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  • ¿De veras quiere usted buena salud?
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 15/7 págs. 419-420

¿De veras quiere usted buena salud?

“¿QUIÉN no querría buena salud?” quizás pregunte usted. Sí, es normal el que la gente quiera continuar con buena salud o recuperarse de las enfermedades. ¡El bienestar físico contribuye tanto al disfrute de la vida!

Sin embargo, muchas personas pasan por alto el más importante factor relacionado con la salud. ¿Y cuál es ése? Es el papel que el Creador del hombre, Jehová Dios, puede desempeñar en este asunto de que disfrutemos de salud. Las palabras de Proverbios 4:22 aplican especialmente a los dichos sabios que se encuentran en Su Palabra, la Biblia. Se nos dice que éstos son “vida a los que los hallan y salud a toda su carne.”

La buena salud está definitivamente enlazada con el que tomemos en debida consideración los mandatos del Creador. A los israelitas de la antigüedad, por ejemplo, se les dijo que el que prestaran atención a los mandamientos de Dios resultaría en que evitaran los males que les sobrevenían a los egipcios. Esta seguridad fue reforzada por las palabras: “Yo soy Jehová que te está sanando.” (Éxo. 15:26) ¿Significa esto que los israelitas habían de esperar curación milagrosa? No, los beneficios a la salud eran el resultado natural de obedecer los mandatos de Dios.

La Ley que Dios dio a los israelitas promulgaba una elevada norma de limpieza que promovía la conservación de la salud del pueblo. Por ejemplo, el requisito de que el excremento humano fuese enterrado impedía la propagación de enfermedades como la disentería y la fiebre tifoidea. (Deu. 23:12, 13) También, las disposiciones reglamentarias acerca de la contaminación mediante el contacto con cadáveres humanos o animales muertos salvaguardaban contra la transmisión de infecciones graves.—Lev. 11:32-38; Núm. 19:11-22.

De modo similar hoy, si respetamos los principios de la Ley dada a los israelitas por medio de adherirnos a una norma sensata de limpieza personal, podemos proteger nuestra salud. Pero ésta no es la única manera en la cual el tomar en consideración al Creador puede beneficiarnos desde el punto de vista de la salud. El amoldarnos a los mandatos de Dios en asuntos de conducta también puede salvaguardar nuestro bienestar físico. La Biblia manda: “No llegues a estar entre los que beben vino en exceso, entre los que son comedores glotones de carne.” (Pro. 23:20) “Huyan de la fornicación.” (1 Cor. 6:18) “Que el matrimonio sea honorable entre todos, y el lecho conyugal sea sin contaminación.” (Heb. 13:4) Piense en los terribles padecimientos, incluso las asquerosas enfermedades venéreas, la cirrosis del hígado y el delirium tremens, que muchas personas podrían haberse evitado si hubieran obedecido la Palabra de Dios.

El que tomemos en consideración al Creador y sus mandatos también nos puede proteger de tensiones emocionales. La Biblia aconseja: “Quítense de ustedes toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa junto con toda maldad.” (Efe. 4:31) “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros.” (Gál. 5:26) Cuando el individuo se ve sometido con frecuencia a las tensiones de la envidia, el odio y la ambición egoísta, es posible que sufra físicamente, quizás de problemas de la piel, respiratorios o digestivos. Por otra parte, cualidades como amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y gobierno de uno mismo —cualidades que la Biblia nos estimula a cultivar— tienen un efecto saludable en nosotros, mental, física y emocionalmente.—Gál. 5:22, 23.

Por eso, pues, aun ahora una persona puede salvaguardar su salud esforzándose por vivir de la manera que el Creador se propuso que la humanidad viviera. Ese derrotero puede añadir años a la vida de uno. Pero ¿qué hay si una persona está enferma?

Palabras estimulantes aparecen en la Biblia en Salmo 41:3: “Jehová mismo lo sustentará sobre un diván de enfermedad; ciertamente cambiarás toda su cama durante su enfermedad.” La persona que entiende la Palabra de Dios puede consolarse con el hecho de que su enfermedad no es un castigo por algún pecado. Reconoce que su enfermedad se debe a debilidades e imperfecciones humanas. A pesar del dolor, puede mantener un punto de vista comparativamente alegre, pues el espíritu de Dios la fortalece para aguantar.

Además, el siervo de Dios confía en que se está acercando velozmente el tiempo en el cual toda enfermedad y dolor serán cosas del pasado olvidado. Tiene fe inmovible en esta promesa de la Biblia: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” (Rev. 21:4; vea también Isaías 65:17.) Esta maravillosa promesa suministra la base necesaria para la esperanza... un factor vital en mantener una disposición feliz en medio de circunstancias desagradables.

Para muchos, sin embargo, la promesa de una vida sin enfermedades ni dolor quizás parezca demasiado buena para ser cierta. Pero no debemos permitir que la incredulidad de otras personas nos robe una esperanza preciosa. La esperanza es una fuerza poderosa. Escribe el Dr. Karl Menninger en The Vital Balance: “Nuestro conocimiento científico actual no basta para reconocer o identificar o dar el crédito apropiado a todas las fuerzas que obran en pro de la recuperación, así como no podemos conocer en caso alguno todas las fuerzas en contra de las cuales obramos. Y esto sabemos: A veces la esperanza falla, y sobreviene la muerte, mientras que a veces la esperanza dura, y sucede lo imposible.”—Página 386.

Es digno de atención el hecho de que el Creador sabía muy bien que personas humanas imperfectas considerarían increíble su promesa de abolir la enfermedad y el dolor. Evidentemente por esta razón agregó: “Estas palabras son fieles y verdaderas.”—Rev. 21:5.

Nada, ni siquiera la muerte, puede impedirle al siervo de Dios la realización de su esperanza basada en la Biblia. ¿Por qué no? Porque, por medio de una resurrección de entre los muertos, tendrá la oportunidad de disfrutar de una vida en la cual no habrá enfermedades ni dolor. Jesucristo dio esta seguridad: “Vendrá hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán.”—Juan 5:28, 29, Hispano-Americana.

Si usted se halla entre los que de veras quieren buena salud, asegúrese de que su vida esté en armonía con el propósito de Dios para la humanidad. Estudie la Biblia y aplique su admonición a la vida de usted. Esto puede beneficiar su salud ahora y asegurarle un futuro en el cual no habrá enfermedades ni dolor.

[Comentario de la página 420]

“Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor.”—Rev. 21:3, 4.

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