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  • ¿Quién está acabando con las pluviselvas?
  • ¡Despertad! 1990
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¡Despertad! 1990
g90 22/3 págs. 6-8

¿Quién está acabando con las pluviselvas?

ESA PREGUNTA suele responderse culpando a los indigentes del mundo. Durante siglos, los campesinos de países tropicales han cultivado el suelo mediante lo que se conoce como agricultura itinerante o cultivo sobre rozas, que consiste en talar una porción de selva y quemarla, y plantar la cosecha justo antes o justo después de la quema. Las cenizas suministran nutrientes para las cosechas.

Hace ya mucho tiempo que este tipo de cultivo reveló la sorprendente verdad de que aproximadamente el 95% de las pluviselvas tropicales crecen en suelos muy pobres. La selva recicla los nutrientes tan deprisa que en su mayor parte estos se mantienen en los árboles y en la vegetación que crece muy por encima del nivel del suelo, de manera que queda a salvo del arrastre de la lluvia. Por lo tanto, la pluviselva es perfectamente idónea para su entorno, pero ese descubrimiento no es tan buena noticia para el campesino.

La crisis de los pobres

Las lluvias se llevan demasiado pronto los nutrientes que dejan las cenizas de la quema llevada a cabo en la selva, y poco a poco el cultivo de la tierra se convierte en una pesadilla. Un pobre campesino boliviano lo expresó de la siguiente manera: “El primer año corté los árboles y los quemé. Todos pensamos que por fin lo habíamos conseguido cuando, al plantar maíz sobre las cenizas, creció alto y dulce. [...] Pero a partir de entonces la situación ha empeorado. El suelo se reseca cada vez más y no crece nada salvo mala hierba. [...] ¿Y las plagas? Nunca las he visto de tantas clases. [...] Estamos prácticamente perdidos”.

En el pasado, los campesinos se limitaban a talar nuevas porciones de selva y dejar en barbecho las anteriores. Luego, cuando la selva invadía las porciones que habían dejado, repetían el proceso. Sin embargo, para que ese método funcione, las porciones despejadas de árboles tienen que estar rodeadas por la selva original, pues así es como los insectos, las aves y demás animales pueden esparcir las semillas y polinizar los retoños. Pero eso requiere tiempo.

Además, la explosión demográfica también ha provocado cambios, pues a medida que los campesinos se agolpan en una misma zona, los períodos de barbecho son cada vez más cortos. Los campesinos itinerantes suelen dejar su tierra agotada por completo en unos cuantos años y entonces se adentran en la selva quemando extensos frentes de terreno.

Otro factor que agrava la situación es que unas dos terceras partes de los habitantes de los países menos desarrollados dependen de la madera como combustible para cocinar y calentarse. La única forma de satisfacer las necesidades de combustible de más de mil millones de personas es cortar leña más deprisa de lo que se reemplaza hoy día.

Causas más profundas

Es muy fácil culpar a los pobres. Sin embargo, según los ecologistas James D. Nations y Daniel I. Komer, es igual que “culpar a los soldados de provocar las guerras”. Ellos añaden: “Son simples peones en el juego de un general. Para comprender el papel de los colonos en la deforestación, lo primero que hay que hacer es preguntarse por qué estas familias invaden la pluviselva. La respuesta es sencilla: porque no hay tierra para ellos en ninguna otra parte”.

En cierto país tropical, alrededor del 72% de la tierra pertenece a tan solo el 2% de los terratenientes. Además, aproximadamente el 83% de las familias campesinas o no tienen suficientes tierras para sobrevivir o no tienen ninguna. Ese patrón se repite por todo el mundo a diversos grados. Se utilizan enormes extensiones de tierras de particulares, no con el fin de producir alimento para la gente de la localidad, sino para exportarlo a naciones ricas de las zonas templadas del mundo.

Otro culpable importante es la industria maderera. Además de causar daño directo a la selva, la tala de árboles también hace que las pluviselvas sean más vulnerables a los incendios... y a la acción del hombre. Los caminos que abren las excavadoras en la selva virgen a causa de dicha industria, facilitan el avance de multitudes de campesinos itinerantes.

Cuando fracasan los cultivos —como suele suceder—, los ganaderos compran la tierra y la convierten en pastos para sus reses. Esto es lo que sucede en particular en América del Sur y Central. La mayoría de las reses vacunas que se crían allí son exportadas a naciones más ricas, lo que hace que, por ejemplo, en Estados Unidos, el gato casero de término medio coma más carne de vaca en un año que una persona de América Central.

Al final, son las naciones desarrolladas las que financian la desaparición de las pluviselvas tropicales, y lo hacen para saciar sus propios deseos voraces. Las exóticas maderas tropicales, los productos agrícolas y la carne de vaca que con tanta avidez compran de las naciones tropicales, exigen que se vayan desplazando y diezmando las selvas. A fin de satisfacer la codiciosa demanda americana y europea de cocaína, se han talado en Perú cientos de miles de hectáreas de pluviselva para dar paso a las lucrativas cosechas de coca.

Las amargas ganancias

Muchos gobiernos promueven activamente la deforestación. Conceden desgravaciones a los ganaderos, las compañías madereras y los agricultores dedicados a la exportación. Algunas naciones dan una porción de tierra a un campesino con la condición de que la “mejore” limpiándola de vegetación selvática. Cierto país del sudeste asiático ha transportado a millones de campesinos itinerantes hasta sus remotas pluviselvas.

Se defiende tal política porque se alega que con ella se utilizan las selvas para beneficiar a los pobres o para levantar economías hundidas. No obstante, los críticos opinan que incluso estas ganancias a corto plazo son ilusorias. Por ejemplo, la tierra que era inhóspita para los cultivos del campesino posiblemente no será mejor para las reses del ganadero. Después de diez años, también se suelen abandonar los ranchos.

A la industria maderera no suele irle mejor. Cuando las maderas duras tropicales son extraídas de la selva sin pensar en absoluto en el futuro, las selvas menguan rápidamente. El Banco Mundial calcula que más de veinte de los treinta y tres países que en la actualidad exportan su madera tropical se quedarán sin existencias en un plazo de diez años. En Tailandia la deforestación fue tan drástica que se tuvo que proscribir la tala de árboles por completo y en Filipinas se calcula que para mediados de la década de los noventa se habrán cortado todos los árboles.

Sin embargo, la mayor ironía es que los estudios han demostrado que una porción de pluviselva puede generar más ingresos si se deja intacta y se recogen sus productos —los frutos y el caucho, por ejemplo—, sí, más dinero que convirtiéndola en tierra de cultivo, de pastos o de explotación maderera. De todas formas, la destrucción continúa.

El planeta no puede soportar este trato indefinidamente. El libro Saving the Tropical Forests (Cómo salvar las selvas tropicales) dice: “Si continuamos con la actual destrucción, la pregunta no será si van a desaparecer las pluviselvas, sino cuándo van a desaparecer”. Pero, ¿es verdad que sufriría el mundo si se destruyesen todas las pluviselvas?

[Ilustración en la página 7]

Agentes de deforestación

Inundaciones provocadas por embalses

Operaciones de tala de árboles

Cría de ganado

Agricultura itinerante

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