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  • g93 22/4 págs. 25-27
  • Incendian una casa de adoración

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¡Despertad! 1993
g93 22/4 págs. 25-27

Incendian una casa de adoración

LA TARDE del domingo 4 de octubre de 1992, un hombre enloquecido irrumpió en un pequeño Salón del Reino que estaba en el primer piso de un edificio de Wŏnju (República de Corea), mientras estaban reunidos unos noventa fieles adoradores, y gritó varias veces: “Saquen a mi esposa”. Cuando ella lo escuchó, se marchó rápidamente por una salida trasera de emergencia.

El hombre vació un recipiente de gasolina sobre la alfombra de la entrada principal. Luego, desatendiendo las súplicas de los ocupantes del salón, prendió fuego a la alfombra. La gasolina explotó literalmente, lanzando llamas y humo negro hacia el cielo raso y la plataforma, y por todo el salón. En pocos segundos gran parte de la concurrencia se vio atrapada por el fuego. Las llamas y el humo salían por todas las ventanas.

Muchos de los presentes escaparon por la puerta trasera o salieron por las ventanas a la estrecha cornisa, con el fin de alcanzar el tejado de un edificio vecino y de ahí bajar a la calle. Otros simplemente se arrojaron desde el primer piso a la calle. Mientras huía, el incendiario pateó despiadadamente a algunos de los que se habían arrojado por la ventana y estaban heridos en el suelo.

El superintendente viajante, que en ese momento presentaba un discurso público especial, gritó: “De prisa, salven a los niños”. En opinión de los sobrevivientes, tanto él como su esposa podrían haberse salvado si no hubiesen intentado salvar a otros. Estuvieron entre las quince víctimas que murieron, aparte de otros veintiséis que resultaron heridos. Otro hombre, que murió después en el hospital, arriesgó su vida con el fin de ayudar a salir a los de más edad.

Las víctimas mortales fueron los que se hallaban en la parte delantera del salón. El superintendente viajante y su esposa murieron por asfixia debido al intenso humo. Un total de nueve familias tuvieron que lamentar alguna pérdida. Murieron tres niños, de 3, 4 y 14 años de edad. Fue casi un milagro que no se produjesen más muertes, pues el salón estaba atestado y las llamas impedían la salida por la entrada principal.

En poco tiempo acudieron siete camiones de extinción de incendios y treinta bomberos, pero la rapidez del fuego ya se había cobrado algunas vidas. Aunque el incendio se pudo extinguir en una hora, su intensidad dificultó muchísimo las labores de identificación de los que habían muerto, que tomaron más de dos horas.

La policía de Wŏnju detuvo más tarde al autor de los hechos bajo los cargos de asesinato e incendio premeditado. Mientras se hallaba detenido, intentó suicidarse, pero no pudo lograrlo.

Aguantó un maltrato brutal

Cuando la esposa del incendiario se interesó en las enseñanzas de la Biblia, él comenzó a amenazarla. De hecho, estaba opuesto a todas las religiones cristianas. Hacia mediados de septiembre, dos semanas antes de la visita del superintendente viajante a la Congregación de los testigos de Jehová de Wŏnju, había golpeado a su esposa hasta dejarla inconsciente. Cuando ella volvió en sí, él le echó disolvente sobre el cuerpo y le prendió fuego, pero al ver la llama, tomó conciencia de lo que hacía y la apagó rápidamente.

El trágico domingo, él exigió a su esposa que no fuese al Salón del Reino. No obstante, pese a que él se encolerizó, ella no se dejó intimidar. Entendía que en cuestiones de adoración tenía que obedecer a Dios y no a los hombres, lo que incluía a su marido. (Hechos 5:29; Hebreos 10:24, 25.) Así que fue a la reunión.

Después del incendio del Salón del Reino, el abogado del esposo intentó presionarla para que firmara una declaración en la que adujera que el marido había incurrido en tan abominable acción porque ella se había negado a abandonar una religión fanática y había dejado de ser una buena esposa. Ella rehusó firmar. Rehusó abjurar de la verdad, pues de haberlo hecho, hubiese sido como decir que aquella horrible tragedia era una consecuencia de su estudio de la Biblia.

En una asamblea de los testigos de Jehová celebrada la semana después del trágico acontecimiento, la esposa llevó a cabo su decisión de bautizarse en símbolo de su dedicación a Jehová Dios, el Soberano universal. (Salmo 83:18.)

Se recibe ayuda de todas partes

Tan pronto como la sucursal de los testigos de Jehová —ubicada en Ansung, a unos 100 kilómetros de Wŏnju— se enteró de la tragedia, se envió ayuda para los heridos y sus familias y para los familiares de los fallecidos. No solo se les dio dinero, también se envió a un grupo de ancianos de la sucursal para determinar qué más podría hacer falta.

Se tomaron medidas para que la congregación se reuniera en otro Salón del Reino en Wŏnju y se proporcionaron otras cosas necesarias para los necesitados. Pronto llegó más ayuda de compañeros cristianos de toda la República de Corea. De hecho, poco después del siniestro llegaron muchos de otras ciudades para ofrecer ayuda. Las contribuciones se prodigaron: una congregación de 75 Testigos envió el equivalente a 1.200 dólares (E.U.A.), y otra, de 87 miembros, mandó el equivalente a 2.200 dólares (E.U.A.).

Los ancianos de la congregación objeto del atentado hicieron cuanto estuvo a su alcance para ayudar a otros, pero ellos mismos estaban entre quienes habían sufrido las mayores pérdidas. El superintendente presidente había perdido dos hijos, un hijo de otro anciano había muerto y un tercer anciano había sufrido graves quemaduras en el rostro. Pese a estas pérdidas, tanto ellos como la congregación en conjunto mantuvieron la calma y permanecieron firmes en la fe.

Pocos días después de la tragedia, un representante de la sucursal se encargó del funeral. Muchos Testigos de todo el país estuvieron presentes para demostrar así su amor y genuino interés por sus amigos. Incluso se recibieron mensajes de condolencia de muchas sucursales de los testigos de Jehová de todo el mundo.

El jefe de los Servicios de Inteligencia de la policía local estuvo presente en el funeral, y le impresionó la conducta de los Testigos. Observó su serenidad y calma, así como el cariño con que atendían a los que habían sufrido pérdidas en el incendio. El director de la Oficina de Sociedad e Industria también asistió al funeral. Cuando más tarde se le informó de las donaciones que se habían recibido de todo el país, comentó que sin fe esto no hubiese sido posible. El teniente de alcalde de Wŏnju también manifestó un vivo interés. Comentó estar impresionado por la serenidad, el amor mutuo y la capacidad organizadora de los Testigos.

Esta desgracia es una prueba más de que vivimos “en los últimos días [con] tiempos críticos, difíciles de manejar”. (2 Timoteo 3:1.) Es de esperar que se produzcan acontecimientos horrendos como este. Pero los testigos de Jehová de Wŏnju no están desanimados. Están determinados a seguir adorando al único Dios verdadero, Jehová, y a persistir en hacer Su voluntad.—Informe del corresponsal de ¡Despertad! en la República de Corea.

[Fotografías en la página 26]

A la derecha: El Salón del Reino y (debajo) la plataforma carbonizada, en la que murieron muchas de las víctimas

Abajo: Compañero Testigo consuela a Suh, Sun-ok, que perdió a dos hijos en el incendio; dos hijos de Shim, Hyo-shin, anciano cristiano, resultaron heridos en el incendio

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