¿Son amorosos estos padres, o despiadados?
AUNQUE la cuestión de los derechos de los padres respecto al cuidado médico de sus hijos ha surgido en diferentes países, un caso en particular merece la atención del lector. Se trata de Giuseppe y Consiglia Oneda, un matrimonio del pueblecito de Sarroch, cerca de Cagliari, que es una ciudad principal de la isla italiana de Cerdeña.
Bien puede ser que usted sepa algo acerca de la triste experiencia de ellos, pues se ha informado respecto a ella alrededor del mundo. Esta revistaa y los medios de publicidad de las masas en varios países han hecho un reportaje extenso al respecto.
Enfermedad mortífera
La niñita de los Oneda llamada Isabella padecía de la horrible enfermedad llamada talasanemia mayor, defecto hereditario de la sangre para el cual no se conoce cura alguna. Es una enfermedad mortífera. En ciertos casos se puede retardar la muerte por varios años mediante transfusiones de sangre, pero las autoridades médicas admiten que éstas no son una cura. La publicación Principles of Internal Medicine (edición de 1980), de Harrison, comenta: “Los pacientes que padecen de talasanemia mayor [del tipo beta] tienen una esperanza de vida corta. La persona que padece la forma más severa de esta enfermedad tiene muy pocas probabilidades de sobrevivir y llegar a ser adulto”. En casos graves, como el de Isabella, la muerte frecuentemente ocurre durante los primeros dos o tres años. ¿Qué haría usted si su hijo o hija padeciera de la misma enfermedad que Isabella?
Aunque Giuseppe y Consiglia sabían que la muerte de Isabella era inevitable, la llevaban con regularidad a una clínica de Cagliari. Allí ella recibía con regularidad transfusiones de sangre, las cuales proporcionaban alivio temporal; pero esto también presentaba problemas. ¿Por qué? Porque las transfusiones resultan en un exceso de hierro. En Clinical Hematology (1981), Wintrobe dice que ‘la mayor parte de los pacientes que padecen talasanemia mayor’ y que reciben transfusiones con regularidad ‘mueren debido a complicaciones causadas por el exceso de hierro’. Este libro de medicina admite que “muchas de las estrategias terapéuticas que se describen son poco prácticas si se aplican en gran escala. El costo actual de [la más eficaz] es de aproximadamente $5.000 [E.U.A.] al año por cada paciente”.
Algunos médicos pintan un cuadro prometedor acerca de la posibilidad de alargar la vida de niños que padecen de talasanemia y hacer que lleven una vida normal. Esto no es de sorprender, pues ¿a quién le gusta admitir que no hay esperanza, especialmente si se trata de un médico a quien los enfermos acuden en busca de esperanza? No obstante, todos sabemos que algunas enfermedades son incurables. La anemia mediterránea (talasanemia mayor) tiene que clasificarse entre éstas. Por eso, tal vez haya opiniones contradictorias respecto a la mejor terapia, y aun respecto a los resultados de diferentes tratamientos; sin embargo, nadie puede ofrecer una verdadera cura.
Tampoco puede la ciencia médica garantizar que una niña tan gravemente afectada por la enfermedad, como lo estuvo la niñita Isabella, viva por muchos años aunque sea tratada con transfusiones. Las estadísticas de la talasanemia mayor revelan la pura realidad, estadísticas que no se pueden negar. En Minerva Medica (72, 1981, páginas 662-670) se presentaron cifras compiladas por el ISTAT (Instituto Central de Estadísticas de Italia) que muestran que de 147 niños que murieron de esta enfermedad en 1976, 23,8 por 100 de ellos murieron en el transcurso de los primeros cuatro años de vida.
¿Por qué calificar de “asesinos” a padres amorosos?
En el artículo anterior notamos que cierto matrimonio italiano logró una vida de familia más feliz por medio de estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Giuseppe y Consiglia Oneda tuvieron una experiencia parecida a ésta, la cual cobró mayor significado cuando aprendieron que Jesús garantiza que la persona que tenga la aprobación de Dios, “aunque muera, llegará a vivir” (Juan 11:25). Sí, los médicos no podían asegurar que Isabella tendría un grado razonable de salud y vida, pero el Hijo de Dios podía.
En el verano de 1979, cuando los Oneda decidieron hacerse testigos de Jehová, notificaron a los médicos de la Segunda Clínica Pediátrica de Cagliari que no podían seguir permitiendo que Isabella recibiera transfusiones de sangre. Habían aprendido en las Escrituras que Dios había mandado a los apóstoles y a todo cristiano leal que se ‘abstuvieran de la sangre’. (Hechos 15:28, 29; compárese con Génesis 9:3, 4.) Por consiguiente, los médicos pidieron que interviniera el Tribunal Juvenil. El tribunal ordenó que los padres tenían que permitir que su hija recibiera transfusiones, e impuso en los médicos que estaban encargados del caso la responsabilidad de asegurarse que ella recibiera transfusiones de sangre con regularidad.
Durante este período, mientras los Oneda consultaban con otros médicos en busca de otros tratamientos, les quitaron a su hijita a la fuerza y le administraron sangre. Con todo, la enfermedad siguió su curso destructivo; la condición de los órganos vitales de Isabella empeoró progresivamente. En marzo de 1980 los médicos dejaron de tratarla con transfusiones; por varios meses no exigieron que se llevara a Isabella para administrarle transfusiones. ¿Por qué dejaron de cumplir con la obligación que el tribunal les había impuesto? Éste es un misterio que hasta el día de hoy las autoridades no han intentado resolver.
Durante los siguientes meses los Oneda hicieron todo cuanto pudieron a favor de su querida hija, consiguiendo medicina que se podía suministrar en casa y, a pesar de sus recursos limitados, dándole el mejor alimento que podían conseguir. Sin nunca perder la esperanza, hasta escribieron a especialistas de Alemania, Francia y Suiza.
A fines de junio, la condición de Isabella empeoró repentinamente, quizás debido a una infección bronquial que puede ser mortal en el caso de niños que padecen de talasanemia mayor. En esta fecha tardía la policía volvió a presentarse y llevó a Isabella a la clínica, donde ella murió mientras se le administraba sangre a la fuerza.
¿Puede usted imaginarse la gran tristeza y el gran vacío que sintieron los Oneda aquel 2 de julio, aunque sabían que su hijita de dos años y medio padecía una enfermedad mortífera? Pero encima de su tristeza habían de recibir otro golpe. El 5 de julio de 1980, a eso de las cinco de la tarde, dos carabinieri arrestaron a los Oneda mientras éstos estaban en casa de unos amigos. El matrimonio tuvo tiempo sólo para dejar a su otra hija, Ester, de tres meses de edad, con unos amigos.
Los llevaron a la prisión local de Cagliari, la cual se llama El camino correcto (¡qué ironía!), una de las peores prisiones de Italia. Fueron separados y encerrados en celdas diferentes.
¿Cómo se les podía declarar culpables de asesinato?
Esta humilde pareja estuvo encarcelada durante 20 meses. Finalmente fueron sometidos a juicio, y el 10 de marzo de 1982 la Audiencia de Cagliari emitió su escandaloso veredicto: Sostuvo que Giuseppe y Consiglia Oneda eran culpables de asesinato intencional. ¿Cuál fue la sentencia? Catorce años de prisión, ¡más severa que la que se impone en el caso de muchos terroristas!
El lector puede comprender por qué dicho veredicto provocó un escándalo por toda Italia y fue criticado por muchos expertos en derecho. Se apeló el caso, pero el 13 de diciembre de 1982 la Audiencia de Apelaciones de Cagliari confirmó el veredicto anterior. Lo único que hizo fue reducir la sentencia a nueve años, afirmando que se les dio a los Oneda el beneficio de las circunstancias atenuantes, puesto que ‘habían sido movidos por valores morales especiales’.
La única oportunidad que quedaba ante los tribunales de justicia humana consistía en apelar al Tribunal Supremo de Casación. El 8 de julio de 1983 Giuseppe Oneda fue puesto en libertad bajo palabra debido a que los tres años de sufrimiento en la prisión habían afectado su salud hasta el grado de poner en peligro su vida. Pero a Consiglia la retuvieron en la cárcel.
El Tribunal Supremo de Casación
Este tribunal de Roma es el órgano supremo de la justicia italiana. Juzga asuntos que tienen que ver con la aplicación e interpretación correctas de la ley por medio de reexaminar las sentencias emitidas por tribunales menores cuando se apela de dichas sentencias. Si determina que no se ha observado la ley o que se ha aplicado de manera errónea, el Tribunal Supremo tiene el poder de anular el veredicto anterior y mandar que otro tribunal vuelva a examinar el caso. El 13 de diciembre de 1983 escuchó el caso de los Oneda.
No sucede a menudo que el Tribunal Supremo anule un veredicto que se le presente, y los dos veredictos adversos anteriores ejercerían considerable influencia. Por eso, ¿había esperanza alguna de que justamente se reconociera lo que eran los Oneda, padres amorosos que se interesaban en su hijita?
¡Un dramático cambio en los asuntos!
Permítanos describirle lo que sucedió aquel día en el tribunal:
Uno de los cinco jueces desempeñó el papel de relator y pronunció un breve discurso de introducción en el que presentó los puntos sobresalientes del caso, y entonces se entabló el proceso.
El abogado defensor teme particularmente al juez que desempeña el papel de fiscal, pues es muy difícil anular las demandas que él hace. Además, en este caso, el juez era un jurista experimentado que había desempeñado este papel en varios casos famosos. ¿Qué diría él?
De modo sorprendente, él preguntó: “¿Mostraron alguna vez la madre o el padre que deseaban la muerte de su hijita, de acuerdo con los hechos que se han sacado a luz durante el caso? ¿Ha contestado cabalmente esta pregunta el tribunal de Cagliari?”. Agregó: “El Tribunal Juvenil dejó a la niña con su padre y madre debido a que sostuvo que ellos eran padres amorosos y que el ambiente de familia sería lo mejor para ella”. Entonces hizo notar que ‘los jueces, expertos y sociólogos envueltos en el caso estaban en la mejor posición para determinar si los padres merecían tener a la niña bajo su custodia’.
¿Qué hay de la afirmación de que los Oneda causaron premeditadamente la muerte de su hijita? El juez pasó a decir: “No hay prueba de esto en el comportamiento de ellos, ni ninguna otra clase de prueba, que sea lo suficientemente poderosa como para permitir que hablemos tranquilamente de premeditación. [...] Por esta razón, entonces, sostenemos que los jueces [de Cagliari] no han dado una respuesta satisfactoria a estas preguntas”.
El juez que actuó de fiscal entonces sometió la siguiente petición asombrosa: “Por lo tanto pido que el Tribunal anule el veredicto respecto a la cuestión de premeditación”.
¡No había prueba de que se tratara de un acto premeditado! ¡Esto significaba que los Oneda no eran asesinos voluntarios! Además de esto, ¡el juez fiscal pedía que se anulara el proceso anterior!
Después de esto, el Tribunal escuchó a los abogados defensores, abogados conocidos por todo el país. Ellos hicieron notar lo inconsecuentes que habían sido los procesos anteriores y lo absurdos que habían sido los juicios que resultaron de éstos.
Entonces el Tribunal entró en receso por un rato. Finalmente, el juez que presidió leyó la decisión del tribunal: El veredicto anterior queda anulado y el caso se transfiere al Tribunal de Apelaciones de Roma, donde se oirá de nuevo.
Al declarar los motivos por los cuales había tomado dicha decisión, el Tribunal Supremo hizo notar, entre otras cosas, las graves faltas de la clínica pediátrica y de las otras instituciones de servicio público; ‘sin duda [...] se ha hallado que las instituciones de servicio público fueron gravemente deficientes; después de las medidas que tomaron al principio [...] desplegaron total falta de interés, a pesar de que se había pedido explícitamente que se hiciera alguna provisión para resolver definitiva y permanentemente el problema relacionado con las creencias ideológicas de los acusados’. Ésta es la decisión del Tribunal Supremo de Casación, página 30.
¡Reunidos finalmente!
Consiglia Oneda está libre ahora porque se venció el término de detención preventiva. Los Oneda finalmente están juntos después de tres años y medio de sufrimiento. Giuseppe y Consiglia están experimentando el gozo de estar el uno con el otro y de dar atención amorosa a su hijita Ester. Dejemos que ellos mismos nos relaten su experiencia:
Giuseppe: “Nos casamos en 1976, y un año después nació Isabella. Habíamos esperado con anhelo su nacimiento, pero poco tiempo después nos dimos cuenta de que algo estaba mal. Ella era muy pálida y enfermiza. Cuando tenía seis meses de edad, los médicos diagnosticaron la horrible enfermedad que había de causarle la muerte. Usted puede imaginarse la tristeza que nos causó el oír aquel funesto diagnóstico”.
Consiglia: “Naturalmente, nos encariñamos aún más con nuestra hijita. Creo que cualquier padre o madre respondería así para con una criatura indefensa que estuviera sufriendo de una enfermedad mortífera. Inmediatamente llevamos a Isabella a la clínica pediátrica para tratamiento, donde le administraron transfusiones de sangre. No obstante, ella siguió empeorando. Recuerdo que, después de un año de terapia con transfusiones, se le hinchó enormemente la barriga; el hígado y el bazo se le habían dilatado. ¡Cómo sufría ella cuando le hacían las transfusiones! En cierta ocasión los doctores pasaron una hora buscando una vena, y todo ese rato mi hijita estuvo gritando debido al dolor”.
Giuseppe: “Durante aquel período triste hallamos verdadero consuelo mediante nuestro estudio de la Biblia. Nos impresionó especialmente la promesa de Revelación 21:4 de que dentro de poco Dios limpiará las lágrimas de dolor de los ojos de las personas que sufren, y que la muerte no será más”.
Consiglia: “Para nosotros esto significaba que, aunque le sobreviniera la muerte, la cual desgraciadamente parecía inevitable, mediante la resurrección podríamos ver a Isabella saludable. Entonces, cuando aprendimos en la Biblia acerca del mandato de Dios de ‘abstenerse de la sangre’ [Hechos 15:20; 21:25], tomamos una decisión [...]”
Giuseppe: “[...] la de obedecer los principios bíblicos. Para nosotros, ésta era la única manera como volveríamos a tener a Isabella saludable, en el día en que Dios la resucitara de entre los muertos. Podíamos darnos cuenta de que las transfusiones no estaban deteniendo la enfermedad, y sabíamos que muchos niños de Cerdeña morían a temprana edad de esta misma enfermedad a pesar de las transfusiones que se les administraban. También nos enteramos de que muchos padres que, después que sus hijos habían recibido transfusiones por meses sin mostrar indicio alguno de mejoría, habían optado por cuidar de sus hijos en casa, usando medios menos dolorosos y espantosos”.
Consiglia: “¿Cómo podíamos rechazar la única esperanza de volver a tener a Isabella con nosotros saludable, esperanza que se basa en la promesa de Dios? Basándonos en lo que habíamos leído respecto a los resultados de este tratamiento, nos dimos cuenta de que las transfusiones de sangre no eran de provecho. Nos enteramos de que en muchos casos causan daño mortífero a los órganos vitales”.
Giuseppe: “Informamos nuestra decisión a los médicos, y ése fue el principio de este conocido relato”.
Consiglia: “Isabella era muy sensible, afectuosa e inteligente”.
Giuseppe: “Tenía poco más de dos años de edad, y no obstante ya sabía muchas cosas de Mi libro de historias bíblicas. Sabía el nombre de Dios, Jehová. Podía reconocer a personajes bíblicos y relatarnos acerca de las ilustraciones que se hallan en las historias acerca de ellos”.
Consiglia: “Es terrible para una madre saber que no ha podido dar a su criatura un cuerpo suficientemente sano como para que ésta siga viviendo. Mi hijita Ester me recuerda muchísimo a Isabella. Ahora quiero dar a esta hija saludable el amor que hubiera querido seguir dando a Isabella. Me siento feliz de estar nuevamente con mi familia y con mis hermanos cristianos que nos aman tanto. Con todo, jamás olvidaré aquellos tres años y medio que pasé en prisión, incluso el día en que mi compañera de celda intentó suicidarse debido a la desesperación. Aunque pude salvarle la vida, fue una experiencia terrible. No obstante, esto me ayudó a confiar aún más en Jehová Dios”.
Giuseppe: “Mis compañeros de celda hicieron todo lo posible por quebrantar mi integridad cristiana... recurrieron a la violencia, prácticas homosexuales y otras formas de conducta corrupta. Mi mayor temor era que yo tal vez fallara en cuanto a mantener mi integridad y perdiera la posibilidad de vivir felizmente en el nuevo sistema de cosas de Dios. A veces me desesperaba, como cuando el tribunal de apelación confirmó la sentencia; a veces deseaba nunca haber nacido. A la misma vez, recibía consuelo de Jehová por medio de orarle fervorosamente. Me siento agradecido también de que él haya incluido el libro de Job en la Biblia, pues me parece que hay similitudes entre la experiencia de Job y la mía. Por supuesto, Dios contestó las oraciones de Job, dándole las fuerzas para soportar la prueba y hallar ‘la salida’”. (1 Corintios 10:13.)
”Aun en los momentos más tristes de la pesadilla de estar en prisión, acudía constantemente a Jehová [1 Juan 1:5]. Mis compañeros cristianos, que me enviaron un sinnúmero de cartas provenientes de varios países, me animaron muchísimo también. El amoroso interés que mostraron en mí fue una prueba adicional de que Dios no nos abandona. Textos bíblicos como Romanos 1:12 y Marcos 13:13 me ayudaron a perseverar. Salí de la cárcel ‘derribado’, como dice el apóstol Pablo, ‘pero no destruido’”. (2 Corintios 4:9.)
Consiglia: “No sé si a Giuseppe y a mí nos absuelvan por completo de culpa cuando finalmente concluya el proceso legal. No obstante, nos sentimos agradecidos para con las personas que nos han ayudado y que siguen esforzándose por cancelar la acusación falsa de que asesinamos a nuestra hijita. Ésta es la acusación más terrible que se pueda formular contra un padre o una madre”.
Giuseppe: “Nos sentimos felices de haber pasado por todo esto sin terminar por odiar a alguien debido a lo que ha sucedido. Nuestro amor para con Dios y para con nuestro prójimo ciertamente nos ayudará a tomar en cuenta las muchas bendiciones que hemos recibido. Tenemos a nuestra familia, a nuestros hermanos en sentido espiritual, nuestra fe y nuestra esperanza”.
Probablemente usted concuerde en que este humilde matrimonio de Sarroch fue acusado injustamente, y tal vez se compadezca de ellos por lo que han sufrido. Pero quizás usted tenga algunas preguntas en cuanto a ciertos aspectos de este asunto relacionado con el papel que los padres desempeñan en cuidar de la salud de sus hijos. Sí, éste es un asunto que podría tocar directamente a cualquiera de nosotros, a nuestros parientes o a nuestras amistades.
[Nota a pie de página]
a ¡Despertad! del 22 de febrero de 1983, y la edición italiana del 22 de mayo de 1983.
[Fotografía en la página 9]
Consiglia Oneda, cuando salió de la prisión y se reunió con su hijita Ester
[Recuadro en la página 10]
“Baby Jane Doe”... ¿qué harán los padres?
A veces algunos padres amorosos se enfrentan a decisiones que causan mucho sufrimiento. Suponga que usted y su cónyuge fueran los padres de “Baby Jane Doe”, por ejemplo, ¿qué harían ustedes? The New York Times (1 de noviembre de 1983) informó:
“Hace tres semanas cierto matrimonio de Long Island tuvo una hijita que no era saludable. “Baby Jane Doe” padecía de espina bífida, cráneo anormalmente pequeño, hidrocefalia o exceso de fluido en el cerebro, y otras deformidades. Aun si se le sometía a una operación, ella permanecería crónicamente retardada y estaría postrada en cama por el resto de su vida... unos 20 años en el caso de ella. Después de consultar con los médicos, asistentes sociales y clérigos, los padres de “Baby Jane” tomaron una decisión dolorosa: no someterla a la operación y dejar que la naturaleza tomara su curso”.
Algunos observadores no estuvieron de acuerdo con dicha decisión, y llevaron el asunto a los tribunales. Pero cuando llegó al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, éste rehusó escuchar el caso. El caso de “Baby Jane Doe” es un ejemplo del gran sufrimiento al que se pueden enfrentar hasta padres amorosos.