconoció que en tan solo “media hora es muy difícil abarcar todos los problemas que pueden presentarse con una transfusión de sangre”. De hecho, explicó que había pensado presentar una diapositiva que mostrara una etiqueta que dijera “Advertencia, la transfusión de sangre puede causar los siguientes problemas”, y a continuación alistar “unos 50 problemas diferentes [...] [Pero] sabía que de todos modos la lista hubiese estado incompleta”.
La Dra. Johanna Pindyck (del Programa de Sangre de la Zona Metropolitana de Nueva York) dijo que ‘el problema más apremiante al que nos encaramos en el campo de la transfusión de sangre es la aparición de un tipo de hepatitis, transmitida por la transfusión misma, que no corresponde a las clasificadas A y B’. Este tipo de hepatitis “se piensa que lo originan por lo menos dos agentes víricos; sin embargo, aún no ha podido definirse su índole exacta. Se han llevado a cabo estudios por muchos años —de 10 a 15—, pero aún no hemos descubierto su origen”. Respecto a los mejores análisis disponibles que se han efectuado para localizar en la sangre este tipo de hepatitis, ella dijo: “Probablemente un 10% —o tal vez un poco menos— de la sangre que se almacena está siendo actualmente examinada”.
Al comentar sobre el SIDA, la Dra. Pindyck y otros, expresaron un punto de vista esperanzado respecto a los análisis de sangre actuales, con los que los bancos de sangre pueden prácticamente evitar que “la sangre que se emplea en la transfusión sea una fuente de transmisión del SIDA”. Pero, ¿pueden? El Dr. Laskey dijo más tarde que los análisis actuales ‘son increíblemente caros, peligrosos de realizar y no son completamente exactos’. ¿Y qué puede decirse de un método recientemente desarrollado que, en la opinión del Dr. Laskey, es superior? Él hizo referencia a experimentos realizados en pacientes que tienen el SIDA o afecciones relacionadas con este. En un número determinado de estos pacientes, las pruebas realizadas con este método no revelaron que tuvieran alguna afección relacionada con el SIDA. Él dijo: ‘Ninguna [es decir, ninguna de las pruebas] hubiera [detectado]’ el SIDA.
Usted puede entender ahora por qué muchos han considerado la posibilidad de almacenar su propia sangre o aceptar sangre únicamente de algún amigo o pariente. Pero el Dr. Joseph Bove (del Hospital de New Haven de Yale) se opuso a esta idea, sosteniendo que este procedimiento sería caro y resultaría en que hubiera escasez de sangre. Él añadió: “Una de las causas principales de muertes relacionadas con la transfusión se debe a errores en su administración: transfundir un tipo de sangre equivocado a quien no corresponde. Me avergüenza [...] decir que, ahora, en 1985, a pesar de toda la tecnología que tenemos, con ordenadores y todo lo demás, no podamos poner la clase adecuada de sangre que corresponde al paciente. Pero hemos de reconocer que no siempre lo hacemos, y es así como matamos a la gente”.
Como resultado, los conferenciantes tuvieron mucho que decir respecto a las implicaciones legales. ¿Cómo puede un banco de sangre protegerse contra un pleito por negligencia? Ahora que es posible hacer análisis, si el análisis de la sangre de un donante fuera positivo respecto a anticuerpos del SIDA, ¿debería el banco de sangre notificar a todas las personas que en los últimos años hubieran recibido sangre de este donante? El Dr. Schmidt (director de un banco de sangre) dijo: “Por el momento, yo estoy en contra de tal notificación. Por nuestra parte, hacemos cuanto tenemos que hacer y nada más”. ¿Debería obtenerse una orden judicial a fin de imponer una transfusión de sangre en quienes la rechazan, por ejemplo, los testigos de Jehová, quienes la rechazan por razones religiosas?
De hecho, los testigos de Jehová fueron mencionados en la disertación del Dr. William Dornette, sobre el tema “Negligencia y casos de responsabilidad”. Él explicó que una de las bases sobre la que se apoyan los Testigos para rechazar la sangre “es este capítulo de Génesis [9:3, 4]. Allí específicamente dice: ‘De veras lo doy todo a ustedes. Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer’”. ¿Cuán razonable es esa posición y qué derecho legal tienen los Testigos para rechazar una transfusión?
El Dr. Dornette, doctorado tanto en medicina como en leyes, indicó: “Por muchos, muchos años los adherentes a la fe de los testigos de Jehová han sido considerados como un puñado de excéntricos que no sabían lo que hacían, porque ‘Yo, el profesional médico lo sé todo’. Pero, en primer lugar, debemos reconocer que estas personas son profundamente religiosas. En segundo lugar, son ciudadanos americanos [...] En tercer lugar, tienen derecho a la práctica de su religión y están interesados en recuperarse de su enfermedad [...] Creen en los cuidados médicos. Y, en mi opinión, debemos respetar sus derechos como individuos al libre ejercicio de su religión”. Luego añadió: “Si un médico no obtiene el consentimiento de un paciente para determinados tratamientos y procede, es una agresión. Si no se obtiene el consentimiento para una transfusión, es una agresión. [...] Si el médico obtiene de un paciente competente una negativa a la transfusión claramente explicada, se habrá absuelto a sí mismo de verse ante un tribunal, acusado de responsabilidad criminal”.
Susan Lentz, una abogada, recalcó esto último al decir: “Es importante que se entienda que el consentimiento explícito es verdaderamente significativo solo si el médico reconoce que esto incluye, no solo el derecho de consentir, sino también el derecho de no consentir”. A esto, añadió: “En este mismo año se han producido tres o cuatro fallos judiciales que han ratificado el derecho de los pacientes testigos de Jehová a rechazar las transfusiones”. Ella concluyó: “A medida que lo que ustedes han escuchado aquí, durante el último día y medio, respecto al SIDA y problemas afines, se convierte en una situación más problemática, al menos en la mente del público, las dificultades relacionadas con la negativa ante las transfusiones también pueden aumentar”.
(Se publicará información adicional de interés en la revista ¡Despertad! del 22 de abril de 1986.)
[Recuadro en la página 26]
¿Pueden confiar los pacientes en la capacidad de un banco de sangre para detectar sangre contaminada con el SIDA? El Dr. Myron Essex, presidente del departamento de la biología del cáncer en la Escuela de Salud Pública de Harvard, dijo recientemente: “Es sumamente improbable que las pruebas tengan una eficacia de más del 90%, y opino que el porcentaje se halla entre el 75 y el 80%. Me sorprendería de que fuese mayor”. (The New York Times, 4 de octubre de 1985.)
[Recuadro en la página 27]
“El nuevo análisis de sangre, aprobado el pasado abril y empleado por todos los bancos de sangre, solo detecta anticuerpos del virus del SIDA, tipo HTLV-3. Lo que desafortunadamente no detecta es a aquellas personas que ya son portadoras del contagioso virus del SIDA pero que aún no han producido anticuerpos [...] Por lo tanto, una porción pequeña pero significativa de casi un millón de personas que son portadoras del virus no revelará en los análisis de rutina que se efectúan en los bancos de sangre la presencia del SIDA”. (Sanford F. Kuvin, doctor en medicina, Jerusalén, 17 de noviembre de 1985.)