La curación por fe... ¿viene de Dios?
AQUEL hombre había estado enfermo por 38 años. “¿Quieres ponerte bien de salud?”, le preguntó Jesús. Si usted hubiera sido aquel hombre, ¿no se habría apresurado a contestar afirmativamente? Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. ¿Qué sucedió entonces? “El hombre inmediatamente se puso bien de salud, y tomó su camilla y echó a andar.” (Juan 5:5-9.)
Esta hazaña de curación divina estuvo entre las muchas que Jesús ejecutó durante su ministerio terrestre. (Mateo 11:4, 5.) Hoy día los que sanan por fe alegan que Dios todavía ejecuta curaciones de esa índole, y como apoyo tienen el testimonio de miles de personas que afirman que han sido sanadas por ellos.
Diferencias importantes
Un estudio de la Biblia revela varias diferencias de importancia entre las curaciones de que informa la Biblia y las que informan los sanadores de hoy. Por ejemplo, Jesús y sus discípulos nunca cobraron por sus curas. “Recibieron gratis; den gratis”, enseñó Jesús. (Mateo 10:8.) Así, siguieron el ejemplo que dio Eliseo, quien rehusó un regalo de un hombre llamado Naamán, a quien Eliseo había sanado de lepra. (2 Reyes 5:1, 14-16.) Por lo tanto, cuando los sanadores de hoy cobran por sus servicios violan este precedente bíblico.
También debe notarse que las curaciones de los tiempos bíblicos eran instantáneas o se efectuaban dentro de poco tiempo. Cuando el apóstol Pedro vio a un hombre “que era cojo desde la matriz de su madre”, dijo al hombre: “¡En el nombre de Jesucristo el Nazareno, anda!”. El relato dice: “Al instante se le pusieron firmes las plantas de los pies y los huesos de los tobillos; y, dando un salto, se puso de pie y echó a andar”. (Hechos 3:1-8.) Lea otros ejemplos en Hechos 5:15, 16 y 14:8-10.
Sin embargo, ¡muchas veces las curaciones por fe de hoy necesitan días, semanas o hasta meses para realizarse! Nótese, también, que los sanadores tienden a concentrarse en las enfermedades funcionales, como la ceguera, la parálisis o la sordera... males que a veces tienen base sicológica. Dice el cirujano Paul Brand: “Una vez que un hecho orgánico se ha hecho incuestionable —cuando faltan piernas, ojos o folículos del pelo— rara vez acontecen milagros”. Sin embargo, Jesús sanaba “toda suerte de dolencia y toda suerte de mal”, lo que incluía defectos de obvia naturaleza orgánica, como una mano seca. (Mateo 9:35; Marcos 3:3-5.)
‘¡Usted no tiene fe!’
Un hecho trágico es que muchas personas que padecen de enfermedades dolorosas asisten a ‘cruzadas de curación’ solo para regresar a su hogar tan enfermas como siempre. La explicación de los sanadores a tales fracasos es: ‘¡No tienen fe!’. Pero esto da la impresión de que hay engaño implicado. Como hace notar el Dr. William Nolen: “A diferencia del médico ortodoxo, el sanador síquico nunca tiene que llevar la responsabilidad cuando no puede curar. Tengo que confesar que quisiera valerme de esa excusa cuando trato a un paciente a quien no puedo curar”.
Ni los profetas de Dios, ni Jesús ni los discípulos de Jesús tuvieron que presentar la excusa de que el enfermo no fue curado por su falta de fe. Es verdad que la falta de fe puede haber hecho que menos personas se presentaran para ser sanadas. Pero para las que sí se presentaron, ¡siempre hubo curación completa! (Marcos 6:5, 6.)
De hecho, en algunos casos recibieron curación personas que obviamente no tenían mucha fe. Por ejemplo, Naamán, el jefe del ejército sirio, no estaba plenamente convencido de que podría ser curado de su lepra con solo seguir las instrucciones del profeta Eliseo. Solo después de su curación admitió: “Mira aquí, sé con certeza que no hay Dios en ninguna parte de la tierra sino en Israel”. (2 Reyes 5:11-13, 15.) Por eso, las flojas excusas de los sanadores quedan en nada.
La curación... un don que pasó
Pero ¿no es cierto que los dones milagrosos de sanar eran comunes entre los primeros cristianos? (1 Corintios 12:9.) Sí, pero había buena razón para los milagros de entonces. Por milenio y medio la nación del Israel carnal había sido el pueblo escogido de Dios; pero en el primer siglo de nuestra era común Israel fue rechazado por su falta de fe y reemplazado por la nueva congregación cristiana. Aquellos cristianos primitivos necesitaron ayuda extraordinaria para fortalecer su fe y probar al mundo exterior que Jehová Dios los apoyaba.
Por eso, la congregación cristiana en su infancia recibió dones milagrosos, entre ellos el de curación. Estos dones fueron “una señal” para los que no creían y un medio de edificar la fe de los creyentes. (1 Corintios 14:22.) Sin embargo, puesto que han pasado casi dos mil años desde sus comienzos, el cristianismo ya no está en su infancia. (Compárese con 1 Corintios 13:9-13.) Ha pasado mucho tiempo desde que la Biblia quedó completa, y se distribuye en millones de ejemplares. Por eso, hoy día es fácil para los cristianos verdaderos dirigir a los no creyentes a las páginas de la Biblia para apoyar lo que enseñan. Ya no se necesitan manifestaciones milagrosas.
Además, Pablo indicó que los dones sobrenaturales ‘serían eliminados’. (1 Corintios 13:8.) Aquellos dones se pasaban a otras personas solo directamente por los apóstoles de Cristo Jesús, o en la presencia de ellos. (Hechos 8:18-20; 10:44-46; 19:6.) Las manifestaciones milagrosas cesaron después de la muerte de los apóstoles.
La Cyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, por McClintock y Strong (tomo VI, página 320), dice que es “una declaración incontestada que durante los primeros cien años tras la muerte de los apóstoles se oye poco o nada de que los cristianos primitivos hicieran milagros”.
Por qué tener cuidado
Jesucristo advirtió que vendría un tiempo en que muchos le dirían: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?”. Sin embargo, Jesús les diría: “¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mateo 7:22, 23.) Entonces, ¿qué explica el que aparentemente puedan ejecutar “obras poderosas” si no es el espíritu de Dios?
Parece que en algunos casos se trata de puro engaño. Por ejemplo, The Herald, un periódico de Zimbabue, dio un informe sobre tres personas a quienes un famoso sanador alegó haber sanado. El periódico denunció la curación como un engaño: “Un niño todavía no puede oír ni hablar; otro niño nunca fue sordo ni mudo; y una mujer, que solo era sorda, todavía no puede oír”.
A veces parece que la curación tiene un efecto que se debe solo a la convicción del enfermo. En otros casos —especialmente cuando pasa mucho tiempo antes que se manifieste la curación— parece que el mecanismo natural de curación del cuerpo hace el trabajo. En el libro Science and the Paranormal, el Dr. William Nolen alega que “aproximadamente el 80% de los pacientes que vienen [al médico ortodoxo o corriente] tienen enfermedades que están limitadas en sí mismas... es decir, enfermedades que se sanarán por sí mismas”. Por eso, el sanador puede fácilmente atribuirse esta curación con el tiempo.
Finalmente, la Biblia advierte que “Satanás mismo sigue transformándose en ángel de luz” en un esfuerzo por engañar a la gente. (2 Corintios 11:14.) En 2 Tesalonicenses 2:9, 10, Pablo explicó, además: “La presencia del desaforado es según la operación de Satanás con toda obra poderosa [“toda clase de milagros”, Biblia de Jerusalén] y señales y portentos presagiosos mentirosos, y con todo engaño injusto para los que están pereciendo”. Por eso, ¡tenga cuidado! ¡Muchas veces la curación por fe implica poderes demoníacos! “No quiero que ustedes se hagan partícipes con los demonios —advirtió Pablo—. No pueden estar bebiendo la copa de Jehová y la copa de demonios.” (1 Corintios 10:20, 21.)
Cuando el cristiano enferma
Es verdad que cuando uno enferma la posibilidad de una curación milagrosa puede parecerle atractiva. Pero note que Epafrodito, colaborador del apóstol Pablo, estuvo enfermo hasta casi morir. (Filipenses 2:25-27.) Timoteo, quien sirvió en estrecha compañía con Pablo, también sufrió “frecuentes casos de enfermedad”. (1 Timoteo 5:23.) Sin embargo, Pablo no curó milagrosamente a ninguno de estos hombres. Cuando Pablo mismo necesitó atención médica, probablemente utilizó los servicios de Lucas, “el médico amado”, quien viajaba con él. (Colosenses 4:14.)
Hoy, de igual manera, el cristiano que enferma puede buscar la ayuda de un médico o terapeuta capacitado, y evitar todo contacto con curaciones inspiradas por demonios o con los engaños que son tan comunes en muchos países hoy. También puede orar, no por curación milagrosa, sino por sabiduría para tratar con su enfermedad. (Santiago 1:5.) Además, puede implorar que Jehová ‘lo sustente sobre un diván de enfermedad’. (Salmo 41:3.)
Es verdad que uno puede desanimarse mucho cuando la ciencia médica no puede curarlo de alguna enfermedad. No obstante, hasta enfermo el cristiano debe hacer el esfuerzo por ‘asegurarse de las cosas más importantes’, y no dejar que la preocupación por su salud domine en su pensar espiritual. (Filipenses 1:10.) Puede sostenerse con la esperanza de vivir bajo el Reino de Dios cuando “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’”. (Isaías 33:24; 65:17-19.)
En realidad esta esperanza de un nuevo mundo justo es mucho más valiosa que las promesas vacías de los curadores por fe. Considere a Peter, un ciego que vive en Akumadan, Ghana. Él pasó un total de 26 años en diferentes iglesias que practicaban la curación por fe, con la esperanza de que le curarían su ceguera. Pero ningún sanador pudo abrirle los ojos. Entonces, mientras todavía asistía a una iglesia que practicaba la curación por fe, los testigos de Jehová lo visitaron.
Con la Biblia, los Testigos le explicaron que bajo el Reino de Dios habría curación total de todas las enfermedades. Los ojos del entendimiento de Peter se iluminaron. Por aprecio a las maravillosas verdades de la Biblia, se hizo proclamador de tiempo completo del Reino de Dios, ¡y lleva más de tres años en ese servicio! Anhela el tiempo en que, literalmente, “los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos mismos de los sordos serán destapados”. (Isaías 35:5, 6.)
Con la ayuda de la Palabra de Dios, otros miles de personas también se han librado de la confianza que, equivocadamente, tenían en los sanadores.
[Fotografía en la página 5]
Los sanadores por fe rara vez curan a las personas que tienen problemas orgánicos
[Ilustraciones en la página 7]
El cristiano que enferma pide fuerzas para aguantar.
También espera el nuevo mundo, donde “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’”