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¡Despertad! 1999
g99 22/2 págs. 20-23

Los pesticidas químicos no solo eliminan las plagas

De nuestro corresponsal en Brasil

“PERFECTA”, dice Domingos dos Santos al contemplar su plantación de mandioca en el sur de Brasil. Y tiene razón para estar satisfecho. El aspecto de las hojas es magnífico, como si jamás se hubiera posado en ellas un insecto nocivo. ¿Se trata de otro logro de los insecticidas químicos? De ningún modo. “El año pasado y este —dice Domingos— no he tenido que comprar ni una gota de insecticida.”

Domingos pertenece a un creciente grupo de agricultores que son reacios a utilizar pesticidas químicos para proteger sus cultivos.a En su lugar, emplean métodos que eliminan, o por lo menos reducen, el uso de sustancias químicas. “¿Qué clase de métodos? —pregunté al agrónomo Sandro Müller, quien ha llevado a cabo ciertos experimentos en una plantación de cítricos cerca de São Paulo—. ¿Por qué recurren menos a los pulverizadores de insecticida los agricultores?”

El ciclo de los pesticidas

Para ayudarme a visualizar una desventaja de los insecticidas químicos, Sandro dice: “Imagínese que la policía persigue a unos atracadores de bancos. En su afán por escapar, los maleantes entran en un concurrido edificio de oficinas y desaparecen entre la muchedumbre. Entonces, la policía ordena a un helicóptero que arroje una bomba de gas sobre el complejo de oficinas, con lo que no solo se da muerte a los atracadores, sino también a personas inocentes: los oficinistas y los guardias de seguridad del edificio. Algo parecido sucede cuando un agricultor bombardea su plantación repetidas veces con potentes insecticidas. Estos matan los insectos nocivos —los atracadores—, pero también eliminan insectos útiles —los guardias de seguridad—”.

“Pero al menos se salva la cosecha”, replico. Sin embargo, Sandro señala que el uso indiscriminado de plaguicidas da comienzo a un ciclo perjudicial: algunos insectos nocivos sobreviven, porque son resistentes a los productos aplicados, y luego, gracias al agricultor, están a sus anchas en el campo, libres de todos los “guardias de seguridad”, es decir, los insectos útiles.

La abundancia de alimento y la falta de enemigos naturales favorecen la multiplicación de las especies resistentes al plaguicida, lo que obliga al agricultor a tratar de nuevo su plantación, tal vez con un insecticida aún más potente. En algunas regiones sudamericanas dedicadas al cultivo de legumbres, los agricultores rocían los campos todas las semanas. ¿En qué acaba este ciclo? “El que siembra pesticidas —dijo cierto agricultor—, cosecha veneno.”

Los pesticidas: un mal menor

Los estudios indican que quien envenena plagas, se envenena también a sí mismo. La revista Guia Rural dijo que, tan solo en Brasil, los pesticidas intoxican a unas setecientas mil personas al año, lo que equivale a un promedio de nada menos que 1 persona cada 45 segundos. Y la Organización Mundial de la Salud informa de que en todo el mundo mueren anualmente 220.000 personas por exposición a pesticidas tóxicos. Además, los plaguicidas perjudican mucho el medio ambiente.

Si bien hay quienes creen que abrir un recipiente de pesticida es como abrir la caja de Pandora, otros juzgan su uso como el menor de dos males. Razonan así: “Es una cuestión de usar pesticidas y tener alimento, o no usarlos y pasar hambre. Al fin y al cabo, la población humana aumenta y la cantidad de tierras adecuadas para el cultivo disminuye. A fin de impedir la inanición mundial, hay que proteger las cosechas de los insectos nocivos que pueden arrasarlas”.

Es obvio que las plagas constituyen un grave problema. No obstante, por fortuna, un número cada vez mayor de agricultores de todo el mundo se está dando cuenta de que existe un mejor remedio que el de rociar los cultivos con grandes dosis de pesticidas. Se trata del manejo integrado de plagas, o el MIP.

El MIP: una alternativa

“¿Qué es el MIP?”, pregunté al profesor Evôneo Berti Filho, jefe del Departamento de Entomología de la Universidad de São Paulo en Piracicaba y destacado investigador del control natural de plagas. El profesor Berti me explicó que el objetivo del MIP es reducir al mínimo el uso de insecticidas y emplear únicamente aquellos que matan insectos nocivos específicos. El uso limitado de pesticidas se complementa con métodos naturales de control de plagas.

Uno de tales métodos es la rotación de cultivos. Por ejemplo, un agricultor puede alternar de año en año el cultivo de maíz con el de legumbres. Los insectos que solo atacan el maíz y no tocan las legumbres se mueren de hambre o se marchan en busca de zonas donde el maíz abunde. La próxima vez que se planta maíz, la mayoría de los insectos se han ido, al menos por un tiempo. Y para cuando regresan en masa, otra rotación de cultivos los obligará pronto a marcharse de nuevo.

El control biológico es otro método del MIP. Consiste en valerse de insectos, bacterias, virus, hongos y otros enemigos naturales de las plagas. Por ejemplo, ciertos investigadores brasileños observaron que, en la naturaleza, muchas orugas morían al contraer un virus denominado baculovirus. En vista de que es inofensivo para los humanos, pensaron que si rociaban los cultivos con un líquido que contuviera dicho virus, este actuaría como un insecticida biológico contra las orugas que atacaban las plantaciones de soja y de mandioca. Y funcionó. Las orugas murieron a los pocos días de comer las hojas contaminadas. Además, las orugas muertas proporcionan al agricultor un arma gratuita para futuras batallas. ¿Cómo?

“El agricultor no tiene más que colocar las orugas infectadas muertas en una batidora —explicó el profesor Berti—, triturarlas, filtrar la masa obtenida y guardar el líquido resultante en un congelador.” Llegado el momento, simplemente descongela el líquido infectado con el virus, lo mezcla con agua y rocía con dicha mezcla su cultivo.

Este insecticida biológico tal vez no obre con tanta rapidez como los plaguicidas químicos, pero una investigadora asegura que ha resultado eficaz en por lo menos el 90% de los casos.

Métodos naturales para combatir las plagas

Otra manera útil de controlar biológicamente las plagas consiste en combatirlas con insectos beneficiosos. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por convencer a los agricultores de que empleen este método de luchar contra las plagas, muchos agricultores de Brasil y otros países siguen reacios a ponerlo en acción. ¿Por qué? Parece ser que la idea de liberar insectos en las tierras de labranza les resulta tan carente de sentido como les resultaría a la gente de ciudad liberar cucarachas en las casas. “Para la mayoría de los agricultores —me dijo el profesor Berti—, todos los insectos comen plantas. Lo que menos quieren es ver que se multiplican.”

Por consiguiente, es obvio que el control biológico de las plagas no gozará de popularidad hasta que los agricultores comprendan que algunos insectos son sus aliados. Por ejemplo, a finales del siglo pasado, los fruticultores de California (E.U.A.) recurrieron a la ayuda de las mariquitas. En aquel entonces, unos insectos nocivos importados accidentalmente de Australia habían atacado y prácticamente arrasado todos los limoneros y naranjos. Las mariquitas tardaron menos de dos años en controlar a los insectos invasores y salvar así los cítricos de California.

Un método de control eficaz

Hoy día, algunos agricultores de Brasil están redescubriendo la función de la joaninha (juanita, como se llama a la mariquita en este país) como “guardia de seguridad” confiable. “En este campo de cítricos combatimos los pulgones con joaninhas”, me dijo Sandro mientras caminábamos entre las hileras de naranjos de la plantación de cítricos que él atiende. Se detuvo junto a un naranjo, buscó una rama que tuviera hojas tiernas y la dobló hacia abajo. Unos áfidos, o pulgones (insectos parásitos del tamaño de la cabeza de un alfiler), estaban allí inmóviles y con los estiletes de la boca clavados en las hojas, chupando la savia.

No obstante, para los “guardias de seguridad”, los pulgones son comida. De hecho, hay una mariquita en particular que puede consumir 800 pulgones durante su vida. ¿Basta eso para que se note una mejoría? “Desde luego que sí —dijo Sandro—, pero hay que dejar entre los árboles suficiente hierba y maleza para que las mariquitas y otros enemigos naturales se encuentren en su ambiente.” Sandro añadió que, en el pasado, cuando no se practicaba el control biológico en este huerto, había que utilizar insecticidas químicos cada dos semanas. Ahora, gracias a enemigos naturales como las mariquitas y otros insectos, solo hay que recurrir a los insecticidas cada dos o tres meses.

La mariquita es tan solo una de los muchos aliados naturales con los que cuentan los agricultores. Existe un verdadero ejército dedicado al control de plagas que trabaja día y noche. Lo componen abejas, avispas, aves, arañas, ranas y sapos, para mencionar solo algunos. Hasta hay peces que contribuyen a disminuir el uso de pesticidas. ¿Cómo?

El investigador Xiao Fan, del Departamento de Agricultura y Silvicultura de Nankín, en la provincia china de Jiangsu, dice que la necesidad de insecticidas se redujo cuando empezó la cría de peces en los arrozales inundados. Los arroceros pasan sobre las plantas una cuerda para que los insectos caigan al agua. “Dado que las lanternarias se hacen pasar por muertas cuando caen de las plantas de arroz —explica Fan—, los peces se las comen fácilmente.”

Reducir la cantidad de pesticidas también contribuye a que sobrevivan los insectos beneficiosos, los cuales, coaligados con los peces, combaten las plagas. Fan dice que, gracias al control biológico de plagas, el uso de grandes cantidades de insecticidas venenosos ya es historia, y los beneficios sanitarios y ecológicos son obvios.

Es cierto que los agricultores adoptan el MIP por razones económicas más bien que ecológicas. Al fin y al cabo, reducir el uso de pesticidas caros ahorra dinero, lo cual se traduce en mayores ganancias, un incentivo que siempre atrae a todo el mundo. Sin embargo, si las mayores ganancias económicas también conducen a que los cultivos y el medio ambiente estén menos contaminados, entonces el MIP no solo beneficia a los agricultores y los consumidores, sino también a la ecología. Como dijo alguien, con el MIP “todos salen ganando”.

[Nota]

a Los tipos de pesticidas que más se utilizan son: 1) insecticidas, 2) herbicidas, 3) fungicidas y 4) rodenticidas, cada uno de los cuales combate la plaga que su nombre indica.

[Recuadro de la página 21]

Legado de pesticidas

Aunque todos los agricultores del mundo practicaran el manejo integrado de plagas a partir de hoy, el problema de los pesticidas no estaría ni mucho menos resuelto. La Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), de las Naciones Unidas, calcula que hay más de 100.000 toneladas de pesticidas sobrantes almacenadas en los países en vías de desarrollo. “Una parte importante de las existencias —dice la revista Nuestro Planeta, publicada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)— son restos de plaguicidas obtenidos bajo acuerdos de ayuda.” Hay grandes cantidades de DDT y otros pesticidas que actualmente se consideran residuos peligrosos. La mencionada revista añade que, si no se elimina este legado de pesticidas, “cabe esperar que ocurrirán desastres”.

Pero este tipo de limpieza cuesta mucho dinero. Eliminar dicho legado, tan solo en África, puede costar hasta 100 millones de dólares. ¿Quién va a pagar los gastos? La FAO apela a los países donantes para que colaboren. Sin embargo, como apunta esta organización, “también convendrá tratar de obtener asistencia de empresas agroquímicas, que a menudo son responsables de suministrar plaguicidas innecesarios o en exceso”. Pero hasta el momento, dichas empresas siguen “mostrándose renuentes a hacer aportes financieros para la eliminación de existencias anteriores”.

[Recuadro de la página 22]

Plantas modificadas, ¿por qué son polémicas?

La biotecnología es otra arma en la lucha contra las plagas. Al aumentar el conocimiento que tiene el hombre del funcionamiento interno de la molécula de ADN, los investigadores han podido combinar fragmentos de ADN de diferentes especies y desarrollar plantas que poseen sus propios mecanismos de defensa contra las plagas.

Tenemos un ejemplo en el maíz. Mediante ingeniería genética se transfirió al ADN del maíz un gen que procedía de otra fuente. Dicho gen, a su vez, produjo una proteína que resultó mortal para las plagas. De esa forma se obtuvo una planta de maíz manipulada genéticamente que no sucumbe a los insectos enemigos.

Sin embargo, existe una polémica tocante a las plantas transgénicas. Los opositores afirman que pueden enfermar a la gente o que los cultivos transgénicos pudieran convertirse en maleza floreciente. Algunos científicos advierten que las plantas que posean un gen insecticida acelerarán la resistencia de las plagas. “Deberíamos entusiasmarnos menos por la ingeniería genética —aconseja el entomólogo Berti—. ¿Recuerdan lo emocionada que estaba la gente en los años cincuenta cuando se decía que los insecticidas hacían milagros? Hoy sabemos que no es así. Los insecticidas milagrosos han contribuido a la existencia de insectos milagrosos. ¿Quién sabe los problemas que acarrearán las milagrosas plantas transgénicas de hoy?”

Y aunque pudieran resolverse todos los problemas biológicos, a algunos les preocupa, por razones éticas, que los científicos manipulen los códigos genéticos. Hay quienes opinan que la biotecnología puede resolver los antiguos problemas de los pesticidas, pero crearnos nuevos problemas éticos.

[Ilustración de la página 23]

Una mariquita puede consumir centenares de insectos nocivos

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