¿Sigue usted los pasos del Salvador?
UNO de los mejores cumplidos que uno pudiera rendirle a una persona es el de imitarla. Los niños a menudo imitan a sus padres. Los adolescentes tal vez imiten a artistas populares, los adultos quizás traten de imitar a líderes prominentes del mundo de los negocios y la política. Pero ¿cuántos tratan de imitar al líder más extraordinario de la historia humana, a Jesucristo?
La organización Gallup efectuó recientemente una encuesta que reveló lo siguiente: “De cada diez estadounidenses, ocho dijeron que tratan hasta cierto grado de seguir el ejemplo de Jesús”. Apenas el “doce por ciento dijo que estaba haciendo el mayor esfuerzo posible”.
Sin embargo, ¿qué hace que valga más la pena imitar a Jesús en vez de a otros hombres influyentes? Por una parte, como hizo notar The World Book Encyclopedia, Jesucristo “probablemente ha ejercido más influencia en la humanidad que cualquier otra persona que haya vivido”. Pero a diferencia de otros hombres influyentes, Cristo no dirigió ejércitos al campo de batalla para efectuar conversiones forzadas. Él no dependió de propaganda costosa como hacen ciertos evangelistas conocidos de hoy día. Tampoco apoyó a ningún partido político. Su influencia se debió al poder vivo de su mensaje y a la manera como lo presentaba. (Mateo 7:28, 29; Juan 7:46.)
Jesús movió a la gente a hacer cambios drásticos en su vida, tanto en sentido espiritual como moral. ¿Qué otro hombre influyente ha afectado a tantas personas de una manera tan provechosa? Además, ¿a qué otro líder humano se le pudiera describir como “leal, sin engaño, incontaminado, separado de los pecadores”? (Hebreos 7:26.) Por lo tanto, el ejemplo de Jesús es perfecto, ¡diferente al de cualquier otro humano que haya caminado sobre la haz de la Tierra!
Algunos se preguntan: ‘Pero ¿cómo puede un ser humano débil e imperfecto seguir tal ejemplo?’. El historiador H. G. Wells, en su libro The Outline of History, hace notar que desde el mismísimo comienzo los hombres no quisieron seguir el ejemplo de Cristo. “Pues, el tomar en serio [a Cristo] —dice Wells— significaba emprender una vida extraña y alarmante, abandonar hábitos, controlar instintos e impulsos, probar una felicidad increíble.” Wells concluye diciendo: “No es de sorprender que hasta el día de hoy este galileo [Cristo] sea demasiado grande para nuestros pequeños corazones”.
Pero ¿es eso realmente cierto? Tenemos que admitir que no podemos imitar perfectamente a Cristo. No obstante, el apóstol Pedro dijo que Cristo ‘dejó dechado para que siguiéramos sus pasos con sumo cuidado y atención’. (1 Pedro 2:21.) Note que él no dijo “a perfección”, sino “con sumo cuidado y atención”. Entonces, ¿qué clase de dechado o modelo nos dejó Jesús? ¿Cómo podemos imitarlo?