La verdad transforma a los hombres
TRISTE es decirlo, pero en nuestros días la vida de muchas personas es penosa, hasta desesperada. ¿Será posible que tales personas hallen la felicidad? Los delincuentes, que acosan a su prójimo... ¿pueden convertirse en miembros honrados de la sociedad? La respuesta a estas dos preguntas es sí. La gente puede transformarse. Su vida puede cambiar. El apóstol Pablo mostró de qué forma, al escribir: “Transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Romanos 12:2).
La alusión a “la perfecta voluntad de Dios” puede evocar lo que Jesús dijo a sus discípulos más de veinte años antes de que Pablo escribiera esas palabras. Jesús declaró: “Conocerán la verdad, y la verdad los libertará” (Juan 8:32). Con la expresión “la verdad”, Jesús se refirió a la información de origen divino que se ha conservado para nosotros en la Biblia, especialmente la que tiene que ver con la voluntad de Dios. ¿Puede decirse que la Biblia en realidad liberta a la gente? Sin lugar a dudas. Veamos algunos ejemplos.
Un propósito en la vida
No hace mucho, Moisés, de Gibraltar, era un hombre muy desdichado. Él nos cuenta: “Era un borracho, y dormía en la calle. Me sentía perdido. Cada noche le pedía a Dios que se apiadara de mí y no tuviera que soportar ni un día más. Le preguntaba llorando por qué estaba en este mundo si era un inútil sin empleo, sin familia y sin nadie que me ayudara. ¿Por qué seguir viviendo?”. Entonces, algo sucedió.
Moisés pasa a decir: “Supe que Dios había oído mi oración cuando conocí a Roberto, un testigo de Jehová. Él me dio una Biblia y un ejemplar del manual bíblico ¿Qué exige Dios de nosotros?a Cada día estudiábamos juntos la Biblia en el mismo banco en el que dormía por la noche. Al mes, Roberto me llevó a una reunión en el Salón del Reino de los Testigos de Jehová. En poco tiempo, la verdad bíblica había cambiado por completo mi punto de vista. Ya no duermo a la intemperie, ni fumo, ni bebo. Mi vida ha cambiado, y soy feliz. Espero bautizarme pronto y servir a Jehová como Testigo suyo”.
¡Qué transformación! A menudo, la razón de que la gente viva sin esperanza es la falta de conocimiento. No sabe de Dios ni de sus maravillosos propósitos. Ese conocimiento aportó a Moisés la fortaleza y el valor necesarios para dar un giro a su vida. En su caso encontró respuesta el ruego a Dios del salmista: “Envía tu luz y tu verdad. Que estas mismas me guíen. Que me traigan a tu santa montaña y a tu magnífico tabernáculo” (Salmo 43:3).
En Belice, Daniel tuvo una experiencia similar. Él no dormía en la calle. Tenía un empleo de prestigio, pero llevaba veinte años tratando de escapar de una vida de drogodependencia, alcoholismo e inmoralidad. Aunque se crió como católico, Daniel no le veía ningún significado a la vida, y dudaba que Dios existiera. Acudió a diferentes iglesias en busca de ayuda, sólo para descubrir que muchos de sus amigos que iban a la iglesia, e incluso algunos que eran clérigos, consumían drogas y abusaban del alcohol. Entretanto, su mujer estaba a punto de divorciarse de él.
Desesperado, Daniel se inscribió en un centro de rehabilitación. De todos modos, sabía que en cuanto saliera de allí, volvería a las drogas si no recibía ayuda. ¿Pero qué clase de ayuda? En mayo de 1996, dos días después de terminar la rehabilitación, se acercó a un testigo de Jehová y le sorprendió con el ruego: “Por favor, estudie la Biblia conmigo”. El Testigo hizo planes para estudiar juntos la Biblia dos veces a la semana. Daniel comenzó de inmediato a adaptar su vida a la voluntad de Dios, y cambió sus viejas amistades por amigos cristianos que no consumían drogas ni abusaban del alcohol, y que rechazaban la inmoralidad. Aprendió cuánta razón tiene la Biblia cuando dice: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal” (Proverbios 13:20). Pronto se le oyó decir: “Por primera vez en mi vida, sé lo que es tener la conciencia limpia”. La vida de Daniel también cambió.
En Puerto Rico, otro hombre experimentó un cambio radical. Estaba encarcelado y se le consideraba muy peligroso, pues había asesinado a varias personas. ¿Pudo transformarlo la verdad bíblica? Sí. Un testigo de Jehová le dio unos números de las revistas La Atalaya y ¡Despertad!, y enseguida pidió más. Se le comenzó un estudio bíblico, y a medida que asimilaba la verdad, todos vieron su transformación, que comenzó a hacerse evidente cuando se cortó la melena y se afeitó su descuidada barba.
La Biblia muestra que Dios perdona al pecador que se arrepiente de verdad y cambia su modo de vivir. Pablo escribió: “¡Qué! ¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? [...] Y, sin embargo, eso era lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han sido lavados” (1 Corintios 6:9, 11). Sin duda, estas palabras consolaron a este hombre, al igual que las de Hechos 24:15: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos”. Él nos explica por qué: “Cuando tenga lugar la resurrección de los muertos, quiero estar allí para pedir perdón a aquellos a quienes quité la vida”.
Una nueva familia
Cierto día, en Argentina, un evangelizador de tiempo completo de los testigos de Jehová llamado Luis, conoció a un joven con un triste pasado. Sus padres le abandonaron al nacer, y se crió en diversas instituciones. Cuando contaba 20 años, se enteró del paradero de su madre y decidió vivir cerca de ella. Trabajó con ahínco, ahorró bastante, y viajó a la ciudad donde esta vivía. Ella le permitió quedarse hasta que se le acabaron los ahorros, y luego le dijo que se fuera. Ese rechazo lo dejó hundido por completo.
Pero entonces Luis le mostró la verdad bíblica. Esa verdad incluye la siguiente garantía: “En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, aun Jehová mismo me acogería” (Salmo 27:10). Aquel joven llegó a saber que tenía un Padre celestial que nunca lo abandonaría. Ahora se siente dichoso de ser parte de una nueva familia: la familia de Jehová.
Otro hombre de ese mismo país le dijo a un testigo de Jehová que le gustaba la revista La Atalaya. ¿La razón? Que había salvado su matrimonio. Parece que un día al salir del trabajo, este hombre vio en la basura un ejemplar de La Atalaya con el titular “Divorcio” en letras grandes. Dado que tenía problemas en su matrimonio y ambos habían iniciado los trámites para separarse legalmente, recogió la revista y la empezó a leer. Se la llevó a casa y la leyó con su esposa. La pareja procuró seguir el consejo bíblico que contenía la revista (Efesios 5:21–6:4). En poco tiempo, su relación mejoró. Suspendieron los trámites de separación, y ahora estudian juntos la Biblia.
Otro hombre llamado Luis, de Uruguay, era muy desdichado. La adicción a las drogas, el espiritismo, la idolatría y el alcoholismo eran algunos de los factores que hacían de su vida un caos. Al final, completamente frustrado, se hizo ateo. Un amigo le dio el libro La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?,b lo que resultó en un breve encuentro con los testigos de Jehová. Sin embargo, al poco tiempo volvió al alcohol y a las drogas. En un momento de angustia, se halló a sí mismo sentado sobre un montón de basura, y oró dirigiéndose “al padre de Jesucristo”, puesto que no estaba seguro de cuál era el nombre de Dios.
Pidió a Dios que le indicara si había alguna razón para seguir en este mundo. “Al mismísimo día siguiente —relata Luis— un conocido me dio un libro que él ya no quería. ¿Su título? Apocalipsis... se acerca su magnífica culminación.”c El libro le permitió dar respuesta a su pregunta. Oró de nuevo a Dios y le pidió encontrar la religión verdadera. De repente, sonó el timbre, y de pie ante su puerta estaban dos testigos de Jehová. Inmediatamente comenzó a estudiar la Biblia con ellos. Su progreso fue rápido, y ahora se siente dichoso de ser un Testigo bautizado. Lleva una vida limpia y ayuda a otras personas a hallar una motivación para vivir. En su caso, se han cumplido las palabras del Salmo 65:2: “Oh Oidor de la oración, aun a ti vendrá gente de toda carne”.
En Filipinas, Allan había sido un estudiante revolucionario. Perteneció a una organización cuyo propósito era “derrocar al gobierno para que las generaciones futuras pudieran disfrutar de igualdad”. Sin embargo, cierto día unos testigos de Jehová le enseñaron en la Biblia el propósito de Dios para la humanidad, que expresa en parte esta promesa inspirada: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será [...]. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz” (Salmo 37:10, 11). Allan dijo: “Pronto descubrí que aquello por lo que nuestro movimiento luchaba hacía ya mucho tiempo que se había prometido en la Biblia. El Reino de Dios satisfará todo lo que ansiábamos”. Ahora, Allan apoya ese Reino y ayuda a otras personas a tener fe en la verdad bíblica.
Sí, los hombres se transforman cuando se dejan guiar por la Palabra de Dios, la Biblia. En realidad, se aproxima el tiempo en el que la humanidad obediente armonizará su vida con la voluntad de Dios. ¡Qué gran cambio! Se cumplirá entonces la profecía: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar” (Isaías 11:9).
[Notas]
a Editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
b Editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
c Editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.