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¡Despertad! 1980
g80 8/12 págs. 27-28

Ceguera del río

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en la Costa de Marfil

“¡ONCOCERCIASIS! ¡Qué palabra! Jamás he oído de eso. ¿Qué significa?” preguntó Jerry, mi compañero europeo.

“Ceguera,” fue la respuesta sencilla que le di. “Ceguera de los ríos. Es decir, un tipo de ceguera causada por una mosca o jején que se procrea en algunos ríos tropicales.” Jerry escuchó con atención mientras yo le explicaba.

“Wayen, por ejemplo, es una pequeña aldea medio abandonada, a unos 70 kilómetros al oeste de Uagadugú, capital del país de Alto Volta en África occidental. Queda cerca del Volta Blanco, una de las cuencas fluviales donde esta enfermedad es endémica. La mayoría de los habitantes tienen esa enfermedad, de modo que, o están ciegos, o tienen la vista gravemente debilitada.

“¿Has estado en Wayen?,” me preguntó Jerry.

“Varias veces. Durante mi última visita, conocí a Moussa. Él es solamente uno de los 70.000 ciegos de la región de Sahel en el África occidental. Hay aproximadamente 1.000.000 de víctimas que, aunque todavía no estén ciegas, están sufriendo de una manera u otra de oncocerciasis.

“En realidad Moussa no es viejo, como aparenta ser por las arrugas de su piel. Tiene solamente unos 40 años de edad; y bajo circunstancias normales estaría todavía en sus años de actividad. Pero allí estaba, prematuramente avejentado, con la piel horriblemente gruesa y arrugada. Pude fijarme en que en las canillas la pigmentación se le había gastado por lo mucho que se había rascado, y quedaban manchas medio rosadas matizadas con un nauseabundo color plomizo.

“Está casado y tiene cuatro hijos. Pero viven en la miseria. El mayor de sus hijos se ha ido de la aldea. Se ha escapado antes de enceguecer. Vi a los hermanos de éste entre los demás niños allí, con piedras ásperas y arena en las manos, rascándose los brazos y las piernas que les picaban. El grado de infección que ellos tienen todavía es de menor grado. Todavía no han perdido la vista. Por eso sirven de guías a sus padres, quienes están envejecidos y ciegos. Con el tiempo, los niños también llegarán a estar ciegos, pues la ceguera se ha hecho parte de la vida para ellos.”

Cómo se transmite la enfermedad

Expliqué a Jerry cómo se transmite la enfermedad de hombre a hombre por medio de un pequeño jején jorobado, llamado por los expertos Simulium damnosum. Este se multiplica en ríos y arroyos de corriente rápida y vive de la sangre humana. La enfermedad no se limita al África tropical. También se encuentra en Yemen, México, la América Central y la América del Sur.

En el caso de Moussa, la tragedia le atacó en su misma infancia. Una hembra de los jejenes, que estaba infectada, le picó, inyectándole de esta manera un parásito parecido a gusano llamado Onchocerca volvulus. Puesto que en su juventud Moussa vivía en una región altamente infestada, recibió picaduras repetidas veces.

Una vez que el Onchocerca volvulus penetra en el cuerpo humano, la víctima pasa por un lento proceso debilitador. Cuanto más aumentan las picaduras, tanto más aumenta la cantidad de gusanos que se reúnen en su cuerpo. Durante los siguientes 15 años más o menos, varios gusanos adultos, tanto machos como hembras, se enroscan debajo de la piel de la víctima, formando nudos visibles en la espalda, caderas, nalgas, en el contorno de las rodillas y en algunos casos aun en la cabeza. Se multiplican dentro de la víctima, produciendo entre 50 y 200 millones de “bebés.” Estos invaden el cuerpo y con el tiempo llegan al ojo. Cuando mueren en la córnea, ocurre una reacción celular, se forma un punto opaco y esto resulta en ceguera.

“Dime una cosa,” preguntó Jerry, “¿causa la muerte esta enfermedad?”

“La oncocerciasis no causa la muerte,” le contesté. “A lo más, provoca envejecimiento y acorta la vida. Sin embargo, son grandes las penurias desde el punto de vista económico. Cuando la mayoría de los hombres de la población que deberían estar trabajando están ciegos —es decir, los que tienen entre 25 y 45 años de edad— la economía se paraliza. Por esta razón, en algunas regiones de la cuenca del río Volta en África occidental la gente ha abandonado fértiles valles fluviales y se ha establecido en tierras mucho más pobres, a fin de escapar de los jejenes.”

Programa de medicamentos y de control

Jerry preguntó: “¿Qué alivio puede ofrecer la ciencia médica a estas pobres personas que sufren de ‘ceguera de los ríos’?”

Mi respuesta no es muy reconfortante. “Ya se han estado haciendo investigaciones por algún tiempo. Hasta la fecha, se han desarrollado dos drogas, suramin y diethylcarbamazine. Sin embargo, ambas producen graves efectos secundarios y pueden suministrarse solamente bajo muy estricta supervisión médica. De hecho, estas drogas no son prácticas para efectuar una campaña de tratamiento en masa.”

“¿Qué hay de la intervención quirúrgica como método de remover los nudos formados por los gusanos?”

“Esta pudiera parecer una solución más práctica. De hecho, se ha llevado a cabo en Centroamérica. Sin embargo, esta solución aparentemente no da buenos resultados en la cuenca del río Volta, donde la proporción de infección es tal que al remover los nudos uno simplemente está creando más campo para que se acomoden los gusanos más jóvenes.

“El único medio práctico y eficaz en la actualidad parece ser el de aplicar insecticida a los criaderos de los jejenes. Esto es lo que ha estado haciendo semanalmente el Equipo de Control de Vectores del Programa de Control para la Oncocerciasis con el uso de helicópteros y aviones pequeños que vuelan por encima de la cuenca del río Volta.

“El programa ha sido preparado por la Organización Mundial de la Salud, de las Naciones Unidas, con el apoyo financiero de países que han contribuido voluntariamente y de países que están participando en el programa. Los siete países: Benín, Ghana, la Costa de Marfil, Malí, Níger, Togo y el Alto Volta, esperan que la tierra fértil se reponga de esta enfermedad a fin de que sus antiguas poblaciones puedan establecerse de nuevo a lo largo de los ríos. El programa de control se ha fijado una meta de 20 años para efectuar esta tarea. Hasta la fecha, más de 46 millones de dólares [E.U.A.] se han gastado en la lucha contra el jején.”

“¿Cuánto éxito ha habido hasta ahora?”

“Bueno, se ha logrado interrumpir la transmisión de la enfermedad en ciertas regiones. Unas cuantas poblaciones migratorias ya se están estableciendo en los valles fluviales donde se ha ejercido control ‘de éxito.’ Pero según comentó un funcionario del programa de control en una ocasión: ‘Estamos muy lejos de desarraigar la enfermedad. Solo podemos hablar en cuanto a reducirla tal vez a un nivel mínimo.’”

Por supuesto, la oncocerciasis es solamente una de las muchas aflicciones que hacen grandes estragos en la humanidad. Los esfuerzos humanos por producir alivio tienen sus limitaciones y los resultados son temporáneos. ¡Qué gozo para las víctimas de esta enfermedad cuando ‘su carne se haga más fresca que en la juventud’ y ‘los ojos de los ciegos sean abiertos’!—Job 33:25; Isa. 35:5.

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