La juventud no excluye del ministerio
UN MINISTRO es alguien que sirve. Jesús hizo claro este punto en su lección de humildad ocasionada por la solicitud de la esposa de Zebedeo de que a sus dos hijos, Santiago y Juan, se les concedieran los principales asientos con Cristo Jesús en su reino. “Quienquiera que desee ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes, y quienquiera que desee ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes. Así como el Hijo del hombre vino, no para ser servido, sino para servir y para dar su alma como rescate en cambio por muchos.”—Mat. 20:20-28, NM.
Un ministro de Dios, por lo tanto, es alguien que sirve a Dios. ¿De qué edad tiene que ser alguien antes que pueda ser ministro de Dios? Más de un oficial ha mirado en desestimación al ministro que, compareciendo ante él, ha declarado que se había dedicado a su Creador cuando era un mozalbete y que había sido ministro desde su dedicación. ¿Puede un niño ser ministro de Dios o está excluído automáticamente de ello por su juventud? ¿Qué manifiestan las Escrituras y los hechos?
Ante todo observemos que Samuel empezó a servir en el templo tan pronto fué destetado. Y cuando Dios tenía un mensaje para Israel de desastre inminente, él no envió su ángel al anciano Elí, ni a sus maduros aunque disolutos hijos, sino al joven muchacho Samuel.—1 Sam. 2:12 a 3:19.
Y ¿qué hay de Jeremías? Cuando Jehová le dijo: “Te he constituído profeta a las naciones,” él contestó: “¡Ay Jehová, Señor! ¡he aquí que no sé hablar, porque soy niño!” ¿Aceptó Jehová la excusa de Jeremías? No, sino que le contestó: “No digas: Soy niño; sino anda a dondequiera que yo te envíe, y habla todo cuanto yo te diga.”—Jer. 1:5-7.
Sí, en las Escrituras hebreas hay muchos ejemplos de jóvenes ministros de Jehová Dios. Tenemos a David, José, Josías, Daniel y sus compañeros. Y también hay ejemplos en las Escrituras cristianas griegas, siendo el primer y principal ejemplo, por supuesto, el de Cristo Jesús. A la edad de sólo doce años fué hallado “en el templo, sentado en medio de los maestros y escuchándoles e interrogándoles. Pero todos los que le escuchaban estaban en constante asombro por su entendimiento y sus respuestas”. (Luc. 2:46, 47, NM) Y si se arguyera que él era una excepción, puesto que era el Hijo de Dios, entonces preguntamos, ¿qué hay de Timoteo? Tiene que haber sido muy joven cuando principió su carrera de predicación, porque unos diez años después Pablo todavía lo halló necesario aconsejarle: “Que nadie jamás menosprecie tu juventud.”—Hech. 16:1-3; 1 Tim. 4:12, NM.
No sólo tienen así buen precedente bíblico los ministros de Jehová para su actividad ministerial mientras todavía son jóvenes, sino que el registro que guarda la historia sobre el tema detiene a sus críticos en sus cavilaciones. Por ejemplo, Juan Calvino fué reconocido como capellán a la edad de doce. El papa Paulo III elevó a su nieto (sí, a su nieto) Alejandro Farnesio al cardenalato a la edad de catorce años. El papa León X fué hecho abad cuando sólo tenía ocho años y llegó a ser cardenal a la edad de trece.
También en tiempos modernos repetidamente leemos de ministros jóvenes que sirven en los púlpitos. Quizás el caso más sensacional fué el del hijo de cuatro años de un clérigo de California que predicó en 1948 y 1949. En realidad, debido a que este ministro-niño ejecutó una ceremonia matrimonial se introdujo un proyecto de ley en la legislatura de Misurí prohibiendo a ministros menores de diecisiete años ejecutar matrimonios. El proyecto de ley, sin embargo, fué derrotado, sobre la base de que violaba la libertad religiosa.
¿Qué se necesita para ser ministro de Jehová Dios en estos días? Dedicación a Jehová, un conocimiento de su Palabra, el deseo y la habilidad de decírsela a otros, y fidelidad a pesar de la oposición. Que uno no tiene que ser adulto para llenar estos requisitos es evidente del siguiente informe que se recibió de un representante viajero de la Sociedad Watch Tówer que sirve en la Costa del Oro:
“Al llegar al pueblito costeño de Senya Beraku conocí a un hermano joven de unos trece años de edad, quien tenía un ojo manchado de sangre. Cuando le pregunté la causa de esto relató su experiencia. Se puso en contacto con la verdad por primera vez hace dos años al seguir a un condiscípulo mayor que él al Salón del Reino de los testigos de Jehová. Después de algún tiempo este condiscípulo perdió interés, pero él no. Pronto se unió a los hermanos en la predicación de casa en casa. Puesto que su madre estaba muerta y su padre trabajaba lejos en la Costa del Marfil, se quedaba con una abuela y una tía quienes repetidamente le pegaban para que abandonara su actividad, pero en vano. Dos veces se le impidió asistir a una asamblea de los testigos de Jehová donde esperaba ser bautizado, pero sólo porque le escondieron su ropa. El día que lo vi se estaba preparando para acompañarnos en la actividad de predicación en grupo cuando su tía lo cogió e hizo que algunos muchachos lo golpearan. Después de la golpiza les preguntó si eso era todo lo que podían hacer y luego salió para encontrarnos para testificar. Esa golpiza explicaba el ojo manchado de sangre.
“La gente se mofa de que él vaya de casa en casa, llamándolo asempfo, que significa ‘portador de buenas nuevas’. Él sosegadamente les dice que aprecia el nombre, porque eso es lo que él verdaderamente es, y luego les pregunta por qué ellos mismos no quieren también llegar a ser asempfos, portadores de buenas nuevas.
“Le dicen que debería estar en la escuela en vez de estar predicando, a lo cual él contesta señalando a la urgencia del mensaje. La realidad es que a pesar de sus actividades ministeriales él se encuentra a la cabeza de su clase en la escuela. Sus respuestas son tan atinadas e inteligentes que algunos expresan resentimiento y otros asombro de que tales respuestas provengan de un niño tan pequeño como él. Cuando va de puerta en puerta su maletín que contiene la literatura bíblica casi se arrastra por el suelo, por lo pequeño que él es.
“Temprano el domingo por la mañana lo bautizamos y ya podrán ustedes imaginarse el gozo que sintió de que al fin pudo simbolizarse y dar declaración pública de su dedicación a Jehová.”
¿Cuántos ministros cristianos profesos, maduros en años, manifiestan tal entendimiento, celo e integridad? Verdaderamente, no la edad sino los frutos determinan si uno es o no es ministro de Dios. La edad no excluye a uno del ministerio.