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  • g83 8/9 págs. 24-25
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  • Llene ese vacío con conversación
  • ¡Despertad! 1983
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¡Despertad! 1983
g83 8/9 págs. 24-25

Llene ese vacío con conversación

TODO el mundo habla, así que es fácil sostener una conversación, ¿no es cierto? ¡Falso! De hecho, la mismísima idea de conversar, especialmente con un desconocido, a menudo causa turbación. Empieza a surgir un torrente de preguntas inquietantes: “¿Cómo rompo el hielo? ¿De qué deberíamos hablar? ¿Qué hay de mi acento?”. Estas dudas y muchas otras asaltan a la persona que se cohíbe de conversar. ¿Cuál es la solución?

Suponga que usted esté esperando un autobús. Es ya avanzada la tarde, y el Sol está poniéndose, y envolviendo a la ciudad en una variedad de matices. Una persona desconocida, que se halla a unos cuantos pasos de usted, está aparentemente ensimismada. Solo están ustedes dos. ¿Qué sucederá... se levantará una barrera, o se llenará el vacío? ¿Reinará el silencio, o comenzará una conversación?

“Algunas personas dicen que la ciudad es grande y fría, pero esa puesta de sol es tan hermosa aquí como lo era en el pueblecito donde me crié.”

Usted ha hecho algo para llenar el vacío que había entre usted y su semejante. En la mayoría de los casos la otra persona responderá, y el vacío se habrá llenado. Por supuesto, no todo el mundo quiere hablar. Pero al menos usted le dio la oportunidad al introducir un tema sencillo de interés mutuo... la belleza de una puesta de sol. Eso es de atractivo universal.

Pero hay algo que se debe tratar lo menos posible en la conversación, a saber: UNO MISMO. Puesto que el tema de conversación tiene que resultar atractivo a su oyente, rara vez girará en torno a UNO. Para ilustrarlo: se dice que un famoso actor de cine que aburrió por una hora a su anfitrión con todas las trivialidades que habían ocurrido en su vida desde la última vez que se habían visto concluyó diciendo: “Bueno, ya hemos hablado bastante de mí. Dígame, ¿ha visto la última película que hice?”. Evite el enfoque egocéntrico.

Así que no permita que el tema gire en torno a usted, tal vez ni siquiera en torno a lo que usted haya hecho, sino en torno a lo que haya sucedido, lo que va a suceder, las noticias, las condiciones del tiempo, acontecimientos mundiales y cómo le afectan éstos a usted y a su oyente.

Por supuesto, una cosa es tener un tema de interés común, y otra es presentarlo de manera interesante. Usted tiene que ayudar a su oyente a ver los asuntos tan vívidamente como usted los ve. ¿Cómo puede lograrlo? Hablando de algo que a usted le cause entusiasmo. Si se da cuenta de que ha dado con un tema interesantísimo, y la otra persona comparte su entusiasmo, entonces haga preguntas. Hágala hablar. El intercambio beneficiará a ambos.

“Tengo acento extranjero”

Algunas personas creen que no pueden ser buenas conversadoras porque su habla no sigue los patrones aceptados de gramática o pronunciación. De vez en cuando hay personas nacidas en el extranjero que piensan así y dicen: “Usted sabe que tengo acento extranjero, y quizás la gente no me entienda muy bien”. En realidad, el hecho es que muchas personas disfrutan de un acento poco común. Por ejemplo, un británico que vivió muchos años en España y Portugal comentó: “Aunque me daba cuenta de que hablaba el español o el portugués con acento extranjero, eso en realidad sirvió para mantener el interés del oyente en muchas ocasiones. A veces a algunas personas les tomaba unos minutos adaptarse a mi acento, pero después les encantaba que hubiera aprendido su idioma”.

En muchos países un acento extranjero es algo común. Ni siquiera causa extrañeza. Así que no permita que su acento lo haga inhibirse. En lugar de ello, el hecho de que usted procede de otro país puede darle la oportunidad de tener en reserva un caudal de temas y experiencias.

De todos modos, en la mayoría de los países hay diferentes acentos y dialectos. Todos ellos forman parte de la variedad fascinante que hay dentro de la familia humana. A veces la gente de una “ciudad grande” disfruta de oír el habla “pintoresca” de un campesino, ¡mientras ignora que al campesino le intriga el habla “extraña” de la gente de la ciudad! Lo que realmente importa es que conversan.

¿Es difícil escuchar?

El escuchar es la otra parte de una buena conversación, y es tan importante como el hablar. El problema es que algunas personas realmente no prestan atención a su interlocutor. Sólo piensan en la siguiente idea que van a expresar, y esperan una oportunidad para hablar súbitamente... a menudo cambiando de tema o de humor. De ese modo la conversación se convierte en dos monólogos incoherentes. ¡Qué apropiado es, pues, el consejo: “Sea diligente para escuchar y tardo para hablar”! (Santiago 1:19, Biblia de Jerusalén.)

El escuchar atentamente es señal de buenos modales. Abarca el considerar imparcialmente los puntos de vista que exprese el interlocutor y examinar cómo pudieran éstos influir en las opiniones presentes de uno. Entonces se pone de manifiesto la verdadera sinceridad. ¿Trata el oyente de aferrarse a toda costa a cierto punto de vista? ¿O reconoce cuando se presenta un argumento válido? Sí, la sinceridad y la flexibilidad contribuyen a una buena conversación.

No hay otra relación en la que el escuchar con sinceridad sea más importante que en la del matrimonio. ¿Ha tenido usted la experiencia de haber dicho algo a su esposo o a su esposa, y luego darse cuenta, por las contestaciones evasivas que recibe, de que él o ella no ha registrado ni una sola palabra de lo que usted dijo? Eso sin duda puede ser exasperante. No obstante, para que un matrimonio prospere, la comunicación es esencial. Tiene que forjarse un vínculo seguro de confianza y fe que se base en un intercambio significativo de ideas e intimidad.

Lamentablemente, hay quienes rara vez, o nunca, disfrutan de ese tipo de conversación íntima. Tienen una lengua cortante y se valen del “ingenio” para encubrir los insultos. La gente no está a gusto al asociarse con esa clase de persona porque no sabe cuándo habrá de sentir el filo cortante de su lengua. Como dice un proverbio bíblico: “Hay quien con sus palabras inconsideradas hiere como con una espada”. ¡Cuánto mejor sería, pues, seguir el consejo: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno”! Sí, la conversación placentera no hiere innecesariamente los sentimientos de otra persona ni socava su dignidad. (Proverbios 12:18, Nieto; Colosenses 4:6.)

Por lo tanto, entable conversaciones. No tenga miedo de derribar barreras ni de llenar vacíos. Recuerde que la conversación ha sido descrita como “el más deleitable banquete de la mente”, “el festín de la razón y el fluir del alma”. Así que deje que su ‘alma fluya’ por medio de llegar a conocer a otras personas y darles la oportunidad de conocerlo. Y algo más —no abrume al que lo escucha— ¡sepa cuándo parar!

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