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  • La vara del amor resultó en un cambio de corazón

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  • La vara del amor resultó en un cambio de corazón
  • ¡Despertad! 1984
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  • Un problema común
  • ¿A qué se debe la situación?
  • Contrarrestando la violencia
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¡Despertad! 1984
g84 22/9 págs. 18-20

La vara del amor resultó en un cambio de corazón

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Japón

DE ENTRE unos 250 estudiantes reunidos para un ensayo de la ceremonia de los que se graduaban, unos doce jóvenes se separaron súbitamente de los demás y fueron hacia el frente de la sala. Formaron una fila y se volvieron de modo que quedaran cara a cara ante el resto de los estudiantes. Al darse cuenta de que aquellos doce eran los malvados de la escuela, conocidos por el terror que sembraban y los actos de vandalismo que cometían, todos los presentes, incluso los maestros, sintieron cierto temor.

Uno del grupo, un joven de 15 años de edad que parecía ser el cabecilla, dio unos pasos hacia adelante, inclinó la cabeza y comenzó a hablar en un tono de tristeza.

“Pedimos disculpas por los problemas que hemos causado a todos ustedes —dijo él—. Comprendemos ahora que lo que habíamos estado haciendo era una tontería. Desde ahora en adelante cambiaremos. También pedimos disculpas a los maestros que no nos dieron por incorregibles, sino que continuaron reprendiéndonos hasta el final. Les rogamos que nos perdonen. Hemos abusado de todos ustedes. [...]”

A medida que hablaba de manera poco hábil y con dificultad, a algunos maestros se les llenaron los ojos de lágrimas. Entonces los demás muchachos malvados pasaron adelante, uno a la vez, y declararon: “Voy a cambiar y llevar una vida recta”.

Un problema común

Uno de los principales periódicos del Japón, el Yomiuri Shimbun, calificó de “Declaración de penitencia” aquella escena que tuvo lugar en una escuela secundaria intermedia de Kawasaki, ciudad industrial al sur de Tokio. Como muchas otras escuelas del Japón, la escuela intermedia de Tajima había sido azotada fuertemente por la violencia en los últimos años. Los estallidos de violencia ocurrían diariamente. Los estudiantes derribaban a patadas las puertas de los inodoros y de las salas de clase, hacían agujeros en el techo con los mangos de los trapeadores, hacían sonar las alarmas y hacían estragos en la propiedad de la escuela en general. Un maestro quedó hospitalizado por dos semanas después de recibir golpes de un estudiante a quien amonestó respecto a su peinado.

En otra escuela intermedia del distrito de Machida, en Tokio, varios estudiantes delincuentes ridiculizaron e intimidaron a cierto maestro cuya salud se había perjudicado debido a la bomba atómica que estalló en Hiroshima. “Era fácil intimidar a aquel tipo —dijo uno de los mozalbetes— porque él expresaba su temor inmediatamente si lo empujábamos.” Después de varias semanas de ser perseguido, golpeado y apaleado por los estudiantes, el maestro reaccionó, apuñalando a uno de los atacantes con un cuchillo.

La violencia en las escuelas ha llegado a ser un problema de tal magnitud por todo el país que el primer ministro Nakasone declaró hace poco que era una cuestión doméstica de primera importancia. Además, el Ministerio de Educación estableció un grupo para que estudiara el problema.

¿A qué se debe la situación?

Como era de esperarse, el público quedó alarmado ante esos incidentes de violencia y esa conducta delincuente en las escuelas. Y la pregunta inevitable es: ¿A qué se deben esos problemas?

De acuerdo con un estudio realizado por la Oficina de Normas Nacionales del Japón, más de la mitad de los que contestaron opinaban que la causa principal de la creciente ola de violencia en las escuelas era nada menos que la actitud tolerante e indulgente de los padres, que no controlan con firmeza a sus hijos.

De manera parecida, en una carta a los editores del periódico The Daily Yomiuri, un ejecutivo de 74 años de edad de Tokio sugirió que “toca a los padres que fueron criados en el período de la posguerra llevar la mayor parte de la responsabilidad”. Dichos padres, explicó él, estuvieron creciendo cuando Japón estaba luchando por restablecerse de las ruinas de la II Guerra Mundial. Las dificultades, las escaseces y la privación eran la porción diaria de ellos. Ahora que viven en abundancia, están resueltos a no permitir que sus hijos experimenten la misma amargura. Les prodigan todo lo que quieren. “Como resultado de esto —escribió el ejecutivo—, han hecho creer a sus hijos que se les dará todo lo que exijan.”

Otras personas indicaron que el mismísimo sistema educativo tenía parte de la culpa. “La educación intensiva, en la que se ejerce mucha presión, es una de las razones principales de la violencia en las escuelas”, dijo Michio Nagai, ex ministro de educación. Además, los estudiantes mismos estaban de acuerdo con esto. “No me sorprendió —dijo un joven de 16 años de edad respecto a la reciente mala fama—. Tanto yo como muchos otros jóvenes compartimos un sentido de frustración respecto al sistema y a los maestros.”

Sin embargo, aunque cada cual echaba la culpa a otro, el problema de la delincuencia juvenil y la violencia en las escuelas no parecía tener una solución rápida. En todo caso, una encuesta realizada por la Asociación Nacional de Principales de Escuela Intermedia reveló que muchos funcionarios escolares predicen que el problema se extenderá, y no ven cómo se pueda poner fin a él.

Todo esto hizo que fuera aun más intrigante lo que sucedió aquella mañana en la escuela intermedia de Tajima. ¿A qué se debió que la entera pandilla de esta escuela se haya disculpado ante el cuerpo de estudiantes, mientras que muchas otras escuelas están acudiendo a la policía para pedir protección?

Contrarrestando la violencia

Después de informar sobre la sorprendente “Declaración de penitencia” que tuvo lugar en Tajima, el Yomiuri Shimbun presentó un relato detallado de lo que evidentemente causó que el corazón de la pandilla cambiara. Apareció bajo el titular “La vara del amor resulta en la reforma de malvados escolares”. Bajo este titular apareció una cita de la cual no se dio la fuente: “El que retiene su vara odia a su hijo”.

“El corazón de estos estudiantes no cambió de la noche a la mañana”, dijo el informe. Hace dos años un nuevo maestro, Shingi Shimoyama, fue nombrado consejero escolar de Tajima. Se convocó a todo el personal de la escuela. De acuerdo con el relato del periódico, sucedió lo siguiente:

“El profesor Shimoyama [...] abrió la Biblia y leyó un versículo Pr 13:24 que dice: ‘El que retiene su vara odia a su hijo’”. Entonces sugirió que los maestros presentaran un frente unido y aplicaran disciplina firme en los casos de ofensas como el inhalar los vapores de ciertos tipos de cola, el fumar, el escupir, el destruir propiedad escolar, y así sucesivamente. Los otros maestros concordaron y dijeron: “Debemos dejar de tolerar el mal en el nombre de la bondad. Dejemos de cerrar los ojos ante la maldad solo para evitar problemas y decir que estamos siendo bondadosos y misericordiosos”.

Sería bueno señalar que aunque hoy día la delincuencia va en aumento en el Japón, los maestros en general siguen gozando de mucha estima, o hasta son reverenciados. En la mayoría de las escuelas los estudiantes y maestros todavía intercambian reverencias al principio y al final de las clases, y todavía se acepta la disciplina estricta y hasta el castigo corporal, aunque éste rara vez se aplica.

¿Qué efecto tuvieron en los estudiantes las medidas? ¿Reaccionaron éstos con violencia, acaso amenazando o golpeando a los maestros? Todos quedaron sorprendidos al ver que “los malhechores reconocieron casi inmediatamente que Shimoyama era superior a ellos”, dice el informe. “‘Ha llegado un maestro especial —dijeron ellos—. El profesor Shimoyama es el único a quien nadie ha de tocar’”.

Además de usar la firmeza, los maestros decidieron llamar por teléfono o visitar a los estudiantes castigados para tener una plática personal con ellos. Dichas visitas y la atención personal contribuyeron a que mejoraran las relaciones entre maestros y estudiantes.

Mientras tanto, la pandilla de malvados estaba observando desde lejos lo que estaba sucediendo. Pero el espíritu de equipo y la clara satisfacción de los estudiantes y maestros empezaron a hacer que se sintieran algo incómodos. En poco tiempo reconocieron que el darse importancia como si fueran grandes personajes era, en realidad, infantil y tonto, y esto fue lo que con el tiempo hizo que pronunciaran la “Declaración de penitencia”.

El secreto del éxito

Esta historia innegablemente impresionante recibió amplia publicidad en el Japón. Dada la cultura y los antecedentes singulares de aquel lugar, los métodos de Shimoyama resultaron ser un éxito. El que este mismo método dé buenos resultados en otras escuelas y en otros países dependería de una serie de factores. No obstante, lo que sucedió en la escuela intermedia de Tajima muestra que cuando se aplica la disciplina con amor, pero con firmeza, se puede ganar a los corazones jóvenes y descarriados.

Dicho sea de paso, el maestro Shimoyama es testigo de Jehová. La cita bíblica que él leyó a los demás maestros fue tomada de Proverbios 13:24, que dice en su totalidad: “El que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina”. Por supuesto, este texto bíblico señala la importancia de aplicar la debida disciplina en el hogar... la “vara” de la autoridad del padre y de la madre. Aunque los maestros y otras personas pueden ayudar, ¡cuánto mejor sería que los padres tomaran a pecho sinceramente este principio bíblico de antigua reputación y lo pusieran en práctica en el hogar!

[Ilustración en la página 18]

El cabecilla de la pandilla pide disculpas a estudiantes y maestros

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