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  • ¿Quién cree en los espíritus malignos?
    La Atalaya 1994 | 1 de febrero
    • ¿Quién cree en los espíritus malignos?

      ¿CREE usted que los espíritus malignos pueden influir en su vida? Muchas personas contestarían con un rotundo no. Aunque reconocen la existencia de Dios, se burlan del concepto de seres maléficos sobrehumanos.

      El generalizado descreimiento en los espíritus que se observa en el mundo occidental se debe en parte a la influencia de la cristiandad, que por siglos enseñó que la Tierra era el centro del universo y que estaba ubicada entre el cielo y un infierno subterráneo. Según esta enseñanza, los ángeles disfrutaban de la felicidad celestial y los demonios administraban las regiones infernales.

      Cuando la gente rechazó las ideas equivocadas sobre la estructura del universo como consecuencia de los descubrimientos científicos, la creencia en los espíritus quedó anticuada. The New Encyclopædia Britannica dice: “Después de la revolución copernicana del siglo XVI (basada en las teorías del astrónomo polaco Copérnico), [...] la Tierra dejó de verse como el centro del cosmos, y pasó a ser tan solo un planeta de un sistema solar que constituye una parte muy pequeña de una galaxia en un universo aparentemente infinito, por lo que el concepto de ángeles y demonios perdió verosimilitud”.

      Aunque mucha gente no cree en los espíritus inicuos, millones de personas sí creen en ellos. En muchas religiones, tanto del pasado como del presente, se habla de los ángeles caídos. No solo se les considera corruptores de la espiritualidad, sino también causantes malévolos de los desastres, como la guerra, el hambre y los terremotos, y promotores asimismo de la enfermedad, los trastornos mentales y la muerte.

      Satanás el Diablo, el principal espíritu maligno del cristianismo y el judaísmo, recibe el nombre de Iblis en la religión musulmana. En el zoroastrismo, antigua religión persa, se le llama Angra Mainyu. En la religión gnóstica, que floreció en los siglos II y III E.C., se le daba el nombre de Demiurgo, término que hacía referencia a un dios celoso e inferior a quien la mayor parte de la humanidad adoraba sin saberlo.

      Los espíritus del mal menores desempeñan un papel importante en las religiones orientales. El hinduismo sostiene que los asura (demonios) se oponen a los deva (dioses). Los asura especialmente temidos son los raksasa, seres horribles que frecuentan los cementerios.

      El budismo concibe a los demonios como fuerzas personalizadas que impiden al hombre conseguir el nirvana, es decir, la extinción del deseo. Uno de los principales tentadores es Mara, con sus tres hijas Rati (Deseo), Raga (Placer) y Tanha (Inquietud).

      Los chinos utilizan hogueras, antorchas y petardos para protegerse de los kuei, es decir, los demonios de la naturaleza. Las religiones japonesas también creen que hay muchos demonios, entre ellos los temidos tengu, espíritus que poseen a la gente hasta que un sacerdote los exorciza.

      Las religiones de pueblos iletrados de Asia, África, Oceanía y América creen que los espíritus son benefactores o maléficos según las circunstancias y el humor que tengan. La gente venera a esos espíritus para evitar las calamidades y recibir favores.

      Añada a todo ello el difundido interés en la magia y el espiritismo, y está claro que la creencia en los espíritus malignos tiene una historia larga y generalizada. Ahora bien, ¿es razonable creer que existen esas criaturas? La Biblia así lo afirma. Sin embargo, si así es, ¿por qué permite Dios que influyan en el ser humano para su perjuicio?

  • Agentes del mal
    La Atalaya 1994 | 1 de febrero
    • Agentes del mal

      LA EXPLICACIÓN de la Biblia sobre el papel de los demonios en los asuntos humanos contesta algunas preguntas fundamentales que, de otro modo, no tendrían respuesta. Considere, por ejemplo, estas palabras del periódico International Herald Tribune sobre la actual guerra de los Balcanes: “Un equipo de investigadores de la Comunidad Europea ha llegado a la conclusión de que [los soldados] han violado a más de veinte mil mujeres y muchachas musulmanas [...] como parte de una política sistemática de terror concebida para intimidar, desmoralizar y obligar a la gente a abandonar su hogar”.

      Un ensayo de la revista Time intentó ofrecer una explicación plausible: “A veces, los jóvenes soldados cometen violaciones para agradar a sus mayores, sus oficiales, y ganarse cierto tipo de aprobación filial. La violación es prueba de compromiso con la ferocidad del grupo. El joven que está dispuesto a cometer actos horribles ha subordinado su conciencia individual para fusionarse con los propósitos inflexibles del grupo. El hombre confirma su lealtad mediante la atrocidad”.

      Ahora bien, ¿por qué están más degradados “los propósitos inflexibles del grupo” que la conciencia individual de sus miembros? A nivel individual, casi todo el mundo quiere vivir en paz con su prójimo. Por ello, ¿a qué se debe que en tiempos de guerra las personas violen, torturen y se maten entre sí? Un factor clave es la influencia de las fuerzas demoníacas.

      La comprensión del papel de los demonios también soluciona lo que se ha denominado un “problema teológico”. Este consiste en conciliar tres proposiciones: 1) Dios es todopoderoso, 2) Dios es amoroso y bueno y 3) suceden cosas terribles. Se dice que es posible conciliar dos de estas proposiciones, pero no las tres. La misma Palabra de Dios da la respuesta, y esa respuesta implica a los espíritus invisibles, los agentes del mal.

      El primer rebelde

      La Biblia nos dice que Dios es un espíritu. (Juan 4:24.) Con el tiempo creó a otros millones de seres espíritus, sus hijos angélicos. Daniel, el siervo de Dios, contempló en visión a cien millones de ángeles. Todos los espíritus que Jehová creó eran justos y se conformaban a su voluntad. (Daniel 7:10; Hebreos 1:7.)

      Posteriormente, cuando Dios ‘fundó la tierra’, estos hijos angélicos de Dios “gozosamente clamaron a una” y “empezaron a gritar en aplauso”. (Job 38:4-7.) Pero uno de ellos concibió el deseo de recibir la adoración que solo merecía el Creador. Al rebelarse contra Dios, este ángel se convirtió en un satanás (que significa “opositor”) y en un diablo (que significa “calumniador”). (Compárese con Ezequiel 28:13-15.)

      Satanás se valió de una serpiente en Edén para hablar a la primera mujer, Eva, y persuadirla a desobedecer el mandato directo de Dios de no comer del fruto de cierto árbol del jardín. Más tarde, su esposo también comió. Así, la primera pareja humana se unió a la rebelión del ángel contra Jehová. (Génesis 2:17; 3:1-6.)

      Aunque lo que sucedió en Edén puede parecer una lección clara relativa a la obediencia, Satanás hizo surgir dos importantes cuestiones morales. Primero, cuestionó que Jehová gobernara a sus criaturas con justicia y para beneficio de estas. Quizá el ser humano podría gobernarse mejor él mismo. Segundo, puso en duda la lealtad y fidelidad de las criaturas a Dios si la obediencia no les traía beneficios materiales.a

      La clara comprensión de las cuestiones que surgieron en Edén y el conocimiento de los atributos de Jehová nos ayudan a entender la solución al “problema teológico”, es decir, conciliar la existencia del mal con los atributos divinos de poder y amor. Aunque es cierto que Jehová posee un poder ilimitado y es la personificación del amor, también es sabio y justo. Manifiesta esos cuatro atributos en perfecto equilibrio. Por ello, no empleó su poder irresistible para destruir a los tres rebeldes de inmediato. Esa acción hubiera sido justa, pero no necesariamente sabia ni amorosa. Por otra parte, tampoco perdonó y olvidó, para algunos la opción más amorosa, si bien no hubiera sido ni sabia ni justa.

      Se necesitaba tiempo para zanjar las cuestiones que Satanás suscitó. Haría falta tiempo para probar si los humanos podían gobernarse bien independientemente de Dios o no. Al permitir que los tres rebeldes siguieran viviendo, Jehová también hizo posible que los seres humanos participaran en probar la falsedad de la alegación de Satanás, sirviendo a Dios fielmente en circunstancias difíciles.b

      Jehová había dicho claramente a Adán y Eva que morirían si comían del fruto prohibido. Y así fue, aunque Satanás le había asegurado a Eva lo contrario. Satanás también está bajo sentencia de muerte; entretanto, sigue extraviando a la humanidad. Por ello, la Biblia dice: “El mundo entero yace en el poder del inicuo”. (1 Juan 5:19; Génesis 2:16, 17; 3:4; 5:5.)

      Otros ángeles se rebelan

      No mucho tiempo después de los sucesos de Edén, otros ángeles se rebelaron también contra la soberanía de Jehová. La Biblia dice: “Ahora bien, aconteció que cuando los hombres comenzaron a crecer en número sobre la superficie del suelo y les nacieron hijas, entonces los hijos del Dios verdadero empezaron a fijarse en las hijas de los hombres, que ellas eran bien parecidas; y se pusieron a tomar esposas para sí, a saber, todas las que escogieron”. En otras palabras, estos ángeles “abandonaron su propio y debido lugar de habitación [en el cielo]”, vinieron a la Tierra materializados en forma humana y disfrutaron de placeres sensuales con las mujeres. (Génesis 6:1, 2; Judas 6.)

      El relato sigue en Génesis 6:4: “Los nefilim se hallaban en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos del Dios verdadero continuaron teniendo relaciones con las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos, estos fueron los poderosos que eran de la antigüedad, los hombres de fama”. Estos hijos híbridos que les nacieron a las mujeres y los ángeles eran anormalmente fuertes, “poderosos”. Eran hombres de violencia, es decir, nefi·lím, palabra hebrea que significa “los que hacen caer a otros”.

      Es digno de mención el que estos sucesos posteriormente se incorporaran en leyendas de civilizaciones antiguas. Por ejemplo, una epopeya babilonia de hace cuatro mil años cuenta las hazañas sobrehumanas de Gilgames, un semidiós poderoso y violento cuya lujuria “no deja a ninguna hija al lado de aquel que la ama”. Otro ejemplo, este de una leyenda griega, es el del personaje sobrehumano Hércules (Heracles). Era hijo de Alcmena, una mujer, y del dios Zeus. Hércules protagonizó una serie de aventuras violentas después de matar a su esposa e hijos en un ataque de locura. A pesar de que estas historias se distorsionaron mucho al pasar de generación en generación, evocan lo que la Biblia dice acerca de los nefilim y sus rebeldes padres angélicos.

      La Tierra estaba tan llena de violencia, debido a la influencia de estos ángeles inicuos y sus hijos sobrehumanos, que Jehová decidió destruir el mundo por medio de un gran diluvio. Los nefilim perecieron junto con todos los hombres impíos; los únicos humanos sobrevivientes fueron el justo Noé y su familia. (Génesis 6:11; 7:23.)

      En cambio, los ángeles inicuos no murieron, sino que desmaterializaron sus cuerpos humanos y regresaron a la región de los espíritus. Como consecuencia de su desobediencia, no se les permitió formar parte de nuevo de la familia de ángeles justos de Dios, ni tampoco se les permitió volver a adoptar cuerpos humanos como lo habían hecho en los días de Noé. No obstante, siguieron ejerciendo una ruinosa influencia en los asuntos humanos bajo la autoridad del “gobernante de los demonios”, Satanás el Diablo. (Mateo 9:34; 2 Pedro 2:4; Judas 6.)

      Enemigos de la humanidad

      Satanás y los demonios siempre han sido asesinos y crueles. Por diversos medios, Satanás le quitó a Job el ganado y mató a la mayor parte de sus siervos. Después quitó la vida a los diez hijos de Job haciendo que “un gran viento” demoliera la casa donde estaban. Posteriormente hirió a Job con “un divieso maligno desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza”. (Job 1:7-19; 2:3, 7.)

      Los demonios manifiestan la misma disposición. En los días de Jesús privaron a la gente del habla y la vista. Hicieron que un hombre se cortara con piedras. Un demonio arrojó a un muchacho al suelo y “lo convulsionó violentamente”. (Lucas 9:42; Mateo 9:32, 33; 12:22; Marcos 5:5.)

      Informaciones procedentes de todo el mundo muestran que Satanás y los demonios son hoy tan malignos como lo han sido siempre. Azotan a algunas personas con enfermedades y a otras las hostigan quitándoles el sueño, con terribles pesadillas o abusando de ellas sexualmente. También han inducido a otras a la demencia, el asesinato o el suicidio.

      ¿Cuánto tiempo más se les tolerará?

      No se tolerará para siempre a Satanás y sus demonios. Jehová les ha permitido existir hasta nuestro día con buena razón, pero ya se les está terminando el tiempo. A principios de este siglo se dio un gran paso para limitar su campo de actuación. El libro de Revelación explica: “Estalló guerra en el cielo: Miguel [el resucitado Jesucristo] y sus ángeles combatieron con el dragón [Satanás], y el dragón y sus ángeles combatieron, pero este no prevaleció, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. De modo que hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados abajo con él”. (Revelación 12:7-9.)

      ¿Cuál fue el resultado? El relato continúa: “A causa de esto, ¡alégrense, cielos, y los que residen en ellos!”. Los ángeles justos podían regocijarse porque los demonios ya no estaban en el cielo. Pero ¿y la humanidad? La Biblia dice: “¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (Revelación 12:12.)

      Encolerizados, Satanás y sus secuaces intentan causar tanto daño como les sea posible antes de su inminente fin. En este siglo se han producido dos guerras mundiales, y ha habido más de ciento cincuenta conflictos menores desde el fin de la segunda guerra mundial. Nuestro vocabulario ha acuñado expresiones que reflejan la violencia de esta generación: “guerra bacteriológica”, “el Holocausto”, “campos de exterminio”, “campos de violación” y “terrorismo”. Las noticias están plagadas de drogas, asesinatos, bombardeos, canibalismo sicopático, masacres, hambre y tortura.

      Pero hay buenas noticias: estas condiciones son temporales. En el futuro cercano Dios actuará de nuevo contra Satanás y sus demonios. El apóstol Juan describió de este modo la visión que Dios le dio: “Y vi a un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente original, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Y lo arrojó al abismo, y lo cerró y lo selló sobre él, para que no extraviara más a las naciones hasta que se terminaran los mil años”. (Revelación 20:1-3.)

      Después, el Diablo y sus demonios ‘serán desatados por un poco de tiempo’, y luego, destruidos para siempre. (Revelación 20:3, 10.) ¡Qué maravilloso será ese día! Una vez eliminados eternamente Satanás y sus demonios, Jehová será “todas las cosas para con todos”. Y todo el mundo verdaderamente hallará “su deleite exquisito en la abundancia de paz”. (1 Corintios 15:28; Salmo 37:11.)

      [Notas a pie de página]

      a Esta alegación se clarificó más tarde cuando Satanás dijo de Job, un siervo de Dios: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma. Para variar, sírvete alargar la mano, y toca hasta su hueso y su carne, y ve si no te maldice en tu misma cara”. (Job 2:4, 5.)

      b El libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., contiene información detallada sobre por qué permite Dios la iniquidad.

      [Fotografías en las páginas 7]

      ¿Es el hombre el único responsable de tales cosas, o tiene la culpa también una fuerza siniestra e invisible?

      [Reconocimiento]

      Pozos de petróleo ardiendo en Kuwait, 1991: Chamussy/Sipa Press

      ¡Qué maravilloso será el día en que los demonios ya no hostiguen a la humanidad!

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