La recuperación económica de México, ¿hasta dónde ha llegado?
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN MÉXICO
POR todo el mundo las naciones se enfrentan a una elevada inflación, la devaluación de la moneda, la inestabilidad económica y la preocupación de sus ciudadanos. Las dificultades económicas de Rusia parecen haber empeorado en los últimos dos años a raíz de los cambios que sufrió el país. A pesar de que Estados Unidos está considerada como la nación más rica del mundo, todavía está intentando salir de la recesión. El auge económico japonés se ha frenado, y los japoneses se muestran más cautos con sus finanzas. Y en cuanto a Latinoamérica, los problemas económicos son ya cotidianos.
En este contexto, parece sorprendente leer ciertas declaraciones sobre la recuperación económica de México. El presidente de la nación, Carlos Salinas de Gortari, afirmó en su discurso a la Asociación de Política Exterior de Nueva York: “Hemos reducido la inflación de casi el 200% en 1987 a un nivel que ya llega al 10%, y sigue bajando. Desde 1989, trece millones de mexicanos más cuentan con corriente eléctrica, otros once millones tienen agua potable y otros ocho millones y medio más disponen de alcantarillado”.
Por eso, surgen varias preguntas: ¿Qué implica esta recuperación económica? ¿Está mejorando el nivel de vida del pueblo mexicano?
Los años de la crisis
Antes de la década de los setenta se consideraba a México un país estable económicamente. Mantenía una paridad de 12,50 pesos con respecto al dólar, la economía era fundamentalmente estable y la deuda externa estaba más o menos controlada. Pero en los años ochenta, cuando se esperaba un auge económico gracias al descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo en México, se produjo una crisis que hizo que el país alcanzara en 1987 la tasa de inflación más elevada de su historia.
En aquellos días era muy difícil mantener la demanda de dinero, y el gobierno imprimía sin parar unos billetes que se devaluaban día a día. Empezaron a salir del país grandes capitales, que se ponían a salvo en bancos extranjeros. La devaluación del peso iba casi a la par con la tasa de inflación. En 1992, cuando el dólar estaba a 3.110 pesos, la devaluación había sobrepasado el 24.000% con relación a la década de los setenta, cuando el cambio se hallaba a 12,50 pesos por dólar.
En los dos sexenios anteriores a 1988, la mayoría de las medidas adoptadas por el gobierno para solucionar los problemas antes mencionados fueron contraproducentes y terminaron por debilitar la economía mexicana. Comenzó a cundir la desconfianza tanto dentro del país como en el exterior, y más aún cuando en 1982 el gobierno se reconoció incapaz de pagar siquiera los intereses de la deuda externa.
Cambios drásticos en la economía mexicana
Los cambios comenzaron durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, quien tomó posesión de su cargo el 1 de diciembre de 1988. El presidente Salinas, economista y graduado de la Universidad de Harvard, se rodeó de un equipo de especialistas económicos y se enfrentó al desafío que suponía reestructurar la economía mexicana. Se le presentaron dos opciones: elegir entre una economía mixta o una de mercado. La economía mixta es aquella en la que el Estado controla una parte importante de las industrias y servicios, aunque permite la presencia de la iniciativa privada. Por otro lado, una economía de mercado concede libertad total y permite que la industria y el sector privado funcionen sin la menor interferencia estatal. El gobierno de Salinas escogió la economía mixta, invirtiendo el proceso que se había seguido en años anteriores. El gobierno precedente se había cargado de multitud de empresas y servicios que, en lugar de ser productivos, sobrevivían únicamente gracias a los subsidios estatales. Pero ahora se iba a dar mayor oportunidad a las empresas privadas, de modo que se comenzaron a vender algunas de las empresas que estaban en poder del Estado —cerca de cuatrocientas hasta ahora—, lo que generó un flujo de efectivo y alivió las finanzas estatales.
Con la privatización de empresas y la correspondiente política de austeridad en el gasto público, se ha hecho posible la refinanciación de la deuda externa de la nación, que en 1993 se elevaba a más de 103 mil millones de dólares. Como consecuencia, algunos países se sienten más confiados ante la posibilidad de invertir en México.
El Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLC o NAFTA)
Las negociaciones para el tratado de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México vienen produciéndose desde 1990. Durante 1993 persistió el debate para la aprobación final de este acuerdo, en especial en Estados Unidos. A finales de 1993 el acuerdo quedó ratificado por completo y entró en vigor el 1 de enero de 1994. Si bien se había comenzado a negociar siendo George Bush presidente de Estados Unidos, durante la presidencia de Clinton el tratado encontró una mayor oposición tanto en Estados Unidos como en Canadá. ¿A qué se debió la controversia?
Existen opiniones encontradas sobre las posibles consecuencias del TLC. Como es lógico, la opinión mexicana es positiva. Jaime José Serra Puche, ministro de Comercio y Fomento Industrial de México, declaró ante un grupo de hombres de negocios en Detroit (Estados Unidos): “El TLC tiene mucho sentido. O lo que es lo mismo, el TLC nos ayudará a crear más puestos de trabajo, a ser más competitivos, y al mismo tiempo nos ayudará a mejorar el medioambiente”. Es justo en el medioambiente donde radica una de las principales dudas de los estadounidenses, quienes aseguran que las empresas mexicanas ubicadas junto a la frontera con Estados Unidos no toman muy en cuenta el entorno ambiental. También se dice que los sindicatos estadounidenses temen que el TLC provoque una pérdida significativa de puestos de trabajo en la mano de obra estadounidense. La respuesta del presidente Salinas fue: “México es el mercado de más rápido crecimiento para las exportaciones de Estados Unidos”. A esto añadió que su país era “el tercer mayor comprador de productos estadounidenses, tras Canadá y Japón”.
Además de Estados Unidos y Canadá como posibles socios comerciales, México abre sus puertas a otros países. Japón ha mostrado interés por invertir en México. De hecho, una de las empresas privatizadas (Teléfonos de México) fue adquirida con capital mayoritariamente japonés.
El nuevo peso mexicano
Una de las estrategias del gobierno para controlar mejor la economía consiste en modificar la moneda. Al devaluarse el peso frente al dólar estadounidense, se necesitaban grandes sumas de dinero para efectuar transacciones mercantiles. Hasta 1992 se requerían 3.150 pesos para conseguir un dólar, lo que representaba 3.150.000 pesos por cada 1.000 dólares. ¿Se puede imaginar la cantidad de dinero mexicano que se necesitaba para obtener 1.000.000 ó 100 millones de dólares? Tantos dígitos dificultaban las transacciones comerciales. Como consecuencia, en 1993 se decidió quitar tres ceros al peso. Ahora el cambio es de 3,20 pesos por dólar, y se ha hecho posible utilizar de nuevo los céntimos en la economía nacional.
Consecuencias de la nueva economía en el país
Ya por algunos años ha habido un acuerdo entre los patronos, la industria y los sectores financieros de México para tratar de mantener los precios. Los sindicatos, por su parte, han concordado en no pedir aumentos salariales. Así se ha podido controlar la inflación. Ahora bien, ¿se ha mostrado efectivo dicho control? Algunos piensan que si bien los salarios se han mantenido, los precios han aumentado. Aunque la inflación, según las cifras oficiales, se mantuvo por debajo del 10% durante 1993, la gente común, incluidas las amas de casa, cada vez compra menos con la misma cantidad de dinero. La revista londinense The Economist resumió la situación así: “La fiesta se ha convertido en siesta”.
Esto suscita la pregunta: ¿ha fomentado el resurgimiento económico una verdadera recuperación en la sociedad mexicana? Tristemente, la pobreza prosigue su inexorable marcha. En ciertos lugares el salario mínimo de un trabajador, que apenas sobrepasa los 150 dólares al mes, no le permite escapar de la pobreza. Y en algunos estados de México el salario mínimo es aún más bajo. Un obrero o un albañil que gane el equivalente a 200 ó 300 dólares mensuales tiene dificultades para mantener a su familia. Según un estudio reciente, “del 91,9% de los mexicanos que viven en la pobreza, el 30,1% lo hacen en la extrema pobreza”. (El Universal, 31 de marzo de 1993.)
En estas circunstancias, más de trescientos ochenta mil testigos de Jehová predican un mensaje positivo a los 85 millones de mexicanos: pronto la pobreza y la injusticia desaparecerán gracias al gobierno del Reino de Dios en las manos del resucitado Jesucristo. La Biblia promete: “Voy a crear nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón”. “Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal.” (Isaías 65:17, 21-24.) Para entonces, la pobreza habrá desaparecido, sin importar dónde hubiera existido antes.
[Comentario en la página 20]
“México es el mercado de más rápido crecimiento para las exportaciones de Estados Unidos.” —Presidente Salinas