BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g82 8/3 págs. 20-23
  • ¡Cuanto agradezco “la cualidad bondadosa de Dios”!

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • ¡Cuanto agradezco “la cualidad bondadosa de Dios”!
  • ¡Despertad! 1982
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Llegan ayudas bíblicas
  • A territorio indio en carros con toldo de lona
  • Saliendo de Babilonia
  • Una discusión resulta en que nos reactivemos
  • “La cualidad bondadosa de Dios” para todos
  • Otros notaron su fe
    ¡Despertad! 1971
  • Determinada a predicar la verdad de Dios
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
  • El servir a Jehová produce contentamiento feliz
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
  • Predicación pública y de casa en casa
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
Ver más
¡Despertad! 1982
g82 8/3 págs. 20-23

¡Cuanto agradezco “la cualidad bondadosa de Dios”!

Como lo relató Myrtle Quackenbush

Salvó a miembros de mi familia, y sigue salvando a un sinnúmero de otras personas

AHORA tengo 91 años de edad, pero solo era una niñita de cinco años de edad cuando, en 1895 la verdad del Reino se introdujo a mi familia. Fue entonces que un repartidor —ministro de tiempo completo de la Sociedad Watch Tower que iba de casa en casa— pasó por nuestra casa en Indiana. Mi madre tomó los primeros dos tomos encuadernados de una serie de ayudas bíblicas intitulada “Millennial Dawn” (o “Aurora del milenio,” que más tarde se llamó “Estudios de las Escrituras”) para mi padre. La religión era el interés principal de mi padre, pero no siempre había sido así. El cambio en cuanto a lo que recibió énfasis en su vida vino poco después de yo nacer, en Riceville, Indiana, en 1890.

Poco después nos mudamos a Jasper, Indiana, donde administrábamos un hotel y teníamos cierta medida de prosperidad. Mi padre participaba en la política y vociferó hasta quedarse ronco haciendo campaña a favor de Grover Cleveland, y cuando lo eligieron sobrevino una depresión económica severa. Perdimos nuestro hotel, y mi padre se puso a trabajar quitando el aceite a las locomotoras que estaban en el depósito, por $1,25 [E.U.A.] al día... para mantener a una familia de ocho miembros. Cierto día me puse a llorar en el pórtico. Una vecina que pasaba por allí me preguntó: “Myrtle, ¿por qué lloras?” Sollozando, le dije: “¡Estoy hambrienta!” Me trajo un pedazo de sandía. La depresión económica desencantó a mi padre con Cleveland y con la política. Entonces recurrió a la religión.

Llegan ayudas bíblicas

Él se convirtió en lo que se conocía como un “metodista gritón.” La “gritería” era particularmente prominente en las reuniones de los que promovían un despertar religioso. Después de tales reuniones regresaba a casa rebosando de gozo, a una familia que estaba más bien inclinada a burlarse de él que a tomarlo en serio. Mi madre percibió la hipocresía de los predicadores, pero creía en la Biblia. Por eso, cuando el representante de la Sociedad Watch Tower vino a la puerta, ella obtuvo los libros para mi padre. Él se deleitaba en ellos y venía del trabajo y preguntaba: “¿Dónde están mis ‘Auroritas’?,” según llamaba los libros. No obstante, la cuestión no estaba tan claramente definida entonces como lo está ahora, y él siguió siendo metodista. Todavía pasarían algunos años antes que él se declarara a favor de la religión verdadera.

En 1898 nos mudamos a Arkansas, a una finca ubicada en una zona conocida como “La Tierra Prometida.” Distaba mucho de serlo... algunos sectores pantanosos estaban literalmente repletos de serpientes. La oficina de correos era Egipto. Odiaba este lugar y quería salir de Egipto. Fue aquí que mi padre se enteró de que los sermones del pastor C. T. Russell se publicaban en un semanario, el Star de Kansas City, y se suscribió al periódico a fin de leer los sermones. Todos nosotros íbamos a la iglesia —no había otro sitio adonde ir— pero mi padre era el único que realmente se interesaba en la religión.

Se me tiene que haber pegado algo de aquello. Los pollos eran mis animales favoritos, y cada vez que moría uno de ellos le celebraba un funeral. Uno de estos funerales fue particularmente lastimoso. Después de cenar pollo cierto domingo, descubrí la cabeza de mi gallo favorito al lado del tajo... él había sido el plato principal de la cena. Yo estaba horrorizada y desconsolada. Aquel funeral con solo la cabeza del gallo fue un triste lamento, y recuerdo que la canción que canté en aquel ‘servicio’ fue el viejo himno religioso “Puede que el sol de mañana nunca salga.” Yo era lo suficientemente religiosa como para dirigir funerales, aunque fuera solo para pollos. Respecto a mi padre, todavía estudiaba sus ‘Auroritas,’ y todavía asistía a la iglesia metodista.

A territorio indio en carros con toldo de lona

En 1900, cuando tenía 10 años de edad, emprendimos viaje para el territorio indio —que más tarde llegaría a ser Oklahoma— en dos carros con toldo de lona, con un tiro de caballos y un tiro de mulas, una vaca, un perro, seis gallinas y un gallo. Anteriormente los colonizadores blancos se habían apresurado a adquirir propiedades en tierra india, y ahora se habían abierto más territorios para la colonización, pero esta vez fueron asignados por sorteo.

Después de un viaje accidentado, que duró un mes, en compañía de nuestra colección de animales, cruzando riachuelos tan crecidos que los caballos y las mulas tenían que nadar, y cocinando sobre hogueras, llegamos al territorio indio. Mi padre y mi hermano mayor se alistaron para el sorteo, pero no obtuvieron ningún terreno. Nos quedamos acampados cerca del fuerte Sill por un año. Mi padre y dos de mis hermanos trabajaron preparando el terraplén para la vía férrea que iba en dirección al oeste. Los amerindios estaban en todas partes... comanches y kiowas y otros indios que habían sido establecidos en reservas. Sin embargo, los apaches acaudillados por Jerónimo se negaron a firmar un tratado y a tiempos fijos Jerónimo tenía que personarse en el fuerte Sill. Murió allí en 1909.

Pero en 1901 regresamos a Arkansas, de vuelta a la “Tierra Prometida”... de vuelta a los predicadores y a los oradores de temas religiosos que viajaban a caballo de pueblo en pueblo con el fin de celebrar reuniones de avivamiento, y de vuelta a la iglesia metodista. Pero mi padre todavía leía sus Estudios de las Escrituras. Más tarde nos mudamos a Jonesboro, y allí mi padre conoció a los Andrews, una pareja que participaba activamente en hablar con otros de las verdades de la Biblia y en distribuir literatura de la Sociedad Watch Tower. Entonces murió mi madre; mi padre asistía a las reuniones que los Estudiantes de la Biblia celebraban en un hogar, y yo conocí a Ralph Quackenbush.

Saliendo de Babilonia

Finalmente, cierto domingo por la mañana en 1908, 13 años después de comenzar a estudiar las publicaciones de la Sociedad Watch Tower, mi padre se puso de pie en la iglesia metodista y, ante toda la congregación, solicitó que quitaran su nombre de la lista de miembros de la iglesia. En ese tiempo él era el superintendente de la escuela dominical. Sin embargo, anunció que ahora era Estudiante de la Biblia, asociado con la Sociedad Watch Tower. Le tomó mucho tiempo separarse de la iglesia, pero tal parece que recibió el impulso necesario al hallarse con alguien que participaba activamente en la obra de testificar. Esto demuestra lo valioso y lo necesario que es la asociación apropiada. Desde aquel tiempo en adelante participó activamente en hablar con otros acerca del reino de Dios, hasta su muerte en 1914.

Estaba en una reunión, en la que se estaba presentando el Foto-Drama de la Creación... una combinación de diapositivas y películas sincronizadas con grabaciones. Casi al finalizar la reunión, una señora que estaba al lado de él le pidió que visitara a un amigo de ella para que le hablara de la verdad, y le dio un trozo de papel donde estaba anotado el nombre y la dirección del amigo de ella. Cuando todos se pusieron de pie para la oración de conclusión, él no se levantó. Cuando terminó la oración, la señora miró a mi padre. Estaba sentado, con el trozo de papel estrujado en el puño cerrado. Había muerto de apoplejía durante la oración.

Me activé aquel mismo año, 1914. En aquel entonces vivía en Paragould, Arkansas, y estaba casada con Ralph Quackenbush. Tuve mi tercer hijo en junio de aquel año, y dos meses después estalló la I Guerra Mundial. ¿Era aquel el comienzo de lo que mi padre había hablado por tanto tiempo, al decir que el Reino vendría en 1914? Aquello hizo que me pusiera a estudiar seriamente, y lo mismo sucedió con mis tres hermanas y uno de mis hermanos. Con todo, esperé cuatro años para bautizarme, en 1918. Mi esposo se bautizó poco después. Solicitamos que la Sociedad Watch Tower incluyera nuestros nombres en la lista de personas que deseaban que los representantes viajantes de la Sociedad —llamados “peregrinos” en aquel tiempo— visitaran en el hogar de ellas y dieran conferencias en el pueblo. De allí en adelante, por varios años, nos beneficiamos espiritualmente al recibir a estos visitantes en nuestro hogar.

En 1922 mis tres hijos y yo distribuimos el primero de una serie de siete mensajes de juicio especiales contra la cristiandad. En aquel tiempo vivíamos en Glendale, California. Allí asistimos a las reuniones hasta que nos mudamos a Chatsworth, al otro extremo del valle de San Fernando. Vivíamos bastante aislados en aquel sector, y nuestra actividad disminuyó. Íbamos a la deriva espiritualmente.

Una discusión resulta en que nos reactivemos

Entonces mi hijo menor comenzó a asistir a la Universidad de California en Los Ángeles (U.C.L.A.). Otros dos estudiantes viajaban con él. Uno de ellos era un metodista arraigado firmemente en su fe, y cierto día comentó sobre ciertos criminales que se habían escapado del castigo y dijo que ellos tendrían su merecido en el fuego del infierno. Mi hijo le dijo que no existía tal lugar. Volvió a casa a fin de que yo le diera textos con los cuales probar su punto. Nuestra familia participó en buscar razonamientos bíblicos, tales como los siguientes, que se citan aquí de la Versión Valera, revisión de 1977:

Salmo 146:4: “Pues expira, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus proyectos.”

Eclesiastés 3:19-21: “Una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe si el espíritu [respiración] de los hijos de los hombres sube arriba, y si el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?”

Eclesiastés 9:5,10: “Los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben. . . . Todo lo que esté al alcance de tu mano, esmérate en hacerlo según tus fuerzas; porque en el Seol [el sepulcro común de la humanidad], a donde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.”

Ezequiel 18:4: “El alma que peque, ésa morirá.”

Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte.”

No obstante, estos textos y muchos otros más no convencieron al joven metodista de que los inicuos no eran atormentados en un infierno de fuego. Pero aquella investigación bíblica animó espiritualmente a nuestra familia de tal manera que volvimos a activarnos y desde entonces en adelante nunca desistimos de la obra.

Nos mudamos a Burbank, más cerca de Los Ángeles, donde se celebraban con regularidad las reuniones semanales. Comenzamos a asistir con regularidad a las reuniones y a participar en la obra de testificar. Trabajé en un automóvil con equipo sonoro, e iba por todo el valle de San Fernando, que consistía en su mayor parte de huertas de naranjas y sembrados de trigo y habichuelas o frijoles.

El automóvil con equipo sonoro tocaba discursos bíblicos, y después el grupo que había venido en el automóvil visitaba todos los hogares que estaban al alcance de oír el mensaje grabado. En aquel tiempo usábamos tarjetas de testimonio, pedíamos a los amos de casa que las leyeran y luego les ofrecíamos literatura bíblica por una contribución. Más adelante llevábamos fonógrafos portátiles y tocábamos discursos bíblicos breves a la gente. Con el tiempo, nos concentramos en presentar sermones breves en las puertas y ofrecer literatura. El siguiente paso era el de volver a visitar a los que habían mostrado interés en la Biblia y comenzar un estudio bíblico gratuito en los hogares de los que lo desearan.

En 1935 se bautizaron mis dos hijos menores, y al año siguiente fueron a Betel, la central de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn, Nueva York, a dedicar todo su tiempo a servir en la imprenta que hay allí. En 1947 mi esposo murió de cáncer... él era un siervo en la congregación de los testigos de Jehová de Burbank. Durante todo ese tiempo mi hijo mayor no había hecho nada en cuanto a la verdad. Pero, con el transcurso del tiempo, en 1954, se bautizó y continuó activo hasta su muerte en 1979, año en el que era superintendente presidente de la congregación de Sherman Oaks. Hace tres meses otro de mis hijos, Myron, murió mientras servía en la “Hacienda Watchtower.” El tercero de mis hijos todavía sirve en Nueva York, en la imprenta de Brooklyn.

Todavía vivo en California, y espero aún ver que el reino de Dios bajo Cristo venga para limpiar la Tierra de la iniquidad. Si no estoy viva cuando llegue ese tiempo, entonces tengo la esperanza de que Dios nos recordará, a mí, a mi esposo y a mis dos hijos difuntos cuando la resurrección despierte a millones de personas, quizás a miles de millones, que ahora duermen en la muerte... sí, las despierte a la oportunidad de obtener vida eterna en un paraíso terrestre.—Juan 5:28, 29.

“La cualidad bondadosa de Dios” para todos

A los 91 años de edad, tengo mucho en que reflexionar. A mi familia y a mí nos tomó largo tiempo darnos cuenta de la importancia de dedicarnos a Jehová Dios, bautizarnos y testificar acerca de su reino. Eso me hace sentir un aprecio profundo por ‘la bondad y longanimidad y gran paciencia de Jehová, esa cualidad bondadosa de Dios que trata de conducirnos al arrepentimiento.’ (Romanos 2:4) Y ahora, cuando me impaciento y pienso en los muchos años que llevo esperando con anhelo que venga su reino para que limpie la Tierra de la iniquidad e introduzca un paraíso terrestre, me viene a la memoria el texto de 2 Pedro 3:9: “No es lento Jehová respecto a su promesa, según lo que algunos consideran lentitud, sino que es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido [no atormentado en el fuego del infierno], sino desea que todos alcancen el arrepentimiento.”

La cualidad bondadosa de la longanimidad y gran paciencia de Dios, que fue tan vital para mi familia y para mí, todavía está dando oportunidad a un sinnúmero de personas para que se arrepientan y alcancen vida eterna. Ahora las condiciones mundiales van empeorando rápidamente, hay cada vez más prueba de que estamos acercándonos al fin de este viejo mundo bajo Satanás, y los testigos de Jehová están efectuando una labor eficaz por todo el mundo para cumplir con la obra de predicar. (Mateo 24:14) Muchas personas se dan cuenta de lo urgente que es ponerse de parte del reino de Dios y están haciéndolo rápidamente. Y eso me deleita en gran manera.

Ya no puedo leer y no puedo confiar en mis piernas, pero todavía tengo la mente y el corazón llenos de la Palabra de Dios y mi fe arde tan intensamente como siempre. Quisiera seguir viviendo para ver el Reino venir y terminar con este sistema inicuo en manos de Satanás. Pero no quiero que el Reino venga antes del tiempo debido de Dios, antes que se complete a Su satisfacción la obra de testificar, o antes que las personas de corazón honrado para con Dios que restan se beneficien de esta misma “cualidad bondadosa de Dios.” Es mi más vivo deseo que esta cualidad se extienda a muchos de ellos y los conduzca al arrepentimiento y a la salvación... así como se nos extendió a mi familia y a mí, y la cual necesitábamos tanto.

[Fotografía de Myrtle Quackenbush en la página 21]

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir