Los proclamadores del Reino informan
Chile prospera bajo mayor iluminación
COMO la luz solar extiende su resplandor sobre las montañas de los Andes al amanecer, así empezó a extender su brillo la luz de la verdad bíblica sobre Chile en 1930. En aquel año uno de los siervos dedicados de Jehová vino desde Argentina con las buenas nuevas. Hoy, la luz de la Palabra de Dios ha extendido su esplendor hasta lugares recónditos del país.
Aunque en 1945 se estableció la primera sucursal de la Sociedad Watch Tower en Chile, en 1970, cuando la cantidad de proclamadores del Reino había ascendido a 7.000, se construyó una nueva y más amplia sucursal. En los siguientes diez años la iluminación creciente de la Palabra de Dios llegó a muchos otros corazones que supieron responderle. Para principios de los años ochenta se hizo apremiante una sucursal más grande. Por eso, en septiembre de 1982 se compraron 7 hectáreas (17,5 acres) de terreno en las afueras de Santiago. Y después de mucho trabajo preliminar comenzó la excavación pertinente, en junio de 1984.
Fue un gozo ver el apoyo que dieron al proyecto los hermanos chilenos —jóvenes y mayores— con sus generosas contribuciones. Otros miles de hermanos contribuyeron su tiempo y talento. Personas que tenían adiestramiento técnico suplieron ayuda en ingeniería. Otras trabajaron en carpintería, en soldadura, en hacer cortinas, en hermosear el terreno, o suplieron sencillo esfuerzo amoroso desarraigando la mala hierba, llevando cargas en carretillas y cavando zanjas. Sí, la luz progresiva de la Palabra de Dios ha llegado al corazón de Su pueblo y los ha movido a ofrecerse de buena gana. (Salmo 110:3.)
Las personas de afuera notaron la unidad y el buen deseo de trabajar de los Testigos. Muchos vendedores, y hasta estudiantes y profesores universitarios, vinieron al lugar de la construcción para observar y aprender. Cierto constructor quiso alquilar a todo el grupo que trabajaba con el hormigón, para que le ayudaran a construir un supermercado. Un vendedor reparó en que los obreros diferían mucho de lo que le era conocido a él: No se oían malas palabras ni se veía a la gente perdiendo el tiempo. Cuando se le dijo que todos eran testigos de Jehová y servían voluntariamente, respondió: “En ningún otro lugar se vería esto. Ustedes son de otro mundo”.
Finalmente, en agosto de 1986 el personal de la sucursal chilena se mudó al nuevo edificio en Puente Alto. Y el 25 de octubre, en la ocasión de una visita de A. D. Schroeder, del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová, una muchedumbre entusiástica de 933 personas expresó su apoyo de todo corazón al dedicar los nuevos edificios al servicio de Jehová. El día siguiente se celebró un acontecimiento especial en un estadio cercano, y 18.012 personas añadieron su sí a la resolución que se había tomado.
¿Se necesita, realmente, esta expansión? Que los hechos den la respuesta. En 1982, cuando se compró la propiedad, había 17.500 publicadores del Reino en Chile. ¡Ahora hay más de 29.000! Y puesto que se conducen casi 40.000 estudios bíblicos en los hogares de la gente, se ve que la expansión seguirá. Por eso, que la luz de la Palabra de Dios resplandezca cada vez más brillantemente en este fértil territorio al pie de los Andes, para la alabanza de Jehová y la bendición de su pueblo. (Daniel 12:3.)