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  • Una lección sobre la gobernación humana
  • ¡Despertad! 1977
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¡Despertad! 1977
g77 8/4 págs. 10-12

Una lección sobre la gobernación humana

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Australia

“NO PUEDE estar sucediendo aquí.” Esta fue la reacción de muchos australianos pasmados al saber que su primer ministro había sido depuesto el 11 de noviembre de 1975. El ex-funcionario era el líder de su partido y había sido elegido al gobierno en 1972 y de nuevo en 1974.

La deposición se efectuó por orden del gobernador general sir John Kerr, el representante de la reina de Inglaterra en Australia. El gobernador general inmediatamente juramentó al líder de la “oposición” para que desempeñara temporalmente el cargo de primer ministro.

La acción del gobernador general implicaba un paso nunca antes tomado. Procedió de por sí a disolver el parlamento australiano, incluso las dos cámaras, la del senado y la de los representantes. Esta acción hizo necesaria una elección general, que se verificó el 13 de diciembre de 1975.

La campaña que se hizo después de la disolución del parlamento ha sido descrita como “la más desagradable, baja y enconada” de la historia de Australia. Se usó el correo para enviar cartas con bombas al gobernador general, al primer ministro suplente y al jefe del estado de Queensland. Hubo manifestaciones violentas, huelgas y amenazas de anarquía industrial.

Pero, ¿por qué tratar de un asunto que ocurrió en 1975? ¿Podemos aprender algo útil de lo acontecido? Sí; pero primero consideremos algunas de las cosas que llevaron a esta crisis en Australia.

Cómo se produjo un desacuerdo insuperable

Desde 1972 la administración actualmente depuesta había estado programando reformas sociales de gran magnitud. Sin embargo, muchos senadores no estaban de acuerdo con estas propuestas. Dos veces la cámara de representantes aprobó veintiún proyectos de ley que ambas veces fueron derrotados en el senado. Según el Herald de Melbourne, el tema que surgía vez tras vez en estos proyectos de ley era una “inmensa concentración de poder de toda clase en Canberra [capital australiana, donde está situado el parlamento] y una constante reducción del poder estatal y del poder de individuos y empresas.”

Además, ciertos miembros del gobierno se habían envuelto en una serie de actos que muchos consideraban escandalosos. Esto resultó en la renuncia y deposición de algunos ministros mayores. Además, el gobierno había explorado la posibilidad de tomar prestada una tremenda cantidad de dinero extranjero pero no negoció por medio del ministerio de la hacienda ni consultó con el consejo de préstamos que representa a los Estados.

Con el tiempo el desacuerdo entre el senado y la cámara de representantes se hizo insuperable y amenazó con secar todo suministro de dinero. Para desbaratar el desacuerdo, el gobernador general, que según la tradición siempre había obrado en armonía con el consejo del primer ministro, procedió sin este consejo y depuso al gobierno.

Un defecto básico en toda gobernación humana

Es cierto que los trastornos políticos no son en ningún sentido algo nuevo. El que los políticos movidos por codicia se esfuercen por conseguir dinero y poder es suceso común. No obstante, la crisis política sin precedente que se desarrolló en Australia sirve para ilustrar de nuevo una verdad importante acerca de la gobernación humana. Considere:

Un rey sabio que ‘puso su corazón a buscar y explorar la sabiduría con relación a todo cuanto se ha hecho bajo los cielos’ escribió esto por inspiración divina:

“Si ves opresión alguna de la persona de escasos recursos y la privación violenta de juicio y de justicia en un distrito jurisdiccional, no te asombres del asunto, pues uno que es más alto que el alto está vigilando, y hay quienes están muy por encima de ellos.”—Ecl. 1:13; 5:8.

El punto es que a los funcionarios inferiores los vigilan los funcionarios superiores, y a éstos, a su vez, los vigilan personas que tienen aún más autoridad. Los individuos de condición humilde, que se hallan en el fondo, por decirlo así, sienten la fuerza de la presión que ejercen los gobernantes en su esfuerzo por conseguir la ventaja personal a expensas de sus súbditos.

¿Por qué resulta la gobernación humana en opresión general? Una razón es que a menudo los que consiguen el poder son personas corruptas, egoístas e incompetentes. Por otra parte, a los individuos que son generosos y capacitados, a menudo los echan a un lado. El monarca sagaz, cuyas palabras fueron citadas arriba, dice lo siguiente respecto a esto: “Existe algo calamitoso que he visto bajo el sol, como cuando sale una equivocación a causa del que está en poder: La tontedad ha sido colocada en muchos puestos encumbrados, pero los ricos mismos siguen morando meramente en una condición baja. He visto a siervos a caballo pero a príncipes [los que son nobles en su actitud y modo de ser] andando en la tierra justamente como siervos.”—Ecl. 10:5-7.

¿No ha visto en su propia experiencia la comprobación de estos comentarios bíblicos acerca de la gobernación humana? El problema fundamental es un defecto básico en la naturaleza humana que impide el que cualquier forma de gobierno humano sea de beneficio duradero. Después de haber cometido una serie de errores crasos que produjeron consecuencias graves, el rey David señaló a esta falta fundamental y dijo: “¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre.” (Sal. 51:5) Las tendencias pecaminosas que todos los seres humanos han heredado los inclinan hasta cierto grado al egoísmo y a la codicia. (Rom. 5:12) Esto resalta de modo especial en las personas que consiguen poder sobre otros.

Gobierno ‘por el pueblo’ no es diferente

¿Es tan cierto esto acerca de las democracias modernas como de las gobernaciones antiguas? Como ilustración considere el sistema de gobierno de Australia, el cual es una democracia parlamentaria. Aquí el parlamento consiste en un senado y una cámara de representantes. Cada Estado tiene diez miembros en el senado. Se escogen los miembros de la cámara de representantes según la población de cada Estado.

El partido político con el mayor número de miembros electos en la cámara de representantes constituye el gobierno y propone al primer ministro. Aunque el gobernador general tiene poderes extensos como representante del monarca de Inglaterra, él obra por lo general según el consejo que recibe de los ministros de Estado, que se escogen de entre los parlamentarios que pertenecen al partido, o a la coalición de partidos, que dispone de la mayoría en la cámara de representantes.

Sin embargo, lo que sucedió en Australia en diciembre de 1975 ilustra que aun cuando una administración sea principalmente ‘la selección del pueblo,’ puede haber grandes trastornos. Respecto al envío de bombas a los funcionarios durante la campaña electoral, un perito en criminología comentó: “Las cartas con bombas fueron un recordatorio fuerte del vínculo existente entre el crimen y la política.” Esto no solo es cierto de Australia. En muchos países se ha hecho corriente la frase “política corrupta.” Un artículo publicado en el Times de Nueva York del 10 de junio de 1976 dijo lo siguiente respecto a los Estados Unidos: “En este país, el cinismo público en cuanto a la política no es nada nuevo, pero parece que este año el sentimiento es especialmente fuerte. Ciertos encuestadores, al hablar por teléfono con votantes presuntos en los primeros Estados, dieron vez tras vez con esta actitud: ‘Oh, no me pregunte acerca de los políticos. Todos son iguales.’”

Aunque las gobernaciones que incluyen al pueblo han producido algunos beneficios, a éstas también les falta mucho para satisfacer adecuadamente las necesidades de la humanidad. El ávido interés propio aparece tanto en el liderazgo de un grupo como en el de un individuo. En cuanto a esto son interesantes los siguientes comentarios del historiador británico Alexander Tyler:

“Una democracia no puede existir como una forma de gobierno permanente. Solo puede existir hasta que los votantes descubran que pueden votar dádivas para sí de la hacienda pública. Al partir de ese momento, la mayoría siempre vota por los candidatos que prometan los mayores beneficios de la hacienda pública, y el resultado siempre es que la democracia se desploma debido a la política fiscal laxa.”

Una administración verdaderamente satisfactoria

Entonces, ¿en qué dirección deben mirar las criaturas humanas para hallar una gobernación que realmente satisfaga sus necesidades? ¿Sabía usted que las Escrituras predicen que dentro de poco Dios va a quitar el entero arreglo político de esta Tierra y reemplazarlo con una gobernación administrada por su propio reino celestial?—Dan. 2:34, 44; 7:13, 14, 22, 27.

El rey de esa administración celestial no es un político hambriento de poder. Es alguien que no tiene debilidades humanas, Jesucristo. Leemos esto acerca de su gobernación: “No juzgará por la mera apariencia de las cosas a sus ojos, ni censurará simplemente según lo que oigan sus oídos. Y con justicia tiene que juzgar a los de condición humilde, y con rectitud tiene que administrar censura a favor de los mansos de la tierra.” (Isa. 11:3, 4) ¡Qué experiencia más deleitosa será vivir en la Tierra bajo ese piadoso sistema de gobierno!

Pero, ¿cuándo y cómo quitará el reino de Dios a los gobiernos actuales para asumir la administración de todos los asuntos de la Tierra? ¿Qué tiene que hacer uno para poder ser súbdito de esa gobernación divina? La Biblia da respuestas satisfacientes a estas preguntas. Los testigos de Jehová, que se mantienen estrictamente neutrales en cuanto a la política humana, tendrán gusto en ayudarle a hallar las respuestas por medio de estudiar la Biblia con usted gratuitamente, ya sea en su hogar o en cualquier lugar que le sea conveniente.

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