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¡Despertad! 1974
g74 22/6 pág. 23

Un desafiante rompecabezas

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Venezuela

¿LE PARECEN desafiantes los rompecabezas? ¿Qué hay de un rompecabezas que pesa más de 590 kilos y en el que algunas piezas tienen más de dos metros de largo? Ese rompecabezas tendría el tamaño de una ballena, ¿no es cierto? ¡Bueno, eso es lo que este rompecabezas es, el esqueleto de una ballena!

No hace mucho, en la isla Margarita, en Venezuela, hablé con un profesor que juntó y armó el esqueleto de una ballena. El hacerlo fue un gran desafío.

Él comprendió que muchos de los estudiantes de la vida marina en la Universidad del Oriente en Margarita se beneficiarían de examinar el espécimen armado, y aceptó el desafío.

Al tiempo de su decisión la ballena todavía estaba en las orillas de la isla de Cubagua, donde unos humildes pescadores habían informado haberla visto unos diez años antes. Ahora se ofrecieron generosamente a desafiar el mar en sus pequeños botes de pesca para hacer los muchos viajes que se necesitarían para traer el esqueleto a la universidad.

Los pescadores trajeron su carga y la depositaron con cuidado en el Centro de Investigaciones Científicas. Los huesos no fueron colocados en ningún orden especial. ¡Aquello sencillamente era una gran pila de huesos! ¡Ahora el profesor tenía un verdadero rompecabezas en sus manos!

Lo primero que había que hacer era limpiar los huesos. El sol y la tierra habían contribuido mucho al deterioro del cuerpo. A pesar de eso, los huesos todavía estaban lejos de estar limpios y blancos.

Así es que por casi dos meses trabajaron, estregando y estregando. Nada parecía aflojar la grasa que todavía se adhería al hueso... ningún limpiador, blanqueador ni detergente. Finalmente alguien dio con la idea de probar un limpiador de horno.

El profesor lo puso a prueba y, ¡he aquí que dio resultados! Con eso la limpieza pronto terminó, y pasaron al armado.

Aquí se pudo ver claramente la sabiduría del Creador, Jehová Dios. No había dos piezas exactamente iguales. Este rasgo resultó ser una gran ayuda, y en ningún lugar se apreció más que en la columna vertebral.

Entre cada vértebra hay un disco. La cara en ese disco solo encaja en una vértebra, la que tiene la cara que hace juego con ella. Al poner en orden las vértebras hallaron que algunas no parecían encajar con ningún disco. Esto los hizo concluir que debían haber más vértebras. Efectivamente, una expedición a la isla desenterró más vértebras.

Para sujetar los huesos unos con otros, se les transfirió a un garaje. Allí la cabeza, las costillas y los huesos más pequeños fueron sujetados con tornillos de bronce.

En cuanto a las vértebras, fueron conectadas por una vara de acero. Se taladró un agujero a través del centro de cada vértebra y disco y dentro de la cabeza. Entonces se pasó la vara a través de la espina dorsal y dentro de la cabeza. El largo del espinazo se puede apreciar por el hecho de que, armado, ¡se extendía a lo largo del garaje, salía por la puerta y llegaba hasta la acera! ¡Imagínese la sorpresa de un traseúnte al hallar que su camino estaba obstruido por el espinazo de una ballena!

El cráneo es muy pesado, pues aproximadamente tiene la cuarta parte del peso total de la ballena. En el primer intento de montarlo, el armazón se arqueó. Por medio de reubicar la cabeza para obtener un equilibrio mejor y escogiendo otro punto de apoyo principal, pudieron usar el mismo armazón.

Retrocediendo para echar una buena mirada a su rompecabezas, terminado y montado, el profesor halló toda razón para alegrarse de haber aceptado el desafío.

Desde hacía mucho la idea de un museo marino se había estado fomentando en la mente de éste y otros profesores en la universidad. Ahora ciertamente tenían la base para uno. Así es que, ¿por qué no hacer el esfuerzo?

A medida que el proyecto comenzó a cobrar forma también cobró impulso. Individuos que vieron los beneficios educativos implicados comenzaron a traer sus donaciones. Trajeron corales, conchillas, anclas, crustáceos... cualquier cosa que tuviera que ver con el mar. Especímenes de los peces que se hallan a lo largo de la costa de Margarita, algas, fotografías que muestran cómo se crían las ostras y mejillones, esqueletos de tiburón y de delfín se encuentran entre los artículos que se pueden examinar allí.

Por supuesto, la ballena ocupa el puesto de honor. Pronto los huesos estarán lisos y blancos, pues se les está puliendo con pequeña pulidora manual y después serán rociados con un claro barniz plástico para conservarlos.

Y así es que en la actualidad, debido a que alguien estuvo dispuesto a aceptar un desafío, nació en la isla Margarita El Museo del Mar en el Centro de Investigaciones Científicas de la Universidad del Oriente.

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