¿Puede libertarse al hombre de su estado pecaminoso?
CHISAKO y sus cuatro hijos adolescentes solían limpiar retretes públicos en una ciudad a 600 kilómetros (400 millas) de su hogar. Mientras ella limpiaba, salmodiaba un sutra (sermón budista), aunque no lo comprendía. Era una práctica de cierto grupo religioso que procuraba descubrir la esencia de todas las religiones.
“Aunque seguía prácticas austeras —recuerda Chisako—, no podía cambiar mi personalidad. En lo recóndito de mi corazón, no podía perdonar a otros ni amar con un motivo sincero.”
Hasta en los países orientales, donde la mayoría de la gente no tiene ningún concepto del pecado como se enseña en la Biblia, hay muchos a quienes su tendencia a pecar les molesta la conciencia, como le ocurría a Chisako. (Romanos 2:14, 15.) ¿Quién no se ha sentido angustiado por haber sido poco bondadoso con alguien que estaba en una situación lastimosa, o quién no ha sentido pesar deprimente por haber dicho algo que no debió decir? (Santiago 4:17.) ¿Y no es cierto que los horribles celos incorrectos yacen dentro de todos, tanto jóvenes como viejos?
¿Por qué sienten las personas esa angustia? Porque, sea que lo sepan o no, tienen un sentido interno de lo que es incorrecto, de lo que es pecado. En efecto, la tendencia a pecar afecta a todas las personas, sea que estén al tanto de la enseñanza bíblica sobre el pecado o no. Un experto en este asunto llegó a la siguiente conclusión: “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”. (Romanos 3:23.)
¿Puede borrarse el pecado?
Hay muchas personas hoy, sobre todo en la cristiandad, que se esfuerzan por borrar de su conciencia sentimientos de culpa causados por el pecado. “La mismísima palabra ‘pecado’ [...] casi ha desaparecido”, dijo el Dr. Karl Menninger en su libro Whatever Became of Sin? (¿Qué habrá sido del pecado?). Sin embargo, el evitar la palabra “pecado” no es de ningún provecho, como tampoco lo es el que un hombre de edad avanzada quiera evitar la palabra “viejo”. Debemos aceptar el hecho de que tendemos a pecar y necesitamos que se nos liberte de esta miserable condición. Pero ¿quién puede libertarnos?
El apóstol cristiano Pablo planteó esa pregunta después de admitir sus propias tendencias hacia cometer pecados a pesar de querer evitarlos: “¡Hombre desdichado que soy! ¿Quién me librará del cuerpo que está padeciendo esta muerte?”. Luego él pasó a contestar: “¡Gracias a Dios mediante Jesucristo nuestro Señor!”. ¿Por qué? Porque Dios se había encargado de que el perdón del pecado fuera posible mediante el sacrificio de rescate de Jesús. (Romanos 7:14-25.)
No obstante, a muchos de los 3.500 millones de no cristianos del mundo (el doble de la cantidad de los llamados cristianos) les resulta muy difícil aceptar la idea de un rescate. Por ejemplo, la doctrina del rescate llegó a ser la mayor piedra de tropiezo para cierto musulmán que vive en Japón y que estudió la Biblia por algún tiempo. Para muchos orientales es rara la idea de que un hombre pudiera morir por todos.
Esto se comprende, porque incluso para algunos miembros de la cristiandad es difícil entender esta doctrina fundamental. “En parte queda sin lograrse la teología de la Redención —reconoció la New Catholic Encyclopedia—, y sigue siendo un problema teológico.”
Las palabras del escritor religioso N. H. Barbour pusieron de manifiesto la gran confusión que había sobre esta doctrina: “La muerte de Cristo no tenía más mérito como pago por la pena incurrida por los pecados del hombre de lo que el pasar un alfiler a través del cuerpo de una mosca causándole sufrimiento y muerte podía ser considerado por un padre terrestre como pago justo por la mala conducta de su hijo”. En aquel tiempo Barbour era socio de Charles T. Russell, quien vio la necesidad urgente de defender la enseñanza del rescate. Russell dejó de asociarse con Barbour, y en 1879 empezó a publicar una nueva revista, que más tarde llegó a ser la publicación que usted está leyendo. Desde el principio, La Atalaya ha sido defensora del sacrificio de rescate de Jesucristo.
Pero ¿es posible que personas sin antecedentes “cristianos” acepten alguna vez esta doctrina? Para averiguar eso, demos una mirada más de cerca a esta enseñanza sobre la muerte de un hombre por toda la humanidad.